domingo, 22 de marzo de 2009

Parálisis gubernamental

Parálisis gubernamental

César Ricardo Luque Santana

La percepción de que Felipe Calderón no sabe gobernar porque no toma las decisiones adecuadas y en el momento oportuno, y que las que toma las hace con notorios titubeos, es muy generalizada no sólo entre la clase política y en particular dentro la oposición, sino también entre la crítica periodística independiente, pues por ejemplo, respecto a la crisis económica, en vez de tomar medidas a la altura del problema, reacciona a destiempo y con tibieza, además de hacerlo en forma oportunista (léase electorera).

En efecto, los dardos envenenados que le lanzó recientemente el legislador priísta Beltrones (en el marco de los dimes y diretes entre la dirigente del PRI Beatriz Paredes y el pendenciero presidente del PAN Germán Martínez) sobre su ambigüedad respecto a una serie de casos como el de la secuestradora francesa, donde a pesar de lo que dijo sobre la justicia en México, dejó la puerta abierta para su eventual extradición y liberación anticipada por la justicia francesa; su sometimiento ante la participación financiera del gobierno de Estados Unidos en Banamex a pesar de la prohibición constitucional al respecto; y la puntada de organizar foros para que los estados de la federación que gusten, se disputen la creación de la nueva refinería de PEMEX, en vez de tomar la decisión ya con base en criterios técnicos y económicos; además de otras situaciones por el estilo como aquella donde organizó un concurso para el trámite más inútil de la administración pública federal, así como su parsimonia para hacerle frente a la grave crisis económica, o las enormes deficiencias mostradas en el combate al problema de la inseguridad, todo lo cual, pone en evidencia la incapacidad del presidente de México para resolver estos asuntos manera oportuna, clara y eficiente, pero sobretodo, defendiendo los intereses de la mayoría de la sociedad a la que supuestamente se debe. Sus respuestas a los diversos problemas en cambio, han sido hasta ahora en gran medida mediáticos y recurriendo en sus alocuciones a pura palabrería basada en sobados clichés de superación personal, que no hacen otra cosa que evidenciar su impotencia.

Independientemente de todas esas carencias e incompetencias, las soluciones puestas en práctica no atacan las verdaderas causas de los problemas, sino que se quedan en el nivel de la sintomatología. La razón de esta actitud indolente y timorata es porque no se atreve a atacar las causas reales de todos los problemas del país, principalmente el económico que de algún modo provoca todos los demás. Esto es así porque no está dispuesto a romper con el proyecto político, económico y social enarbolado por su partido y sus secuaces enmarcado en el neoliberalismo, cuando en otras latitudes buscan alternativas al mismo incluso dentro del propio capitalismo.

En efecto, el modelo neoliberal ha socavado los cimientos de la sociedad mexicana generando miseria y violencia por doquier, de manera que el ignorar ese punto conduce a soluciones precarias y superficiales que dejan intactos los problemas. Por ejemplo, la espiral de delitos comunes y del crimen organizado, tienen que ver –como lo señaló muy bien la filósofa Roxana Kreimer- con la inequidad social, de manera que a mayor desempleo, de deterioro constante y acelerado de la calidad de vida de la enorme mayoría de la población, es de esperar que se genere más actividad delincuencial. En este sentido, es obvio que esta problemática no podrá ser resuelta de manera significativa y efectiva sólo con medidas policíacas y/o legales -si bien son importantes y necesarias-, mientras las condiciones sociales, económicas y culturales que permiten que se dé este fenómeno de manera desbordada, persistan y tiendan a empeorar, con lo cual se alimenta y retroalimenta incesantemente las causas de lo que se quiere combatir, como si se quisiera apagar el fuego echando más gasolina a la lumbre. Está plenamente demostrado en lo que respecta al problema de la inseguridad pública, que la vía meramente represiva no es capaz por sí misma de disminuir este problema, derivado directa o indirectamente de la mala situación económica.

La monserga de los economistas neoliberales tiende a embozar las causas reales de la crisis económica ligadas al modelo neoliberal que propicia una profundo abismo entre las clases sociales y que opera con total impunidad. El mismo lenguaje y las aseveraciones de los epígonos del neoliberalismo son bizarros e irracionales. En cuanto al supuesto lenguaje economicista podemos encontrar todo menos conceptos científicos: frases metafóricas (“catarritos”, “tsunamis” y cosas por el estilo), eufemismos como hablar de “ajustes” a los precios de las mercancías para evitar hablar de aumentos o inflación por el impacto psicológico y eventualmente electoral que ello tiene, mentiras descaradas como hablar de economías “emergentes” y hasta “justificaciones” cínicas de expresar sin rubor que los derechos de una minoría poderosa económicamente, están por encima de los intereses de la mayoría de la población, de manera que la recesión económica no es algo imputable a la codicia de unos cuantos y a la complicidad de las autoridades que la solapan y la protegen, sino que pretenden hacernos creer que es una situación “normal” de un sistema económico que es presentado como si funcionara como un proceso natural, con fallas atribuibles a sí mismo, como si operara independientemente de los individuos que lo generan y conforman. Y no obstante que los hechos muestran de manera contundente el fracaso social y económico estrepitoso del modelo neoliberal que vuelve inviable a las sociedades, se atreven a decir que no hay más ruta que esa.

El empecinamiento por defender a capa y espada un proyecto económico, social y político como el neoliberal con las terribles consecuencias que acarrea, explica por qué el gobierno y las instituciones del Estado no son capaces de hacerle frente a los diversos problemas que aquejan al país, pues las condiciones materiales y culturales que propician el caos social, son un caldo de cultivo que impide arribar a soluciones reales y duraderas. Esto explica por qué hay esta sensación de parálisis, pues lejos de gobernar y de representar los intereses de la mayoría de la población, se dedican a hace negocios con el patrimonio público sin importar las graves consecuencias que provocan, entrampando su gestión de gobierno en un círculo vicioso, pues no entienden o no quieren entender que la excesiva acumulación de riquezas de unos pocos en detrimento de la mayoría o que la sobreprotección de una minoría rapaz que es proporcionalmente inversa a la desprotección de la sociedad, no puede llevar a otro resultado que el que estamos padeciendo y que tiene su raíz en una política económica equivocada para el bienestar de la mayoría de la población. Es como alguien que se intoxica constantemente o en forma abusiva, pretendiendo sin embargo mantenerse sano, o instituciones que desean tener buenas cuentas sin entender que la corrupción que prohíjan es incompatible con la racionalidad y la moralidad que debería prevalecer en ellas.

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