Cuando una amiga se va, algo se parte en el alma
Félix García Moriyón
Es conmovedora la letra de una canción que siempre me ha emocionado profundamente: «Cuando un amigo se va, algo se parte en el alma» Una amiga se ha ido, mi mejor amiga en la comunidad internacional, una amiga a la que amaba profundamente; y sin duda algo se parte en mi alma. Sólo hay tristeza, apenas aminorada por la esperanza. Anne Sharp se ha ido, se ha ido definitivamente y ya nunca estará con nosotros. Una muerte repentina, cuando todavía estaba llena de vida, de proyectos y de ilusiones. Una muerte inesperada. Íbamos a trabajar juntos dentro de veinte días en Italia; íbamos a encontrarnos de nuevo a finales de septiembre, en Colombia, pero ya no será posible. Ha muerto en su casa de Chiapas y ya no compartiré con ella ninguno de esos proyectos e ilusiones. Habíamos estado iniciando algunos planes para el futuro próximo tan solo hace un par de semanas, pero esos planes ya no tienen presente ni futuro. Somos frágiles, somos vulnerables, somos humanos.
Muchos de esta lista tuvieron la suerte, el privilegio, de conocerla personalmente. Era una espléndida comunicadora y una muy competente filósofa. No me cansaba de repetirlo en charlas y en escritos: filosofía para niños no sería lo que es sin ella. Lipman aportó la idea global, escribió espléndidas novelas, pero fue ella la que convirtió toda esa gran elaboración en un proyecto pedagógico que podía ser llevado a las aulas. Y fue básicamente ella la que diseñó un modelo de formación del profesorado que se ha convertido con el tiempo en uno de los instrumentos decisivos para la difusión de este ambicioso y hermoso proyecto por todo el mundo. A España vino muchas veces. Los primeros años venía puntualmente en verano a impartir el curso de formación para futuros formadores y bajo su cariñoso, imprevisible, creativo, magisterio, fuimos muchos los que nos ilusionamos y nos subimos al barco de una propuesta original e innovadora. Luego vino a varios seminarios, el último el pasado mes de marzo en Alcalá. Y una vez más estuvo brillante y cercana, sugerente y provocadora. De ella nos quedarán buenos recuerdos para siempre y, sobre todo, una misma ilusión: conseguir que la filosofía contribuya a hacer de todos, niños y adultos, mejores personas, más críticas, más solidarias, más cuidadosas, en un mundo que sobre todo necesita el apoyo generoso de quienes nunca han perdido la esperanza en los seres humanos.
Anne ha muerto. Frío, oscuridad y silencio. Bien lo decía Bécquer: «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!». A duras penas se abre camino un cálido rayo de esperanza, la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra, pues quizá el diálogo filosófico en el seno de una acogedora y fraterna comunidad de investigación se prolongue más allá de la muerte. Te has ido Anne y ya no hay consuelo. Tan solo la confianza en que tu recuerdo nos ayudará a seguir alimentando esta bella empresa filosófica. «Cuando un amigo se va y va dejando una huella que no se puede borrar».
Nota: Documento compartido al grupo Didáctica Filosófica (didactifilosofica@googlegroups.com) por Félix García Moriyon (felix.garciamoriyon@gmail.com) Mensaje reenviado de Wilbert Tapia (w211165@yahoo.com) Fecha: Sábado 3 de Julio de 2010 0:37
Este blog pretende ser una comunidad de aprendizaje sobre tópicos filosóficos y políticos, abiertos a cualquier persona que se interese por participar en los temas que aquí se exponen mediante comentarios críticos anotados al final del artículo del momento o enviándolos por email. Asimismo, todos mis escritos pueden ser reproducidos libremente en otros medios impresos o digitales conservando mi autoría.
sábado, 3 de julio de 2010
jueves, 1 de julio de 2010
Gabriel Vargas Lozano - La SEP y la eliminación de las humanidades
La SEP y la eliminación de las humanidades
GABRIEL VARGAS LOZANO *
Entre septiembre y octubre de 2008, la SEP inició una Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), a través de dos acuerdos (442 y 444) publicados en el Diario Oficial de la Federación. Esta reforma, dictada y orientada por la OCDE e inspirada en el Plan de Bolonia, tiene una gran trascendencia porque afecta a millones de estudiantes. Se trata de un paso más en la estrategia neoliberal puesta en marcha en el país desde 1982 y proseguida por todo y a pesar de todo por los gobiernos priístas y panistas. Algunas de sus características son: ubicar a todos los subsistemas de educación media superior (Colegio de Bachilleres, Conalep, Cecyt, las preparatorias de las universidades con excepción de la UNAM) en un Sistema Nacional de Bachillerato (SNB) controlado por el gobierno; poner en práctica una reforma educativa tecnocrática y eficientista basada en el método de competencias y eliminar, en lo posible, la función propedéutica que tenía la preparatoria para convertirla prácticamente en el último grado de educación de los mexicanos. Para este fin, los artífices de la RIEMS fijaron un “marco curricular común” para todos los subsistemas que estaba inicialmente formado por cuatro áreas disciplinares: matemáticas, ciencias experimentales, ciencias sociales (donde se ubicó la historia) y comunicación (donde se colocó la literatura). En otras palabras, la reforma ya no contemplaría ni el área de humanidades ni las asignaturas filosóficas como obligatorias.
¿Cuáles eran las razones? La SEP nunca las ha explicado pero no hace falta mucha perspicacia para descubrirlas: se trata de un proyecto de instrucción para el mercado de trabajo. Ante ello, desde un primer momento, las asociaciones de filosofía del país, organizadas en el Observatorio Filosófico de México (OFM), denunciaron, con el apoyo de la comunidad científica y cultural del país, el enorme desatino que implicaba la supresión de las disciplinas mencionadas para la educación. Afortunadamente, diversos factores hicieron que las autoridades educativas se retractaran y llegaran a un acuerdo (el 488) con el OFM, avalado por las autoridades educativas de todo el país y que se publicara en el Diario Oficial el 23 de junio de 2009 restableciendo el área de humanidades y considerando la lógica, la ética, la estética y la introducción a la filosofía como disciplinas obligatorias. Ese mes se celebró en Santo Domingo la Reunión de alto nivel sobre la enseñanza de la filosofía en la educación media superior convocada por la UNESCO y allí descubrimos que en otros países de Latinoamérica, desde hace unos años, se había suprimido la enseñanza de la filosofía; se había cambiado de nombre a los cursos y se había declarado que su función era “transversal” con los resultados de la eliminación de la disciplina. En esa oportunidad se redactó un importante documento (que se puede consultar en www.ofmx.com.mx) rechazando esa tendencia tecnocrática y antihumanística. Pasaron los meses y la SEP no movía un solo dedo para cumplir el acuerdo y, por tanto, el 5 de febrero de 2010 hicimos entrega tanto al titular de la SEP, Alonso Lujambio, como al subsecretario de Educación Media Superior, Miguel Ángel Martínez, de una carta firmada por un centenar de profesores e investigadores; representantes de todas las escuelas y facultades de filosofía del país y avalada por la Federación Mundial de Sociedades de Filosofía (FISP) donde se demandaba el cumplimiento de las disposiciones del acuerdo 488. La respuesta verbal (que está grabada) que dio el subsecretario a una comisión del observatorio fue negativa. En otras palabras, la SEP se retractaba de sus propios acuerdos y la mayor prueba es que hasta el momento, pasados 10 meses de la publicación del acuerdo 488, los funcionarios de la secretaría no han ofrecido una respuesta por escrito a nuestro documento ni se han interesado en promover los cambios de los planes y programas de estudio en los subsistemas. Frente a ello, hay que felicitar al Consejo Universitario de la UNAM por su excelente, preciso y contundente comunicado del 7 de abril, conminando a la SEP para que cumpla con el acuerdo 488.
¿Por qué la SEP se opone a las humanidades y la filosofía? A mi juicio, los autores de la reforma creen, en forma equivocada, que la formación técnica y competente está reñida con una buena formación filosófica y ya no se diga humanística. Se trata de un inmenso error. En las condiciones en que se encuentra el país, que afectan especialmente a la juventud, ¿no debería de ofrecerse un curso de ética bien formulado, no doctrinal y laico, donde se aborden los temas como el de las drogas, el narcotráfico, el aborto, la clonación, la muerte asistida, la enajenación, la desigualdad o la crisis de valores?; ¿el estudiante no debería saber cuáles son las concepciones filosóficas que han conformado a nuestra sociedad desde el pensamiento prehispánico hasta la actualidad?; ¿no debería tener elementos para conformar un pensamiento propio y correctamente formulado? ¿Y no debería ser consciente de la dimensión estética que se expresa en el arte o la literatura? Y en el caso de la técnica, ¿no debería saber qué es la técnica; cuál es su función en la sociedad y cuáles son sus formas de utilización beneficiosas o perjudiciales para la naturaleza y la especie humana? La respuesta de las autoridades ha sido y es la supresión de estas dimensiones en la formación del estudiante para que sólo se preocupe de cómo integrarse en forma acrítica, alienada y mecánica a las formas de trabajo exigidas por la “globocolonización”. Pero además de negarse en los hechos a incorporar las humanidades han recurrido a la simulación colocando cursos como los de “construcción de la ciudadanía” que, por el contrario, no deberían ser exclusivamente filosóficos sino interdisciplinarios.
Para documentarse, los tecnócratas de aquí y de allá, deberían leer el libro de la UNESCO La filosofía, escuela de la libertad, donde se expone que la materia debería ser enseñada en todos los niveles para conformar una auténtica ciudadanía democrática. Agregaría que la filosofía “bien enseñada” (ojo, autoridades de la SEP) permite la conformación de una mente libre, creativa, dispuesta a debatir y dialogar racionalmente sobre los grandes problemas sociales y que coadyuva a que los individuos puedan desempeñar en forma competente cualquier actividad. La filosofía y las humanidades proporcionan a los individuos armas culturales, históricas y lingüísticas para poder enfrentar un mundo extraordinariamente conflictivo como el actual. Es por ello que la SEP está obligada a cumplir ética y jurídicamente sus propios acuerdos.
* Coordinador del Observatorio Filosófico de México y profesor-investigador de la UAM-I.
Tomado de La Jornada (29 de Junio de 2010)
GABRIEL VARGAS LOZANO *
Entre septiembre y octubre de 2008, la SEP inició una Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS), a través de dos acuerdos (442 y 444) publicados en el Diario Oficial de la Federación. Esta reforma, dictada y orientada por la OCDE e inspirada en el Plan de Bolonia, tiene una gran trascendencia porque afecta a millones de estudiantes. Se trata de un paso más en la estrategia neoliberal puesta en marcha en el país desde 1982 y proseguida por todo y a pesar de todo por los gobiernos priístas y panistas. Algunas de sus características son: ubicar a todos los subsistemas de educación media superior (Colegio de Bachilleres, Conalep, Cecyt, las preparatorias de las universidades con excepción de la UNAM) en un Sistema Nacional de Bachillerato (SNB) controlado por el gobierno; poner en práctica una reforma educativa tecnocrática y eficientista basada en el método de competencias y eliminar, en lo posible, la función propedéutica que tenía la preparatoria para convertirla prácticamente en el último grado de educación de los mexicanos. Para este fin, los artífices de la RIEMS fijaron un “marco curricular común” para todos los subsistemas que estaba inicialmente formado por cuatro áreas disciplinares: matemáticas, ciencias experimentales, ciencias sociales (donde se ubicó la historia) y comunicación (donde se colocó la literatura). En otras palabras, la reforma ya no contemplaría ni el área de humanidades ni las asignaturas filosóficas como obligatorias.
¿Cuáles eran las razones? La SEP nunca las ha explicado pero no hace falta mucha perspicacia para descubrirlas: se trata de un proyecto de instrucción para el mercado de trabajo. Ante ello, desde un primer momento, las asociaciones de filosofía del país, organizadas en el Observatorio Filosófico de México (OFM), denunciaron, con el apoyo de la comunidad científica y cultural del país, el enorme desatino que implicaba la supresión de las disciplinas mencionadas para la educación. Afortunadamente, diversos factores hicieron que las autoridades educativas se retractaran y llegaran a un acuerdo (el 488) con el OFM, avalado por las autoridades educativas de todo el país y que se publicara en el Diario Oficial el 23 de junio de 2009 restableciendo el área de humanidades y considerando la lógica, la ética, la estética y la introducción a la filosofía como disciplinas obligatorias. Ese mes se celebró en Santo Domingo la Reunión de alto nivel sobre la enseñanza de la filosofía en la educación media superior convocada por la UNESCO y allí descubrimos que en otros países de Latinoamérica, desde hace unos años, se había suprimido la enseñanza de la filosofía; se había cambiado de nombre a los cursos y se había declarado que su función era “transversal” con los resultados de la eliminación de la disciplina. En esa oportunidad se redactó un importante documento (que se puede consultar en www.ofmx.com.mx) rechazando esa tendencia tecnocrática y antihumanística. Pasaron los meses y la SEP no movía un solo dedo para cumplir el acuerdo y, por tanto, el 5 de febrero de 2010 hicimos entrega tanto al titular de la SEP, Alonso Lujambio, como al subsecretario de Educación Media Superior, Miguel Ángel Martínez, de una carta firmada por un centenar de profesores e investigadores; representantes de todas las escuelas y facultades de filosofía del país y avalada por la Federación Mundial de Sociedades de Filosofía (FISP) donde se demandaba el cumplimiento de las disposiciones del acuerdo 488. La respuesta verbal (que está grabada) que dio el subsecretario a una comisión del observatorio fue negativa. En otras palabras, la SEP se retractaba de sus propios acuerdos y la mayor prueba es que hasta el momento, pasados 10 meses de la publicación del acuerdo 488, los funcionarios de la secretaría no han ofrecido una respuesta por escrito a nuestro documento ni se han interesado en promover los cambios de los planes y programas de estudio en los subsistemas. Frente a ello, hay que felicitar al Consejo Universitario de la UNAM por su excelente, preciso y contundente comunicado del 7 de abril, conminando a la SEP para que cumpla con el acuerdo 488.
¿Por qué la SEP se opone a las humanidades y la filosofía? A mi juicio, los autores de la reforma creen, en forma equivocada, que la formación técnica y competente está reñida con una buena formación filosófica y ya no se diga humanística. Se trata de un inmenso error. En las condiciones en que se encuentra el país, que afectan especialmente a la juventud, ¿no debería de ofrecerse un curso de ética bien formulado, no doctrinal y laico, donde se aborden los temas como el de las drogas, el narcotráfico, el aborto, la clonación, la muerte asistida, la enajenación, la desigualdad o la crisis de valores?; ¿el estudiante no debería saber cuáles son las concepciones filosóficas que han conformado a nuestra sociedad desde el pensamiento prehispánico hasta la actualidad?; ¿no debería tener elementos para conformar un pensamiento propio y correctamente formulado? ¿Y no debería ser consciente de la dimensión estética que se expresa en el arte o la literatura? Y en el caso de la técnica, ¿no debería saber qué es la técnica; cuál es su función en la sociedad y cuáles son sus formas de utilización beneficiosas o perjudiciales para la naturaleza y la especie humana? La respuesta de las autoridades ha sido y es la supresión de estas dimensiones en la formación del estudiante para que sólo se preocupe de cómo integrarse en forma acrítica, alienada y mecánica a las formas de trabajo exigidas por la “globocolonización”. Pero además de negarse en los hechos a incorporar las humanidades han recurrido a la simulación colocando cursos como los de “construcción de la ciudadanía” que, por el contrario, no deberían ser exclusivamente filosóficos sino interdisciplinarios.
Para documentarse, los tecnócratas de aquí y de allá, deberían leer el libro de la UNESCO La filosofía, escuela de la libertad, donde se expone que la materia debería ser enseñada en todos los niveles para conformar una auténtica ciudadanía democrática. Agregaría que la filosofía “bien enseñada” (ojo, autoridades de la SEP) permite la conformación de una mente libre, creativa, dispuesta a debatir y dialogar racionalmente sobre los grandes problemas sociales y que coadyuva a que los individuos puedan desempeñar en forma competente cualquier actividad. La filosofía y las humanidades proporcionan a los individuos armas culturales, históricas y lingüísticas para poder enfrentar un mundo extraordinariamente conflictivo como el actual. Es por ello que la SEP está obligada a cumplir ética y jurídicamente sus propios acuerdos.
* Coordinador del Observatorio Filosófico de México y profesor-investigador de la UAM-I.
Tomado de La Jornada (29 de Junio de 2010)
domingo, 27 de junio de 2010
Ricardo Luque - El patrimonialismo
El patrimonalismo
César Ricardo Luque Santana
En mi colaboración anterior sobre el vacío de autoridad, decía a propósito de la ausencia de una sociedad civil participativa, que el principal impedimento para la democracia y en particular para una democracia participativa sin la cual la democracia representativa es incompleta o limitada, se debía a un fenómeno llamado “patrimonialismo, el cual definí como una privatización de facto de los recursos públicos. Este fenómeno –que es universal- ya había sido estudiado por Max Weber quien precisamente lo define en términos de enajenación de los bienes públicos por la burocracia que detenta el poder. Sin embargo, este concepto se confunde con otros como el “clientelismo” y el “corporativismo”, los cuales son en realidad derivados y complementarios de él. Dicho lo anterior, se trata de analizar la relación entre éstos tres conceptos y explicar por qué el patrimonialismo constituye el cáncer de la democracia, lacera a la sociedad (prohijando a la corrupción) y pervierte a las instituciones públicas.
Sin embargo, previamente es necesario explicar brevemente las nociones de “clientelismo” y “corporativismo”. El primero se refiere a una relación entre funcionarios o representantes públicos y los ciudadanos, agremiados, etc., donde los primeros condicionan los apoyos a los segundos generando una dinámica de tráfico de favores, de tal suerte que los derechos políticos, sindicales, etc., son transformados en “favores” generando una perversa relación de dependencia política de quien detenta el poder sobre quien carece de él, envileciendo con ello la relación política entre ambos. El segundo por su parte, es un concepto más complejo pero en este caso se refiere a la trasformación en la práctica de una organización formal, supuestamente regida por reglas racionales, en un grupo de interés controlado por una camarilla la cual secuestra a la agrupación sometiéndola a sus intereses particulares, a tal grado que ejerce un implacable monopolio político. En los sindicatos se llega incluso a establecer la afiliación forzada y se somete también la voluntad de cada agremiado. En otras instancias como los partidos políticos, se ejerce el corporativismo con algunas variantes. En sí, una organización corporativizada (tomado el concepto en sentido peyorativo) actúa como una mafia.
A partir de estas definiciones que desde luego son muy generales, es posible advertir sus relaciones y como el patrimonialismo es la base de las otras dos, además de que explica por qué la democratización en serio de una organización o de una sociedad es muy difícil de lograr. En otras palabras, sostengo que el patrimonialismo socava las instituciones e impide un verdadero ejercicio del Estado de Derecho. Desde luego que esta tesis sólo podré enunciarla más no desarrollarla en este espacio, pero creo que una investigación empírica y concreta podría demostrar sin duda que el principal obstáculo para la implementación efectiva de una democracia entendida como una forma de vida y no sólo como meras reglas de “legitimación” del poder, estriba en el patrimonialismo.
La irracionalidad que observamos en la vida política en todos los niveles, ámbitos e instituciones, encuentran su explicación racional en este punto que es un verdadero cuello de botella para la realización de una democracia y un Estado de Derecho de verdad. Asimismo, es el factor que determina en gran medida la corrupción pública, pues si bien ésta tiene mil cabezas, la aceptación tácita del patrimonialismo y su funcionamiento implacable alienta y alimenta otras muchas formas de corrupción vinculadas a ella, como el peculado y otras.
De este modo, las organizaciones y personalidades de izquierda que reproducen en su seno estas prácticas patrimonialistas no pueden constituirse en alternativas de cambio. Para que ello ocurra, éstas deberían de apegarse al planteamiento de Antonio Gramsci de que una organización revolucionaria (democrática en este caso), debería de prefigurar en su propio seno la sociedad que se proyecta en el discurso. Es decir, si se pretende democratizar la sociedad, abatir la corrupción, etc., es necesario empezar por cambiar uno mismo, pues no sólo ese el cambio que está más al alcance de la mano, sino que es señal de congruencia y genera confianza. Sin embargo, nada hay más difícil de cambiar que el comportamiento humano, pues como decía Albert Einstein, “es más fácil trasformar un átomo que un prejuicio” (o un hábito). Paradójicamente, lo que menos cuesta en términos de dinero como la voluntad, es lo más difícil de lograr.
De este modo, si pensamos desde una perspectiva de la izquierda democrática que el socialismo que tenemos más a la mano es el de socializar el poder, empoderar a las masas, a las bases, a la sociedad, hacer efectivo en uno mismo el principio “mandar obedeciendo”; entonces un partido de izquierda que aspire al poder para realizar una transformación profunda a favor del pueblo, deberá decantarse por impulsar e implementar una democracia participativa (directa e indirecta) que saneé la democracia representativa y rompa con la corrupción que lacera a la sociedad, pues su abatimiento o reducción a su mínima expresión es una condición indispensable para construir una sociedad más justa y más libre. Sin embargo, es necesario predicar con el ejemplo.
(Luque2009@gmail.com)
César Ricardo Luque Santana
En mi colaboración anterior sobre el vacío de autoridad, decía a propósito de la ausencia de una sociedad civil participativa, que el principal impedimento para la democracia y en particular para una democracia participativa sin la cual la democracia representativa es incompleta o limitada, se debía a un fenómeno llamado “patrimonialismo, el cual definí como una privatización de facto de los recursos públicos. Este fenómeno –que es universal- ya había sido estudiado por Max Weber quien precisamente lo define en términos de enajenación de los bienes públicos por la burocracia que detenta el poder. Sin embargo, este concepto se confunde con otros como el “clientelismo” y el “corporativismo”, los cuales son en realidad derivados y complementarios de él. Dicho lo anterior, se trata de analizar la relación entre éstos tres conceptos y explicar por qué el patrimonialismo constituye el cáncer de la democracia, lacera a la sociedad (prohijando a la corrupción) y pervierte a las instituciones públicas.
Sin embargo, previamente es necesario explicar brevemente las nociones de “clientelismo” y “corporativismo”. El primero se refiere a una relación entre funcionarios o representantes públicos y los ciudadanos, agremiados, etc., donde los primeros condicionan los apoyos a los segundos generando una dinámica de tráfico de favores, de tal suerte que los derechos políticos, sindicales, etc., son transformados en “favores” generando una perversa relación de dependencia política de quien detenta el poder sobre quien carece de él, envileciendo con ello la relación política entre ambos. El segundo por su parte, es un concepto más complejo pero en este caso se refiere a la trasformación en la práctica de una organización formal, supuestamente regida por reglas racionales, en un grupo de interés controlado por una camarilla la cual secuestra a la agrupación sometiéndola a sus intereses particulares, a tal grado que ejerce un implacable monopolio político. En los sindicatos se llega incluso a establecer la afiliación forzada y se somete también la voluntad de cada agremiado. En otras instancias como los partidos políticos, se ejerce el corporativismo con algunas variantes. En sí, una organización corporativizada (tomado el concepto en sentido peyorativo) actúa como una mafia.
A partir de estas definiciones que desde luego son muy generales, es posible advertir sus relaciones y como el patrimonialismo es la base de las otras dos, además de que explica por qué la democratización en serio de una organización o de una sociedad es muy difícil de lograr. En otras palabras, sostengo que el patrimonialismo socava las instituciones e impide un verdadero ejercicio del Estado de Derecho. Desde luego que esta tesis sólo podré enunciarla más no desarrollarla en este espacio, pero creo que una investigación empírica y concreta podría demostrar sin duda que el principal obstáculo para la implementación efectiva de una democracia entendida como una forma de vida y no sólo como meras reglas de “legitimación” del poder, estriba en el patrimonialismo.
La irracionalidad que observamos en la vida política en todos los niveles, ámbitos e instituciones, encuentran su explicación racional en este punto que es un verdadero cuello de botella para la realización de una democracia y un Estado de Derecho de verdad. Asimismo, es el factor que determina en gran medida la corrupción pública, pues si bien ésta tiene mil cabezas, la aceptación tácita del patrimonialismo y su funcionamiento implacable alienta y alimenta otras muchas formas de corrupción vinculadas a ella, como el peculado y otras.
De este modo, las organizaciones y personalidades de izquierda que reproducen en su seno estas prácticas patrimonialistas no pueden constituirse en alternativas de cambio. Para que ello ocurra, éstas deberían de apegarse al planteamiento de Antonio Gramsci de que una organización revolucionaria (democrática en este caso), debería de prefigurar en su propio seno la sociedad que se proyecta en el discurso. Es decir, si se pretende democratizar la sociedad, abatir la corrupción, etc., es necesario empezar por cambiar uno mismo, pues no sólo ese el cambio que está más al alcance de la mano, sino que es señal de congruencia y genera confianza. Sin embargo, nada hay más difícil de cambiar que el comportamiento humano, pues como decía Albert Einstein, “es más fácil trasformar un átomo que un prejuicio” (o un hábito). Paradójicamente, lo que menos cuesta en términos de dinero como la voluntad, es lo más difícil de lograr.
De este modo, si pensamos desde una perspectiva de la izquierda democrática que el socialismo que tenemos más a la mano es el de socializar el poder, empoderar a las masas, a las bases, a la sociedad, hacer efectivo en uno mismo el principio “mandar obedeciendo”; entonces un partido de izquierda que aspire al poder para realizar una transformación profunda a favor del pueblo, deberá decantarse por impulsar e implementar una democracia participativa (directa e indirecta) que saneé la democracia representativa y rompa con la corrupción que lacera a la sociedad, pues su abatimiento o reducción a su mínima expresión es una condición indispensable para construir una sociedad más justa y más libre. Sin embargo, es necesario predicar con el ejemplo.
(Luque2009@gmail.com)
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