¿Qué es el amor?
César Ricardo Luque Santana
Seguramente todos tenemos una respuesta limitada o profunda acerca de esta pregunta. En este sentido, si hacemos una especie de inventario de las nociones más comunes sobre lo que es el amor, podremos darnos cuenta que solemos reducir el amor a la pareja heterosexual, aunque sabemos que el amor entendido como un cariño profundo y sublime puede hacerse extensivo a muchas situaciones diferentes. De este modo, decimos que hay amor de padres a hijos y a la inversa, al amor entre amigos preferimos llamarle amistad, se puede amar a un perro o a una mascota cualquiera, se puede también amar a un objeto o tener un aprecio muy grande por él, como quien atesora un anillo o algo así que le fue regalado por su padre o madre y que le es muy significativo por los gratos recuerdos que le traen, hay quien ama la riqueza, el poder, los lujos, a Dios, etc.,
Ahora bien, si revisamos las nociones más comunes que tenemos acerca del amor como algunas de las que hemos mencionado, podemos darnos cuenta de una serie de inconsistencias o ligerezas, porque por ejemplo, si se considera que el amor es un sentimiento sublime o puro, ello implicaría que es desinteresado, que es recíproco, que no necesariamente tiene connotaciones sexuales, entre otros aspectos parecidos, todo lo cual nos impide llamar amor a todos los ejemplos que pusimos.
En efecto, si creemos que el amor es un sentimiento puro y recíproco, podemos darnos cuenta que entonces el amor entre dos personas no debe confundirse con la atracción física, que no se reduce tampoco a las parejas heterosexuales, que incluso no se limita a las personas, que el amor por los objetos o los lujos es ajeno a las características que creemos tiene el amor, porque en estos casos es evidente que no hay reciprocidad, pues podemos “amar” a nuestro auto pero éste no puede amarnos a nosotros, lo que si puede hacer un perro o algún otro animal, y desde luego, una persona.
Platón llamaba al amor “Eros” que significa literalmente “deseo”. La filosofía misma es definida supuestamente por Pitágoras como “amor a la sabiduría”. El deseo erótico desde la perspectiva de la filosofía significa que sólo amamos o deseamos lo que no tenemos, lo que no poseemos, y desde luego, lo que consideramos espiritualmente valioso porque nos hace crecer como seres humanos acercándonos a la divinidad o a la perfección. El saber en este caso es algo que no podemos poseer de una vez y para siempre, pues sólo un Dios podría hacerlo, pero en la medida en que desde nuestra condición humana mantenemos vivo el deseo de saber más y en forma más profunda -lo que implica cultivar constantemente el intelecto- nos hacemos mejores personas espiritualmente hablando según la lógica de los filósofos griegos antiguos. Por otra parte, significa reconocer que el conocimiento de los humanos es imperfecto y por ello inagotable, y por lo tanto se mantiene como un proceso siempre abierto. De este modo, si hacemos un paralelismo de esta perspectiva filosófica que nos habla del amor a la sabiduría para lograr la buena vida o la felicidad, respecto del amor en pareja, tendríamos que admitir por consiguiente que amar a otra persona como nuestra pareja significaría ir más allá de su apariencia personal, pues de otro modo el supuesto amor se perdería cuando dicha apariencia cambiara con el envejecimiento o por cualquier otro factor; que se debería de tener un amor correspondido y no unilateral; y que sería necesario alimentarlo permanente para que no se agotara, como un fuego que no se debe dejar apagar para que perdure.
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