¿Qué es el idealismo?
César Ricardo Luque Santana
En filosofía no suele haber respuestas directas, ni simples o llanas, sino que siempre hay que dar un rodeo, de manera que la respuesta a la pregunta ¿qué es el idealismo? no es la excepción. Así entonces, es necesario zanjar de entrada dos cosas elementales: en primer lugar es necesario decir que el término idealismo no se puede entender cabalmente sin su correspondiente contrario, el materialismo. Asimismo, conviene distinguir ambos términos de sus usos cotidianos de su sentido filosófico. Previo a esto último, se abordarán también algunas connotaciones o metáforas políticas y éticas que se desprenden de dichos términos donde los usos coloquiales y filosóficos se encuentran de algún modo.
En su acepción ordinaria, cuando se dice que alguien es idealista, se quiere decir positivamente que es un “soñador”, un “romántico”, alguien con “ideales” o que se mueve por “convicciones”, o bien, sin dejar de reconocer que estos adjetivos nos indican que se es una buena persona, se ve también como un defecto en la medida en que implica ingenuidad porque no tiene los pies sobre la tierra. El materialista significa lo opuesto, alude a alguien “metalizado”, que sólo piensa en el dinero y en las comodidades, que es exageradamente terrenal e incluso “antiespiritual”, o un pragmático que prefiere “pájaro en mano que cientos volando” como dice el refrán popular.
En el ámbito filosófico, idealismo y materialismo se refieren al problema del Ser, es decir, a determinar qué fue lo primero en la constitución del mundo o cuál es la realidad última: el pensamiento, la idea o algo sobrenatural; o bien, la materia o algo natural. Estas posturas sin embargo se consideran metafísicas porque responden a un problema que lleva necesariamente a la especulación o a un alto grado de abstracción, amén de que es de suyo insoluble o perenne. Marx planteó la imposibilidad de dar una respuesta contundente en los Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844, donde dice que a la pregunta de quién creó al mundo (¿cuál es el primer principio?) no se puede responder porque eso significaría suponer al universo como la nada y sin embargo presuponer que el que pregunta está dotado de existencia.
Sin embargo, la pregunta de dónde venimos, cuál es el primer principio de todo o la causa última, es inevitable. En este sentido, quienes consideran que el universo, el mundo, la existencia se originó de algo ideal, ya sea Dios, una Inteligencia cósmica, etc. y que el universo material es derivado de ella, constituyen el campo del idealismo; los que sostienen que la materia es anterior al pensamiento son los materialistas, que por cierto es la postura que apareció primero históricamente en filosofía, pues todos los filósofos griegos, incluido Platón quien es el que inaugura el idealismo a partir de la teoría de las ideas, niegan que la realidad (la physis o naturaleza) haya sido creada de la nada (creatio ex nihilo) como postulan las religiones monoteístas. En efecto, en el Timeo, Platón habla de un creador como un demiurgo, vocablo que significa “artesano”. En la cultura griega, los elementos del universo ya existían a partir de un caos originario y el demiurgo es quien le da forma a las cosas. Aristóteles en cambio identifica al Ser (Dios) como un motor inmóvil porque mueve todo sin ser movido por nada, noción que en la Edad Media los cristianos plantearán como Causa Sui, esto es, una causa que origina todo lo existente pero no es causada por nada.
Este problema del Ser o la Existencia, de determinar qué es la realidad, esto es, su fundamento último, pertenece a la “ontología”, mientras que la “metafísica” es una parte de la misma y viene a ser lo que Aristóteles llamó, “la ciencia del Ser en cuanto Ser” o “la ciencia de los primeros principios o causas últimas. Como se dijo antes, idealismo y materialismo son posiciones metafísicas porque sus especulaciones remiten a un algo que está más allá del mundo físico. El proceso consiste de remontarse de causa en causa hasta dar con una más allá de la cual no se pueda ir, es decir, que no implique un regresión hasta el infinito como decía santo Tomás de Aquino en una de sus cinco vías para demostrar la existencia de Dios.
Ahora bien, así como idealismo y materialismo son tendencias o modalidades dentro de la ontología, ésta conlleva otro ámbito llamado epistemología o gnoseología que lleva al problema del conocimiento. Ambas constituyen lo que ortodoxamente se conoce como el problema de la relación entre el Ser y el Pensamiento.
En filosofía hay varios tipos de idealismo y de materialismo. De este último se habla del hilozoísmo, atomismo, nominalismo, empirismo, dialéctica y materialismo aleatorio. Algunos de ellos oscilan entre la ontología y la epistemología, pues por ejemplo, la dialéctica se puede considerar como una cosmovisión donde la realidad es entendida como un devenir perpetúo, pero también como un método o forma de razonamiento para llegar a la verdad basado en la pugna de contradicciones. Lo mismo puede decirse de otros términos. El idealismo por su parte se divide en objetivo y subjetivo. Aunque es difícil explicar estos puntos en pocas líneas, se trata en el primer caso de asumir al Ser como existente por sí mismo y cognoscible a través de la especulación o contemplación. En el segundo caso se tiende a identificar al sujeto con el objeto y se pone al Yo como creador. Hay un Yo trascendental (Dios) y un yo empírico de manera que la realidad es producto de la conciencia. Incluso hay una postura extrema conocida como solipsismo que reduce la realidad a la percepción del sujeto, es decir, la existencia de la realidad externa al sujeto depende de éste.
Materialismo e idealismo también tienen otras connotaciones. El idealismo alude a “lo de arriba”, a lo dominante. Tiene un sentido elitista o aristocrático. El materialismo indica “lo de abajo”, lo subversivo, lo que desenmascara. En este sentido el materialismo constituye una postura política progresista, mientras que el idealismo suele ser conservador.
En el plano de la ética, el materialismo filosófico tiene también una postura más avanzada respecto a la felicidad que el idealismo, pues lejos de considerar que la felicidad reside en los bienes materiales, lo que se procura es evitar el sufrimiento. No se rechaza los bienes materiales pero se les considera medios y no fines en sí mismos. Otras posturas idealistas moderadas que conciben la felicidad como la paz interior, también coinciden en lo referente a los bienes materiales de que son medios mas no fines. La diferencia es que las posturas materialistas no exigen un alto desarrollo intelectual para acceder a la felicidad (como en Platón), sino que creen que la mayoría de la población puede vivir con sabiduría sin ser propiamente muy intelectuales (como los epicúreos y estoicos). Sin embargo, las posturas idealistas que se desplazan más hacia el misticismo, tienden a repudiar el cuerpo y hacen apología de la frugalidad. En san Agustín por ejemplo, la felicidad sólo es posible en ultratumba, en el más allá, pues el mundo es un valle de lágrimas al cual se viene a sufrir. En obvio pensar que estas posturas que predican el sufrimiento como algo bueno y la renuncia a la buena vida, promueven la mansedumbre de la gente para que no se rebele contra sus opresores.