Memoria histórica e impunidad
César Ricardo Luque Santana
El 2 de octubre pasado, un segmento de la comunidad de filosofía de la UAN integrada por profesores y estudiantes organizaron un Café Filosófico en el céntrico café cultural “El Barullo” para reflexionar sobre los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas de la ciudad de México, donde el Estado mexicano masacró de manera cobarde e impune a cientos o miles de personas entre hombres, mujeres, ancianos y niños, la mayoría de ellos jóvenes estudiantes universitarios de la UNAM y el IPN, principalmente.
La idea de impulsar un espacio de reflexión sobre el movimiento estudiantil del 68 haciendo converger a personas maduras que de algún modo u otro vivieron esos sucesos, con los jóvenes estudiantes, nació con la inquietud de que éstos últimos traten de informarse de cómo surgió dicho movimiento, cuál era el contexto histórico de México y del mundo en esa época, qué se demandaba y por qué el Estado mexicano en el cual el presidente de la república ejercía el poder omnímodo, decidió acabarlo mediante una brutal represión. Qué significó este suceso para la vida política de la nación y qué lectura se puede hacer ahora comparativamente hablando a 41 años de distancia con el momento que estamos viviendo, entre otras interrogantes que fueron surgiendo en el diálogo colectivo.
Para empezar el encuentro, se leyó a varias voces un poema alusivo a la matanza del 68 y se hizo asimismo una crónica breve de esta lucha desde su comienzo a partir de una trifulca entre jóvenes estudiantes de bachillerato en san Cosme donde los granaderos intervinieron utilizando exceso de fuerza, lo que a la postre desataría una serie de protestas contra los abusos de esta fuerza policíaca represiva y, posteriormente, se demandaría su desaparición y castigos a los jefes de la misma, hasta los eventos posteriores de marchas y mítines y su culminación mediante un genocidio. Todo ello contextualizando las circunstancias políticas locales e internacionales y, desde luego, el marco de la olimpiada misma. También se hizo una reseña histórica sucinta del mayo francés para exponer el carácter internacional de la rebeldía juvenil de aquellos años.
La interesante de la reflexión realizada fue que se considera imprescindible mantener la memoria histórica de lo que pasó para que no vuelva a repetirse, pero se reconoció que si bien en magnitudes menores, estas masacres han seguido ocurriendo como sucedió después a los pocos años con el Jueves de Corpus en 1971 y otras matanzas más cercanas a nuestra época como Aguas Blancas o Acteal, todas ellas con el mismo resultado de impunidad de los poderosos que perpetraron esos crímenes contra una población indefensa. En cuanto al 2 de octubre del 68, éste continua sin castigo y sin saberse la verdad histórica, al menos de manera oficial porque evidentemente todos sabemos que el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y el secretario de gobernación Luis Echeverría Álvarez, son los principales responsables, con el beneplácito o complicidad de los poderes legislativo y judicial y los medios masivos de comunicación escritos y electrónicos de entonces que -salvo pocas excepciones- silenciaron o distorsionaron los hechos rindiéndole pleitesía al poder presidencial en turno. Asimismo, la Fiscalía para crímenes del pasado creada en el sexenio de Fox resultó un fisco porque terminó exonerando al principal responsable vivo del 68 y del 71 (Luis Echeverría), con la mañosada de que no hubo genocidio porque según los jueces éste concepto sólo aplica a una etnia determinada y la población asesinada no lo era.
Desde luego que se discutieron muchos temas derivados de las preguntas iniciales que serían largo comentar en este espacio, pero lo importante es que los jóvenes que ahora se encuentran en una situación de vulnerabilidad social ante la rapacidad del neoliberalismo, entendieron que en primer lugar esta fecha es de conmemoración y lucha y no de fiesta como lo vienen haciendo otros jóvenes que salen a las calles sin tener plena conciencia de lo que vino a significar el sacrificio de tantas vidas y, en segundo lugar, que el autoritarismo que en ese entonces criminalizaba la disidencia con el delito de “disolución social” que era uno de los puntos que se impugnaban el pliego petitorio del movimiento, ahora lo vemos reflejado en lo que llaman “secuestro comparado” y “terrorismo”, cuya laxidad semántica permite al Estado reprimir personas y movimientos que a veces actúan con ciertos excesos exasperados ante la ineptitud, cinismo y frivolidad de un sistema político, social y económico que no resuelve sus problemas y los condena a la exclusión social.
El movimiento del 68 fue sin dudas un parteaguas aunque los cambios logrados han sido lentos porque se ha caído en una partidocracia donde parecería que el PRI se clonó en varios partidos. Sin embargo se reconoció que algo se ha avanzado y que la vida política del país ya no es igual. Se lamentó que tengamos una sociedad poca participativa en torno a los grandes problemas nacionales y que no defendamos los intereses populares en la lucha social como ocurre en otros países donde sus ciudadanos se movilizan constantemente. No obstante, se aceptó que hemos sido capaces de generar grandes movimientos sociales y políticos que han podido superar no sólo las inercias y el valemadrismo de algunos, sino que han sabido superar las formas de control corporativas y la desinformación de los medios, pero que el hecho de que se hayan frenado mediante la represión descarada, ha desarticulado esos movimientos y ha inhibido la participación. Los fraudes electorales también han contribuido al desánimo, pero indudablemente México tiene una gran historia de lucha popular, con los reflujos inevitables.
Después de la discusión entre los asistentes, hubo una tocada con canciones de protesta de los años 70 y 80, como las canciones de José de Molina y de otros cantantes que solían acompañar los movimientos populares en esas décadas. Luego, continuó la convivencia entre los contertulios que se dieron cita con este propósito.