El obstáculo epistemológico en el aprendizaje
César Ricardo Luque Santana
En el libro Dialéctica de lo Concreto, el filósofo checoslovaco Karel Kosik sostiene que el acceso al conocimiento científico o filosófico no es gradual sino que implica un “salto” cualitativo, mientras que el filósofo francés Gastón Bachelard en la Formación del espíritu científico, nos dice que es necesaria una “ruptura” epistemológica contra el sentido común al cual identifica como “obstáculo” epistemológico. Ambas posturas causan desconcierto a algunas personas porque tienen la idea de que el conocimiento o aprendizaje parte de lo que nos es familiar a lo desconocido, que nunca se hace tabula rasa del pasado sino que siempre se parte de algo, lo cual es relativamente cierto. ¿Cómo conciliar entonces ambas posturas, esto es, la necesidad de “ruptura” o “salto” con la necesidad de ir de lo conocido a lo desconocido?
Platón y Aristóteles sostenían que la admiración o extrañamiento era lo que posibilitaba el filosofar, de manera que lo que nos es familiar o conocido se vuelve aquí un manto u obstáculo que cubre las cosas impidiendonos ver la verdad, del mismo modo como nuestro idioma español nos impide en principio aprender otro idioma extranjero, el cual está oculto por nuestro lenguaje. La admiración es entonces un estado de perplejidad que consiste en percatarse de que algo no embona y de que nuestros conocimientos habituales no son suficientes para obtener una explicación satisfactoria, por lo que estamos obligados a buscar otro modo de pensar o de relacionarnos con el objeto que queremos comprender o determinar en su verdad.
Así entonces, la filosofía desde sus orígenes ha considerado que la verdad está oculta en las cosas mismas y que sólo es inteligible al pensamiento, pues sólo éste puede penetrar a la esencia de las cosas que es donde radica su verdad. Por cierto, esto último ha devenido a su vez en otro obstáculo epistemológico a decir de Bachelard, porque se cae en un “esencialismo” o “sustancialismo”, lo que significa una forma de pensamiento metafísico que tiende a fijar como inmutable el modo de ser de las cosas. Luego volveré someramente a esclarecer lo que significa el esencialismo, pero por ahora es importante recalcar la diferenciación entre esencia y fenómeno que estableció la filosofía antigua, primero con Parménides y luego con Platón, quienes definían el saber vulgar u ordinario como doxa u opinión, mientras que el saber racional o por principios era llamado episteme o conocimiento por causas.
Platón decía que todo conocimiento es creencia, pero las creencias basadas en la doxa eran opiniones originadas por los sentidos, y más ampliamente, las consideraba creencias irreflexivas, ingenuas o dogmáticas aprendidas por tradición o costumbre; las cuales sólo captaban los aspectos fenoménicos de las cosas, es decir, sus aspectos externos que son heterogéneos e inestables. De hecho, el vocablo “fenómeno” significa “lo que aparece”, por lo que un saber fenoménico es un saber de apariencias y éstas suelen ser engañosas, lo que impide conocer la verdad de las cosas puesto que ésta sólo es accesible a la razón porque sólo ella puede captar el elemento que no cambia (la esencia). En este sentido, el conocimiento por esencias es el único viable aunque también sean creencias, sólo que están fundadas racionalmente. En nuestros días, Karl Popper decía que el conocimiento científico se basa en conjeturas porque siempre tienen un carácter provisional, ya que pueden en un momento dado ser refutadas o disminuir su poder explicativo.
Aprender a pensar por tanto, implica realizar una ruptura epistemológica como decía Bachelard, porque es necesario moverse sólo en el plano del pensamiento abstracto. Se trata en consecuencia de romper con las formas cotidianas de relacionarse con los objetos del conocimiento pues al quedarse en el plano de lo fenoménico o de la inmediatez, se cierra la posibilidad de obtener un conocimiento racional o fundamentado.
Para comprender mejor esta necesidad de ruptura epistemológica, podemos ilustrarla con un ejemplo: sabemos gracias a la ciencia que el mundo gira en un doble movimiento de rotación y traslación, pero nosotros no lo sentimos ni nos percatamos de ello. El mismo descubrimiento de que la tierra es redonda se produjo gracias al pensamiento abstracto, a la capacidad deductiva, lo cual se verificado en virtud de una serie de inventos o tecnologías que actúan como extensiones de nuestros sentidos permitiéndonos no sólo verificar lo alcanzado mediante la razón, sino incluso medirlo con precisión, formalizarlo matemáticamente y hacerlo predecible.
Por lo tanto, el aprendizaje de las ciencias y la filosofía implica despojarse del lenguaje y forma de pensar propios de las actividades de la vida cotidiana para apropiarse de modelos teóricos y de un lenguaje conceptual o técnico, los cuales sólo se pueden aprender de manera significativa mediante un proceso que va de lo general a lo particular, lo que quiere decir que el conocimiento gradual sólo es posible dentro del pensamiento abstracto mismo, mas no del conocimiento vulgar al científico porque sería incurrir en contradicciones lógicas, pues es como si alguien pretendiera ser astrónomo y conservar al mismo tiempo algunos “conocimientos” de astrología.
El esencialismo por su parte, es como ya se dijo, una manera de petrificar los conocimientos, cuando sabemos que el conocimiento científico es inacabado porque está en constante perfeccionamiento. ¿Por qué se da el esencialismo? Porque el pensamiento metafísico (que es precientífico), confunde el plano de lo epistemológico (del conocimiento) con el plano de lo ontológico (de la realidad). Dicho de otra manera, si se quiere saber lo qué es algo, su verdad, es necesario encontrar su factor común el cual se expresa en un concepto universal. El concepto fruta por ejemplo se refiere a un conjunto de plantas cultivadas o silvestres que son comestibles pero se diferencian de otros productos como los vegetales porque poseen un sabor y aroma más intenso, además de tener otras propiedades nutritivas, de manera que la pera, la manzana, el plátano, etc., son frutas. Pero esta esencia o factor común es convertida por los metafísicos en una causa o primer principio, de manera que lo que es un procedimiento cognitivo para hacer una definición conceptual, se trastoca en un procedimiento metafísico puesto que se interpreta que la esencia o el elemento común -el cual permanece siempre igual a sí mismo- es el “ser” de las frutas singulares. En otras palabras, lo que es resultado (efecto) de un proceso de abstracción de la mente humana, es considerado como algo preexistente (causal) a las frutas singulares, de modo que por este quid pro quo (tomar una cosa por la otra) como dijera Marx en La sagrada familia que es donde se hace este análisis, que lo que es un producto del pensamiento (el concepto) es transformado metafísicamente en una “realidad” supramaterial, en una verdad absoluta, en una causa, de tal suerte que el concepto “fruta” obtenido por un proceso lógico-epistemológico, es asumido ontológicamente. En este sentido, lo que original y realmente es un efecto es trasformado en una causa invirtiendo el proceso.
Finalmente, pienso firmemente que los educadores debemos analizar la obra de Bachelard arriba mencionada para repensar nuestras estrategias didácticas, pues a veces en un afán de “facilitar” el aprendizaje se refuerzan formas de “pensar” superficiales que precisamente se deben combatir. Los usos del lenguaje oral en las intervenciones en el aula o mediante trabajos escritos, así como el ejercicio de la duda o la actitud acrítica que realizan los estudiantes, son indicativos para determinar si están dando ese salto o no. La filosofía nació precisamente como una transición del mito al logos, es decir, pasó -mediante una ruptura epistemológica- de una forma de saber que trataba de dar cuenta del mundo, de encontrarle sentido, basada en la fantasía o pensamiento mágico, a una saber racional que intenta explicar la naturaleza a partir de sus propios elementos sin aducir ingredientes extraños. Claro que sería necesario que los profesores no carecieran ellos mismos de un pensamiento crítico.
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