Carta abierta a Ricardo Salinas Pliego
Por Denise Dresser
20 Marzo 2009
Quizás le interese conocer la reacción de una estudiante ante la conferencia que usted dio recientemente, en la cual habló sobre su visión del país y de sí mismo. “Una dosis de cini$mo para el ITAM”, es el título del artículo que publicó esa joven en el periódico universitario después del encuentro. Allí escribe que las palabras de usted despertaron “la aprobación de unos y el efervescente descontento de muchos”. Y yo me sumo a aquellos que salieron del recinto pensando que usted se había dedicado a pitorrearse del gobierno; a mofarse de la ley; a tergiversar la realidad; a engañar a quienes lo estaban escuchando, a demostrar la actitud desafiante que le ha permitido llegar a ser quien es ahora. Porque usted fue a hablar del exitoso modelo empresarial que ha inaugurado en México. Pero es una forma de acumular riqueza, hacer negocios e influir en la política con efectos nocivos para el país. Por ello vale la pena examinar el modelo Salinas Pliego a fondo y a través de sus propias palabras.
–Usted dice que “rompe esquemas” al ofrecer bienes y servicios a los millones de mexicanos que habitan la base de la pirámide. Usted insiste en que está incorporando a los excluidos a la modernidad a través de tiendas como Elektra e instituciones como Banco Azteca. Usted ataca a los do-gooders, que lo califican de usurero, diciendo que son un peligro para los pobres porque quieren acabar con los beneficios que usted provee. Pero al mismo tiempo se ampara cuando el gobierno le exige que usted haga público el costo anual total del financiamiento de sus productos. Si no está aplicando tasas que resultarían escandalosas, por qué no hace explícito a sus clientes lo que acabarán pagando por un refrigerador, una licuadora o un crédito con las tasas de interés que cobra?
–Usted dice que es falso que se opone al ingreso de Wal-Mart al mercado de los servicios financieros que Grupo Salinas ofrece a través de Banco Azteca. ¿Pero no es cierto que mediante su operador en el Senado –Jorge Mendoza– usted logró doblegar a los legisladores para que aceptaran colocar candados sobre los llamados “corresponsales bancarios” –Wal-Mart, Banca Coppel, Famsa– que hubieran competido contra usted y contravenido sus intereses? ¿No es cierto que linchó en el noticiero de TV Azteca a José Esteban Chidiac, el diputado que luego frenó la iniciativa en contra de la competencia que usted había logrado impulsar? ¿No es cierto que usa la pantalla para intimidar a los legisladores y así vetar leyes que afectan sus intereses?
–Usted argumenta que “es necesario reforzar los contratos” y “ofrecer seguridad” en México. Pero su trayectoria no revela que haya cumplido con lo que exige. Según la acusación formulada hace algunos años por la Securities and Exchange Commission en torno al caso Codisco-Unefon, entrega reportes a las autoridades regulatorias estadunidenses en los que no revela las transacciones de compañías que controla. Usted entrega reportes falsos en los que esconde su involucramiento en esas transacciones.
–Usted rechaza hacer públicas las operaciones que deben ser reportadas de acuerdo con las leyes de Estados Unidos. Usted rehuye entregar información crucial para quienes invierten en sus compañías. Usted viola la ley del país en donde vive una parte de sus inversionistas y se enriquece personalmente a sus expensas. Usted después se ve obligado a pagar una multa por ello y a sacar a su compañía de la Bolsa estadounidense. Usted incluso logra evadir la sanción en México, valiéndose del apoyo político de Marta Sahagún.
–Usted sugiere que en México es imperativo “combatir la corrupción” y sin duda eso es cierto. Pero parecería que en diversas ocasiones usted no sólo la ha promovido sino también se ha beneficiado de ella. Como botón de muestra está la devolución gubernamental de 550 millones de pesos que le hace la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, por intereses supuestamente mal cobrados, un día antes del fin del sexenio de Vicente Fox. He allí un gesto de agradecimiento del presidente saliente a quien le había prestado la pantalla a él y a su esposa. Un ejemplo del “capitalismo de cuates” que usted y sus amigos en el gobierno le han ayudado a construir.
–Usted afirma que le “gusta competir”. Pero cómo olvidar la campaña de satanización que –desde la pantalla– desata contra cualquiera que piense en promover la idea de una tercera cadena de televisión. Cómo olvidar el denuesto a Isaac Saba cuando contemplaba la idea.
–Usted reitera que es indispensable “proteger la propiedad privada”. Pero usted mismo ignoró ese imperativo con la toma ilegal de las instalaciones televisivas del Cerro del Chiquihuite y las del Canal 40 durante el gobierno de Vicente Fox. Como lo escribe Fernando Gómez Mont, actual secretario de Gobernación, en un desplegado publicado en abril del 2008: “Como bien recuerda, fue usted quien, amparado en su relación equívoca con la pareja presidencial, en el año 2003 ordenó impunemente la agresión de las instalaciones y el personal del Canal 40”.
–Usted afirma que “nunca le han dado nada”; que la televisión no es un bien público sino una concesión que compró y que le costó muy cara. Quisiera recordarle los pormenores de esa transacción. Como lo escriben Sam Dillon y Julia Preston de The New York Times su libro Opening Mexico, usted ganó sorpresivamente la licitación de TV Azteca, pagando mucho más que sus competidores. Pero lo hizo con 25 millones de dólares enviados por Raúl Salinas de Gortari –hermano del entonces presidente– a tres cuentas en Suiza controladas por usted. Cuando esas transacciones irregulares salieron a la luz, usted mintió sobre ellas. Y sólo después, confrontado con documentos de las cortes suizas, admitió que había recibido un “préstamo”. Por cierto, nunca hubo una investigación para determinar el uso de información privilegiada.
–Usted insiste en que no hay monopolios o duopolios en la televisión; que hay “mucha oferta televisiva”, como Sky; que la concentración se debe a que la gente prefiere ver TV Azteca. Su postura es de una falsa ingenuidad arrolladora. Ignora el hecho, verificado y contundente, de que dos empresas televisivas concentran el 95% (437 canales) de las concesiones. Y ese problema no se va a resolver “apagando la televisión al que no le guste”, como sugiere. Haría falta una nueva ley de medios para lograrlo.
–Usted argumenta que la concesión a TV Azteca se la dieron “con ciertas condiciones que ahora pretenden cambiar” con la reforma electoral. Eso es válido en cualquier sistema democrático: una concesión para el uso y aprovechamiento del espectro no implica que el Estado abdique de su dominio sobre ese bien público.
–Usted dice que la reforma electoral es un “robo legalizado”, una “expropiación”, algo similar a salir con la bolsa del mercado llena y sin pagar. Pero lo que se le olvida mencionar es que los spots los partidos se transmiten en los tiempos de que desde hace años el Estado dispone en la radio y en la televisión. A usted no le han robado un peso aunque quiera hacernos creer que es así.
Habría mucho más que escribir y debatir en torno a su caso, pero basta decir que al escucharlo aquel día en el ITAM recordé el diálogo en la novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, donde Cecil Graham pregunta “Qué es un cínico?”, y Lord Darlington le contesta: “Un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Es obvio que usted no le concede el menor valor a la responsabilidad corporativa, a los procesos democráticos, a la transparencia, a la construcción de un país con una clase empresarial que sepa competir en vez de bloquear, innovar en vez de expoliar, respetar la ley en vez de violarla.
Pero al mismo tiempo reconozco que usted –paradójicamente– le hace un bien a México. Su desdén por todo es tan obvio que rompe, extrae, mutila, ignora y pervierte las reglas de la manera más abierta. Más evidente. Más clara. Y al hacerlo revela lo que está mal; pone en evidencia la podredumbre que hemos permitido, el chantaje que hemos padecido, la debilidad gubernamental que hemos presenciado, la complicidad institucional que ha creado a personajes como usted. Y sí, usted es un hombre –en muchos sentidos– creativo, visionario, emprendedor, que toma riesgos, invierte y crea empleo. Pero también es alguien que no ha tenido el menor reparo en recurrir a las peores prácticas sin que el gobierno alce un dedo para impedirlo.
Usted innegablemente es una criatura del sistema que urge cambiar. Y lo lograremos; lo supe al leer el texto crítico de aquella joven estudiante; lo supe al presenciar el hubriscon (de hubris o hybris que significa desmesura, yo) el cual usted se comportó y que lo llevará a excederse algún día. Pero mientras llegue ese momento, cuando el país reconozca que usted no es modelo a emular sino síntoma a combatir, quisiera pedirle un favor: por lo menos, cuando hable, no insulte nuestra inteligencia.
Este blog pretende ser una comunidad de aprendizaje sobre tópicos filosóficos y políticos, abiertos a cualquier persona que se interese por participar en los temas que aquí se exponen mediante comentarios críticos anotados al final del artículo del momento o enviándolos por email. Asimismo, todos mis escritos pueden ser reproducidos libremente en otros medios impresos o digitales conservando mi autoría.
jueves, 9 de abril de 2009
domingo, 5 de abril de 2009
La actitud racionalista
La actitud racionalista
César Ricardo Luque Santana
Algunos de mis amigos lectores me han dicho que debería de escribir también artículos filosóficos y no sólo de análisis político, y aunque yo creo que no hay temas filosóficos nobles e innobles, y que lo importante es tener elementos de reflexión sobre los problemas que afectan nuestras vidas, trataré de complacerlos de alguna manera.
Comenzaré diciendo que los condicionamientos sociales en los que trascurre nuestra vida inmediata –si bien prosaicos-, repercuten en nosotros en lo individual y en lo social haciéndonos mejores o peores personas. Por esta razón, he venido machacando en muchos de mis artículos, que la implementación del neoliberalismo (un complejo fenómeno económico, social y político), socava de manera muy severa las bases de la convivencia social envileciendo las relaciones humanas y deteriorando de forma muy grave las bases de la vida misma de nuestro planeta, pues el afán de ganancia desmedido de los grandes capitalistas que actúan sin las debidas regulaciones por parte del Estado, arrasa con todo a su paso, empobreciendo por un lado a cada momento a una mayor cantidad de personas en el mundo, al mismo tiempo que disminuye el número de ricos cuyas fortunas son estratosféricas; y por el otro lado, provoca daños irreversibles a la naturaleza como los que se manifiestan en el llamado cambio climático.
Desde luego que no se trata de incurrir en un determinismo económico, pero los hechos demuestran que a mayor inequidad social hay mayores problemas sociales, pero sobretodo, se trata de insistir en que los sistemas sociales son construcciones humanas y que como diría Kant, si el hombre es un fin en sí mismo y no un simple medio, deberíamos de oponernos a un sistema social que provoca el oprobio y que condena a la enorme mayoría de la humanidad a un sufrimiento inmerecido. Cuando existía el esclavismo, a muchos les parecía normal, como a Aristóteles, que no obstante haber sido el mayor filósofo del mundo antiguo, lo legitimó creyendo que era una disposición natural. Lo mismo sucede ahora con el capitalismo que muchos justifican en los mismos términos.
Así entonces, las grandes preguntas de la vida resultan vacías si ignoramos el contexto en el que vivimos, pues hablar de libertad por ejemplo, sin considerar sus condiciones de posibilidad, es mera abstracción gratuita. La filosofía -en contra lo que algunos creen-, es una actividad intelectual mundana e incluso con una fuerte carga política. Pretender hacer filosofía metidos en una burbuja, es incurrir en una situación de inautenticidad como decía Heidegger, es asumirse como pensados y no como pensantes, como objetos y no como sujetos. Quien renuncia a razonar sobre su realidad inmediata y cree que la filosofía está encerrada sólo en los libros, no entiende como decía Wittgestein que la filosofía es ante todo un estilo de vida y no un mero devaneo academicista. Pero se preguntarán: ¿qué puede hacer la filosofía para mejorar el mundo?, ¿sirve el pensar para ello?
Quiero traer a colación a propósito de estas inquietudes y a reserva de retomar estas preguntas en otra ocasión para profundizar en algunas respuestas, la defensa del racionalismo que hace Karl Popper, uno de los más grandes filósofos del siglo XX, quien comienza por recuperar la tradición racionalista desde los presocráticos mismos destacando que desde su origen en la escuela de Mileto en el siglo VI a. C., la filosofía inauguró una sui generis tradición de la discusión racional donde al contrario de lo que hacen la mayoría de las escuelas que se concentran en conservar determinados saberes, la filosofía promueve la innovación de ideas y la posibilidad de que el alumno supere al maestro, como se puede ilustrar en la relación misma entre Tales de Mileto y Anaximandro, o en la frase de Aristóteles quien fue discípulo de Platón en la Academia durante 20 años, quien expresó: “soy amigo de Platón pero soy más amigo de la verdad”. En este punto, Popper compara la relación entre el ortodoxo y el hereje donde realmente no hay una disputa entre las nuevas y las viejas ideas y por ende no hay propiamente progreso de las ideas, porque el hereje se cree más ortodoxo que el ortodoxo a quien acusa de haberse apartado de la verdadera doctrina y al mismo tiempo él se asume como su restaurador.
En su argumentación, Popper trata de demostrar que basados en la discusión racional, no hay verdades definitivas y que los mismos conocimientos son sólo conjeturas o suposiciones que al estar sometidas al escrutinio de la razón, (al ser de carácter público) pueden ser refutados. El progreso del conocimiento se basa entonces en la dupla de conjeturas y refutaciones. En otras palabras, los conocimientos científicos o filosóficos son creencias racionalmente justificadas. La verdad en sí misma como decía Kant no la podemos conocer, es decir, no podemos saber lo que las cosas son en sí mismas sino lo que son para nosotros, pues la relación del sujeto con el objeto está mediada por el lenguaje y otros factores, de manera que no hay entre ambos una relación pura. Sin embargo, al ser la verdad intersubjetiva, se evita que la verdad esté sujeta a caprichos personales o que nos lleve a un relativismo como en la metáfora de Hegel de la negra noche donde todos los gatos son pardos. En otras palabras, el hecho de que no exista posibilidad de acceder a la verdad en su pureza y de que ésta sea por tanto procesada por el sujeto como conjetura, no implica que no existan verdades universales, sino por el contrario, su naturaleza intersubjetiva y su referencia y compatibilidad con la realidad material, garantiza que tengan ese alcance universal, pero su validez es temporal y por tanto susceptible de ser corregida.
Añade Popper que sin embargo, es un error creer que basta la mera argumentación racional para que las ideas racionales prosperen, pues mientras haya interlocutores que se nieguen a adoptar una actitud racional, de nada sirve en sí mismo un argumento racional. Esto lo podemos traducir a varios contextos, por ejemplo, la política en sus diversas manifestaciones es esencialmente irracional porque su soporte está atrapado en fuertes intereses materiales, por ello se dice que en política 2 + 2 no son necesariamente 4 y por ello las discusiones se tornan en negociaciones donde lo que menos importan son las razones en sí mismas, sino las ventajas que obtienen las partes en pugna. De este modo, un diálogo racional es imposible cuando los pretendidos interlocutores no asumen una actitud racional, como cuando un burócrata se aferra a aplicar reglas absurdas y no hay manera de hacerle ver el sin sentido de las mismas. Igual sucede cuando se intenta ser racional con alguien que se mueve en la lógica del poder y cuya intención es someter a los demás para proteger sus intereses o quien se basa en creencias religiosas que considera verdades absolutas e inapelables.
De este modo y en forma breve, he querido mostrar que aunque las cuestiones filosóficas pueden revestir altos niveles de expresión teórica, su vinculación con la vida inmediata es inevitable, lo que no implica por lo que acabamos de ver con Popper, que el razonamiento rija a la vida en su conjunto, pues si bien hay un notable avance científico y tecnológico, éste representa sólo a la razón instrumental, no a una razón crítica. Lo que prevalece en el mundo a despecho de la razón, es en consecuencia un irracionalismo expresado en la predominancia de los intereses materiales de unos cuantos sobre los intereses de la humanidad.
César Ricardo Luque Santana
Algunos de mis amigos lectores me han dicho que debería de escribir también artículos filosóficos y no sólo de análisis político, y aunque yo creo que no hay temas filosóficos nobles e innobles, y que lo importante es tener elementos de reflexión sobre los problemas que afectan nuestras vidas, trataré de complacerlos de alguna manera.
Comenzaré diciendo que los condicionamientos sociales en los que trascurre nuestra vida inmediata –si bien prosaicos-, repercuten en nosotros en lo individual y en lo social haciéndonos mejores o peores personas. Por esta razón, he venido machacando en muchos de mis artículos, que la implementación del neoliberalismo (un complejo fenómeno económico, social y político), socava de manera muy severa las bases de la convivencia social envileciendo las relaciones humanas y deteriorando de forma muy grave las bases de la vida misma de nuestro planeta, pues el afán de ganancia desmedido de los grandes capitalistas que actúan sin las debidas regulaciones por parte del Estado, arrasa con todo a su paso, empobreciendo por un lado a cada momento a una mayor cantidad de personas en el mundo, al mismo tiempo que disminuye el número de ricos cuyas fortunas son estratosféricas; y por el otro lado, provoca daños irreversibles a la naturaleza como los que se manifiestan en el llamado cambio climático.
Desde luego que no se trata de incurrir en un determinismo económico, pero los hechos demuestran que a mayor inequidad social hay mayores problemas sociales, pero sobretodo, se trata de insistir en que los sistemas sociales son construcciones humanas y que como diría Kant, si el hombre es un fin en sí mismo y no un simple medio, deberíamos de oponernos a un sistema social que provoca el oprobio y que condena a la enorme mayoría de la humanidad a un sufrimiento inmerecido. Cuando existía el esclavismo, a muchos les parecía normal, como a Aristóteles, que no obstante haber sido el mayor filósofo del mundo antiguo, lo legitimó creyendo que era una disposición natural. Lo mismo sucede ahora con el capitalismo que muchos justifican en los mismos términos.
Así entonces, las grandes preguntas de la vida resultan vacías si ignoramos el contexto en el que vivimos, pues hablar de libertad por ejemplo, sin considerar sus condiciones de posibilidad, es mera abstracción gratuita. La filosofía -en contra lo que algunos creen-, es una actividad intelectual mundana e incluso con una fuerte carga política. Pretender hacer filosofía metidos en una burbuja, es incurrir en una situación de inautenticidad como decía Heidegger, es asumirse como pensados y no como pensantes, como objetos y no como sujetos. Quien renuncia a razonar sobre su realidad inmediata y cree que la filosofía está encerrada sólo en los libros, no entiende como decía Wittgestein que la filosofía es ante todo un estilo de vida y no un mero devaneo academicista. Pero se preguntarán: ¿qué puede hacer la filosofía para mejorar el mundo?, ¿sirve el pensar para ello?
Quiero traer a colación a propósito de estas inquietudes y a reserva de retomar estas preguntas en otra ocasión para profundizar en algunas respuestas, la defensa del racionalismo que hace Karl Popper, uno de los más grandes filósofos del siglo XX, quien comienza por recuperar la tradición racionalista desde los presocráticos mismos destacando que desde su origen en la escuela de Mileto en el siglo VI a. C., la filosofía inauguró una sui generis tradición de la discusión racional donde al contrario de lo que hacen la mayoría de las escuelas que se concentran en conservar determinados saberes, la filosofía promueve la innovación de ideas y la posibilidad de que el alumno supere al maestro, como se puede ilustrar en la relación misma entre Tales de Mileto y Anaximandro, o en la frase de Aristóteles quien fue discípulo de Platón en la Academia durante 20 años, quien expresó: “soy amigo de Platón pero soy más amigo de la verdad”. En este punto, Popper compara la relación entre el ortodoxo y el hereje donde realmente no hay una disputa entre las nuevas y las viejas ideas y por ende no hay propiamente progreso de las ideas, porque el hereje se cree más ortodoxo que el ortodoxo a quien acusa de haberse apartado de la verdadera doctrina y al mismo tiempo él se asume como su restaurador.
En su argumentación, Popper trata de demostrar que basados en la discusión racional, no hay verdades definitivas y que los mismos conocimientos son sólo conjeturas o suposiciones que al estar sometidas al escrutinio de la razón, (al ser de carácter público) pueden ser refutados. El progreso del conocimiento se basa entonces en la dupla de conjeturas y refutaciones. En otras palabras, los conocimientos científicos o filosóficos son creencias racionalmente justificadas. La verdad en sí misma como decía Kant no la podemos conocer, es decir, no podemos saber lo que las cosas son en sí mismas sino lo que son para nosotros, pues la relación del sujeto con el objeto está mediada por el lenguaje y otros factores, de manera que no hay entre ambos una relación pura. Sin embargo, al ser la verdad intersubjetiva, se evita que la verdad esté sujeta a caprichos personales o que nos lleve a un relativismo como en la metáfora de Hegel de la negra noche donde todos los gatos son pardos. En otras palabras, el hecho de que no exista posibilidad de acceder a la verdad en su pureza y de que ésta sea por tanto procesada por el sujeto como conjetura, no implica que no existan verdades universales, sino por el contrario, su naturaleza intersubjetiva y su referencia y compatibilidad con la realidad material, garantiza que tengan ese alcance universal, pero su validez es temporal y por tanto susceptible de ser corregida.
Añade Popper que sin embargo, es un error creer que basta la mera argumentación racional para que las ideas racionales prosperen, pues mientras haya interlocutores que se nieguen a adoptar una actitud racional, de nada sirve en sí mismo un argumento racional. Esto lo podemos traducir a varios contextos, por ejemplo, la política en sus diversas manifestaciones es esencialmente irracional porque su soporte está atrapado en fuertes intereses materiales, por ello se dice que en política 2 + 2 no son necesariamente 4 y por ello las discusiones se tornan en negociaciones donde lo que menos importan son las razones en sí mismas, sino las ventajas que obtienen las partes en pugna. De este modo, un diálogo racional es imposible cuando los pretendidos interlocutores no asumen una actitud racional, como cuando un burócrata se aferra a aplicar reglas absurdas y no hay manera de hacerle ver el sin sentido de las mismas. Igual sucede cuando se intenta ser racional con alguien que se mueve en la lógica del poder y cuya intención es someter a los demás para proteger sus intereses o quien se basa en creencias religiosas que considera verdades absolutas e inapelables.
De este modo y en forma breve, he querido mostrar que aunque las cuestiones filosóficas pueden revestir altos niveles de expresión teórica, su vinculación con la vida inmediata es inevitable, lo que no implica por lo que acabamos de ver con Popper, que el razonamiento rija a la vida en su conjunto, pues si bien hay un notable avance científico y tecnológico, éste representa sólo a la razón instrumental, no a una razón crítica. Lo que prevalece en el mundo a despecho de la razón, es en consecuencia un irracionalismo expresado en la predominancia de los intereses materiales de unos cuantos sobre los intereses de la humanidad.
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