Entre la mesura y los excesos
César Ricardo Luque Santana
La atrocidad que unos jóvenes perturbados cometieron contra un indefenso perro callejero al que torturaron y asesinaron de manera cruel y despiadada, tuvo una resonancia nacional gracias a la difusión de los noticieros de televisión más importantes del país, y a nivel internacional por las distintas redes sociales del Internet. La reacción generalizada fue de repudio y condena a los adolescentes psicópatas, cuya actitud -en un contexto de creciente descomposición social- ha desatado toda clase de comentarios e intentos de explicación.
Lo positivo dentro de todo, es que estos lamentables e indignantes hechos tocaron fibras sensibles disparando la movilización y eventual organización de un nutrido grupo de jóvenes amantes de los perros, quienes en repetidas ocasiones han salido a las calles a protestar, mientras que a través de las mencionadas redes sociales se mantienen en contacto para decidir futuras acciones para su causa (que comparto plenamente). Ojalá que como mencioné en mi colaboración anterior, derive en una agrupación civil de defensa de los animales y desde ese espacio pugnen –ampliando su convocatoria a todos los ciudadanos interesados en esta noble causa- por una normativa que proteja a todos los animales (no sólo a los domésticos), de los abusos de las personas, al mismo tiempo que se implementen otras medidas para su protección como los refugios para los animales abandonados para encontrarles posteriormente un hogar, esterilizar perros y gatos para evitar que se les abandone a su suerte con el sufrimiento y los peligros que ello conlleva, entre otras acciones que pudieran proponerse e instrumentarse. Lo esencial es hacer algo efectivo que impida que el maltrato de los animales continúe dándose.
Me interesa destacar que durante la movilización que tuvieron estos jóvenes el viernes 23 de abril que culminó en un plantón frente al Palacio de Gobierno -misma que presencié- me llamó la atención la intervención de una chica que se dirigió a los ahí reunidos para conminarlos a seguir en la lucha, mantenerse comunicados entre sí mediante un determinado sitio en Facebook, y a plantarse de nuevo el próximo viernes ahí mismo de manera más prolongada. Pero lo que más me agradó, fue la mesura que demostró al pedirles a sus compañeros(as) que mantuvieran una conducta pacífica, ordenada, dentro de cauces civilizados. No obstante ese exhorto, leí al día siguiente en algún diario local que los padres de los chicos “malandros” se quejaban porque estaban recibiendo amenazas e insultos en sus casas, ya sea con mensajes escritos o mediante llamadas telefónicas, entre otras formas de hostigamiento. Es importante en consecuencia retomar el llamado de esta chica cuyo nombre desconozco, porque aunque la indignación es comprensible no debe canalizarse de esa forma, porque por un lado no se gana nada con ello excepto desahogar un poco la rabia contenida, pero el precio de ello puede ser la deslegitimación de un movimiento muy prometedor que necesita una base social de apoyo; pero por otra parte, al incurrir en conductas violentas se reproduce lo que se está repudiando. No hay que confundir pues la venganza con la justicia.
Resulta también importante destacar un comentario del gobernador nayarita Ney González, donde afirma que las actitudes violentas como la de los jóvenes que maltrataron y mataron al perro se debe a malas influencias de algunos programas de televisión, señalando concretamente el programa de Los Simpson, contrastándolo con Capulina o Cepillín que supuestamente han sido influencias sanas. Desde mi punto de vista esta aseveración constituye una ligereza que como tal es insostenible, pues significa desconocer que Los Simpson representan una crítica a la sociedad estadounidense desde la perspectiva de una familia ordinaria, mientras que la violencia en la mayoría de sus episodios es marginal. Incluso se puede decir que la violencia que ven Bart, Lisa y los niños de Springfield en las caricaturas de “Tomi y Dali” (que bien podría ser “Toma y Dale”), que son un gato y un ratón que mantienen una relación masoquista entre sí -exagerándose la violencia entre ellos- precisamente pretende destacar la exposición de los niños a los programas televisivos cargados de violencia. Pero Los Simpson no son caricaturas propiamente para niños o adolescentes sino para adultos, aunque seguramente gusta a personas de todas las edades, pero se necesita tener criterio para entender el humor de esa serie. Por otro lado, creo que el humor blanco que el gobernador exalta en personajes como Capulina y Cepillín, más que ser inocuos son insulsos, frívolos, pues es un humor para retrasados mentales, además de que son fenómenos meramente comerciales que buscan la manipulación de las mentes infantiles para inculcarles el conformismo, impedirles que piensen e incitarles al consumismo.
Pero si de buscar influencias nefastas de la televisión se trata los ejemplos abundan: las novelas cuyos contenidos están llenos de de antivalores como adulterio, egoísmo, mentiras, hipocresía, incesto, fraudes, manipulación religiosa, escenas de sexo que dejan poco a la imaginación, etc., con historias de vida de otro planeta y tramas absurdas e inverosímiles; el fútbol que recibe una sobreexposición para distraer la atención de la gente respecto a cuestiones más importantes a la vez que incitan al consumismo desenfrenado; e igual hacen los programas relativos al mundo de la farándula que convierten lo trivial, como las anécdotas personales de los artistas, el chismorreo sobre sus vidas privadas y sus escándalos, asuntos que llenan la agenda de la gente común; mientras que algunos de los programas para niños como las caricaturas de Tom y Jerry, el Correcaminos y el Coyote, entre otras, son sumamente violentas. De hecho creo que el gato y el ratón de las caricaturas que aparecen en Los Simpson, son una parodia de Tom y Jerry llevada al extremo. Se podría ampliar y detallar lo altamente nocivo que es en general la televisión comercial donde pocos programas valen la pena, como Los Simpson, el Dr. House y unos pocos más, pero tal empresa desborda los límites de este espacio.
Así entonces, esta explicación de la posible mala influencia de Los Simpson en la conducta criminal de los mencionados jóvenes, no sólo es insatisfactoria sino completamente desacertada, tan pueril como la “justificación” que dio un jerarca del clero mexicano respecto a la acusación de pederastia de algunos curas arguyendo que ello se debía a las influencias del entorno social donde prevalece -según él- el libertinaje; o la no menos irracional aseveración de un ayatola iraní que dijo que los recientes terremotos en el mundo eran la ira de Alá -curiosamente también- por una supuesta conducta no recatada de las mujeres que vestían provocativamente y no con la burka como “manda” el Islam; sin olvidar la tontería que dijo Evo Morales de los pollos con hormonas y las “desviaciones” sexuales.