La necesaria refundación del PRD
César Ricardo Luque Santana
Acerca de la refundación del PRD caben dos preguntas fundamentales: ¿es necesaria?, ¿es posible? Creo que habría que responder afirmativamente a ambas pero justificando desde luego su sentido mediante un argumento plausible.
No pretendo tener por supuesto las respuestas acabadas a este problema, pero si aportar algunos elementos para que colegiadamente construyamos una propuesta viable y consensuada, lo que implicará que sea técnicamente -por así decir- posible de realizar, y que tenga un carácter conciliador, es decir, que no sea una propuesta que a lo mejor es muy racional y loable pero impráctica en virtud de que provoca una confrontación innecesaria. Es necesario plantearnos algo efectivo donde todos salgamos ganando, pensando no sólo en los beneficios inmediatos de quienes dirigen partido con los consabidos arreglos cupulares en torno a cargos (reconociendo que hay intereses creados pero que deben tener un límite que les dé legitimidad), sino que satisfaga las aspiraciones de las bases militantes y electorales del partido y nos permita atraer más simpatizantes a nuestras causa que es la de ellos. En este sentido, si queremos renovarnos de verdad, no cabe ni la simulación ni la idealización, sino reorganizar un partido ganador pero haciéndolo compatible con un auténtico proyecto alternativo de nación.
Creo entonces que para ir contestando las preguntas del problema que nos aqueja de refundar o reconstruir un partido que sea un verdadero referente de izquierda de la sociedad, tanto de los ciudadanos como de las demás fuerzas sociales afines, es importante afirmar que un partido ganador, fuerte y confiable es una necesidad política y social ineludible, para lo cual será indispensable que los esfuerzos de deliberación (reflexión) y acción que hagamos como militantes y como colectivo, nos lleve a una línea de congruencia entre lo que decimos y lo hacemos ¿Por qué la sociedad mexicana necesita de un partido de izquierda fuerte, responsable, propositivo y de lucha?, ¿cómo lograr tener un partido ganador sin que ello signifique desdibujarnos ideológicamente?, ¿hasta qué punto son conciliables la capacidad de negociación con la capacidad de movilización? Creo que aquí hay una serie de preguntas que involucran prácticamente todo el perfil del partido: nuestra declaración de principios, estatutos, programa de trabajo, línea política y su vida institucional.
Mi percepción es que en la discusión y funcionamiento del partido han prevalecido de manera contradictoria posiciones más o menos irreductibles que no han sabido encontrar el justo medio, la manera de conciliar lo mejor de cada una. Normalmente la disputa al interior del partido se ha reducido a dos grandes posturas que han querido caminar cada una por su lado con las consecuencias previsibles de ir como partido hacia ninguna parte. ¿Qué es lo que ha impedido lograr una estrategia común? A primera vista de acuerdo con este esquema, podemos decir que obviamente el querer actuar unilateralmente sólo con base en la negociación o sólo con la pura movilización, es erróneo políticamente porque es evidente que sin la necesaria complementación entre ambas estrategias no es posible avanzar. En otras palabras, una lectura en este sentido nos diría que quienes han establecido la hegemonía interna en el partido con base en criterios cuantitativos (de mayoría) ha tratado de hacer prevalecer su línea política, teniendo como consecuencia la resistencia de los disidentes, y como resultado, un forcejeo interno que termina anulando la eficacia del accionar nuestro partido, aunado a un desprestigio del mismo explotado mediáticamente por nuestros adversarios y/o enemigos.
Pero esta descripción me parece que muestra sólo el aspecto exterior del problema pero no la esencia del mismo. Es decir, necesitamos escudriñar un poco la problemática que nos ha caracterizado en los últimos años sumiéndonos en una crisis constante y hablarnos desde luego con la verdad, pues si queremos rectificar, corregir el rumbo o tener rumbo, estamos obligados en consecuencia a no maquillar las cosas sino a decirlas tal como son, a reconocer en qué estamos mal para que encontremos juntos las soluciones pertinentes a nuestro problema.
Para ello me permito poner enseguida un ejemplo que si bien es simplificador, ilustra creo yo el núcleo del problema que padecemos. Creo que lo que viene pasando en realidad es que no hemos tenido un debate ideológico y político de altura en el partido, sino que el sentimiento patrimonialista de algunos cuantos se ha impuesto marcando la pauta del desenvolvimiento de nuestra institución. En efecto, el PRD no está siendo congruente con sus postulados, con su discurso, sino que su misma vida interna está viciada por prácticas corporativistas y patrimonialistas de tal suerte que en vez de ser un instrumento de la sociedad para hacernos del poder y gobernar con base en un proyecto de justicia social y verdadera democratización, el partido se ha alejado de lo que dicen sus documentos básicos y ha caído en un descrédito público en virtud de las constantes pugnas internas que han privilegiado el reparto de cuotas sacrificando con ello el proyecto que se supone le da sentido a nuestra lucha. No se trata de denostar a quienes desean hacer carrera política lo cual no sólo es legítimo para ellos sino necesario para el partido, pues ninguna organización política puede prescindir de políticos profesionales, de individuos que vivan de y para la política, pero desafortunadamente han prevalecido muchos sujetos inescrupulosos que han aprovechado la situación para satisfacer sólo sus intereses personales a cambio de utilizar a todos los demás para esos propósitos por lo cual se puede decir que han mantenido al partido como rehén de intereses espurios perjudicando gravemente el proyecto que da sentido a la existencia del PRD.
A veces el resultado de estas pugnas por ganar posiciones personales y de camarillas ha llegado a niveles tan grotescos que no sólo han provocado una dinámica de desgaste de organización e imagen pública, sino que se ha encumbrado a personajes sin seriedad, preparación ni compromiso. ¿Cuántos de estos sujetos que el partido hizo regidores, diputados, etc., no están ahora con nosotros sino que incluso están en otras agrupaciones agrediendo constantemente a nuestro partido? ¿De qué sirvió tanto pleito interno para colocar a personajes tránsfugas, mediocres y oportunistas? Como dije, es sólo un ejemplo de la ramplonería en la que hemos caído y que ha significado sacrificar el esfuerzo y la esperanza de cientos de miles o millones de personas, desde militantes hasta electores que han sido utilizados para otros propósitos.
Creo que una renovación es posible si somos capaces de admitir nuestros errores y excesos, si buscamos sin simulación conciliar lo mejor de cada parte, si se logra atraer a este esfuerzo de renovación a personajes notables tanto del partido como de la sociedad civil que proyecten una imagen más positiva y una confianza de muchos ciudadanos, sectores y organizaciones. No pretendo con ello ofrecer una visión maniquea de buenos y malos, de puros e impuros, de idealistas y pragmáticos, sino que considero que todos los perfiles caben dentro de un proyecto siempre y cuando la finalidad de hacerse del poder (que es el objetivo de todo partido político) sea para trabajar en serio para revertir las injusticias del actual sistema capitalista bajo el modelo neoliberal.
Asimismo, creo que debemos entender que no se trata de suprimir los conflictos internos porque ello no sólo es imposible sino porque éstos pueden ser positivos, pero para ello es necesario redefinir las pugnas internas con base en debates políticos, filosóficos, ideológicos, etc., auténticos, y ceñir las aspiraciones personales a los intereses del partido y dotar asimismo nuestro actuar personal y de partido de acuerdo a nuestra identidad de izquierda a una dimensión ética. Dicho de otro modo, se trata de darle un cariz positivo a nuestros desacuerdos para de ese modo encauzar nuestros conflictos a una vía institucional que nos blinde contra las crisis internas, o al menos a crisis políticas cuyo origen son resultado de una sórdida pugna de intereses estrictamente personales y de camarillas.
Finalmente, los cambios que se pueden realizar en la sociedad desde el ejercicio de los espacios de poder dependen de la correlación de fuerzas que se logra y en ese sentido el PRD no debe pretender ser ninguna vanguardia pero si una opción electoral de izquierda que vinculada al movimiento social mexicano, abone para frenar y eventualmente desmantelar ese modelo económico de capitalismo salvaje que nos tiene condenados al sufrimiento, la pobreza, la violencia, la corrupción, la inmoralidad, etc. Ya basta de permitir la existencia de un sistema político derechista fundado en el cinismo y la insensibilidad, cuyo ejercicio del poder se reduce a socializar las pérdidas de los ricos y privatizar las ganancias de los mismos.
Gracias.
Nota: Ponencia presentada en el Foro Estatal del PRD, Tepic, Nayarit, 27 de septiembre de 2009.