El
papel de la historia en la política
César
Ricardo Luque Santana
Las teorías políticas suelen
fundamentarse y sistematizarse observando el ejercicio del poder a través la
historia. Si uno revisa las grandes obras del pensamiento político encontrará
que todas ellas abrevan de la historia, pues a través de ésta es cómo puede darse
cuenta de cómo se ha ejercido el poder y la dominación de unos sobre otros. Así
como en las ciencias naturales repiten sus experimentos para confirmar la
validez de sus resultados, en la política se tiene que observar el pasado para identificar
esas reiteraciones sacando lecciones de ellas, tanto en lo que respecta a la
psicología de las masas como de los políticos, lo que permite a los conocedores
de la historia aplicada a la política, predecir o prever comportamientos de la
gente ante determinadas situaciones políticas. De este modo, quienes detentan
el poder, saben como dominar a los subordinados, resumiéndose dicho dominio o
hegemonía en la fórmula gramsciana de consenso + violencia. En efecto, para que
un pueblo obedezca a sus gobernantes, o lo hace mediante consentimiento o se
somete por la fuerza, utilizando el Estado ambos recursos, prevaleciendo a
veces uno polo, a veces el otro. Por lo tanto, en la medida en que los que
detentan el poder conozcan la historia, procurarán más la vía pacífica del
consenso y utilizarán menos la violencia.
Los
ejemplos de esta simbiosis entre la historia y la política abundan.
Recientemente, durante su gira por Europa, el presidente electo de México Enrique
Peña Nieto, fue recibido con “inusitada” deferencia por el primer ministro de
Francia. Al menos así lo reportó la prensa mexicana de acuerdo a comentarios de
diplomáticos expertos en esos menesteres. Esta actitud zalamera y convenenciera
del gobierno francés, viene precedida de las actitudes previas del priista en
España y Alemania donde también sorprendió a sus anfitriones por su
comportamiento de culo fácil, pues mientras al último “emperador” azteca –Cuauhtémoc-
los conquistadores españoles le quemaron los pies para hacerlo confesar dónde
tenía guardado sus tesoros sin poder doblegarlo, a Peña Nieto ni siquiera le alcanzaron
a decir “mi alma” cuando ya se había bajado los calzones. Esta actitud entreguista
me evocó una lectura que hice hace unas décadas de una obra titulada Exaltación de ineptitudes de Rafael
Ruiz Harrell, en la cual escudriña el sistema político mexicano dominado por el
PRI, exhibiendo con anécdotas bizarras la hipocresía, inmoralidad y corrupción
de los políticos mexicanos de esa época, como el caso de una ocasión en que el
entonces presidente de México Luis Echeverría visitó un estado del norte del
país y sus anfitriones montaron una farsa para sacarle dinero. Según el relato de Ruíz Harell, lo recibieron
en una escuela pública cuyos directivos y autoridades políticas locales
contrataron previamente a un experto de Hollywood en diseño de escenarios para
que “envejeciera” artificialmente el edificio para justificar un apoyo
económico, entre otras transas y tonterías, como la de un alcalde de un
pueblito rabón donde apenas había unos cuantos carros, pero no obstante eso, el
edil construyó un periférico que los locales llamaban “burroférico”, porque sólo
circulaban asnos. Ahí cuenta también de como a un presidente mexicano (no
recuerdo si José López Portillo o Miguel de la Madrid), se le hizo en Francia
una recepción protocolariamente exagerada (alfombra roja, condecoraciones y
adulaciones de por medio), con la intención de que favoreciera ciertas
inversiones de empresarios franceses en México. Lástima que no tengo el libro a
la mano para dar detalles de esta anécdota, pero como Marx dijera (complementando a Hegel) en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte,
“la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa”.
En
El príncipe de Maquiavelo, las citas
que recurren a la historia para ilustrar la manera de cómo se ha conquistado y
ejercido el poder son abundantes, particularmente de la historia romana que
desde luego era la más cercana a él. De ahí desprende varias enseñanzas válidas
sobre el comportamiento político de la gente en determinadas situaciones, dando
lugar a una psicología política tanto de las masas como los políticos, y por
ende, la posibilidad de prever su conducta en situaciones semejantes. Con base
en esas observaciones, Maquiavelo llega la conclusión de que en política “el
fin justifica los medios”, principio que algunos ignaros lo toman como
sugerencia suya a los políticos, dando lugar al mote despectivo de
“maquiavélico” para quienes en política utilizan métodos truculentos, mostrando
con esta noción, en el “mejor” de los casos, un desconocimiento de su
pensamiento político, y en el peor, cometiendo una injusticia sobre el
florentino. Para quienes no tienen claro este asunto, les recomiendo que lean El Príncipe de Maquiavelo y lo comparen
con el Breviario de los políticos de
Julio Mazarino (s. XVII), un manual de perversidades orientado a los políticos taimados,
corruptos y sinvergüenzas, aunque este opúsculo se publicó póstumamente porque
el tenebroso obispo lo elaboró para su uso personal. Dicho sea de paso, también
en esta obra hay referencias a hechos históricos donde el poder se muestra tal
cual.
Podría
seguir evocando e invocando obras políticas que demuestran palmariamente la
importancia suprema de la historia en la formación política, al margen de los
usos que cada quien quiera darle. Incluso en obras aparentemente más alejadas
del tema se pueden encontrar referencias antiguas que son todavía vigentes,
como en Erasmo de Rotterdam en Elogio de
la locura, donde hay pasajes del libro que hablan de fraudes electorales y de
políticos demagogos, cuando ni siquiera había democracia ni formaba parte de
sus preocupaciones, como de hecho se puede constatar en el ideario político del
liberalismo ilustrado de los pensadores
de los siglos XVIII y XIX donde el concepto de democracia está completamente
ausente. Si uno presentara esos extractos sin referir el autor ni la época,
cualquiera creería que está hablando de México en el siglo XXI, siendo que
Erasmo fue del siglo XV.
Una
obra que seguramente sorprenderá a los lectores por su actualidad en nuestro
entorno mexicano, es un opúsculo del francés Étiene de La Boétie, del siglo
XVI, quien a sus 18 años de edad escribió su única obra titulada: Discurso sobre la servidumbre voluntaria,
una obra visionaria que alimentaría El
Contrato Social de Rousseau en el asunto de la soberanía popular y que
fundamentaría la estrategia de desobediencia civil como una forma legítima,
legal y pacífica de oponerse al poder autoritario. En dicha obra también salen
a relucir ejemplos que manipulación política que dejan claro que al respecto no
hay nada nuevo bajo el sol, excepto que las prácticas y mecanismos de hoy en
día para embaucar a la gente se han adecuado a los avances tecnológicos. Para
ilustrar esto pongo dos ejemplos que nos ofrece de La Boétie: uno de ellos nos
habla de cómo un rey antiguo, Ciro (de Persia, siglo VI a. C.) controló a una
colonia griega en rebeldía (Lidia del Rey Creso) sin usar la violencia. Cuando
le informaron que los lidios de la ciudad de Sardes se había rebelado y no
queriendo destruir esa ciudad que le gustaba, ni mandar un ejército de
ocupación que implicaba mucho gasto, les puso cantinas, burdeles y casinos,
obligando por decreto a sus habitantes a acudir a ellas. De ahí viene la
palabra “lúdico”. Como puede verse, este estratagema se ha usado repetidas
veces en otras ocasiones y latitudes, como por ejemplo, el uso del opio de los
ingleses para adormecer a los chinos y
ahora la televisión como el distractor sucedáneo más relevante. Otro ejemplo
que nos da es cuando un rey reparte trigo entre unos aldeanos (a manera de
despensas) y los campesinos se desgañitaban gritando loas al rey. No saben
–dice de La Boétie- que solo les repartió migajas de lo mucho que les ha
robado. Cualquier parecido con las entregas de despensas y su cacareo
propagandístico o las “cenas gratis” en el bodrio llamado popularmente “parque
del sombrero” -por la forma de sombrero que tiene su techo- mismo que se
construyó así para satisfacer el ego del actual gobernador de Nayarit, quien
aunque ha “renegado” de los gastos de imagen de su antecesor, empieza a exhibir
ad nauseam sus mismos comportamientos,
con el añadido de que sus declaraciones políticas lo hacen ver como un sujeto
obcecado y pendenciero, en vez de conducirse como un gobernante mesurado y
conciliador. Si tuviera conciencia del significado de su manida y simplona frase
“haciendo historia en el presente”, no apoyaría de manera fanática y facciosa
la construcción de la presa Tres Cruces, cuyas consecuencias para el ecosistema
de la región y para la economía de los pobladores de los márgenes del Rio San
Pedro serán funestas, a decir de los investigadores científicos.
Volviendo
al tema me pregunto si los políticos actuales tienen consciencia de que repiten
marrullerías que en algunos casos son de origen remoto, o lo hacen por mera
intuición, como si existiera una especie de estructura mental en los demagogos
para engañar a los incautos. ¿Será coincidencia o algo deliberado?, no lo sé,
lo cierto es que hay un reportorio tan vasto de artimañas que se podrían
escribir muchas páginas estableciendo los paralelismos o las copias entre
ellas. En la película de Calzonzín
Inspector de Alfonso Arau (inspirada en el personaje del caricaturista Rius),
hay un episodio donde el cacique del pueblo y presidente municipal vitalicio,
don Perpetúo del Rosal (en el nombre lleva la fama), inaugura un hospital de
utilería para “engañar” al “inspector” Calzonzín, y de ahí se va a inaugurar otra
obra en la cárcel (o al revés), y en lo que se traslada de un lugar a otro,
desarman todo para volverlo a armar de nuevo en otro lado. Hasta los paleros (comparsas)
que se prestan a representar papeles como enfermos, presos y personal, eran los
mismos. Se dice que nuestros últimos dos gobernadores en Nayarit han hecho cosas
parecidas, es decir, han inaugurado hospitales públicos exhibiendo una
impresionante tecnología, pero después de la foto los han desmantelado. Esto tipo
de simulaciones con fines meramente propagandísticos tampoco son nuevos sino
que los hacía el Zar Nicolás I de Rusia, según nos narra Ruíz Harrell en el
libro referido. Aníbal Ponce en su obra Educación
y lucha de clases nos cuenta algo parecido respecto al Faraón de Egipto,
quien para impresionar a sus súbditos y reforzar la creencia de ellos en su
estirpe “divina”, reunía al pueblo para que atestiguaran la crecida del Rio
Nilo. El Faraón arrojaba unas “instrucciones” escritas al río “ordenándole”
crecer y… ¡oh milagro!, el río “obediente” empezaba a crecer. Lo que la gente
no sabía es que los agrimensores egipcios le habían informado al Faraón del
momento exacto en que ello ocurriría. (Ver pp., 20-21, en Editorial Cartago,
disponible en Internet)
La
conclusión es que la historia –como decía Cicerón- es maestra de la vida, y por
ende, los políticos, los politólogos y los ciudadanos deberíamos de aprender de
ella. No es extraño que los neoliberales en el poder hayan hecho esfuerzos por
extirpar la historia de los pueblos para borrar su identidad y sus raíces, o la
hayan distorsionado con el pretexto de “desmitificar” las versiones oficiales
(del otrora nacionalismo revolucionario), pero en vez de restablecer la verdad
han incurrido en nuevas falsificaciones a fin de quitarle al pueblo referentes
válidos de sucesos y personajes que nos llenan de orgullo. Los historiadores de
derechas como Armando Fuentes Aguirre “Catón”, Manuel Villalpando (asesor de
Felipe Calderón), Juan Miguel Zunzunegui y Macario Schettino entre otros, a
quienes el historiador Pedro Salmerón Sanginés ha exhibido duramente en su
columna “Falsificadores de la historia” publicada en La Jornada, ha demostrado que detrás de la aparente “objetividad”
de dichos historiadores, se esconden propósitos de vendettas y revanchismo político que son lo que realmente los
animan a “revisar” la historia de México para acomodarla a sus aviesos
propósitos, y desde luego, la intención propia de los tinterillos neoliberales
de hacer tabula rasa del pasado o provocar que la gente se avergüence del
mismo, es para desarmar a los pueblos de su memoria histórica y que no vean que
el saqueo actual es una continuación del saqueo y vasallaje de otras épocas,
mismos que encontraron resistencia popular y generaron movimientos sociales en
defensa de la patria. Esta tendencia de la reacción a empañar la historia de
México la denuncié en mi artículo “Los bemoles del Bicentenario” que escribí el
20 de marzo de 2010 en mi blog “Hetairos” (Ver http://hetairosfilosofia.blogspot.com/)
Ahora
sí, por último, Marx nos decía en La
ideología alemana que “las ideas dominantes son las de la clase dominante”
y mediante su teoría de la enajenación explicaba este hecho, aunque los métodos
y estrategias de manipulación para mantener esa enajenación se han ido afinando
y sofisticando gracias al desarrollo de los medios masivos de comunicación, en
particular la televisión. Las estrategias mediatizadoras de “pan y circo” romano
o la aplicación del garrote como recurso de última instancia para mantener a
raya a la plebe, aunque son en esencia las mismas, se han ido adaptando a las
circunstancias de cada época. Hoy en día se pueden conocer las estrategias de
manipulación de la opinión pública del neoliberalismo para imponer sus
políticas depredadoras y colonialistas recurriendo a reflexiones como Las 10 estrategias de manipulación
mediática de Noam Chomsky (http://www.mitosyfraudes.org/Polit/chomsky.html) y a las
investigaciones de Naomi Klein, cuyo documental sobre la Doctrina del shock se puede consultar por Internet en http://www.youtube.com/watch?v=gP591bZNc0I. Respecto al
primero, también pueden verse mi artículo en mi blog “Hetairos” (05/12/10).