sábado, 13 de marzo de 2010

La otra violencia

La otra violencia

César Ricardo Luque Santana

Mucho se ha estado escribiendo y comentando últimamente en nuestro entorno social acerca de la violencia, particularmente a partir de la violencia generada por el crimen organizado vinculado a los cárteles de las drogas que se disputan entre sí las plazas para sus actividades ilícitas, y entre éstos y las fuerzas del orden público que tratan de someterlos.

La vida apacible de ciudades como Tepic, normalmente ajena a este tipo de situaciones, de pronto se ha vuelto inmersa en un clima de inseguridad, lo que ha constituido no sólo una problemática que periodistas e intelectuales han estado analizando puntualmente, sino que también es la comidilla de la población en todos sus niveles.

La preocupación por esta violencia que genera una zozobra donde todo mundo se haya expuesto de un modo u otro a sufrir sus consecuencias, es sin duda legítima. La irrupción de la misma en nuestras calles ha sido tan constante y agresiva, que no es posible ignorarla, sobre todo cuando miramos hacia otras entidades donde sin duda los grupos criminales no sólo han rebasado a las autoridades, sino que actúan con un salvajismo escalofriante.

Pero como bien observa el profesor Severiano Ocegueda en una disertación de video en el espacio del periodista Oscar González Bonilla, “Nayarit Altivo.com” (ver www.nayaritaltivo.com), la violencia estructural y la barbarie institucionalizada que ejerce el capitalismo todos los días contra la mayoría de la población, tiende a pasar desapercibida. Es necesario por tanto retomar este enfoque planteado por el profesor Ocegueda en su alocución respecto a este tipo de violencia, menos visible o más sutil según se quiera, pero que igual lacera a la sociedad y es en gran medida la base de la otra violencia, la más ostensible y atemorizante, que es la ligada a las actividades de los grupos criminales señalados al inicio de este escrito.

Se podría intentar un acercamiento más amplio y profundo respecto al tópico de la violencia partiendo de su conceptualización. La definición etimológica del vocablo “violencia” se compone de dos palabras: “vis” y “lentus”, que significan respectivamente “fuerza” y “lento o lentamente”, lo que en una traducción más libre, ésta última denota “duración” o “continuidad”. En consecuencia, violencia es un poder que se ejerce con base en la fuerza, de manera que alguien sometido por la violencia, no actúa conforme a su voluntad. De esto se desprende que la violencia no siempre es visible pues habitualmente se tiende a asociarla con balazos, golpes, torturas, etc., es decir, formas de realizar daños físicos a las personas e incluso a las cosas. En el primer caso, las evidencias serían la existencia de sangre, moretones, cadáveres, etc.; en el segundo, la destrucción de vehículos, edificios, etc.

En los casos de violencia doméstica, se habla de una violencia psicológica que generalmente infringe el hombre machista a la mujer, una violencia verbal que seguramente va acompañada en ocasiones de violencia física. La primera es –aunque en forma diferente- una forma de violencia que incluso puede ocasionar heridas más difíciles de curar. La violencia psicológica o verbal es también violencia porque implica un sometimiento a la fuerza, pues la intimidación o la amenaza tienen el mismo efecto que la agresión física en sí, toda vez que la víctima tiene la certeza absoluta que su abusador si es capaz de lastimarla efectivamente.

En esta perspectiva, podemos señalar un repertorio muy amplio de la otra violencia, la que ejerce el capitalismo neoliberal contra la mayoría de la población, violencia social que como la violencia psicológica, es también invisible, pero que se expresa o se percibe de un modo más sutil porque se encuentra no sólo legitimada culturalmente sino también legalizada institucionalmente, pues por ejemplo, la mayoría de las personas perciben que la injusticia social es natural o dada, lo cual ocurre porque las ideas dominantes son -como decía Marx- las de la clase dominante, lo que significa que la subjetividad de la mayoría de las personas ha sido controlada por ésta, a partir de una serie de mediaciones y mediatizaciones como las ejercidas tradicionalmente por la religión, y modernamente por los medios masivos de comunicación, entre otros muchos agentes (la escuela, etc.), cuyas practicas reproducen constantemente el orden social existente.

En este sentido, hay violencia cuando se es pobre o desempleado, cuando el sistema priva a alguien de lo más elemental y encima lo hace responsable de su mala situación, eximiendo al mismo tiempo al modelo económico prevaleciente de toda responsabilidad. Hay violencia cuando se obliga a un empleado o empleada que labora como cajero en un centro comercial, a permanecer de pie 8 ó 10 horas al día; o cuando a las personas que ingresan a un trabajo, se les obliga a firmar en blanco un papel que será usado para “renunciarlo” cuando al patrón le convenga, escamoteándoles con ello sus derechos laborales; o cuando a una mujer embarazada se le despide del trabajo por ese sólo hecho (aunque la ley lo prohíbe), etc.

Hay violencia institucional con los atracos de cuello blanco como el Fobaproa, donde las quiebras de los grandes empresarios –la mayoría de ellas fraudulentas- son pagadas por los contribuyentes recortando el gasto público para sufragar deudas privadas; mientras que en contraste, las deudas de la gente común no son perdonadas en modo alguno, sino que se les añade el anatocismo. Los abusos constantes de banqueros, empresas de telefonía celular, etc., contra sus clientes, también son formas de violencia porque se actúa siempre unilateralmente a favor de los que más tienen en detrimento de los que menos tienen.

Hay violencia también en muchas de las canciones de la llamada “música banda”, no sólo por la manifiesta apología del delito de los narcocorridos, sino por las ofensas constantes a las mujeres reducidas a objetos sexuales. Los constantes mensajes de machismo, misoginia, homofobia, etc., de muchos programas de televisión dedicados a las frivolidades, donde el doble sentido, la morbosidad sexual y lenguaje soez, refuerzan y reproducen prejuicios y antivalores, que a su vez se traducen en formas de violencia verbal y física, también están en esta tesitura.

Hay violencia asimismo cuando las autoridades que deberían de proteger a los grupos sociales más vulnerables son los primeros en abusar de ellos, como cuando se les expropian tierras a los campesinos para hacer presas, carreteras, aeropuertos, etc., y luego se les escamotea su indemnización; o cuando se despoja de sus tierras en playas a pescadores mediante engaños o represión para revenderlas más caras a extranjeros millonarios, privatizando de paso las playas mismas.

De todas estas formas de violencia se habla poco o nada por olvido, ignorancia o complicidad. Pero sobre todo, porque hay una concepción errónea que tiende a ver el modelo económico neoliberal como natural y no como lo que es, una construcción social con un sesgo de clase. La crítica a la violencia criminal que se desentiende de la crítica social o la realiza de manera tangencial, es necesariamente limitada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario