Filosofía y medios de comunicación II
César Ricardo Luque Santana
Parece que la filosofía despierta un sentimiento encontrado o ambivalente en muchas personas percibiéndola a la vez con respeto y con desprecio, o bien como algo intimidante pero al mismo tiempo inútil o impráctico. Estas percepciones no son nuevas y de algún modo la filosofía misma las ha propiciado por su lenguaje encriptado y extraño que el filósofo alemán Theodor Adorno refirió como una especie de “lenguaje del hampa”, esto es, sólo asequible a los iniciados. La filosofía académica enclaustrada en las universidades, que produce teorías abstrusas y libros de filosofía supraespecializados, ha reforzado este distanciamiento entre la filosofía y la gente común.
Ya en la antigua Grecia, la filosofía en su origen, desde el momento en que comenzó a ser visible para los ciudadanos en la Atenas de Pericles en el siglo IV a. C., comenzó a generar problemas de rechazo en muchas personas, pues por su naturaleza crítica, la filosofía cuestionó muchas creencias populares, lo cual se interpretó como una ofensa a las mismas y llevó a la confrontación entre los filósofos y los no-filósofos. José Ortega y Gasset llegó a afirmar que el nombre de “filosofía” nació como un disfraz para esquivar los ataques de los no-filósofos, por ello la filosofía se presenta como algo inocuo, como un afán o deseo de saber y no cómo una actividad depositaria de la verdad absoluta. Hay pues un dejo de modestia que trata de matizar la actividad filosófica como un saber ciertamente crítico pero no acabado. Aquí, la figura del sabio es desplazada por el filósofo.
La filosofía en la antigua Grecia se hacía en gran medida en la calle, en la plaza pública. Así lo hacía Sócrates quien cuestionaba a sus conciudadanos al margen de su condición económica. Le extrañaba que las personas se preocuparan más de las cosas que compraban que en examinar su propia vida. Pero antes de él, lo hacían también los filósofos-rapsodas como Jenófanes y otros que vivían como filósofos itinerantes dando sus recitales poético-filosóficos en espacios públicos o callejeros. Del mismo modo, otros filósofos y corrientes filosóficas posteriores a Sócrates, como Epicuro y lo estoicos, entendieron la filosofía como un saber al servicio de la vida. Epicuro consideraba que de nada valía los argumentos filosóficos si no podían mitigar el sufrimiento humano; los estoicos por su parte, tenían adeptos de todas las condiciones sociales, desde un ex esclavo o liberto como lo era el filósofo Epicteto (cuyo nombre significa precisamente esclavo), hasta el emperador romano Marco Aurelio. Los estoicos se llamaban así porque originalmente filosofaban en la puerta (stoa) de un mercado en Atenas. Sin embargo, con Platón y Aristóteles se fundan la Academia y el Liceo respectivamente, donde comienza la filosofía académica, que desde finales de la Edad Media y luego en la era moderna y hasta nuestros días, se ha confinado en las universidades. Con ello la filosofía abandonó gradualmente los espacios públicos más abiertos y no especializados. En la actualidad, los Cafés Filosóficos, las Consultorías Filosóficas y la Filosofía para Niños, son las principales expresiones de un movimiento de filosofía práctica, que sin renunciar a la reflexión sistemática pero evitando caer en tecnicismos o en una especialización apta sólo para iniciados así como en la banalización de los cursos y libros de autoayuda, tratan de recuperar la función de la filosofía para la vida. Ambas formas de hacer filosofía no son excluyentes sino complementarias.
Hay que hacer notar el hecho de que el filosofar no es espontáneo, sino algo adquirido o aprendido. Filosofar quiere decir saber pensar, saber dar razones válidas de las cosas, aprender a escuchar y saber argumentar, privilegiar el diálogo como método de aprendizaje. Antonio Gramsci decía que la filosofía es natural en el sentido de que todos tenemos una concepción del mundo y de la vida, pero acotaba que este pensamiento espontáneo realmente es prefilosófico porque se realiza en forma ocasional y contradictoria, es decir, que se pueden tener ideas incompatibles sin reparar en ello. En otras palabras, hay una disposición natural a conocer y pensar, pero esa facultad tiene que cultivarse, que entrenarse, para que sea más ordenada y más penetrante.
Hay otras formas de filosofar o de llevar la filosofía a un público amplio, siendo el periodismo una de ellas. Sartre, el gran filósofo existencialista francés, quien asistía cotidianamente a un café público como cualquier parroquiano, escribía constantemente en los periódicos e incluso llegó a escribir en volantes que repartía él mismo en la calle para dar a conocer su posición política o su critica personal sobre un determinado asunto. En nuestros días, un divulgador destacado de la filosofía tanto de libros destinados al gran público como de exitosos programas audiovisuales, es el español Fernando Savater, quien dice que el periodismo y la filosofía son dos de sus grandes pasiones.
En la actualidad, damos cuenta de la existencia de una serie de programas de filosofía en televisión en distintos lugares de Iberoamérica que resultan intentos formidables por llevar la filosofía a un público heterogéneo y por darle a ésta una difusión que va desde tratar personajes o problemáticas filosóficas que requieren del público desde luego un interés per se por estos tópicos, hasta otros que más bien ejercen el filosofar para tratar problemas cotidianos. En ese orden, mencionaré una serie de programas cuyos videos pueden encontrarse en Internet (accediendo a ellos desde cualquier buscador o directamente desde este blog (en Enlaces) : “La aventura del Pensamiento” de Fernando Savater, “Filosofía Aquí & Ahora” del argentino Juan Pablo Feinmann y “Prohibido Pensar” del filósofo uruguayo Sandino Núñez, entre otros que abordaré en una próxima entrega retomando a los aquí mencionados.