El malestar de la cultura en México
César Ricardo Luque Santana
“Franqueza de escribir lo que se piensa, único placer del escritor.” Jean de Gourmont
Con el título de "El malestar de la cultura" se conoce una de las obras de Freud enmarcadas dentro de sus preocupaciones en torno a la Filosofía de la Cultura, en la cual sostiene la tesis de que la cultura es una sublimación de los instintos, pero que no obstante esa característica civilizatoria, el progreso científico y tecnológico no se ha traducido en un progreso moral y social, de manera que el dominio de la naturaleza no ha significado una liberación de la humanidad porque en lo social ha persistido el dominio del hombre sobre el hombre, lo que Marx denominó sin ambages con el nombre de “explotación”. Kant por su parte, reconociendo en la cultura nuestra segunda naturaleza, decía sin embargo que el hombre es un ser socialmente insociable para señalar la complejidad de la convivencia social, coincidiendo en parte con la inquietud de Freud, pero al mismo tiempo resolviendo su perplejidad, coincidiendo de paso en forma general con Marx en cuanto al reconocimiento del carácter conflictivo de la sociedad.
Esta problemática viene al caso por el reciente estudio en torno a la cultura en México, dado a conocer a través de algunos medios de comunicación escritos y que explica en parte la grave situación que estamos padeciendo, pues evidentemente, somos lo que hemos construido. Sin embargo, es necesario hacer una aclaración previa para poder abordar los resultados del estudio referido y analizar -someramente desde luego- sus causas y consecuencias. Primero, que al hablar de cultura no significa reducir este concepto a las bellas artes, aunque dicho estudio lo enfoque así, sino que debemos de verlo en una perspectiva más amplia de civilización con todo lo que esto involucra, no sólo las manifestaciones espirituales más sutiles sino también a la economía, las relaciones sociales, las formas de gobierno, etc. En este sentido nos acogemos al concepto amplio de cultura como todo aquello que no es naturaleza (Kant). Se trata por consiguiente de preguntarnos cuál es el mundo que hemos creado y por qué, así como cavilar si otro mundo es posible. Segundo, que las manifestaciones artísticas como parte de la superestructura social, no son ajenas a su base material, cuidándonos por supuesto de no caer en un reduccionismo de causa-efecto ajeno al pensamiento dialéctico de Marx, quien como es sabido, en la “Introducción a la Contribución de la Crítica de la Economía Política de 1857”, reconoció la autonomía relativa del arte que le permite a éste gozar de una condición transhistórica, esto es, no reductible a un criterio instrumental de mero reproductor ideológico. Tercero y último, no se trata tampoco de determinar la situación actual del quehacer artístico de México, que pese a todo sigue siendo muy rico y variado, sino a la disposición del público hacia a éste, que es el meollo del estudio impulsado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Entrando en materia, este estudio llamado “Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales”, consistió en una ambiciosa encuesta de tres años de duración y una muestra estadística muy amplia, que contrasta con otras de su tipo hechas en otras ocasiones, que además nos proporciona elementos muy importantes para pensar en políticas públicas en torno a la educación y la cultura en un momento álgido de nuestra historia, donde estamos siendo avasallados por la violencia tanto del crimen organizado como del común, al mismo tiempo que padecemos un alto descrédito de las instituciones patentizado en indicadores negativos como los de Transparencia Internacional que nos ubica como uno de los países más corruptos del planeta, sin dejar de lado los datos de la OCDE en educación, donde México es el país miembro más atrasado, entre otros tópicos como la cuestión salarial donde también somos de los más rezagados en ese rubro comparados con algunas naciones sudamericanas.
Los datos de la Encuesta, más que sorprender, ratifican lo que ya se sabía al respecto. En general, el 48% de los mexicanos no muestran interés por la cultura en el sentido de que porcentajes muy altos de mexicanos no asisten a ver espectáculos culturales como obras de teatro (67%) danza (66%) o conciertos musicales (45%), mientras que la mayoría de los que han acudido a alguno, prefiere a los artistas de música comercial, e igual en el teatro, la mayoría prefiere las comedias. Tampoco suelen acudir a librerías (57%) o bibliotecas (47%). Desde luego que se compran pocos libros (69%) y muchos tampoco leen (68%). Por cierto, de los que sí leen, un 5% prefieren los libros de superación personal y 3% de esoterismo, cifras que sorprenden porque se percibe que la literatura basura tiene mucha demanda. Por su parte, la mayoría de los que no atienden las actividades artísticas alegan que disponen de poco tiempo libre y éste prefieren emplearlo en descansar o ver televisión, Llama la atención de que un 38% dice no leer periódicos, lo que significa que la información que éstos reciben es principalmente por medio de la radio y la televisión. 76% escucha el radio y 90% ve la televisión. Curiosamente no se hace referencia al Internet. Con base en estos datos (entre otros), el CNCA pretende redefinir las políticas culturales del Estado para optimizar sus recursos financieros e impactar más eficientemente. Algunas ideas al respecto son realizar verbenas populares, teatro callejero, entre otras actividades que acerquen el arte al pueblo. En lo personal creo que esta propuesta es muy limitada.
He insistido en otro momento que la tarea principal de las políticas culturales es crear públicos para inducirlos al arte en sus distintas manifestaciones, para lo cual se hace necesario entre otras cosas crear y/o fortalecer los medios de comunicación públicos haciéndolos verdaderamente medios de Estado, además de legislar sobre los medios comerciales para forzarlos a contribuir a la construcción de una cultura política democrática. Para no abundar aquí al respecto, los remito a dos escritos míos de hace casi dos años, mismos que se pueden consultar en mi blog Hetairos, a saber: “La cultura en tiempo de crisis” (10-11-2008) y “Cultura y presupuesto” (17-11-2008)
Desde luego que un Estado interesado en fomentar la cultura y en inculcar buenos gustos artísticos en la población, puede contribuir a una mejor convivencia social, pero mientras el Estado siga considerando los recursos para la cultura como residuales o marginales, mientras no se hagan mayores esfuerzos por incrementar los gastos en cultura, educación e investigación, que en realidad no son gastos sino inversiones, no se avanzará en el objetivo de contribuir mediante la elevación espiritual de sus ciudadanos a una mejor sociedad . Hay que revisar asimismo una serie de problemas que han llevado al Estado a un fracaso cultural, por ejemplo, el hecho de que la educación ha dejado de ser un factor de movilidad social, el empecinamiento a ver la cultura como algo residual dependiente del tiempo libre y no como una cuestión sustantiva, y desde luego, reconocer que el desprecio de las humanidades ha llevado a la banalización de las artes, entre otros aspectos.
Volviendo a Freud, la sublimación de los instintos que se puede leer como un pacto social para autoregular nuestra convivencia de la manera civilizada mediante un estado de Derecho (sin recurrir a la ley del más fuerte), no ha impedido la continuación de relaciones sociales injustas. La sublimación no ha significado controlar nuestros impulsos vitales autodestructivos sino que los mantiene incólumes. En todo caso, la sublimación ha significado una castración social, pues el mandar obedeciendo (que por cierto proviene de Spinoza), no existe, de manera que las ambiciones y codicia de una minoría rapaz junto a la ignorancia y apatía de una mayoría sin conciencia ni organización, han puesto al mundo al borde del colapso.