Inequidad e iniquidad electoral
César Ricardo Luque Santana
Ricardo
Alemán, uno de los más furibundos anti-Lopezobradoristas, dice que la compra de
votos del PRI es un mito genial y reta a que se saquen cuentas para que se vea
lo inverosímil de esta posibilidad. Trataré de hacer un acercamiento somero al
tema para determinar su posibilidad, partiendo de que el tope de gastos de
campaña de 330 millones de pesos, evidentemente fue rebasado por el PRI varias
veces, examinando el asunto desde luego a ojo de buen cubero, pues recordemos que tan solo en los traslados
de Peña Nieto y su séquito a diferentes lugares del país, se hacían en hasta 3 aviones
privados, entre otros gastos onerosos como hospedajes y comidas de todos sus
acompañantes, además de las rentas de salones o espacios para los actos
políticos, equipos de sonido, estrados, pago
a trabajadores, publicidad, acarreos (trasportes, comidas, playeras, matracas, etc.)
y otros gastos menos visibles, como los 1,500 taxis que rentaron en Nayarit a
mil pesos cada uno para mover a sus votantes durante la jornada electoral (según
me confesó un taxista). El punto sin embargo se centra en los posibles gastos
de compra del voto, de su volumen, toda vez que en las redes sociales
circularon muchas evidencias de todo tipo que sin duda son datos empíricos
incuestionables, aunque paradójicamente sean difíciles de usar como pruebas.
El
tope de gastos de campaña como se mencionó fue de alrededor de 330 millones de
pesos más o menos. Ricardo Monreal llegó a decir en los primeros días posteriores
a la jornada electoral, que el PRI rebasó ese límite al menos 14 veces, aunque
recientemente su equipo dice que tienen pruebas de exceso de gastos de por lo
menos 6 veces más que el tope legal. Con la primera estimación estaríamos hablando
entonces de más de 4 mil 600 millones de pesos gastados (invertidos para ellos)
en las despensas típicas, tarjetas de Soriana para adquirir mercancías,
tarjetas con tiempo aire para llamar por teléfono, pago de operadores (mediante
un esquema multinivel o piramidal), sobornos a comunicadores, entre otros
muchos. Gran parte de este dinero es incluso no rastreable porque se manejó en
efectivo sin comprobantes de ninguna especie e incluso es de procedencia dudosa
por decir lo menos. De estos gastos excesivos se han venido dando muchos testimonios
diversos en Internet, como la propaganda del PRI en trípticos con billetes
incrustados, reuniones en locales cerrados atestados de gente durante la
jornada electoral donde se pagó directamente a cada votante y otras formas innovadoras
que solo a los genios de la corrupción se les puede ocurrir. Tal vez la cifra
sea incluso mayor a la que supuso Monreal al principio, es decir, quizá ronde
en los 6 mil millones de pesos o más, tomando en cuenta también el uso
generalizado de los recursos de las dependencias públicas, pues la compra de al
menos 5 millones de votos que es lo que se cree adquirió el PRI de gente
miserable de espíritu, requiere de fuertes cantidades de dinero que a mi juicio
si están al alcance de la mafia priista.
La
pregunta de si una cifra de ese tamaño estaría al alcance del PRI tendría una
respuesta afirmativa. Recordemos que tienen 20 gobernadores que echan mano del
presupuesto a su antojo gozando de total impunidad y que podrían haber estado
preparando un fondeo financiero para esta campaña con mucho tiempo de
antelación. De hecho se ha llegado a decir que gran parte del endeudamiento
excesivo de los gobiernos estatales priistas sería en parte con fines
electorales. Asimismo, es cosa sabida que
los gobiernos priistas se han caracterizado por incurrir en usos
facciosos y patrimonialistas del erario público desviando los recursos a su arbitrio;
que existe una corrupción endémica en los gastos de los dineros públicos en
obras y adquisiciones con contratistas y proveedores donde se suelen inflar
costos; que en este tipo de corruptelas se han tejido redes de complicidad con algunos empresarios
que también aportan recursos a cambio de mantener privilegios de negocios; tampoco
se descarta que haya dinero de procedencia ilegal (piense por ejemplo en los
decomisos de dinero de delincuentes del crimen organizado y otras variantes
relacionadas al mismo). Todas estas fuentes de financiamiento son posibilidades
plausibles.
Desde
luego que nadie está diciendo que todos los que votaron por el PRI fueron
comprados con dinero en efectivo, con monederos virtuales, prebendas, etc. Para
nada, muchos otros fueron amenazados con retirarles apoyos diversos de los programas
sociales si perdía el PRI; otros solo necesitaron promesas de un empleo; a los
burócratas de los gobiernos estatales y municipales donde gobierna el PRI los
amedrentaron y coaccionaron con represalias laborales como por ejemplo no
recontratarlos si son eventuales o escamotearles sus derechos si son de base; y
desde luego, hubo quienes votaron por el PRI por otras razones ajenas a la
coacción: por inercia (“mi familia siempre vota por el PRI”), por irse a la cargada inducidos por los medios y las encuestas
decían que iba a ganar Peña por un amplísimo margen, por conveniencias
personales (aviadurías, chayotes, sueldos altos, etc.), por frivolidades (“porque
Peña está guapo”), por masoquismo (víctimas apoyando a sus verdugos) y hasta
por convicciones auténticas (aunque sean difíciles de admitir).
Pero
la inducción y coacción del voto, junto con la compra del mismo, fueron lo
determinante, principalmente esto último. En el SNTE por ejemplo, me contaron
algunos maestros conocidos míos, que un enviado del sindicato los abordaba en
sus centros de trabajo y les pedía que se involucraran en actividades de
promoción de los candidatos del PRI: “No es obligatorio -les decían- pero el
sindicato tomará en cuenta su apoyo”. Resulta ocioso explicar el sentido de
esta frase. Aparte de ir de puerta en puerta o agitar banderolas en una esquina
haciendo el ridículo en actividades proselitistas ajenas a sus funciones, les
pedían listas de 10 votantes para el PRI. En otro caso que conocí y que fue una
práctica generalizada, a una amiga mía (abogada), se le amenazó con despedirla
del trabajo si no les proporcionaba una lista de 10 votantes seguros (lo que
incluía copias fotostáticas de la credencial de elector). Ella creyó que
saldría al paso apoyándose entre familiares y amigos quienes le hicieron el
favor de prestarse simuladamente, pero no contaba con esa lista sería
verificada por otra persona del PRI que se dio cuenta que la mayoría de esa
lista votarían por otra opción, lo que le valió una reprimenda y se le obligó
de nuevo a juntar los 10 votos “auténticos” para el PRI. Para verificar estas
listas por cierto, lo que hacían era fingir una encuesta domiciliaria,
preguntaban tu nombre y tu preferencia electoral, y de ese modo sabían si el
apoyo era real o no (aunque siempre cabía la posibilidad de mentirles si uno
estaba alerta). Mi amiga no tiene base en su trabajo y es madre de varios hijos,
de manera que no quiso arriesgarse a perder su empleo que es el sustento de su
familia.
Del
mismo modo se pueden ir añadiendo muchas otras formas ilegales e inmorales de
apoyos que el PRI obtuvo de diversas instituciones públicas cuyos recursos
materiales y humanos se utilizaron de manera patrimonialista en su campaña,
mismas que desde luego no son detectadas o no se pueden comprobar. De este modo
obtuvieron muchos brigadistas y activistas gratis, usaron teléfonos,
computadoras, papelería, vehículos, etc., de muchas dependencias de gobierno
también en forma gratuita, aunque lo de “gratuito” es un decir porque realmente
estamos hablando desvío de recursos
públicos o peculado.
Todas
estas variedades de apoyos y fuentes de financiamiento juntas, acumulan un
poder económico nada despreciable, aunado a las inducciones con encuestas
copeteadas, comentaristas alcahuetes que se parapetaban en ellas para generar
una percepción de invencibilidad de Peña Nieto y otras formas más de inequidad e
iniquidad electoral que generaron ventajas desleales e ilegales a favor del PRI,
amén de toda una serie de delitos electorales perpetrados impunemente ante la
complacencia sospechosa de las autoridades electorales, sin olvidar el insólito
crecimiento de las casillas rurales contrarias a las tendencias de población
del país según el INEGI que señala que la inmigración del medio rural al urbano
es una constante. Curiosamente en las zonas rurales Peña Nieto salió
favorecido, mientras que en el medio urbano le fue más desfavorable.
En
suma, las condiciones de posibilidad de unos comicios democráticos fueron
inexistentes de tal forma que una cantidad importante de personas que votaron
por el PRI no ejercieron su sufragio de manera libre sino coaccionada de una u
otra manera. No creo ni por asomo que el PRI pueda tener éxitos electorales sin
usar grandes cantidades de dinero y sin contar con una impunidad plena. La
asombrosa maquinaria electoral que despliega el PRI con una enorme eficacia,
tiene por consiguiente como mecanismo fundamental el empleo de dinero a
raudales e impunidad absoluta para violar las reglas del juego democrático. Así
las cosas, podemos imaginar para la siguiente “contienda” la aplicación de esta
misma estrategia electoral pero ahora con el PRI en el gobierno federal. Llegamos
al absurdo de que podemos tener votaciones sin democracia porque como en los
viejos tiempos del PRI avasallante, el pueblo vota pero no elije. Nada de esto
debe soslayar sin embargo las limitaciones de los partidos y dirigentes de
izquierda cuyas prácticas de corrupción en sus partidos y en sus gobiernos se
asemejan mucho a las del PRI, lo que impide que muchos electores los vean como
una alternativa de cambio válida y deseable. En este punto que está más a
nuestro alcance, se tendrá que trabajar sin dilación con gran sentido
autocrítico, esto es, una vez consumada la imposición que independientemente
del esfuerzo que se haga por limpiar las elecciones, se dará por desgracia.
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