El debate en torno al abstencionismo activo
César Ricardo Luque Santana
Desde finales de abril empecé a escribir una serie de artículos tratando de sistematizar el debate en torno al dilema entre votar o abstenerse y entre el abstencionismo pasivo y activo, subrayando no sólo mi simpatía por este último, sino avizorando que iría ganado terreno al grado de que hasta hoy, las propuestas por el voto nulo deliberado tienen preocupados a las autoridades electorales, a los partidos políticos y a algunos intelectuales (incluso independientes), que tratan de oponerle argumentos para disuadirlo.
Desde ese primer artículo de los seis que he publicado en forma sucesiva en diverso medios y que se pueden consultar en este blog, vaticiné que durante el mes de mayo, este debate adquiriría carta de ciudadanía -en principio en los medios escritos y luego en los electrónicos- como efectivamente ocurrió, sólo que cobró más notoriedad durante la última semana de este mes porque el tema estuvo eclipsado por el problema de la epidemia de la influenza, y ha estado empañada también por la campaña antinarco del gobierno federal que va de escándalo en escándalo. Por cierto, también escribí el 31 de marzo en mi artículo “La lucha por el poder legislativo”, que el PAN se iba a agarrar del combate al narcotráfico como su tablita de salvación ante su evidente incapacidad para gobernar, no porque ese combate haya sido un acierto, sino porque están en condiciones de sacarle raja política mediante una estrategia mediática, lo cual están haciendo.
Los recientes acontecimientos indican que mi percepción en ambas cosas no estaba descaminada, pero lo que me ha sorprendido sin embargo, es enterarme a través de mis amigos, que algunos comunicadores del duopolio televisivo han manifestado abiertamente y en tono de provocación, su simpatía por el voto nulo deliberado (no necesariamente razonado), como por ejemplo, Leo Zuckerman quien según me platicaron, aduce la necesidad de incorporar las candidaturas independientes, o el camorrista de Eduardo Ruiz Healy que también comparte esta postura desde su pendenciero modo de actuar, y cómo no, hasta en los programas frívolos de la farándula hacen causa común. En estos casos, es fácil advertir que las empresas televisoras referidas se sienten agraviadas porque no pudieron enchalecarse el dinero a raudales como solían hacer en cada contienda electoral (aunque lo siguen haciendo en forma disfrazada y frecuente como con las dizque “noticias” sobre las locuacidades del dirigente panista Germán Martínez) por las modificaciones en la ley electoral que se hicieron en ese rubro, así como por la prohibición de que los particulares pongan spots a favor o en contra de algún candidato y/o partido, lo que hace pensar que detrás de una aparente indignación, no hay otra cosa que una vendetta contra los partidos.
También me enteré por los lectores interactivos de La Jornada que comentan los artículos de opinión en el Internet, de que existen otros personajes y agrupaciones de derecha que también tienen una campaña sistemática a favor del abstencionismo activo, aunque no conozco sus planteamientos. Lo que se puede pensar de estas actitudes -sobretodo del duopolio televisivo- que se están montando en la indignación ciudadana para capitalizarla como si fuera fruto de su campaña.
En todo caso es más interesante y sano en este punto, analizar las opiniones de otros personajes que son respetables y por ende una referencia democrática, como Adolfo Sánchez Rebolledo, Ilán Semo, Jorge Camil y otros, que han abordado esta problemática con más seriedad y serenidad, dándonos buenos elementos para pensar mejor nuestra actitud de cara a la jornada electoral sin ocultar o matizar los problemas.
Ahora bien, como parte de mi postura a favor del abstencionismo activo que prefiero llamar “voto nulo razonado” en lugar de “voto en blanco” como se ha mencionado últimamente, insistiré en que es necesario otro arreglo institucional para un pluralismo político en serio, pues el pluralismo actual es más bien un “pluripriísmo” porque todos los partidos sin excepción son una clonación del PRI. En efecto, la discusión sobre la reforma del Estado o la transición a la democracia se abandonó justo cuando se empezaron a plantear lo que en su momento se llamó la segunda generación de reformas electorales, como por ejemplo: el plebiscito, el referéndum, la revocación de mandato, la segunda vuelta electoral, las candidaturas ciudadanas, la reelección inmediata a cargos de elección popular, el parlamentarismo, la supresión de las plurinominales y de las posiciones de primera minoría en la cámara de senadores, etc.
De todos estos temas que conformarían una buena agenda para la transición a la democracia, si bien se han tocado con mayor o menos intensidad en diversos momentos, se han dejado de lado por razones pragmáticas, particularmente por la urgencia de la derecha panista y priísta de lograr las “reformas estructurales” como la de energía, la fiscal y otras de tipo económico proclives al neoliberalismo, sin tener que someterse por ley a consultas ciudadanas que las puedan echar por tierra, además de que los partidos se han visto atrapados en una dinámica ajena a los problemas reales de los ciudadanos.
Asimismo, debo decir que no todos los temas mencionados representarían un aporte verdadero al pluripartidismo, pues curiosamente los personajes y entidades de derechas sólo retoman los que les convienen al neoliberalismo, como las candidaturas independientes, la reelección, la “libertad de expresión”, entre otras, pero omitiendo la revocación de mandato, la supresión de las plurinominales y otras que signifiquen una democracia representativa que ya no sea un cheque en blanco complementándola con una democracia participativa. Es decir, hay una serie de medidas que serían favorables para que los ciudadanos controlen a sus representantes diferentes a otras que tiene como propósito que éstos sean rehenes de una minoría con gran poder económico, aunque desde luego todas deberían discutirse.
Creo por último que el crecimiento exponencial que se espera del abstencionismo activo será sin duda un parteaguas del sistema político, aunque sus consecuencias pueden oscilar entre el autoritarismo que ya estamos padeciendo o en retomar la necesidad de un nuevo arreglo institucional que refleje un auténtico pluralismo. De ello hablaremos en otra oportunidad.