Fariñas: hambre por el hambre
MARCO RASCÓN
Grande es el hambre imperial, farisea y conservadora por acabar con la existencia de una Cuba que ha demostrado a Latinoamérica y el mundo que se puede vivir sin la tutela estadunidense. Más de medio siglo de independencia cubana, proyectada en solidaridad y humanismo, duele a quienes han apostado a la destrucción del proceso. ¿Qué ha hecho la mafia de Miami con todos sus millones de dólares en financiamiento o ganancias para mitigar el hambre en el mundo? ¿De qué ha servido su idea de democracia”, salvo el reclamo de sus latifundios y burdeles o para fomentar el terrorismo cuando Estados Unidos dice luchar contra él?
La huelga de hambre de Guillermo Fariñas debe verse no por el medio utilizado por activistas como Boby Sands en Inglaterra o pacifistas como Mahatma Gandhi, sino por sus demandas y fines, que son la vieja hambre de Washington contra la independencia de Cuba. Puesto el sacrificio personal como acción ideológica para hacer de ella la puerta de la concepción de democracia única que proclama el imperio y que es la que garantiza los intereses minoritarios sobre los mayoritarios, esto no tiene que ver ni con la legalidad ni con los derechos humanos, sino con las habituales conspiraciones desde el exterior contra Cuba y su revolución.
Los demócratas fariseos reclaman en ese coro que la democracia debe ser a imagen y semejanza de la que son parte y administran. Guillermo Fariñas con su hambre lucha por que en Cuba haya una democracia que garantice el hambre, que haya niños de la calle, desperdicio, basura, contaminación, degradación de los recursos naturales, economía dependiente, discursos e insultos entre políticos profesionales que pactan beneficios fiscales para quienes en las elecciones los apoyan.
La lucha de Guillermo Fariñas y sus damas busca una democracia llena de crímenes diarios, de muertos en fuegos cruzados por la existencia del paramilitarismo cuando la ley y la fabricación de pruebas ya no son suficientes. La lucha de Fariñas es otra que lucha por el derecho a ser reprimidos, pues en la forma tratan de ocultar los objetivos.
Es lamentable la posición que han adoptado en México partidos y movimientos de izquierda, alejados de América Latina. No es de ahora ni de esta coyuntura: es una complicidad que forma parte de la aceptación de que somos ya parte exclusiva de América del Norte, y a ella se debe el rumbo económico que tenemos, las formas de dependencia y el esquema de transición política.
Luego de la Cumbre de Cancún, donde se acordó la formación, sin Estados Unidos ni Canadá, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, adoptada por 32 países que participaron en la Cumbre de la Unidad de América Latina y del Caribe y la reunión del Grupo de Río que daría fin a la era de la Organización de Estados Americanos, la OEA, de larga tradición injerencista y homogeneizada por Estados Unidos, la escalada contra Cuba surge del eje Miami-México-Honduras para buscar que el nuevo proyecto se subordine a los intereses hemisféricos de Washington sin que éstos estén presentes.
Para la izquierda mexicana, alejada desde hace años de América Latina en el orden de la visión política, económica e ideológica, las consecuencias han sido un profundo vacío que ha llenado la derecha pro estadunidense y el pragmatismo priísta que ya anuncia su retorno como interlocutor de los intereses mexicanos con Estados Unidos. Cuando México debería estarse manifestando y apoyando a los connacionales en sus demandas por una reforma migratoria integral, la carta de presentación unánime de la clase política mexicana llama a sumarse a las conspiraciones contra Cuba, dirigidas desde Miami.
¿Qué ha hecho el Congreso mexicano contra la violación de derechos humanos en Guantánamo? ¿Cuál ha sido el papel de la izquierda mexicana en la legitimación del golpe de Estado en Honduras, que ahora es plataforma para actuar contra Cuba?
México tiene hoy el deshonroso papel de representar los intereses de Estados Unidos en América Latina. Pasamos de la política exterior foxista del rompimiento, a la de Felipe Calderón de sumarse al entreguismo y cuestionar a Cuba, cuando ésta sigue siendo el referente de independencia, de identidad latinoamericana, ganada a pulso con el esfuerzo y conciencia del pueblo cubano.
Chomsky dijo que tratándose de libertades “nunca como hoy hubo tanta libertad de expresión, pero nunca como ahora hubo tanto control del pensamiento”. Si a pensamiento único vamos, el neoliberalismo está basado en el determinismo de que el único mundo posible es el de los grandes intereses globales y sus oligarquías locales.
La huelga de Fariñas y el deceso de Orlando Zapata (que no motivó ninguna campaña de sus correligionarios hasta que murió) no son comparables con el humanismo demostrado por la revolución cubana y sus aportaciones solidarias.
Hoy estas batallas no son sólo por Cuba, sino por la perspectiva latinoamericana en disputa; entre el entreguismo del gobierno mexicano y el ejemplo de independencia y unidad latinoamericana de la que Cuba es referente obligado.
http://www.marcorascon.org
Fuente: La Jornada (23 de marzo de 2010)
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