El aprendizaje significativo
César Ricardo Luque Santana
Aprender significativamente no es sólo relacionar los conocimientos adquiridos en el aula mediante el estudio de ciertos textos y las explicaciones del profesor con la vida del estudiante , con sus inquietudes personales, ni tampoco implica conectarlos necesariamente con aplicaciones o soluciones inmediatas, porque en ocasiones no es posible hacerlo, sino que es una forma de apropiación integral del conocimiento de éste que involucra la capacidad para saber detectar los puntos finos de una lectura o exposición a través del análisis, reconocer sus posibles antecedentes, percibir sus relaciones de semejanzas o diferencias con lo dicho por otros pensadores o planteado en otras teorías, ubicar los contextos que le dan sentido a los mensajes, percibir las fallas argumentativas basado en lo que ya conoce o intuirlas lógicamente, ya sea porque percibe errores de diversa índole en la teoría o argumento en cuestión (recurriendo por ejemplo al uso de contraejemplos, valga la redundancia), porque conoce objeciones importantes de otros pensadores o porque es capaz de medir las consecuencias de las aseveraciones que encuentra.
Esto último implica saber problematizar, lo que significa que se es capaz de detectar contradicciones en un discurso -en principio aparentes- que merecen ser examinadas pensando en ellas a profundidad, contradicciones que producen la perplejidad o curiosidad que Platón y Aristóteles referían como el origen del filosofar. Aprender significativamente por lo tanto consiste en asumir un pensamiento complejo, esto es, concebir algo en una totalidad interrelacionada, pues complejo (complexus) significa lo que está entretejido, para encontrarle un sentido a las cosas o incluso proporcionárselo si se concluye que éste está ausente, ya sea por incongruencia interna o externa, es decir, en virtud de su falta de coherencia o por causa de datos duros que lo contravienen o al menos no lo avalan del todo. Huelga decir que para saber cuestionar es necesario saber dudar, poner en tela de juicio lo que se lee o se escucha, sin importar lo bien que nos parezca en primera instancia.
Para llegar a esto último, es decir, a aprender significativamente desplegando ese pensamiento complejo que da sentido a las cosas comprendiéndolas, se requiere contar con los anteriores supuestos los cuales permiten desarrollar la capacidad para saber analizar los materiales de estudio escritos e interpretarlos por cuenta propia. ¿Pero cómo se llega a este punto? Mi primera suposición es la disposición del estudiante, el cual debe asumirse como un agente activo de su propio conocimiento, pero ¿cómo se puede lograr que un alumno sea participativo y cómo entender una participación auténtica que dispare el aprendizaje significativo?
En principio, sostengo que no toda participación en el aula se enmarca en el aprendizaje significativo, por lo que debemos caracterizar el tipo de participación que suele darse en ella, pues creo que existe la ilusión en algunos profesores que a medida de que logran hacer “corresponsables” a la mayoría del grupo de su aprendizaje mediante un proceso educativo interactivo, están logrando el cometido de que aprendan significativamente. Si bien este caso que presento es una abstracción porque cada unidad de aprendizaje tiene sus características muy específicas (además de que estoy más familiarizado con lo que se hace en ciencias sociales y humanidades), creo que es una ilusión porque en sí mismo la existencia de mucha participación no es sinónimo de aprender críticamente, porque confunden los calificativos con los sustantivos del término participar, por lo dicho de que no toda participación genera per se un pensamiento crítico.
Ligado a este concepto de aprendizaje significativo, se habla también en la didáctica constructivista de establecer los andamios (Bruner) necesarios dentro de los cuales juegan un papel importante los llamados conocimientos previos, pero éstos no se reducen a los conocimientos en sí del tema o sus antecedentes inmediatos (lo que sin duda abona a una mejor comprensión), sino también incluye las formas de aprender, las estrategias metodológicas para emprender un estudio de una temática específica, las habilidades o técnicas que se posean.
Desde luego que el papel del profesor es muy importante pues el acompañamiento que realiza al aprendizaje de los alumnos es fundamental, de ahí otro error común derivado de la idea del profesor como “facilitador”, si bien con ello se quiere decir que el docente no debe ser el protagonista principal del proceso educativo en el sentido de tener el monopolio del saber y de la palabra (cátedra verbalista), donde los alumnos se convierten en entes pasivos que se limitan a tomar nota (en el mejor de los casos) de la clase del maestro, porque en este esquema típico de la educación tradicional, se pone el acento en la enseñanza sobre el aprendizaje, cuando debe ser justamente al contrario, pues el conocimiento es en efecto una construcción y no una mera transmisión; pero asimismo es necesario hacer las matizaciones pertinentes porque la cátedra magistral es también cardinal en ciertos casos. Lo realmente importante es en efecto que al subrayar el aprendizaje sobre la enseñanza, no implica que el profesor desaparezca o se diluya, sino que el alumno asume un papel activo con el acompañamiento del profesor, el cual va más allá de las explicaciones en el aula o de las revisiones habituales de las tareas.
El maestro no se limita entonces a ser un mero expositor pero tampoco se convierte en un mero animador o motivador, sino en todo ello, además de procurar un acercamiento personalizado con el alumno cuando este éste lo requiera, lo cual se logra mediante la tutoría y/o asesoría, las cuales dicho sea de paso, no pueden ser programadas a priori sino como resultado del proceso de enseñanza-aprendizaje mismo, donde el profesor detecta quién necesita qué clase apoyo, ya sea porque encuentra alumnos rezagados para apoyarlos a superar sus deficiencias o incluso a quienes están destacando para impulsarlo más.
Es importante al margen de la didáctica empleada en un momento dado de acuerdo a las circunstancias, que el docente tenga un dominio al menos satisfactorio de los temas que desarrolla en su unidad de aprendizaje, que tenga una claridad temática y metodológica, y desde luego, las cualidades didácticas indispensables para propiciar el aprendizaje significativo, para lo cual no hay recetas válidas que funcionen por igual para todas asignaturas (de ahí las didácticas especiales), pues incluso cada grupo (de una misma asignatura) puede obligar a variar las estrategias, del mismo modo que los alumnos de un mismo grupo aprenden de diferente manera, para lo cual vale una frase que decía la Dra. Estela Quintar: “acciones simultáneas; ritmos desiguales”, además de cuidar que los contenidos a enseñar propuestos sean vigentes o pertinentes. Todos estos aspectos son fundamentales para llevar al alumno de su zona de desarrollo actual a la zona de desarrollo posible, de acuerdo a la teoría de Vigotski. Ahora bien ¿Qué debe hacer el maestro específicamente para que el alumno se motive, participe inteligentemente y construya un pensamiento crítico?, ¿no debería el estudiante universitario con vocación por su carrera estar ya motivado intrínsecamente?, ¿qué hacer con quienes padecen malos hábitos de estudio o tienen alguna otra dificultad donde las tutorías y/o asesorías no pueden hacer mucho por superarlas?
Es muy fácil hablar de una didáctica constructivista y de aprendizaje significativos, pero es más difícil su aplicación efectiva, sin contar con otras condiciones adversas de algunos profesores que no son bien remunerados, lo que los obliga a tener otras fuentes de ingresos que los dispersan y desmotivan. Pero fuera de esto, es necesario tener claro cómo dar ese paso o salto donde los buenos conocimientos académicos del profesor provoquen una participación inteligente y creativa en sus alumnos. Por parte del profesor ya propuse algunos elementos a considerar, pero ninguno de ellos sirve si el alumno se resiste a hacer un esfuerzo dedicando la cantidad de horas necesarias, cumpliendo con sus actividades obligatorias, atreviéndose a pensar por sí mismo ejerciendo la duda metódica, dejando de temer al estar equivocado, etc.
No pretendo con todo lo anterior tener una respuesta a esta problemática sino sólo apuntalar algunas ideas al respecto, pero al mismo tiempo señalar que existen una serie de ligerezas muy comunes cuando se habla de estas temáticas, errores que se pueden detectar en un uso de clichés muchas veces aprendidos de oídas como algunos que aquí he mencionado.