Respuesta de Didriksson a la comunidad filosófica
Me refiero a la carta publicada el martes pasado en El Correo Ilustrado titulada “Piden al Gobierno del DF fijar postura sobre enseñanza de filosofía”, permitiéndome hacer las siguientes puntualizaciones:
Desde el primer momento en que la comunidad filosófica y académica del país se mostró en contra de la reforma integral de educación media superior (RIEMS), que alteraba de manera drástica la enseñanza filosófica, entré en contacto de forma solidaria y en apoyo con quienes compartían esta postura.
El pasado 28 de abril publiqué en el periódico Excélsior un artículo denominado “Pensamiento crítico versus competencias” (que puede consultarse también en la página http://www.educacion.df.gob.mx/), donde me expreso en favor de la comunidad filosófica y del desplegado emitido por ella y, que es de todos conocido.
El Sistema Nacional de Bachillerato ha unido sólo posiciones en su contra. La UNAM se manifestó así, lo mismo que el Instituto de Educación Media Superior (IEMS). Después de que un grupo de connotados filósofos y académicos se reunieron con el subsecretario de Educación Media Superior de la SEP para analizar el tema, obtuvieron una respuesta favorable a sus demandas.
He ofrecido, sin embargo, a la comunidad filosófica y humanista organizada la asesoría de la Secretaría de Educación a mi cargo para la formulación de una currícula alternativa.
Axel Didriksson Takayanagui, secretario de Educación del Distrito Federal
Fuente: El Correo Ilustrado en La Jornada (14 de mayo de 2009)
Pensamiento crítico versus competencias
martes, 28 de abril de 2009
Dice Gabriel Vargas Lozano: “La eliminación de la filosofía en el bachillerato ha generado una enorme indignación...”
Axel Didriksson La comunidad filosófica, científica y humanista está manifestando su rechazo a la propuesta de la SEP de desaparecer las asignaturas filosóficas (lógica, epistemología, ética, estética y filosofía mexicana) como obligatorias, tal como
aparece en una melcocha de inspiración tecnocrática y que se propone como una reforma de contenidos de formación por competencias para el nivel de educación media superior.
Se trata de lo que se conoce como el Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), que busca copiar (tropicalizar, dirían algunos) las reformas que se han emprendido sobre todo en la Unión Europea y se han expresado en el impulso a la movilidad de estudiantes y en la complementariedad de cursos y sistemas por la vía de mecanismos de homologación de créditos académicos. Reproducir este esquema, valorado como válido en aquella comunidad multinacional, ya lo rechazaron instituciones enteras, redes, asociaciones e instituciones diversas de América Latina y el Caribe, en el sentido de lo inconveniente que resulta trasladar mecánicamente esquemas educativos a otros contextos. Este SNB, como también le está pasando a la denominada Alianza para la Calidad de la Educación (ACE), está uniendo sólo posiciones en su contra. La UNAM así se ha manifestado, lo mismo que el Instituto de Educación Media Superior (IEMS) del Gobierno del Distrito Federal, pero tampoco se han conocido grandes demostraciones a su favor de parte de los restantes subsistemas de bachillerato.
La defensa que está realizando la comunidad filosófica, humanista y científica es a favor de un pensamiento crítico, complejo, interdisciplinario, pero sobre todo que recoja la identidad y el desarrollo que ha tenido la filosofía en el país, su enorme contribución cultural y, desde allí, está rechazando las formulitas que se proponen en el SNB y especialmente en la denominada Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEM), que también aparece como un remedo de la fracasada reforma de la educación secundaria, del sexenio anterior, denominada RIES y después RES.Dice Gabriel Vargas Lozano, uno de las impulsores y firmantes del comunicado que va en contra de estas iniciativas: “La eliminación de la filosofía en el bachillerato ha generado una enorme indignación entre la comunidad filosófica nacional e internacional, porque la considera no sólo un grave atentado contra la cultura de nuestra país y contra las propias facultades de filosofía y letras, sino una clara expresión del tipo de país que quiere construir la derecha” (La Jornada, 25, abril).
Se está en contra, pues, del reduccionismo, de la definición de una educación y de una persona que se disuelve en estructuras formales y limitadas referidas al mundo del trabajo y a estándares e indicadores considerados como válidos para todo tiempo, institución y lugar, en abstracto. Esto es incompatible con la grandeza del pensamiento filosófico y transdisciplinario. El formalismo excesivo, la rigidez de las definiciones y la idea de que la objetividad es absoluta, por encima de la creatividad, limita la formación de un pensamiento crítico y la construcción de nuevos conocimientos. Ni idea se tiene de lo que defienden nuestros mejores pensadores. La derecha educativa no tiene temas novedosos, cree que se pueden reproducir modelos por la vía de estándares o copiar esquemas de una marca prefabricada. Craso error, de nuevo.
El formalismo excesivo, por encima de la creatividad, limita la formación de un pensamiento crítico.
Fuente: Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de México
Este blog pretende ser una comunidad de aprendizaje sobre tópicos filosóficos y políticos, abiertos a cualquier persona que se interese por participar en los temas que aquí se exponen mediante comentarios críticos anotados al final del artículo del momento o enviándolos por email. Asimismo, todos mis escritos pueden ser reproducidos libremente en otros medios impresos o digitales conservando mi autoría.
viernes, 15 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
La propuesta del voto útil contra el PAN
La propuesta del voto útil contra el PAN
César Ricardo Luque Santana
En la entrega anterior refería el quid de las tres posiciones que se debaten en torno al actual proceso electoral desde una concepción crítica al sistema político mexicano. Sin embargo, cada postura en particular apenas ha sido esbozada, por lo que creo necesario explicitar y reiterar un poco más sus respectivas tesis y argumentaciones, así como sus mutuas objeciones, y desde luego, mis acuerdos y desacuerdos con cada una de ellas.
Originalmente, cuando empecé mi reflexión sobre este debate en mi artículo “El abstencionismo activo” el 26 de abril del presente año, prometí hilar otros dos artículos para sistematizar más y mejor este debate de los analistas independientes, pero las limitaciones propias de los artículos periodísticos que impiden extenderse mucho en los escritos (asunto en el que he estado abusando por cierto y por lo que ofrezco disculpas), me ha llevado a alargar esta serie, que espero sinceramente signifique un aporte interesante para aquellos lectores que han tenido la gentileza y la paciencia de leer mis escritos.
En los dos artículos anteriores a éste, he tenido que extenderme en contextualizar el debate, incluido los antecedentes del actual sistema pluripartidista (que se ha pervertido desembocando en una partidocracia), pues lo que somos ahora es producto del pasado y por ende el presente no puede entenderse haciendo abstracción de su historia. Por ello, en lo que respecta propiamente al debate, apenas he esbozado algunas líneas, aunque al mismo tiempo, he venido reiterando a lo largo de los tres escritos, las características de cada postura. Ahora se trata de retomar cada de una ellas recogiendo los argumentos de sus expositores en forma más detallada, empezando por la postura de Octavio Rodríguez Araujo que ha venido abogando por el voto útil contra el PAN. Posteriormente, continuaré con la tesis del abstencionismo pasivo, y finalmente, con la postura del abstencionismo activo que considero en cierto modo una suerte de posición intermedia entre las dos anteriores.
Debo añadir a modo de advertencia, que de ninúna manera pretendo que lo que aquí presento sea todo lo que se está discutiendo sobre este tema, ni tampoco digo que sea lo más importante, sino que es lo que yo conozco hasta ahora. Pero lo que si puedo asegurar, es que esta discusión remite estructuralmente a las posiciones que he mencionado. Espero además, no mal interpretar a los autores que he de referirme, aunque no me limitaré a reseñar sus argumentos, sino que trataré de interactuar con ellos realizando las objeciones que crea pertinentes.
Empezaré entonces por analizar la postura de Octavio Rodríguez Araujo, quien parte del concepto de “voto útil” esgrimido por Jacqueline Peschard, el cual cita literalmente en su artículo “Contra el PAN, el voto útil” (La Jornada 02-04-09), que en esencia nos dice que este tipo de voto es reactivo y que implica sacrificar las preferencias partidarias e ideológicas en aras de un objetivo político importante e inmediato. En este caso, propone el voto útil para impedir el triunfo del PAN en virtud del enorme daño que este partido le ha hecho al país desde el poder. Sin embargo, reconoce que los demás partidos también dejan mucho que desear y que no se trata de analizar sus programas o propuestas que son pura palabrería, sino de votar por un candidato contrario al blanquiazul en aquellos distritos donde los panistas puedan ganar. No queda claro si se trata de votar por el que esté mejor posicionado o por alguien con un buen perfil, pero en el espíritu pragmatista que creo debe leerse esta postura, debería de ser por el candidato del partido que sea, siempre y cuando le pueda arrebatar el triunfo al candidato del PAN. Añade que no habría una incongruencia del elector que apoye esta propuesta, porque como ya se dijo, el voto útil significa sacrificar las preferencias ideológicas. En otras palabras, en una situación donde haya el riesgo de que el candidato del PAN pueda ganar, no se trata de votar por el candidato más salvable (en cuanto a perfil) de los otros partidos, sino por aquel que tenga más oportunidad de vencerlo.
La táctica entonces es decantarse por el menos malo o el menos peor en este caso, pues la premisa es que ni el PRI ni el PRD, ni los demás partidos (salvo personalidades excepcionales) son buenas opciones (por no decir que ni siquiera son opciones), pero no obstante eso, plantea que no son todos iguales, es decir, que no hay nada peor que el PAN.
En contrapartida, considera que cualquier modalidad de abstencionismo es equivocada (pese a que acepta que estamos ante un “patético panorama” (Ibíd.) porque que le facilitaría el triunfo al panismo, en virtud de sus grandes recursos económicos y políticos. Desde luego que entiende el abstencionismo como una respuesta (aunque errónea según él) a la crisis de representatividad. Asimismo, refiere la actitud ideológicamente evasiva de los partidos que tienden a situarse en el centro lo cual genera una confusión sobre sus diferencias programáticas. Lo que no dice, es que esta actitud oportunista es para dar la apariencia de moderación política ante el avasallamiento que les impone el modelo neoliberal.
Asimismo, señala que en efecto los legisladores no gozan de credibilidad porque entre otras cosas no han sido representantes auténticos del pueblo, además de que se han distanciado de los ciudadanos que los eligieron en cuanto a las tareas de gestión. Mención aparte merece su comentario a los diputados plurinominales, pero de nuevo me parece que se queda corto en su alocución sobre ellos, porque éstos en efecto, son producto de las negociaciones de cúpulas de los partidos, pero también son los que realmente controlan el Congreso. ¿Qué pasaría si se suprimieran los diputados por representación proporcional o de partido? entre otras cosas, que la mayoría de ello no ganaría nunca una elección constitucional directa de ningún tipo. Es decir, que los hombres y mujeres más poderosos de la clase política, independientemente de su poder económico y/o político, no ganarían nunca -la mayoría de ellos- una contienda constitucional. Por ejemplo, muchos lideres sindicales que arrasan en sus reelecciones o políticos profesionales destacados en la negociación en lo oscurito. ¿No sería sano por tanto, que una reforma electoral realmente democrática contemple erradicar ya esa figura nociva?, ¿y no sería igualmente urgente abolir los senadores de primera minoría?, ¿o que exista la revocación de mandato?, entre otras medidas parecidas.
Sin duda el panorama político que este autor nos plantea no puede ser más desolador, de ahí que su propuesta sea también, no de esperanza, sino de desesperación. En lo que a mi concierne no comparto su posición porque aparte de no tener mayores probabilidades de éxito, no encauza su crítica a cuestionar al neoliberalismo que es la causa principal del desmadre que reina en el país, de la pobreza, del envilecimiento de la vida política y del deterioro del tejido social. Tampoco comparto sus objeciones al abstencionismo (particularmente el referido al abstencionismo activo), pues incurre en una contradicción cuando dice que “hay, ciertamente, una crisis de representación, pero no hagamos de ésta una crisis de participación.” (“Ante la crisis de representación” en La Jornada 23-04-09), cuando el abstencionismo activo es participativo. Por lo demás, ya mencioné en otra ocasión que derrotar al PAN no será suficiente porque el PRI ha sido uno de los principales impulsores del neoliberalismo.
César Ricardo Luque Santana
En la entrega anterior refería el quid de las tres posiciones que se debaten en torno al actual proceso electoral desde una concepción crítica al sistema político mexicano. Sin embargo, cada postura en particular apenas ha sido esbozada, por lo que creo necesario explicitar y reiterar un poco más sus respectivas tesis y argumentaciones, así como sus mutuas objeciones, y desde luego, mis acuerdos y desacuerdos con cada una de ellas.
Originalmente, cuando empecé mi reflexión sobre este debate en mi artículo “El abstencionismo activo” el 26 de abril del presente año, prometí hilar otros dos artículos para sistematizar más y mejor este debate de los analistas independientes, pero las limitaciones propias de los artículos periodísticos que impiden extenderse mucho en los escritos (asunto en el que he estado abusando por cierto y por lo que ofrezco disculpas), me ha llevado a alargar esta serie, que espero sinceramente signifique un aporte interesante para aquellos lectores que han tenido la gentileza y la paciencia de leer mis escritos.
En los dos artículos anteriores a éste, he tenido que extenderme en contextualizar el debate, incluido los antecedentes del actual sistema pluripartidista (que se ha pervertido desembocando en una partidocracia), pues lo que somos ahora es producto del pasado y por ende el presente no puede entenderse haciendo abstracción de su historia. Por ello, en lo que respecta propiamente al debate, apenas he esbozado algunas líneas, aunque al mismo tiempo, he venido reiterando a lo largo de los tres escritos, las características de cada postura. Ahora se trata de retomar cada de una ellas recogiendo los argumentos de sus expositores en forma más detallada, empezando por la postura de Octavio Rodríguez Araujo que ha venido abogando por el voto útil contra el PAN. Posteriormente, continuaré con la tesis del abstencionismo pasivo, y finalmente, con la postura del abstencionismo activo que considero en cierto modo una suerte de posición intermedia entre las dos anteriores.
Debo añadir a modo de advertencia, que de ninúna manera pretendo que lo que aquí presento sea todo lo que se está discutiendo sobre este tema, ni tampoco digo que sea lo más importante, sino que es lo que yo conozco hasta ahora. Pero lo que si puedo asegurar, es que esta discusión remite estructuralmente a las posiciones que he mencionado. Espero además, no mal interpretar a los autores que he de referirme, aunque no me limitaré a reseñar sus argumentos, sino que trataré de interactuar con ellos realizando las objeciones que crea pertinentes.
Empezaré entonces por analizar la postura de Octavio Rodríguez Araujo, quien parte del concepto de “voto útil” esgrimido por Jacqueline Peschard, el cual cita literalmente en su artículo “Contra el PAN, el voto útil” (La Jornada 02-04-09), que en esencia nos dice que este tipo de voto es reactivo y que implica sacrificar las preferencias partidarias e ideológicas en aras de un objetivo político importante e inmediato. En este caso, propone el voto útil para impedir el triunfo del PAN en virtud del enorme daño que este partido le ha hecho al país desde el poder. Sin embargo, reconoce que los demás partidos también dejan mucho que desear y que no se trata de analizar sus programas o propuestas que son pura palabrería, sino de votar por un candidato contrario al blanquiazul en aquellos distritos donde los panistas puedan ganar. No queda claro si se trata de votar por el que esté mejor posicionado o por alguien con un buen perfil, pero en el espíritu pragmatista que creo debe leerse esta postura, debería de ser por el candidato del partido que sea, siempre y cuando le pueda arrebatar el triunfo al candidato del PAN. Añade que no habría una incongruencia del elector que apoye esta propuesta, porque como ya se dijo, el voto útil significa sacrificar las preferencias ideológicas. En otras palabras, en una situación donde haya el riesgo de que el candidato del PAN pueda ganar, no se trata de votar por el candidato más salvable (en cuanto a perfil) de los otros partidos, sino por aquel que tenga más oportunidad de vencerlo.
La táctica entonces es decantarse por el menos malo o el menos peor en este caso, pues la premisa es que ni el PRI ni el PRD, ni los demás partidos (salvo personalidades excepcionales) son buenas opciones (por no decir que ni siquiera son opciones), pero no obstante eso, plantea que no son todos iguales, es decir, que no hay nada peor que el PAN.
En contrapartida, considera que cualquier modalidad de abstencionismo es equivocada (pese a que acepta que estamos ante un “patético panorama” (Ibíd.) porque que le facilitaría el triunfo al panismo, en virtud de sus grandes recursos económicos y políticos. Desde luego que entiende el abstencionismo como una respuesta (aunque errónea según él) a la crisis de representatividad. Asimismo, refiere la actitud ideológicamente evasiva de los partidos que tienden a situarse en el centro lo cual genera una confusión sobre sus diferencias programáticas. Lo que no dice, es que esta actitud oportunista es para dar la apariencia de moderación política ante el avasallamiento que les impone el modelo neoliberal.
Asimismo, señala que en efecto los legisladores no gozan de credibilidad porque entre otras cosas no han sido representantes auténticos del pueblo, además de que se han distanciado de los ciudadanos que los eligieron en cuanto a las tareas de gestión. Mención aparte merece su comentario a los diputados plurinominales, pero de nuevo me parece que se queda corto en su alocución sobre ellos, porque éstos en efecto, son producto de las negociaciones de cúpulas de los partidos, pero también son los que realmente controlan el Congreso. ¿Qué pasaría si se suprimieran los diputados por representación proporcional o de partido? entre otras cosas, que la mayoría de ello no ganaría nunca una elección constitucional directa de ningún tipo. Es decir, que los hombres y mujeres más poderosos de la clase política, independientemente de su poder económico y/o político, no ganarían nunca -la mayoría de ellos- una contienda constitucional. Por ejemplo, muchos lideres sindicales que arrasan en sus reelecciones o políticos profesionales destacados en la negociación en lo oscurito. ¿No sería sano por tanto, que una reforma electoral realmente democrática contemple erradicar ya esa figura nociva?, ¿y no sería igualmente urgente abolir los senadores de primera minoría?, ¿o que exista la revocación de mandato?, entre otras medidas parecidas.
Sin duda el panorama político que este autor nos plantea no puede ser más desolador, de ahí que su propuesta sea también, no de esperanza, sino de desesperación. En lo que a mi concierne no comparto su posición porque aparte de no tener mayores probabilidades de éxito, no encauza su crítica a cuestionar al neoliberalismo que es la causa principal del desmadre que reina en el país, de la pobreza, del envilecimiento de la vida política y del deterioro del tejido social. Tampoco comparto sus objeciones al abstencionismo (particularmente el referido al abstencionismo activo), pues incurre en una contradicción cuando dice que “hay, ciertamente, una crisis de representación, pero no hagamos de ésta una crisis de participación.” (“Ante la crisis de representación” en La Jornada 23-04-09), cuando el abstencionismo activo es participativo. Por lo demás, ya mencioné en otra ocasión que derrotar al PAN no será suficiente porque el PRI ha sido uno de los principales impulsores del neoliberalismo.
lunes, 11 de mayo de 2009
Arnaldo Córdoba - La filosofía y la reforma del bachilerato
La filosofía y la reforma del bachillerato
Arnaldo Córdova
La desaparición de las disciplinas filosóficas (historia de las doctrinas filosóficas, lógica, ética y estética) de los planes de estudio del bachillerato que ha estado instrumentando la Secretaría de Educación Pública no es algo que sólo preocupe a los integrantes de la comunidad filosófica de México, si es que existe algo parecido. Muchos de los que estamos involucrados en la formación de cuadros de investigación en historia y ciencias sociales hemos dado muchas peleas por la formación filosófica de nuestros alumnos y hemos expuesto nuestras razones. Yo voy a dar ahora las mías en mi ya larga experiencia como formador de investigadores.
Como parte de mis estudios en filosofía del derecho, en mis años de Italia (1961-1964), mis maestros me hicieron estudiar la obra de los principales filósofos modernos. Mis autores fueron Hobbes, Descartes, Locke, Bacon, Vico, Leibniz, Hume, Kant, Hegel y Marx y tuve que estudiarlos en sus propias lenguas, porque, como me decía mi maestro Umberto Cerroni, la nuestra es, ante todo, una investigación filológica. Mientras me enfrascaba en el estudio de aquellos autores, también a mí me vino a la cabeza la pregunta ¿para qué todo esto? y mi maestro Widar Cesarini Sforza, titular de la cátedra de filosofía del derecho, me dijo: Hoy no lo podrás ver. Lo verás cuando ya seas un profesional de la ciencia.
Cuando pude entrar a dar clase en 1967 a la UNAM, en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales (en la Facultad de Derecho sólo pude dar clases hasta 1989), había una auténtica fiebre por el estudio de una gringada llamada métodos y técnicas de investigación social. Tengo unos 50 libros que me compré sobre esa materia. Leí todos los que pude y, un día, le pregunté a Enrique González Pedrero, mi director, para qué hacían que nuestros estudiantes llevaran hasta cuatro y a veces incluso cinco cursos sobre esas idioteces. Él me preguntó: ¿Qué les darías a estudiar? ¡Filosofía!, le contesté de inmediato. A la pregunta de qué les daría a leer a los estudiantes le dije “¡La Crítica de la razón pura de Kant!” Enrique me sonrió casi con conmiseración y no dijo más.
Durante los 70, mientras todos mis colegas daban cursos sobre los autores de moda, los marxistas embelesados con Althusser, que yo critiqué acerbamente; los antes funcional-estructuralistas, ahora con las propuestas sistémicas de Easton, que luego pasaron de moda hasta que Luhmann les dio nueva y efímera vida, y así por el estilo, yo persistí en dar mis cursos sobre los autores clásicos del pensamiento filosófico y político. Tuve un plan que seguí con varias generaciones de alumnos: Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Humboldt, Constant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber. Nunca lo terminé en un semestre. Así que mis alumnos fueron casi siempre de dos o tres semestres. Muchos de ellos recuerdan esos cursos.
Mi demanda de que se eliminaran en la Facultad de Ciencias Políticas los cursos de metodología en ciencias sociales y se sustituyeran por cursos de filosofía jamás prosperó ni fue entendida. Para mi regocijo cada año cambiaban los programas de esos cursos y nunca daban resultados. Desde hace ya más de 15 años, por otro lado, he innovado mi trabajo de formación filosófica de mis alumnos. Cada semestre escojo la obra de un gran autor: la Ciencia nueva, de Vico, por ejemplo, o la Crítica de la razón pura de Kant, o las Lecciones sobre la filosofía de la historia y la Filosofía del derecho de Hegel, o las obras filosóficas de Marx, o La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y sociedad de Weber y los leo con mis estudiantes y luego las discutimos pormenorizadamente en seminarios. Debo decir que los resultados han sido muy buenos.
Cuando en 1996 la coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM eliminó las disciplinas filosóficas y sólo dejó dos cursillos en los que se pretendió meter todo, mientras en las preparatorias se sostenían los cursos tradicionales, yo le hice saber al rector que se estaba consumando una estupidez. El bachillerato universitario, obviamente, necesita de una reforma a fondo, pero no es así como lo vamos a mejorar. Desde hace ya muchos años he concentrado mi labor académica en el posgrado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y me ha sorprendido que también allí he tenido que seguir batallando por la filosofía. Contra viento y marea estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre la filosofía de la historia de Kant, que algunos investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas piensan que es una mafufada.
¿Por qué la filosofía? Para empezar, todo tiene que ver, precisamente, con el método. Uno de los autores con los que se deleitaban los profesores de Ciencias Políticas en los 60, Russel L. Ackoff, escribió: Las ciencias sociales han ya avanzado muy bien técnicamente, pero no tan bien metodológicamente. Este desarrollo desigual se debe (en parte) al fracaso en distinguir entre técnicas y métodos de investigación social (The Design of Social Research, University of Chicago Press, 1967, p. vii). La filosofía moderna ha cambiado la idea que los antiguos y los medievales tenían del método: ya no es un saber hacer, como para los gringos hoy; ahora se trata de concebir conceptos. Para concebir conceptos hay que saber pensar y sólo la filosofía sabe enseñarlo.
Desde Kant (en realidad, ya desde Descartes) la filosofía ha dejado de ser mera especulación para convertirse en teoría del conocimiento, vale decir, en teoría del conocimiento científico. Como escribió Ortega y Gasset: La filosofía moderna adquiere en Kant su franca fisonomía al convertirse en mera ciencia del conocimiento. Para poder conocer algo, es preciso antes estar seguro de si se puede y cómo se puede conocer (Kant, en Tríptico, Espasa-Calpe, 1947, p. 70). Concebir quiere decir pensar. No se puede elaborar un concepto sin pensarlo. Pongamos por caso el Estado o la sociedad o el ciudadano o la mujer o el hombre en sus relaciones. Hay que pensarlos, además de observarlos. Para eso sirve la filosofía. También hay que pensar el mundo como tal, debo pensarme como sujeto que conoce y definirme y debo saber definir mi objeto de estudio. Son problemas de concepción.
Por eso es una idiotez suprimir las disciplinas filosóficas cuando más las necesitan nuestros alumnos en una etapa tan crucial de su formación como lo es el bachillerato.
Fuente: La Jornada (10 de mayo de 2009)
Arnaldo Córdova
La desaparición de las disciplinas filosóficas (historia de las doctrinas filosóficas, lógica, ética y estética) de los planes de estudio del bachillerato que ha estado instrumentando la Secretaría de Educación Pública no es algo que sólo preocupe a los integrantes de la comunidad filosófica de México, si es que existe algo parecido. Muchos de los que estamos involucrados en la formación de cuadros de investigación en historia y ciencias sociales hemos dado muchas peleas por la formación filosófica de nuestros alumnos y hemos expuesto nuestras razones. Yo voy a dar ahora las mías en mi ya larga experiencia como formador de investigadores.
Como parte de mis estudios en filosofía del derecho, en mis años de Italia (1961-1964), mis maestros me hicieron estudiar la obra de los principales filósofos modernos. Mis autores fueron Hobbes, Descartes, Locke, Bacon, Vico, Leibniz, Hume, Kant, Hegel y Marx y tuve que estudiarlos en sus propias lenguas, porque, como me decía mi maestro Umberto Cerroni, la nuestra es, ante todo, una investigación filológica. Mientras me enfrascaba en el estudio de aquellos autores, también a mí me vino a la cabeza la pregunta ¿para qué todo esto? y mi maestro Widar Cesarini Sforza, titular de la cátedra de filosofía del derecho, me dijo: Hoy no lo podrás ver. Lo verás cuando ya seas un profesional de la ciencia.
Cuando pude entrar a dar clase en 1967 a la UNAM, en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales (en la Facultad de Derecho sólo pude dar clases hasta 1989), había una auténtica fiebre por el estudio de una gringada llamada métodos y técnicas de investigación social. Tengo unos 50 libros que me compré sobre esa materia. Leí todos los que pude y, un día, le pregunté a Enrique González Pedrero, mi director, para qué hacían que nuestros estudiantes llevaran hasta cuatro y a veces incluso cinco cursos sobre esas idioteces. Él me preguntó: ¿Qué les darías a estudiar? ¡Filosofía!, le contesté de inmediato. A la pregunta de qué les daría a leer a los estudiantes le dije “¡La Crítica de la razón pura de Kant!” Enrique me sonrió casi con conmiseración y no dijo más.
Durante los 70, mientras todos mis colegas daban cursos sobre los autores de moda, los marxistas embelesados con Althusser, que yo critiqué acerbamente; los antes funcional-estructuralistas, ahora con las propuestas sistémicas de Easton, que luego pasaron de moda hasta que Luhmann les dio nueva y efímera vida, y así por el estilo, yo persistí en dar mis cursos sobre los autores clásicos del pensamiento filosófico y político. Tuve un plan que seguí con varias generaciones de alumnos: Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Humboldt, Constant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber. Nunca lo terminé en un semestre. Así que mis alumnos fueron casi siempre de dos o tres semestres. Muchos de ellos recuerdan esos cursos.
Mi demanda de que se eliminaran en la Facultad de Ciencias Políticas los cursos de metodología en ciencias sociales y se sustituyeran por cursos de filosofía jamás prosperó ni fue entendida. Para mi regocijo cada año cambiaban los programas de esos cursos y nunca daban resultados. Desde hace ya más de 15 años, por otro lado, he innovado mi trabajo de formación filosófica de mis alumnos. Cada semestre escojo la obra de un gran autor: la Ciencia nueva, de Vico, por ejemplo, o la Crítica de la razón pura de Kant, o las Lecciones sobre la filosofía de la historia y la Filosofía del derecho de Hegel, o las obras filosóficas de Marx, o La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y sociedad de Weber y los leo con mis estudiantes y luego las discutimos pormenorizadamente en seminarios. Debo decir que los resultados han sido muy buenos.
Cuando en 1996 la coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM eliminó las disciplinas filosóficas y sólo dejó dos cursillos en los que se pretendió meter todo, mientras en las preparatorias se sostenían los cursos tradicionales, yo le hice saber al rector que se estaba consumando una estupidez. El bachillerato universitario, obviamente, necesita de una reforma a fondo, pero no es así como lo vamos a mejorar. Desde hace ya muchos años he concentrado mi labor académica en el posgrado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y me ha sorprendido que también allí he tenido que seguir batallando por la filosofía. Contra viento y marea estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre la filosofía de la historia de Kant, que algunos investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas piensan que es una mafufada.
¿Por qué la filosofía? Para empezar, todo tiene que ver, precisamente, con el método. Uno de los autores con los que se deleitaban los profesores de Ciencias Políticas en los 60, Russel L. Ackoff, escribió: Las ciencias sociales han ya avanzado muy bien técnicamente, pero no tan bien metodológicamente. Este desarrollo desigual se debe (en parte) al fracaso en distinguir entre técnicas y métodos de investigación social (The Design of Social Research, University of Chicago Press, 1967, p. vii). La filosofía moderna ha cambiado la idea que los antiguos y los medievales tenían del método: ya no es un saber hacer, como para los gringos hoy; ahora se trata de concebir conceptos. Para concebir conceptos hay que saber pensar y sólo la filosofía sabe enseñarlo.
Desde Kant (en realidad, ya desde Descartes) la filosofía ha dejado de ser mera especulación para convertirse en teoría del conocimiento, vale decir, en teoría del conocimiento científico. Como escribió Ortega y Gasset: La filosofía moderna adquiere en Kant su franca fisonomía al convertirse en mera ciencia del conocimiento. Para poder conocer algo, es preciso antes estar seguro de si se puede y cómo se puede conocer (Kant, en Tríptico, Espasa-Calpe, 1947, p. 70). Concebir quiere decir pensar. No se puede elaborar un concepto sin pensarlo. Pongamos por caso el Estado o la sociedad o el ciudadano o la mujer o el hombre en sus relaciones. Hay que pensarlos, además de observarlos. Para eso sirve la filosofía. También hay que pensar el mundo como tal, debo pensarme como sujeto que conoce y definirme y debo saber definir mi objeto de estudio. Son problemas de concepción.
Por eso es una idiotez suprimir las disciplinas filosóficas cuando más las necesitan nuestros alumnos en una etapa tan crucial de su formación como lo es el bachillerato.
Fuente: La Jornada (10 de mayo de 2009)
domingo, 10 de mayo de 2009
El verdadero debate electoral
El verdadero debate electoral
César Ricardo Luque Santana
La nueva realidad política que nació luego de la relativa derrota electoral del PRI en cuanto al monopolio que éste ejercía en todos los puestos de elección popular de hasta un 99%, se asemeja a un especie de balcanización del PRI, pero no en el sentido habitual de los desprendimientos de militantes que se fueron a otras organizaciones políticas, sino como si el PRI se hubiera fragmentado, multiplicado o renacido (clonado) en el PAN, en el PRD y en el resto de los partidos que padecen la subcultura del fraude y las prácticas simuladoras típicas del priísmo. En otras palabras, la pluralidad que se gestó a mediados de los 90, aparentó ser en principio una situación de alternancia en el poder en todos sus niveles, lo que implicaba buscar una nueva organización institucional que permitiera y garantizara la coexistencia en el poder a través de una gobernabilidad democrática, de manera que los contrapesos entre los servidores públicos de los distintos partidos emanados del sufragio popular, no se convirtieran en un freno para el ejercicio del gobierno, sino una forma mejorada de corresponsabilidad en el mismo.
En este sentido, en vez de que los otrora opositores al PRI fueran congruentes con su historia y forzaran a éste a embarcarse en un verdadero cambio democrático erradicando los vicios por él prohijados, éstos, resultaron estar demasiado permeados por el modo de hacer política del PRI, convirtiéndose en lo que decían combatir pero en forma peor. Desde luego que no es suficiente esgrimir el “contagio” priísta para explicar por qué la transición democrática o reforma del Estado no se concretó de acuerdo a las expectativas creadas por la nueva situación de pluralidad política, quedándose todo en una alternancia sin alternativas. Mi hipótesis es que el empecinamiento por sostener y ahondar el modelo económico neoliberal, llevó a las dos principales fuerzas políticas, a saber el PRI y el PAN (al servicio del gran capital), a aliarse políticamente de facto (principalmente en el aspecto legislativo), al mismo tiempo que llevó al PRD -que era la oposición de izquierda más importante que se había históricamente construido- a un desdibujamiento ideológico y a un pragmatismo ramplón que les hizo perder rumbo, provocado que en amplias franjas del electorado de izquierda, dejara de percibírseles como una opción deseable y confiable, y por ende, como una alternativa a los partidos del neoliberalismo.
Para ser más claro, llamaré a la época de hegemonía del PRI, sistema de monopartido; mientras que a la que surgió posteriormente y está vigente, la llamo sistema pluripartidista. Sin embargo, he de insistir en que este multipartidismo realmente opera como muchos “monopartidismos” yuxtapuestos entre sí, encuadrados todos en el marco del neoliberalismo. No es raro por consiguiente ver que el PAN y el PRD en el gobierno, retoman muchas prácticas inconfundibles del PRI. En este sentido, parece que se dio una especie de “antisíntesis” dialéctica, o mejor dicho, una síntesis no dialéctica, porque en vez de obtener lo mejor de dos mundos, se obtuvo lo peor de ambos. Es en este contexto donde el sistema político llegó a un límite inadmisible -al mismo tiempo que el neoliberalismo demostró su rotundo fracaso- como hay que situar el problema actual de crisis de la representatividad democrática, de manera que no se trata de renegar y rechazar a la democracia representativa, sino de denunciar su falsificación y de pugnar por su concreción verdadera complementándola con una democracia participativa, tratando de cancelar por consiguiente, los poderes fácticos y las redes informales de poder que nos tienen secuestrados, para construir un verdadero Estado de derecho y para reestablecer un Estado de Bienestar desterrando sus vicios históricos (como el autoritarismo populista, la corrupción, la ineficiencia, etc., que en modo alguno son sustanciales a él).
Por esta razón, el cuestionamiento a las elecciones no es una aspecto aislado de la crítica, sino que con él se enjuicia a todo el sistema político en su conjunto: a la partidocracia, a los políticos “profesionales”, a los medios de comunicación e intelectuales alcahuetes del poder, a las “autoridades” electorales, etc. Las posturas del debate que aquí se presenta por tanto, no son ocurrencias gratuitas, ni surgen por generación espontánea, sino que obedecen a una necesidad real insoslayable que reflejan la discusión que los analistas independientes realizan en estos momentos en el marco del actual proceso electoral.
La primera postura que analizaremos es la de Octavio Rodríguez Araujo, quien convoca al voto útil contra el PAN para evitar que este partido se fortalezca de cara a las elecciones presidenciales, pues su ejercicio de gobierno desde Fox hasta Calderón, ha resultado un fiasco provocando un caos y un empeoramiento de la situación general del país. La justificación de esta postura añade que el abstencionismo en cualquiera de sus formas es favorable a la derecha panista. Reconoce no obstante, que esta última postura se entiende por la crisis de representatividad existente. El punto débil de esta postura es que el impulso al neoliberalismo no lo ha hecho sólo el PAN sino también el PRI que incluso es quien lo inicia. Es decir, ambos actúan en complicidad y no hay garantía de que si el PAN se reduce en su presencia legislativa, ello impedirá la continuación del modelo neoliberal. Por otra parte, en el mejor de los casos, se estaría ante un repudio al panismo en el poder y no ante un repudio al neoliberalismo y sus secuaces, que debe ser el objetivo.
La otra postura es la del abstencionismo pasivo, la cual parte de la convicción de que el voto nulo razonado es erróneo porque estaría legitimando las elecciones y con ello a todo lo que éstas representan. Por otro lado, suponiendo que el abstencionismo activo pudiera ser una propuesta viable, arguyen que es muy difícil hacer efectivo este recurso, mientras que los argumentos para justificar el voto en cualquier sentido, han sido siempre por razones equivocadas.
El abstencionismo en general, no se ve ya como un signo de inmadurez de la ciudadanía, aunque todavía algunos intelectuales y/o comunicadores del poder tratan de mantener esa percepción -si bien con algunas matizaciones- con el fin de eximir a la clase política del desencanto por los procesos electorales, como por ejemplo cuando hablan de “saturación” o “fatiga” electoral, donde en apariencia se es indulgente con los abstencionistas sin recurrir al expediente de endosarles abiertamente una actitud de negligencia o irresponsabilidad (como hace la propaganda del IFE)
El abstencionismo activo por su parte, considera que el abstencionismo pasivo puede interpretarse sesgadamente como complaciente por aquello de que “el que calla otorga”, aunque en lo personal, no comparto está visión simplista por su carga manipuladora.
Considero no obstante, más efectivo el voto nulo razonado el cual podría hacerse plasmando alguna consigna distintiva, como la de Los Piqueteros argentinos que decían: “¡váyanse todos!”, y que podría transformar en una consigna propia como “¡Muera el neoliberalismo!” o cualquier otra semejante, aunque creo que el mero hecho de aumentar significativamente el índice del voto nulo, sería en sí mismo muy importante políticamente, porque uno de los mensajes que se estaría enviando con ello, es que si pudiéramos coordinarnos cientos de miles o millones de mexicanos al margen de los partidos, podríamos decidir cuando sea el caso, apoyar a candidatos que si representen los intereses del pueblo de México. Pienso en personas como Rosario Ibarra de Piedra, por ejemplo.
Hay otras posturas híbridas como la de Marcos Rascón que propone una elección ciudadana paralela, pero ésta es más difícil de operar por la logística y recursos que demanda. Sin embargo, esta postura esta situada más en el abstencionismo pasivo que en el activo. En las siguientes entregas retomaré de manera más detallada estas tres posiciones, esperando que sigan fluyendo más análisis al respecto para incorporarlos.
César Ricardo Luque Santana
La nueva realidad política que nació luego de la relativa derrota electoral del PRI en cuanto al monopolio que éste ejercía en todos los puestos de elección popular de hasta un 99%, se asemeja a un especie de balcanización del PRI, pero no en el sentido habitual de los desprendimientos de militantes que se fueron a otras organizaciones políticas, sino como si el PRI se hubiera fragmentado, multiplicado o renacido (clonado) en el PAN, en el PRD y en el resto de los partidos que padecen la subcultura del fraude y las prácticas simuladoras típicas del priísmo. En otras palabras, la pluralidad que se gestó a mediados de los 90, aparentó ser en principio una situación de alternancia en el poder en todos sus niveles, lo que implicaba buscar una nueva organización institucional que permitiera y garantizara la coexistencia en el poder a través de una gobernabilidad democrática, de manera que los contrapesos entre los servidores públicos de los distintos partidos emanados del sufragio popular, no se convirtieran en un freno para el ejercicio del gobierno, sino una forma mejorada de corresponsabilidad en el mismo.
En este sentido, en vez de que los otrora opositores al PRI fueran congruentes con su historia y forzaran a éste a embarcarse en un verdadero cambio democrático erradicando los vicios por él prohijados, éstos, resultaron estar demasiado permeados por el modo de hacer política del PRI, convirtiéndose en lo que decían combatir pero en forma peor. Desde luego que no es suficiente esgrimir el “contagio” priísta para explicar por qué la transición democrática o reforma del Estado no se concretó de acuerdo a las expectativas creadas por la nueva situación de pluralidad política, quedándose todo en una alternancia sin alternativas. Mi hipótesis es que el empecinamiento por sostener y ahondar el modelo económico neoliberal, llevó a las dos principales fuerzas políticas, a saber el PRI y el PAN (al servicio del gran capital), a aliarse políticamente de facto (principalmente en el aspecto legislativo), al mismo tiempo que llevó al PRD -que era la oposición de izquierda más importante que se había históricamente construido- a un desdibujamiento ideológico y a un pragmatismo ramplón que les hizo perder rumbo, provocado que en amplias franjas del electorado de izquierda, dejara de percibírseles como una opción deseable y confiable, y por ende, como una alternativa a los partidos del neoliberalismo.
Para ser más claro, llamaré a la época de hegemonía del PRI, sistema de monopartido; mientras que a la que surgió posteriormente y está vigente, la llamo sistema pluripartidista. Sin embargo, he de insistir en que este multipartidismo realmente opera como muchos “monopartidismos” yuxtapuestos entre sí, encuadrados todos en el marco del neoliberalismo. No es raro por consiguiente ver que el PAN y el PRD en el gobierno, retoman muchas prácticas inconfundibles del PRI. En este sentido, parece que se dio una especie de “antisíntesis” dialéctica, o mejor dicho, una síntesis no dialéctica, porque en vez de obtener lo mejor de dos mundos, se obtuvo lo peor de ambos. Es en este contexto donde el sistema político llegó a un límite inadmisible -al mismo tiempo que el neoliberalismo demostró su rotundo fracaso- como hay que situar el problema actual de crisis de la representatividad democrática, de manera que no se trata de renegar y rechazar a la democracia representativa, sino de denunciar su falsificación y de pugnar por su concreción verdadera complementándola con una democracia participativa, tratando de cancelar por consiguiente, los poderes fácticos y las redes informales de poder que nos tienen secuestrados, para construir un verdadero Estado de derecho y para reestablecer un Estado de Bienestar desterrando sus vicios históricos (como el autoritarismo populista, la corrupción, la ineficiencia, etc., que en modo alguno son sustanciales a él).
Por esta razón, el cuestionamiento a las elecciones no es una aspecto aislado de la crítica, sino que con él se enjuicia a todo el sistema político en su conjunto: a la partidocracia, a los políticos “profesionales”, a los medios de comunicación e intelectuales alcahuetes del poder, a las “autoridades” electorales, etc. Las posturas del debate que aquí se presenta por tanto, no son ocurrencias gratuitas, ni surgen por generación espontánea, sino que obedecen a una necesidad real insoslayable que reflejan la discusión que los analistas independientes realizan en estos momentos en el marco del actual proceso electoral.
La primera postura que analizaremos es la de Octavio Rodríguez Araujo, quien convoca al voto útil contra el PAN para evitar que este partido se fortalezca de cara a las elecciones presidenciales, pues su ejercicio de gobierno desde Fox hasta Calderón, ha resultado un fiasco provocando un caos y un empeoramiento de la situación general del país. La justificación de esta postura añade que el abstencionismo en cualquiera de sus formas es favorable a la derecha panista. Reconoce no obstante, que esta última postura se entiende por la crisis de representatividad existente. El punto débil de esta postura es que el impulso al neoliberalismo no lo ha hecho sólo el PAN sino también el PRI que incluso es quien lo inicia. Es decir, ambos actúan en complicidad y no hay garantía de que si el PAN se reduce en su presencia legislativa, ello impedirá la continuación del modelo neoliberal. Por otra parte, en el mejor de los casos, se estaría ante un repudio al panismo en el poder y no ante un repudio al neoliberalismo y sus secuaces, que debe ser el objetivo.
La otra postura es la del abstencionismo pasivo, la cual parte de la convicción de que el voto nulo razonado es erróneo porque estaría legitimando las elecciones y con ello a todo lo que éstas representan. Por otro lado, suponiendo que el abstencionismo activo pudiera ser una propuesta viable, arguyen que es muy difícil hacer efectivo este recurso, mientras que los argumentos para justificar el voto en cualquier sentido, han sido siempre por razones equivocadas.
El abstencionismo en general, no se ve ya como un signo de inmadurez de la ciudadanía, aunque todavía algunos intelectuales y/o comunicadores del poder tratan de mantener esa percepción -si bien con algunas matizaciones- con el fin de eximir a la clase política del desencanto por los procesos electorales, como por ejemplo cuando hablan de “saturación” o “fatiga” electoral, donde en apariencia se es indulgente con los abstencionistas sin recurrir al expediente de endosarles abiertamente una actitud de negligencia o irresponsabilidad (como hace la propaganda del IFE)
El abstencionismo activo por su parte, considera que el abstencionismo pasivo puede interpretarse sesgadamente como complaciente por aquello de que “el que calla otorga”, aunque en lo personal, no comparto está visión simplista por su carga manipuladora.
Considero no obstante, más efectivo el voto nulo razonado el cual podría hacerse plasmando alguna consigna distintiva, como la de Los Piqueteros argentinos que decían: “¡váyanse todos!”, y que podría transformar en una consigna propia como “¡Muera el neoliberalismo!” o cualquier otra semejante, aunque creo que el mero hecho de aumentar significativamente el índice del voto nulo, sería en sí mismo muy importante políticamente, porque uno de los mensajes que se estaría enviando con ello, es que si pudiéramos coordinarnos cientos de miles o millones de mexicanos al margen de los partidos, podríamos decidir cuando sea el caso, apoyar a candidatos que si representen los intereses del pueblo de México. Pienso en personas como Rosario Ibarra de Piedra, por ejemplo.
Hay otras posturas híbridas como la de Marcos Rascón que propone una elección ciudadana paralela, pero ésta es más difícil de operar por la logística y recursos que demanda. Sin embargo, esta postura esta situada más en el abstencionismo pasivo que en el activo. En las siguientes entregas retomaré de manera más detallada estas tres posiciones, esperando que sigan fluyendo más análisis al respecto para incorporarlos.
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