La SEP y la enseñanza de la filosofía
César Ricardo Luque Santana
En mi colaboración anterior donde describí el informe de la UNESCO sobre la filosofía en el cual ésta institución hace una defensa de la misma planteando su validez per se, trazando al mismo tiempo una estrategia para su fortalecimiento con base en sus tres ejes fundamentales: la docencia, la investigación y la divulgación; se hizo patente que no obstante la postura favorable a la filosofía académica y popular de esta respetable organización internacional, las autoridades educativas mexicanas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) no sólo han ignorado sus recomendaciones sino que han intentado reducir, tergiversar y/o excluir la educación filosófica en el bachillerato (por ahora); deshonrando además un acuerdo signado por ellos mismos con la comunidad filosófica representada por el Observatorio Filosófico de México (OFM) y las autoridades de las distintas modalidades del nivel medio superior, donde se había rectificado un acuerdo anterior que pretendía excluir la enseñanza de la filosofía, acordándose oficialmente que se ofrecerían cuatro asignaturas filosóficas, a saber: filosofía, ética, lógica y estética para complementar y enriquecer la formación vocacional o técnica de los bachilleres.
La pretensión de las autoridades educativas era inicialmente sustituir las unidades de aprendizaje filosóficas por otras sucedáneas a ellas, bajo el argumento falaz de que la reforma del bachillerato estaba ya “permeada de un espíritu filosófico”; luego, ante la presión de la comunidad filosófica rectificaron en apariencia para restituir las ya mencionadas asignaturas, pero dejando su cumplimiento a la discrecionalidad de los distintos subsistemas de educación media superior. En este sentido, la rectificación al artículo 7 del Acuerdo 444 quedó en el limbo, pero aún incorporándolas al currículo, faltaría ofrecer oportunidades de plazas (mediante concursos, por supuesto) a los licenciados en filosofía para ocuparlas.
¿Pero por qué las autoridades educativas mantienen una actitud negativa o al menos reticente hacia la filosofía? ¿No es una incongruencia e hipocresía su postura con el tipo de sociedad democrática que dicen defender? La hipótesis esgrimida en mi artículo anterior decía que esa actitud contra la filosofía responde a una perspectiva neoliberal fundamentalista y a un empecinamiento ideológico y económico de mercantilización de la educación; al mismo tiempo, se resaltaba que la preocupación de la UNESCO por apoyar la filosofía tenía que ver con una vocación democrática, dado que la filosofía y la democracia han mantenido históricamente una relación mutuamente incluyente, pues en efecto, la filosofía surge bajo condiciones de libertad de pensamiento y, a su vez, este pensamiento crítico fortalece la vida democrática. Sin embargo el modelo económico neoliberal vigente está confeccionado para servir a una minoría en detrimento de la mayoría, lo que lo hace incompatible con la verdadera democracia la cual por definición es literalmente el gobierno de la mayoría. En otras palabras, los intereses del mercado y de la sociedad no coinciden al menos que los primeros no se sobrepongan a los segundos.
Respecto a la problemática de la enseñanza de la filosofía en el bachillerato, he estado documentando ampliamente en este blog los esfuerzos del OFM y de connotados colegas para defender la educación filosófica en el bachillerato, así como artículos míos en ese mismo tenor y otros en los que también he abordado críticamente el llamado modelo educativo por competencias. Todos estos archivos se pueden localizar en el mencionado blog buscando en los meses de abril a junio de 2009.
En lo personal, me parece inaudito y me incomoda que la filosofía tenga que estar justificando siempre su legitimidad; que a la madre de las ciencias (como dicen propios y extraños), y uno de los saberes racionales más antiguos -y al mismo tiempo más significativos y perennes- tenga que estar pidiendo permiso para existir. ¿Por qué ocurre esta situación?, ¿por qué la filosofía en ocasiones está acorralada, marginada, es vista como bicho raro?
Desde luego que la ignorancia es un aspecto a considerar, pero sobre todo es indicativo de una sociedad que a pesar de decirse democrática teme al pensamiento crítico. En este sentido, parece que tenía razón Hebert Marcuse cuando en “El hombre unidimensional” (1967) calificaba al sistema capitalista como un totalitarismo porque excluye alternativas al mismo, lo cual hemos venido confirmando por su tendencia a imponer un pensamiento único, paralelo éste a un proceso de monopolización de la economía.
En efecto, una sociedad que ve todo en términos de ganancias o rentabilidad, tiene necesariamente una visión pragmática o mercantilizada que impera en todos los aspectos de la vida y de los cuales la filosofía desde luego no escapa; una mentalidad y actitud tan mercantilizada, que todo lo mide por la utilidad, la cual es interpretada en sentido lucrativo y egoísta. La filosofía no es útil en ese sentido pero si es necesaria, pues la filosofía no sólo es pensamiento o teoría cultivada por y para una elite especializada, sino que responde a necesidades hondamente vitales y prácticas de la humanidad, de tal suerte que renunciar a ellas equivale a renunciar a la propia condición humana, pues el mero éxito material no resuelve las grandes preguntas de la vida, como tampoco lo hacen la ciencia ni la religión.
Por ello, la condena de la filosofía por su inutilidad aparente, no es verdadera ni novedosa, pero invariablemente ha estado en boca de adinerados simplones y codiciosos. Como muestra de esta postura mezquina me permito traer a colación fragmentos y paráfrasis de un pasaje de la discusión entre el filósofo Sócrates y el sofista menor Callicles, en el Diálogo platónico “Gorgias o de la retórica”, donde éste le dice a Sócrates que la filosofía no es para la gente seria y madura, sino una actitud romántica de juventud que sólo debe ser vista como una etapa para cultivar el espíritu porque -según su concepción de la filosofía- resulta una actividad inútil para la vida práctica; es decir, que es -diríamos con el lenguaje actual- una actividad no rentable. Insiste en que la filosofía es interesante y noble pero sólo es aceptable admitirla hasta una determinada etapa de la vida, pues si se persiste en cultivarla más tiempo se actúa infantilmente. Textualmente Callicles dice lo siguiente: “¿Qué estimación, Sócrates, puede merecer un arte que reduce a la nulidad a los que a él se dedican con las mejores cualidades, que los pone en estado de no poder defenderse a sí mismos, de no poder salvar de los mayores peligros, ni a su persona, ni la de ningún otro;” Enseguida lo conmina a que abandone las “vanas sutilezas” de su filosofar, las cuales se perciben –según él- como “extravagancias y puerilidades” y que sólo conducen “a la miseria” ( económica). Sócrates rechaza desde luego las observaciones y recomendaciones del sofista, expresándole que la filosofía tiene por objeto formar verdaderos seres humanos cuyo comportamiento se guíe por la razón y los valores morales, señalándole firmemente que la búsqueda del éxito personal anclado en la consecución de bienes materiales no guarda relación con la filosofía.