La pugna contra los partidarios del voto nulo deliberado
César Ricardo Luque Santana
¿No que al diablo las instituciones?
La disputa contra los partidarios del voto nulo deliberado ha ido cobrando fuerza como tema de discusión político electoral cada día. Sin embargo, muchas de las razones contra esta postura no son sólo endebles sino pueriles amén de inverosímiles, sin contar con que algunos de los detractores del voto nulo carecen de autoridad moral para denostar, mientras que otros parecen estar pontificando con sus argumentos, sin obviar el tonito de regaño con el que hacen sus señalamientos.
Los críticos del voto nulo, particularmente los que conforman la clase política, han reaccionado virulentamente contra lo que en principio es un derecho que le asiste al ciudadano de votar, abstenerse, invalidar su voto o romper su boleta si quiere, que como contribuyente le ha costado muy cara (¿alguien sabe cuánto?), pero lo más irritante de todo, es su total ausencia de autocrítica, pues una cosa es combatir una determinada postura que se considera errónea y otra muy distinta es primero tratar de entenderla. Creo que si nuestra desprestigiada clase política tuviera un poquito de decencia, debería de entender primero que son la causa de lo que juzgáis (como diría cierta poetisa), y luego deberían de ofrecer disculpas a los ciudadanos de sus errores, excesos e ineficiencia, de lo mal que tienen a la nación, y si acaso, solicitar un voto de confianza comprometiéndose a actuar con responsabilidad y a representar primero a los ciudadanos de sus distritos (a todos) en vez de estar al mande usted de sus cúpulas partidistas o de los empresarios, aunque desde luego, nadie les crea nada de lo que digan.
Debo aclarar que por mi parte (porque sólo puedo hablar por mí mismo), que el mensaje fundamental del voto nulo es el repudio a un sistema político que ya está agotado, que requiere de otro arreglo institucional que refleje una verdadera pluralidad política y permita la existencia de verdaderos controles ciudadanos. Resulta grotesco y repulsivo que algunos comunicadores alcahuetes que actúan como representantes de los poderes fácticos, quieran montarse en la indignación ciudadana y capitalizarla como si ellos la hubieran propiciado, cuando es evidente que sus posturas a favor del “voto en blanco” son por razones diferentes a las que seguramente tenemos otros ciudadanos. Por ello, cuando le dicen a la clase política que está muy desacreditada, se curan en salud porque ellos también forman parte de lo mismo. Desde luego, que este repudio también debe de dirigirse contra los partidos de izquierda que no han sabido ser una oposición a los partidos del neoliberalismo sino que se han integrado a ellos, percepción por cierto recoge muy bien Alfonso Ramírez Cuellar.
Me parece inadmisible asimismo la hipótesis de algunos políticos e intelectuales de hablar de una conjura de derechas y de una manipulación con el fin de evitar el voto de castigo al gobierno de Calderón, pues faltan al respeto a los ciudadanos que razonadamente asumen una postura determinada tratándolos como menores de edad en política. Ahora resulta que hay ciertos personajes y grupos de derechas que supuestamente están urdiendo esta estrategia para beneficiar al PAN, pero muchos mexicanos asumimos la decisión de anular el voto mucho antes de que estos entes de derechas hicieran su aparición pública. Quiere decir entonces que en mi caso me lavaron el cerebro vía telepática pues no sólo no sabía de sus existencia, sino que ni siquiera sé lo hacen o dicen.
Se señala a un pariente del espurio que fue alcalde de Puebla y que luego salió del blanquiazul y contendió sin suerte por el Partido del Trabajo. Pero entonces, ese sujeto no era un siniestro personaje derechista sino hasta ahora que lo relacionan con Calderón. E igual sucede con Tatiana Clouthier, que cuando enfrentó a la cúpula panista era una heroína y ahora es una perversa derechista. En cambio, la historia de mapache de Arturo Núñez se lavó porque entró al PRD y el oportunismo de Porfirio Muñoz Ledo está también eximido. ¿Cuántos personajes de las izquierdas conocemos que nunca militaron el PRI pero se comportan como el peor de los priístas?, ¿cuántos personajes de los partidos de izquierda conocemos con un lenguaje de izquierda y una práctica de derecha? No se trata de arrogarse el derecho de expedir títulos de quién es de izquierda y quién no es, sino de entender que la izquierda no está en ciertos individuos o instituciones sino que es una actitud ante la vida que se mide por la congruencia entre lo que se dice y se hace. ¿Qué se puede pensar cuando uno se da cuenta que los candidatos de las izquierdas tienen propuestas parecidas a los candidatos de las derechas y que sólo difieren por cuestiones de matices?
Dejemos a un lado las falacias pues no es creíble que el movimiento a favor del voto nulo sea orgánico, que esté articulado y menos que esté dirigido. Es ridículo pensar que haya una manipulación cuando algunos personajes ubicados a la derecha política se han manifestado tardíamente por la anulación del voto cuando muchos otros ajenos a ellos lo hicimos antes. Es irrespetuoso e irresponsable afirmar que cuando los demás no piensan como yo es porque están manipulados. ¿Por qué insistir que los que piensan distinto son ingenuos (sin dejar de reconocer que se pueda estar en el error) o que la gente es menor de edad en política y sólo hacen lo que le dicen otros? ¿Por qué creer que si coincidimos casualmente con los adversarios estoy siendo manipulado o les hago el juego, pero si le hago caso a mis afines no estoy manipulado? ¿Por qué generalizar a partir de unos casos particulares (de los que tienen el micrófono)? ¿Qué debemos decir o pensar en cambio de los que siendo diferentes coinciden en contra del voto nulo?, ¿qué están aliados? Por favor…
¿Por qué tanta preocupación por el voto nulo si el abstencionismo siempre ha sido el partido mayoritario? ¿Quiénes son los partidarios del voto nulo, ¿cuáles son sus preferencias ideológicas y por qué decidieron anular su voto? Hay mucha especulación gratuita al respecto, pero no obstante ello, se atreven a hacer afirmaciones temerarias.
Que el voto nulo es marginal porque es un fenómeno del Internet y la mayoría no tiene acceso a él, que es onda de los blogueros que casi en nadie inciden, que no tiene consecuencias jurídicas ni políticas como dijo Zurita, presidente del IFE impuesto por Elba Esther Gordillo, que aunque vote el 5% de los electores con eso es suficiente y no hay ninguna crisis de legitimidad, etc. No dudo que el cinismo de la clase política diga cosas así e incluso que les valga madre no sólo los abstencionistas pasivos y/o activos sino sus propios electores. Dicen además que no se podrá distinguir el voto nulo deliberado del voto producto del error, pero eso es falso, porque si el voto nulo ha sido de 2.5% en promedio históricamente, es fácil deducir que un aumento exponencial de éste significa que se trata del voto nulo deliberado.
Desafortunadamente estamos en un callejón sin salida, pues si bien por un lado está altamente justificado el repudio a la clase política (esto incluye al duopolio televisivo); por el otro lado lastima que el panismo salga fortalecido (aunque ya tienen la mayoría garantizada con su alianza con el PRI y los colaboracionistas chuchos). Tal vez lo ideal es que quien tenga manera de votar por las pocas opciones personales que hay, lo haga, pues no se trata de un abstencionismo activo a ultranza que haga abstracción de las condiciones específicas de cada situación. En mi caso, no tengo ninguna alternativa.
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