Con la anuencia de la Mesa Directiva
Compañeras Diputadas
Compañeros Diputados
El 11 de noviembre del año en curso se cumplen once
años del fallecimiento de Justino Ávila Arce, quien fuera Diputado de la XXV
Legislatura del Honorable Congreso del Estado de Nayarit y Presidente de la
Comisión de Vivienda y Desarrollo Urbano; así como Presidente Municipal de
Tepic a partir de 1999, aunque lamentablemente gobernó únicamente por 2 años,
ya que la muerte lo sorprendió a sus 63 años de edad en el 2001.
Conocido afectuosamente como Don Tino, fue un exitoso microempresario
que se distinguió por su humanismo y eficacia, desarrollando una intensa
actividad
social a través de organizaciones vinculadas a su
condición de empresario, participando posteriormente en la vida política partidista a través del PRD,
al cual se afilió en 1996, luego de haber sido candidato externo a diputado por
el distrito I.
Don Tino se distinguió en su desempeño como diputado y
luego como alcalde como un hombre austero y responsable que tomaba en serio el
mandato popular. No era alguien que aprovechaba un cargo público para hacer dinero
o futurismo político utilizando indebidamente los recursos públicos. Evitó el
culto a la personalidad porque creía que el dinero de la gente debía ser usado
en necesidades sociales urgentes e importantes y que lo demás se daba por
añadidura, que los ciudadanos reconocería el trabajo a partir de los resultados
y no de la mercadotecnia política, y tuvo razón en ello, pues aunque su muerte
le impidió -para pesar de la sociedad- que capitalizara políticamente lo que
había sembrado, conquistó el afecto sincero del pueblo logrando lo que pocos
políticos pueden aspirar.
Como presidente municipal, obtuvo resultados positivos
de su desempeño destacando la solución al problema del agua mediante la
construcción de los acuaféricos norte y sur haciendo que el SIAPA fuera una
instancia eficiente y con finanzas sanas, entre otros logros, como las diversas
obras de infraestructura en el centro de la capital nayarita, así como en
colonias populares y zonas rurales, mejorando sustancialmente los servicios
municipales superando las deficiencias administrativas y financieras heredadas.
Políticamente, don Tino trabajó en
condiciones de relativa adversidad, como el hecho de no contar con una mayoría
en el cabildo, demostrando que cuando hay vocación democrática e
institucionalidad no se necesita tener una mayoría de incondicionales para gobernar
en forma democrática y eficiente, así como otra serie de conflictos provocados
artificialmente por quienes se vieron afectados en sus intereses espurios,
incurriendo sin rubor en calumnias y ofensas, así como la normal pugna con
adversarios políticos cuyas demandas fueron atendidas mostrando buena voluntad
y apego irrestricto a la legalidad, defendiendo firmemente la autonomía
municipal de injerencias indebidas.
Don Tino es
considerado por propios y extraños como uno de los mejores presidentes
municipales que ha tenido Tepic en los últimos tiempos, pues se distinguió como
alcalde por ser un hombre de trabajo, serio y austero; procurando siempre un acercamiento directo con la
gente, sin demagogia, atendiendo a todos los que le solicitaron audiencia
mediante el programa de “Miércoles ciudadano”, acompañado de
sus principales funcionarios quienes atendían al público en general y no sólo a
quienes eran representativos de alguna institución u organización. Los informes
cuatrimestrales fueron otra forma de rendir cuentas a la sociedad en forma
transparente, con datos duros y objetivos, exponiéndose a la crítica de los
representantes ciudadanos integrados en los Comités de Acción Ciudadana y de
ciudadanos por su cuenta que podían opinar y cuestionar con absoluta libertad
las acciones de sus autoridades, evitando triunfalismos y efectos mediáticos a
través del maquillaje de cifras, medias verdades o mera propaganda.
En este tenor, las demandas de grupos e individuos
fueron atendidas por don Tino con sensibilidad y responsabilidad, sin crearles
falsas expectativas, con voluntad de ayudar y de cumplir con sus compromisos de
campaña y con sus obligaciones legales sin más restricciones que las que la
misma ley le señalaba y de acuerdo a las posibilidades financieras de la
institución, que por cierto dejó con finanzas sanas, revirtiendo la tendencia
histórica de incremento de deuda publica que gobiernos posteriores han exacerbado
de manera exponencial, poniendo en riesgo la viabilidad de la institución.
Don Tino tuvo un trato respetuoso pero exigente con
sus colaboradores y de diálogo franco y sin cortapisas con los regidores,
haciendo del Cabildo un verdadero gobierno colegiado. Con los funcionarios
mantuvo estrecha comunicación, supo delegarles funciones, respetar sus
atribuciones legales, exigirles eficacia y honradez. Nunca humilló ni en
público ni en privado a un colaborador y jamás confundió la amistad con la
complacencia; exigía resultados pero no trató a sus subalternos en forma
despótica, sino con respeto y camaradería. Con los regidores se comportó del
mismo modo, haciéndoles ver que eran corresponsales del gobierno, dialogando
intensamente con los coordinadores de cada fracción partidista anteponiendo siempre
los intereses de la sociedad, sin incurrir en turbiedades ni arreglos
vergonzantes.
En fin, la figura de don Tino se acrecienta con el
tiempo porque ante el descrédito de la política y los políticos, del deterioro
del tejido social, de la crisis de seguridad, de la carga de una enorme deuda
económica que asfixia a los Ayuntamientos, entre otros males sociales, su
conducta seria, austera, imparcial y
responsable como gobernante, nos hace desear personajes como él para que se
involucren en la vida social en responsabilidades públicas. Ojalá que la
memoria de don Tino sea preservada para que las nuevas generaciones de
ciudadanos sepan que hay gente positivamente diferente. Desde luego, no se
trata de apostarle a un sujeto providencial (capaz y decente) que venga a
salvarnos o a resolvernos nuestros problemas, sino a que la sociedad deje de
ser una mayoría silenciosa para volverse protagonista de su propio destino a
través de su participación informada, consciente y decidida, para que de ese
modo, los individuos como don Tino, no sean una excepción deseable sino la
regla, porque una ciudadanía con esas características, no sólo podrá
elegir a los mejores hombres y mujeres
como sus representantes, sino podrá hacer valer el principio de mandar
obedeciendo de manera que los “mandatarios”,
o mejor dicho “mandatados”, sean auténticos servidores del pueblo.
Entendía que el
gobierno municipal debía ejercerse en forma horizontal no sólo por ser el
ámbito de gobierno más cercano a los ciudadanos, sino porque el propio gobierno
municipal es de naturaleza colegiada. Por ello, cuando había un asunto
delicado, nos convocaba a los regidores de cada partido y a un grupo de
funcionarios cercanos a él y nos decía: “tenemos
un problema”. Es decir, sometía las cosas más importantes a la
consideración del equipo gobernante para entre todos encontrar las soluciones
más pertinentes.
Doy testimonio de su desempeño público en los puntos mencionados porque tuve
la fortuna de ser miembro del XXXV Ayuntamiento de Tepic como regidor compartiendo con él la gestión de un buen
gobierno; pero también tuve la oportunidad de conocer al ser humano noble y
generoso, que muchas veces transitaba a pie las calles del centro de Tepic sin
“guaruras”, deteniéndose a saludar y a platicar con todos los que lo abordaban,
yendo a reuniones de trabajo en su vehículo sin más compañía que su chofer, sin
escoltas, ordenando que las obras terminadas se pusieran de inmediato en
funcionamiento sin esperar a realizar inauguraciones porque no le gustaba
presumir lo que era su obligación. Don Tino el político era tan auténtico como
don Tino el hombre: no tenía dobleces; era un hombre de una sola pieza.
En este contexto y en la medida del deterioro
de las finanzas públicas de los gobiernos se profundizan, al mismo tiempo que algunos
gobernantes continúan derrochando los escasos recursos con gastos superfluos en
vez de impulsar medidas de austeridad y correctivos que frenen ese deterioro,
irritando a los ciudadanos y a los trabajadores porque son ellos quien padecen
inmediata y directamente las carencias presupuestales, en salarios y
prestaciones por un lado y en obras y servicios por el otro, los gobernantes
como don Tino se añoran.
Habrá desde luego quienes minimicen los
problemas y soslayen las frivolidades y derroches de algunos gobernantes porque
aparentemente las necesidades más apremiantes se van cumpliendo. Empero, la
verdad es que los recursos se van obteniendo mediante prácticas privatizadoras
y un endeudamiento progresivo que gradualmente van minando los recursos
financieros de las instituciones, comprometiendo sus presupuestos a un futuro que
ya nos alcanzó, con las graves consecuencias que estas deficiencias tienen para
la gobernabilidad democrática y para el cumplimiento de las obligaciones fundamentales
que el Estado debe desarrollar, cargándole a los ciudadanos en su calidad de
contribuyentes mayores erogaciones de sus recursos personales, no obstante el
constante deterioro de los ingresos económicos de las familias y de la
capacidad adquisitiva del salario, el cual mantiene una desventaja constante en
relación con los precios de las mercancías.
En este sentido, la figura de gobernantes
como don Tino Ávila Arce sobresale volviéndose un referente de un gobernante
responsable, austero, ético y eficaz, quien orientó todos sus esfuerzos y
capacidades a servir a la ciudad y al municipio de Tepic anteponiendo sus
intereses personales y partidistas a los intereses de todos los ciudadanos, sobreponiéndose
a todo tipo de presiones legítimas e ilegítimas, dándole cauce a las primeras
mostrando siempre voluntad para resolver los problemas de la población y
rechazando firmemente las segundas; cuidando con celo los recursos del pueblo
siempre precarios comparados con sus necesidades existentes siempre en aumento,
por lo que resulta pertinente hacer un reconocimiento a su manera de gobernar
que en cierto modo establece un paradigma que conjuga democracia y eficiencia
en estos tiempos de crisis de las instituciones, no sólo de recursos, sino de
legitimidad democrática, señales visibles del llamado Estado fallido.
Es Cuanto.