El malestar de la cultura en México
César Ricardo Luque Santana
“Franqueza de escribir lo que se piensa, único placer del escritor.” Jean de Gourmont
Con el título de "El malestar de la cultura" se conoce una de las obras de Freud enmarcadas dentro de sus preocupaciones en torno a la Filosofía de la Cultura, en la cual sostiene la tesis de que la cultura es una sublimación de los instintos, pero que no obstante esa característica civilizatoria, el progreso científico y tecnológico no se ha traducido en un progreso moral y social, de manera que el dominio de la naturaleza no ha significado una liberación de la humanidad porque en lo social ha persistido el dominio del hombre sobre el hombre, lo que Marx denominó sin ambages con el nombre de “explotación”. Kant por su parte, reconociendo en la cultura nuestra segunda naturaleza, decía sin embargo que el hombre es un ser socialmente insociable para señalar la complejidad de la convivencia social, coincidiendo en parte con la inquietud de Freud, pero al mismo tiempo resolviendo su perplejidad, coincidiendo de paso en forma general con Marx en cuanto al reconocimiento del carácter conflictivo de la sociedad.
Esta problemática viene al caso por el reciente estudio en torno a la cultura en México, dado a conocer a través de algunos medios de comunicación escritos y que explica en parte la grave situación que estamos padeciendo, pues evidentemente, somos lo que hemos construido. Sin embargo, es necesario hacer una aclaración previa para poder abordar los resultados del estudio referido y analizar -someramente desde luego- sus causas y consecuencias. Primero, que al hablar de cultura no significa reducir este concepto a las bellas artes, aunque dicho estudio lo enfoque así, sino que debemos de verlo en una perspectiva más amplia de civilización con todo lo que esto involucra, no sólo las manifestaciones espirituales más sutiles sino también a la economía, las relaciones sociales, las formas de gobierno, etc. En este sentido nos acogemos al concepto amplio de cultura como todo aquello que no es naturaleza (Kant). Se trata por consiguiente de preguntarnos cuál es el mundo que hemos creado y por qué, así como cavilar si otro mundo es posible. Segundo, que las manifestaciones artísticas como parte de la superestructura social, no son ajenas a su base material, cuidándonos por supuesto de no caer en un reduccionismo de causa-efecto ajeno al pensamiento dialéctico de Marx, quien como es sabido, en la “Introducción a la Contribución de la Crítica de la Economía Política de 1857”, reconoció la autonomía relativa del arte que le permite a éste gozar de una condición transhistórica, esto es, no reductible a un criterio instrumental de mero reproductor ideológico. Tercero y último, no se trata tampoco de determinar la situación actual del quehacer artístico de México, que pese a todo sigue siendo muy rico y variado, sino a la disposición del público hacia a éste, que es el meollo del estudio impulsado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA).
Entrando en materia, este estudio llamado “Encuesta Nacional de Hábitos, Prácticas y Consumo Culturales”, consistió en una ambiciosa encuesta de tres años de duración y una muestra estadística muy amplia, que contrasta con otras de su tipo hechas en otras ocasiones, que además nos proporciona elementos muy importantes para pensar en políticas públicas en torno a la educación y la cultura en un momento álgido de nuestra historia, donde estamos siendo avasallados por la violencia tanto del crimen organizado como del común, al mismo tiempo que padecemos un alto descrédito de las instituciones patentizado en indicadores negativos como los de Transparencia Internacional que nos ubica como uno de los países más corruptos del planeta, sin dejar de lado los datos de la OCDE en educación, donde México es el país miembro más atrasado, entre otros tópicos como la cuestión salarial donde también somos de los más rezagados en ese rubro comparados con algunas naciones sudamericanas.
Los datos de la Encuesta, más que sorprender, ratifican lo que ya se sabía al respecto. En general, el 48% de los mexicanos no muestran interés por la cultura en el sentido de que porcentajes muy altos de mexicanos no asisten a ver espectáculos culturales como obras de teatro (67%) danza (66%) o conciertos musicales (45%), mientras que la mayoría de los que han acudido a alguno, prefiere a los artistas de música comercial, e igual en el teatro, la mayoría prefiere las comedias. Tampoco suelen acudir a librerías (57%) o bibliotecas (47%). Desde luego que se compran pocos libros (69%) y muchos tampoco leen (68%). Por cierto, de los que sí leen, un 5% prefieren los libros de superación personal y 3% de esoterismo, cifras que sorprenden porque se percibe que la literatura basura tiene mucha demanda. Por su parte, la mayoría de los que no atienden las actividades artísticas alegan que disponen de poco tiempo libre y éste prefieren emplearlo en descansar o ver televisión, Llama la atención de que un 38% dice no leer periódicos, lo que significa que la información que éstos reciben es principalmente por medio de la radio y la televisión. 76% escucha el radio y 90% ve la televisión. Curiosamente no se hace referencia al Internet. Con base en estos datos (entre otros), el CNCA pretende redefinir las políticas culturales del Estado para optimizar sus recursos financieros e impactar más eficientemente. Algunas ideas al respecto son realizar verbenas populares, teatro callejero, entre otras actividades que acerquen el arte al pueblo. En lo personal creo que esta propuesta es muy limitada.
He insistido en otro momento que la tarea principal de las políticas culturales es crear públicos para inducirlos al arte en sus distintas manifestaciones, para lo cual se hace necesario entre otras cosas crear y/o fortalecer los medios de comunicación públicos haciéndolos verdaderamente medios de Estado, además de legislar sobre los medios comerciales para forzarlos a contribuir a la construcción de una cultura política democrática. Para no abundar aquí al respecto, los remito a dos escritos míos de hace casi dos años, mismos que se pueden consultar en mi blog Hetairos, a saber: “La cultura en tiempo de crisis” (10-11-2008) y “Cultura y presupuesto” (17-11-2008)
Desde luego que un Estado interesado en fomentar la cultura y en inculcar buenos gustos artísticos en la población, puede contribuir a una mejor convivencia social, pero mientras el Estado siga considerando los recursos para la cultura como residuales o marginales, mientras no se hagan mayores esfuerzos por incrementar los gastos en cultura, educación e investigación, que en realidad no son gastos sino inversiones, no se avanzará en el objetivo de contribuir mediante la elevación espiritual de sus ciudadanos a una mejor sociedad . Hay que revisar asimismo una serie de problemas que han llevado al Estado a un fracaso cultural, por ejemplo, el hecho de que la educación ha dejado de ser un factor de movilidad social, el empecinamiento a ver la cultura como algo residual dependiente del tiempo libre y no como una cuestión sustantiva, y desde luego, reconocer que el desprecio de las humanidades ha llevado a la banalización de las artes, entre otros aspectos.
Volviendo a Freud, la sublimación de los instintos que se puede leer como un pacto social para autoregular nuestra convivencia de la manera civilizada mediante un estado de Derecho (sin recurrir a la ley del más fuerte), no ha impedido la continuación de relaciones sociales injustas. La sublimación no ha significado controlar nuestros impulsos vitales autodestructivos sino que los mantiene incólumes. En todo caso, la sublimación ha significado una castración social, pues el mandar obedeciendo (que por cierto proviene de Spinoza), no existe, de manera que las ambiciones y codicia de una minoría rapaz junto a la ignorancia y apatía de una mayoría sin conciencia ni organización, han puesto al mundo al borde del colapso.
Este blog pretende ser una comunidad de aprendizaje sobre tópicos filosóficos y políticos, abiertos a cualquier persona que se interese por participar en los temas que aquí se exponen mediante comentarios críticos anotados al final del artículo del momento o enviándolos por email. Asimismo, todos mis escritos pueden ser reproducidos libremente en otros medios impresos o digitales conservando mi autoría.
lunes, 20 de diciembre de 2010
martes, 14 de diciembre de 2010
Ricardo Luque - El placer de escribir
El placer de escribir
César Ricardo Luque Santana
Desde hace casi tres años me decidí escribir un artículo por semana en algunos medios impresos de Nayarit, primero en el diario “El Tiempo de Nayarit” y después en “El Vocero del Norte”, semanario de Tecuala fundado y dirigido hasta su fallecimiento por mi inolvidable amigo el maestro Juan José Ley Mitre. Antes de esto último, hice mi propio blog que llamé “Hetairos” y posteriormente empecé a publicar en el sitio de Oscar González Bonilla llamado “Nayarit Altivo”. Esporádicamente mis escritos se publican en otros medios locales y aparecen en algunos portales del Internet.
Originalmente, mi interés al incursionar en el periodismo, era hacer análisis político desde una perspectiva filosófica, entendiendo por ello la problematización de determinados tópicos políticos con base en argumentos racionales y mediante referencias a pensamientos filosóficos para fundamentarlos, tratando de contribuir con ello para que mis lectores puedan formarse por sí mismos un pensamiento crítico. Sin embargo, visto en retrospectiva, mis escritos se mueven en torno a cuatro ejes fundamentales: el ya mencionado de análisis político, una crítica al modelo de educación por competencias, divulgación filosófica no sólo en términos de abordar algún tema filosófico sino también filosofando, y por último, lo que yo llamo meta-divulgación filosófica, donde he tratado acerca de los distintos esfuerzos que mediante prácticas de la filosofía no académica se han estado realizando con el fin de llevar la filosofía y el filosofar a todo el mundo.
Asimismo, me ha movido la consideración de que muchos de los que estamos en el medio de la filosofía académica solemos ser buenos lectores pero escribimos poco y/o lo hacemos para un público especializado. En este sentido, he creído importante no sólo escribir sino hacerlo para el gran público, en la idea de que mucha gente esta ávida de filosofía.
He insistido por ello entre mis alumnos de la importancia que tiene aprender a escribir para transmitir nuestras ideas, pues este ejercicio nos ayuda a saber ordenarlas mediante la construcción de argumentos, siendo ésta una de las cualidades que mejor debe de desarrollar no sólo un licenciado en filosofía sino cualquier intelectual. Me pareció también que la menor manera de convencer a mis estudiantes era predicar con el ejemplo, al mismo tiempo que la publicación de escritos míos a través de la prensa, me permitiría exhibir mis cualidades y limitaciones ante los demás más allá de los muros de una aula de clase. Esto último incrementó mis motivaciones, pues la relación entre la academia y el periodismo me pareció la pauta perfecta para promover la filosofía entre un público amplio, un asunto a veces dejado de lado por algunos colegas no obstante que existen antecedentes de algunos filósofos que se interesaron por comunicar sus ideas a los demás más allá de los recintos universitarios o de los espacios dedicados a especialistas. El periodismo en este sentido, es otra forma y otro medio valido de hacer filosofía.
Ahora bien, cabe preguntar: ¿escribe uno para sí mismo o para los demás?, esta pregunta es un tanto retórica porque realmente no hay una disyuntiva o jerarquía entre ambas, sino que son dos momentos distintos aunque a veces complementarios, pues una cosa es escribir y otra publicar. En este sentido, antes de publicar o comunicar, uno trata de esclarecer para sí mismo sus propias ideas para luego exponerlas ante los demás, tratando desde luego convencerlos de que el punto de vista que uno tiene es correcto pues está sustentado en buenas razones. Si esta opinión que pretende estar fundamentada les incita a pensar (ya sea que estén de acuerdo o no con uno)que bueno, y si además propicia el diálogo, tanto mejor. Por cierto, en este último caso, me parece que la mayoría de los lectores creen que para este ejercicio es necesario discrepar en algo con el autor, pero no necesariamente debe ser así porque pueden participar para complementar y enriquecer un escrito.
Leer y escribir son entonces como dijimos actividades distintas y ocasionalmente complementarios, pues como decía Borges, es más meritorio ser un buen lector que un escritor. La frase concreta de él es la siguiente: “uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Gabriel García Márquez por su parte, decía que uno puede escribir mucho pero publicar poco, pues sólo se publica lo que vale la pena dar a conocer. Pío Baroja, escritor español (de la llamada Generación del 98), decía que para ser escritor “basta con tener algo que decir, en frases propias o ajenas”. Volviendo a García Márquez, decía en una entrevista reciente que “…el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se práctica”.
En lo personal, si bien escribir semana a semana un artículo que realmente es un pequeño ensayo representa un reto personal, al mismo tiempo es para mí algo placentero porque me permite construir un argumento meditado sobre algún tópico que considero puede aportar algo a la gente, pensando siempre que escribo para lectores inteligentes. En este sentido, trato de hacer escritos pensados para hacer pensar. Si lo logro o no, son los lectores los que pueden saberlo.
Agradezco a mis lectores y a mis editores de los medios mencionados sus atenciones a mis escritos y les deseo a todos lo mejor. No sé si haga un pequeño receso durante estos días navideños, pero al menos en mi blog y en mi cuenta de Facebook, estaremos de un modo u otro en contacto. Hasta pronto.
César Ricardo Luque Santana
Desde hace casi tres años me decidí escribir un artículo por semana en algunos medios impresos de Nayarit, primero en el diario “El Tiempo de Nayarit” y después en “El Vocero del Norte”, semanario de Tecuala fundado y dirigido hasta su fallecimiento por mi inolvidable amigo el maestro Juan José Ley Mitre. Antes de esto último, hice mi propio blog que llamé “Hetairos” y posteriormente empecé a publicar en el sitio de Oscar González Bonilla llamado “Nayarit Altivo”. Esporádicamente mis escritos se publican en otros medios locales y aparecen en algunos portales del Internet.
Originalmente, mi interés al incursionar en el periodismo, era hacer análisis político desde una perspectiva filosófica, entendiendo por ello la problematización de determinados tópicos políticos con base en argumentos racionales y mediante referencias a pensamientos filosóficos para fundamentarlos, tratando de contribuir con ello para que mis lectores puedan formarse por sí mismos un pensamiento crítico. Sin embargo, visto en retrospectiva, mis escritos se mueven en torno a cuatro ejes fundamentales: el ya mencionado de análisis político, una crítica al modelo de educación por competencias, divulgación filosófica no sólo en términos de abordar algún tema filosófico sino también filosofando, y por último, lo que yo llamo meta-divulgación filosófica, donde he tratado acerca de los distintos esfuerzos que mediante prácticas de la filosofía no académica se han estado realizando con el fin de llevar la filosofía y el filosofar a todo el mundo.
Asimismo, me ha movido la consideración de que muchos de los que estamos en el medio de la filosofía académica solemos ser buenos lectores pero escribimos poco y/o lo hacemos para un público especializado. En este sentido, he creído importante no sólo escribir sino hacerlo para el gran público, en la idea de que mucha gente esta ávida de filosofía.
He insistido por ello entre mis alumnos de la importancia que tiene aprender a escribir para transmitir nuestras ideas, pues este ejercicio nos ayuda a saber ordenarlas mediante la construcción de argumentos, siendo ésta una de las cualidades que mejor debe de desarrollar no sólo un licenciado en filosofía sino cualquier intelectual. Me pareció también que la menor manera de convencer a mis estudiantes era predicar con el ejemplo, al mismo tiempo que la publicación de escritos míos a través de la prensa, me permitiría exhibir mis cualidades y limitaciones ante los demás más allá de los muros de una aula de clase. Esto último incrementó mis motivaciones, pues la relación entre la academia y el periodismo me pareció la pauta perfecta para promover la filosofía entre un público amplio, un asunto a veces dejado de lado por algunos colegas no obstante que existen antecedentes de algunos filósofos que se interesaron por comunicar sus ideas a los demás más allá de los recintos universitarios o de los espacios dedicados a especialistas. El periodismo en este sentido, es otra forma y otro medio valido de hacer filosofía.
Ahora bien, cabe preguntar: ¿escribe uno para sí mismo o para los demás?, esta pregunta es un tanto retórica porque realmente no hay una disyuntiva o jerarquía entre ambas, sino que son dos momentos distintos aunque a veces complementarios, pues una cosa es escribir y otra publicar. En este sentido, antes de publicar o comunicar, uno trata de esclarecer para sí mismo sus propias ideas para luego exponerlas ante los demás, tratando desde luego convencerlos de que el punto de vista que uno tiene es correcto pues está sustentado en buenas razones. Si esta opinión que pretende estar fundamentada les incita a pensar (ya sea que estén de acuerdo o no con uno)que bueno, y si además propicia el diálogo, tanto mejor. Por cierto, en este último caso, me parece que la mayoría de los lectores creen que para este ejercicio es necesario discrepar en algo con el autor, pero no necesariamente debe ser así porque pueden participar para complementar y enriquecer un escrito.
Leer y escribir son entonces como dijimos actividades distintas y ocasionalmente complementarios, pues como decía Borges, es más meritorio ser un buen lector que un escritor. La frase concreta de él es la siguiente: “uno llega a ser grande por lo que lee y no por lo que escribe”. Gabriel García Márquez por su parte, decía que uno puede escribir mucho pero publicar poco, pues sólo se publica lo que vale la pena dar a conocer. Pío Baroja, escritor español (de la llamada Generación del 98), decía que para ser escritor “basta con tener algo que decir, en frases propias o ajenas”. Volviendo a García Márquez, decía en una entrevista reciente que “…el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se práctica”.
En lo personal, si bien escribir semana a semana un artículo que realmente es un pequeño ensayo representa un reto personal, al mismo tiempo es para mí algo placentero porque me permite construir un argumento meditado sobre algún tópico que considero puede aportar algo a la gente, pensando siempre que escribo para lectores inteligentes. En este sentido, trato de hacer escritos pensados para hacer pensar. Si lo logro o no, son los lectores los que pueden saberlo.
Agradezco a mis lectores y a mis editores de los medios mencionados sus atenciones a mis escritos y les deseo a todos lo mejor. No sé si haga un pequeño receso durante estos días navideños, pero al menos en mi blog y en mi cuenta de Facebook, estaremos de un modo u otro en contacto. Hasta pronto.
domingo, 5 de diciembre de 2010
Ricardo Luque - Las 10 estrategias de manipulación mediática según Chomsky
Las 10 estrategias de manipulación mediática según Chomsky
César Ricardo Luque Santana
Recientemente anda circulando en los correos electrónicos un documento en PowerPoint titulado: “Noam Chomsky y las 10 estrategias de manipulación mediática”, mismas que por su relevancia retomo y comento brevemente en este espacio. Debo aclarar sin embargo, que no siempre hago la referencia textual a dicho documento sino que recurro a la paráfrasis, pues por un lado, deseo sintetizar, y por el otro, me parece que la sintaxis de éste a veces no es adecuada. Asimismo, hay que señalar que sólo en ocasiones se cita como fuente el documento “Las armas silenciosas para guerras tranquilas”, referido a un “paper top secret” supuestamente perteneciente al grupo Bilderberg, un club mundial de poderosos. Dicho documento se elaboró supuestamente en mayo de 1979 y fue “descubierto” el 7 de junio de 1986 en la compra de una fotocopiadora de los servicios secretos de la US Naval en una subasta (véase: http://www.syti.net/ES/SilentWeapons.html). Esto significa que Chomsky se basaría en dicho documento, pero no se mencionada en qué texto de él figura este decálogo.
1.La estrategia de la distracción. Consiste en desviar la atención de la gente sobre los problemas más importantes para obtener un mejor control social. De esta manera, los cambios decididos por las elites del poder pasan inadvertidos o se minimizan. Para crear esta distracción, se utiliza la técnica de saturar al público de diversos entretenimientos e información irrelevante. Al mismo tiempo, se trata de evitar que se abreve de conocimientos esenciales de las ciencias o la filosofía que los lleve a cuestionar. Esta estrategia es muy obvia pues básicamente se centra en la antigua máxima de “pan y circo”, aunque cada vez hay más circo y menos pan. La TV es el principal vehículo para esta estrategia. En resumen, se trata de impedir que la gente pueda pensar por sí misma manteniéndolos ocupados con frivolidades como las telenovelas, el fútbol, los chismes de la farándula, entre otros.
2.Crear problemas y luego ofrecer soluciones. Este método consiste en crear problemas deliberadamente para provocar una reacción esperada en el público para que las autoridades propongan medidas que sean avaladas socialmente. Por ejemplo, dejar correr la violencia criminal para después proponer el endurecimiento de la ley; o bien, crear crisis económicas para que la gente acepte sacrificar sus derechos laborales y sociales como un mal necesario lo que les permite desmantelar sin resistencia los servicios públicos. La periodista e investigadora canadiense Naomi Klein, ha documentado también en su obra “La doctrina del shock”, como utilizan incluso los problemas ocasionados por la naturaleza para despojar rapazmente a la gente y a los pueblos de sus pertenencias.
3.La estrategia de la gradualidad. Para que las masas acepten medidas impopulares que lesionarán su calidad de vida, se propone que éstas se apliquen gradualmente. Las políticas de privatización impuestas desde los 80 son un ejemplo de ello: adelgazamiento del Estado, privatizaciones de los bienes y recursos públicos, flexibilidad laboral, desempleo masivo, salarios ínfimos, etc. Como se puede apreciar, si estas medidas se aplicaran de súbito, probablemente provocarían un conflicto social grave y perjudicial para los grupos de poder, aunque la desorganización social impide de suyo estas reacciones.
4.La estrategia de diferir. También relacionada con la anterior consiste en manejar que hay medidas “dolorosas pero necesarias” para procurar una aceptación social previa a su aplicación. “Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que inmediato.” Esta estrategia se base en saber que la gente cree ingenuamente que los problemas son temporales, que éstos se van a superar y que el sacrificio exigido ahora probablemente se podrá evitar si las circunstancias mejoran. Con ello, se va preparando al público para que acepte resignadamente cambios que le serán perjudiciales. Hay muchos ejemplos de esto, pero mencionaré sólo uno que de vez en vez surge en los medios televisivos: el “bono educativo” como una forma de continuar la privatización de la educación y la derechización de la misma.
5.Dirigirse al público como si fueran menores de edad. La mayoría de los mensajes dirigidos al público utilizan lenguaje, “argumentos”, entonaciones, etc., infantiles, tratando deliberadamente a los espectadores como menores de edad o retrasados mentales. Se trata, no de convencerlos con razones mediante debates equilibrados, sino de persuadirlos a través de la mentira reiterada y el monopolio de la palabra. Todos los días hay muestras de estos usos en los conductores de noticieros y programas de “análisis” político, económico, etc.
6.Utilizar el factor emocional por encima de la reflexión. Eclipsar la razón mediante la emotividad para anular o neutralizar la capacidad del pensamiento crítico. El uso del factor emocional permite sembrar en las mentes toda clase de prejuicios, temores, compulsiones, etc., con el fin de inducir los comportamientos de las personas. La sensiblería es un recurso muy común, como la usada en el Teletón y en las telenovelas, asociadas algunas de ellas a una burda manipulación religiosa.
7.Inducir y mantener al público en la mediocridad. «Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases inferiores debe ser lo más pobre y mediocre posible, de manera que la distancia de la ignorancia entre estas clases y las superiores sean y permanezcan imposibles de alcanzar para las primeras”» (ver “Armas silenciosas para una guerra tranquila”). Tan sólo esta estrategia merece un análisis particular de los profesores de todos los niveles educativos porque muchos docentes reproducen la ideología neoliberal en forma inconsciente y/o complaciente.
8.Estimular a la gente a ser complaciente con la mediocridad. Hacer creer al público que está de moda ser estúpido, vulgar e inculto. Las horribles canciones de la “onda grupera” o de bandas, con contenidos machistas, de apología del delito, soeces, etc., son un botón de muestra. Los programas de televisión de chacoteo, de pláticas en doble sentido y expresiones corrientes, concursos bobos, chistes vulgares y artistas comerciales, son otra muestra. Algunos de ellos rayan en lo escatológico.
9.Reforzar el sentimiento de autoculpabilidad. Inculcar a las personas de las clases dominadas un sentimiento de autoculpabilidad, de manera que su fracaso se lo atribuyan a sí mismos y no al sistema, exonerando a éste de toda responsabilidad. En este caso, el individuo excluido de la sociedad, creerá que su fracaso personal es su culpa, por ser incompetente, incapaz, flojo, poco inteligente, etc., omitiendo las condiciones externas desfavorables que incidieron en esa situación (mala alimentación, falta de oportunidades, enajenación, etc.). Este punto lo he tratado en otros de mis artículos donde he criticado los programas de superación personal y de desarrollo humano que se basan en ese supuesto falaz.
10.Conocer a los individuos mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Las clases dominantes poseen un conocimiento científico del comportamiento humano y lo usan a su favor, mientras que la mayoría de las personas no se conocen a sí mismas lo suficiente. La mayoría de las personas no viven una vida auténtica sino que permiten que los políticos y los comerciantes inescrupulosos dirijan sus vidas.
Como se puede apreciar, cada estrategia merece un análisis más a fondo aunque por razones de espacio no me es posible extenderme más en ellas, pero confío en que los lectores podrán sacar de cada una y de todas en su conjunto, sus propias conclusiones, que espero las compartan.
César Ricardo Luque Santana
Recientemente anda circulando en los correos electrónicos un documento en PowerPoint titulado: “Noam Chomsky y las 10 estrategias de manipulación mediática”, mismas que por su relevancia retomo y comento brevemente en este espacio. Debo aclarar sin embargo, que no siempre hago la referencia textual a dicho documento sino que recurro a la paráfrasis, pues por un lado, deseo sintetizar, y por el otro, me parece que la sintaxis de éste a veces no es adecuada. Asimismo, hay que señalar que sólo en ocasiones se cita como fuente el documento “Las armas silenciosas para guerras tranquilas”, referido a un “paper top secret” supuestamente perteneciente al grupo Bilderberg, un club mundial de poderosos. Dicho documento se elaboró supuestamente en mayo de 1979 y fue “descubierto” el 7 de junio de 1986 en la compra de una fotocopiadora de los servicios secretos de la US Naval en una subasta (véase: http://www.syti.net/ES/SilentWeapons.html). Esto significa que Chomsky se basaría en dicho documento, pero no se mencionada en qué texto de él figura este decálogo.
1.La estrategia de la distracción. Consiste en desviar la atención de la gente sobre los problemas más importantes para obtener un mejor control social. De esta manera, los cambios decididos por las elites del poder pasan inadvertidos o se minimizan. Para crear esta distracción, se utiliza la técnica de saturar al público de diversos entretenimientos e información irrelevante. Al mismo tiempo, se trata de evitar que se abreve de conocimientos esenciales de las ciencias o la filosofía que los lleve a cuestionar. Esta estrategia es muy obvia pues básicamente se centra en la antigua máxima de “pan y circo”, aunque cada vez hay más circo y menos pan. La TV es el principal vehículo para esta estrategia. En resumen, se trata de impedir que la gente pueda pensar por sí misma manteniéndolos ocupados con frivolidades como las telenovelas, el fútbol, los chismes de la farándula, entre otros.
2.Crear problemas y luego ofrecer soluciones. Este método consiste en crear problemas deliberadamente para provocar una reacción esperada en el público para que las autoridades propongan medidas que sean avaladas socialmente. Por ejemplo, dejar correr la violencia criminal para después proponer el endurecimiento de la ley; o bien, crear crisis económicas para que la gente acepte sacrificar sus derechos laborales y sociales como un mal necesario lo que les permite desmantelar sin resistencia los servicios públicos. La periodista e investigadora canadiense Naomi Klein, ha documentado también en su obra “La doctrina del shock”, como utilizan incluso los problemas ocasionados por la naturaleza para despojar rapazmente a la gente y a los pueblos de sus pertenencias.
3.La estrategia de la gradualidad. Para que las masas acepten medidas impopulares que lesionarán su calidad de vida, se propone que éstas se apliquen gradualmente. Las políticas de privatización impuestas desde los 80 son un ejemplo de ello: adelgazamiento del Estado, privatizaciones de los bienes y recursos públicos, flexibilidad laboral, desempleo masivo, salarios ínfimos, etc. Como se puede apreciar, si estas medidas se aplicaran de súbito, probablemente provocarían un conflicto social grave y perjudicial para los grupos de poder, aunque la desorganización social impide de suyo estas reacciones.
4.La estrategia de diferir. También relacionada con la anterior consiste en manejar que hay medidas “dolorosas pero necesarias” para procurar una aceptación social previa a su aplicación. “Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que inmediato.” Esta estrategia se base en saber que la gente cree ingenuamente que los problemas son temporales, que éstos se van a superar y que el sacrificio exigido ahora probablemente se podrá evitar si las circunstancias mejoran. Con ello, se va preparando al público para que acepte resignadamente cambios que le serán perjudiciales. Hay muchos ejemplos de esto, pero mencionaré sólo uno que de vez en vez surge en los medios televisivos: el “bono educativo” como una forma de continuar la privatización de la educación y la derechización de la misma.
5.Dirigirse al público como si fueran menores de edad. La mayoría de los mensajes dirigidos al público utilizan lenguaje, “argumentos”, entonaciones, etc., infantiles, tratando deliberadamente a los espectadores como menores de edad o retrasados mentales. Se trata, no de convencerlos con razones mediante debates equilibrados, sino de persuadirlos a través de la mentira reiterada y el monopolio de la palabra. Todos los días hay muestras de estos usos en los conductores de noticieros y programas de “análisis” político, económico, etc.
6.Utilizar el factor emocional por encima de la reflexión. Eclipsar la razón mediante la emotividad para anular o neutralizar la capacidad del pensamiento crítico. El uso del factor emocional permite sembrar en las mentes toda clase de prejuicios, temores, compulsiones, etc., con el fin de inducir los comportamientos de las personas. La sensiblería es un recurso muy común, como la usada en el Teletón y en las telenovelas, asociadas algunas de ellas a una burda manipulación religiosa.
7.Inducir y mantener al público en la mediocridad. «Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases inferiores debe ser lo más pobre y mediocre posible, de manera que la distancia de la ignorancia entre estas clases y las superiores sean y permanezcan imposibles de alcanzar para las primeras”» (ver “Armas silenciosas para una guerra tranquila”). Tan sólo esta estrategia merece un análisis particular de los profesores de todos los niveles educativos porque muchos docentes reproducen la ideología neoliberal en forma inconsciente y/o complaciente.
8.Estimular a la gente a ser complaciente con la mediocridad. Hacer creer al público que está de moda ser estúpido, vulgar e inculto. Las horribles canciones de la “onda grupera” o de bandas, con contenidos machistas, de apología del delito, soeces, etc., son un botón de muestra. Los programas de televisión de chacoteo, de pláticas en doble sentido y expresiones corrientes, concursos bobos, chistes vulgares y artistas comerciales, son otra muestra. Algunos de ellos rayan en lo escatológico.
9.Reforzar el sentimiento de autoculpabilidad. Inculcar a las personas de las clases dominadas un sentimiento de autoculpabilidad, de manera que su fracaso se lo atribuyan a sí mismos y no al sistema, exonerando a éste de toda responsabilidad. En este caso, el individuo excluido de la sociedad, creerá que su fracaso personal es su culpa, por ser incompetente, incapaz, flojo, poco inteligente, etc., omitiendo las condiciones externas desfavorables que incidieron en esa situación (mala alimentación, falta de oportunidades, enajenación, etc.). Este punto lo he tratado en otros de mis artículos donde he criticado los programas de superación personal y de desarrollo humano que se basan en ese supuesto falaz.
10.Conocer a los individuos mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Las clases dominantes poseen un conocimiento científico del comportamiento humano y lo usan a su favor, mientras que la mayoría de las personas no se conocen a sí mismas lo suficiente. La mayoría de las personas no viven una vida auténtica sino que permiten que los políticos y los comerciantes inescrupulosos dirijan sus vidas.
Como se puede apreciar, cada estrategia merece un análisis más a fondo aunque por razones de espacio no me es posible extenderme más en ellas, pero confío en que los lectores podrán sacar de cada una y de todas en su conjunto, sus propias conclusiones, que espero las compartan.
domingo, 28 de noviembre de 2010
Ricardo Luque - La semana de la Filosofía en la UAN
La semana de la Filosofía en la UAN
César Ricardo Luque Santana
En el marco del Día Internacional de la Filosofía instituido por la UNESCO desde el 2002, mismo que se celebra en todo el mundo durante la tercera semana de noviembre, el Programa Académico de Filosofía (PAF) de la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN) realizó por cuarta ocasión consecutiva (desde el 2006 si mal no recuerdo), una serie de actividades para esta conmemoración consistentes en dos conferencias, dos presentaciones de libros y un panel de profesores de la carrera de filosofía. Estas jornadas se realizaron durante los días 23, 24 y 25 de noviembre del presente año.
En la primera actividad se presentó el libro de la Dra. Lourdes Pacheco “El sexo en la ciencia”, mismo que fue comentado por la Dra. Yolanda Cadenas Gómez, ambas investigadoras del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y profesoras de la licenciatura en filosofía de la UAN. Dicha obra está publicada en coedición por Plaza y Valdés y UAN. La segunda actividad consistió en un panel integrado por un grupo de profesores de filosofía, a saber, los Maestros Ángel González, Cecilia Licea, José Luis Olimón y Ricardo Luque, fungiendo como moderador de esta mesa el también Maestro Pedro García. La tercera y última jornada se desarrolló con una conferencia magistral del Dr. Fernando Leal Carretero, profesor-investigador de la facultad de Filosofía de la Universidad de Guadalajara (U de G), seguido de la presentación del libro “Introducción a la teoría de la argumentación”, de la autoría del mismo Fernando Leal y dos colegas suyos.
En la primera jornada, se empezó con un mensaje del Coordinador de Filosofía de la UAN, Lic. Raúl Alamillo Gutiérrez, misma que se puede consultar en el blog "Sapere Aude" (http://hetairos-sapereaude.blogspot.com/), para posteriormente ser inaugurada la semana de la filosofía por la Coordinadora del Área de Ciencias Sociales y Humanidades (ACSyH), Maestra Patricia Ramírez, quien manifestó la importancia que tiene para el ASCyH la consolidación de la carrera de filosofía para fortalecer el pensamiento crítico en ella. Después vino la conferencia de la Dra. Pacheco en torno al mencionado libro de su autoría, para concluir con el comentario del mismo de la Dra. Yolanda Cadenas. El panel por su parte fue una actividad que consistió en que el mencionado grupo de profesores contestó una serie de preguntas que previamente hicieron algunos estudiantes, las cuales recibieron el Comité Organizador quienes a su vez enviaron con anticipación a los profesores para su conocimiento. Por último, se realizó la conferencia del académico invitado para esta ocasión, aunque por razones de salud no pudo asistir de modo que su conferencia fue leída por uno de sus colegas. Luego vino la presentación del libro ya mencionado producido por el Cuerpo Académico de “Retórica, Lógica y Teoría de la Argumentación” del Departamento de Filosofía de la U. de G., una obra de compilación de varios autores coordinada por los Doctores Fernando Leal Carretero, Carlos Fernando Ramírez González y Víctor Manuel Fábila Vega, participando estos dos últimos en la presentación del mismo acompañados por la Maestra Cecilia Licea, profesora de lógica del PAF de la UAN. La clausura corrió a cargo del Maestro Rafael Hernández Navarrete, Director Administrativo del ASCyH, quien agradeció a los visitantes por su participación haciendo votos por continuar y profundizar las relaciones entre ambas instituciones, al mismo tiempo que reconoció el esfuerzo de la comunidad de filosofía para llevar al cabo estas jornadas que dijo, son de gran provecho para los estudiantes y profesores de esta licenciatura.
Resulta difícil documentar cada actividad, pero trataré de ir presentando posteriormente algunas de ellas en el blog “Sapere Aude” ya mencionado. En cuanto al panel, algunas de las preguntas giraron en torno a la crítica a la metafísica por parte de la filosofía analítica, la relación entre filosofía y religión, sobre cuáles son los problemas filosóficos más importantes en la actualidad, entre otras inquietudes, pero por lo pronto me limito a presentar mi participación en el panel en una de sus preguntas, la cual dice así: “¿Cuál es la aportación (si es que hay) que Marx hace a la filosofía? una vez que se le considera a Marx a partir de sus obras de madurez”.
La tesis del Marx maduro como el verdadero Marx o el Marx científico es una tesis superada que en algún tiempo esgrimió el filósofo francés Louis Althusser. Sin embargo, las ideas filosóficas de Marx que causaron un mayor impacto fueron sus escritos de juventud, particularmente “Los manuscritos económico-filosóficos de 1844”. No significa por tanto que sea válida la postura de un Marx filósofo o de juventud versus un Marx científico o maduro, pues “El capital” contiene desde luego elementos filosóficos y una perspectiva filosófica, además de que proporciona un criterio metodológico materialista para entender las ideas filosóficas.
La aportación de Marx a la filosofía sería para mí, la crítica que esgrime al capitalismo como fuente de injusticias donde la filosofía se justifica como una forma de pensamiento que tiene la función de desenmascarar todas las formas de opresión existentes y busca la liberación del hombre no sólo en el plano de su conciencia sino transformando su entorno social para construir una comunidad orientada a superar "el reino de la necesidad" por "el reino de la libertad". Por ello afirma en su famosa “Tesis Once sobre Feurbecah” que los filósofos se han limitado a interpretar al mundo cuando de lo que se trata es de transformarlo, lo que no significa abandonar o cancelar la filosofía sino asumirla como crítica social o cultural contra toda forma de opresión y enajenación. Por ello sostiene que “no podéis suprimir la filosofía sin realizarla”. Es importante por último rechazar también la idea de Althusser de la filosofía como una arma de la revolución porque al dotarle a esta función instrumentalista, la reduce al servicio de una ideología que en sí misma es compleja y contradictoria, al mismo tiempo que conduce la filosofía del pensamiento marxista a un dogmatismo con sus consabidas nefastas consecuencias, a saber: una carencia manifiesta de poder analítico para comprender al mundo que se quiere transformar y como una postura infranqueable que descalifica otras muchas perspectivas válidas incurriendo en una soberbia injustificada, negando la necesidad de diálogo con otras posturas para aprender de ellas reapropiándose de algunos de sus planteamientos dentro de la propia perspectiva, y al mismo tiempo, someter sus asertos al escrutinio público para ser congruentes con la dialéctica y con la máxima de Gramsci de que “sólo la verdad es revolucionaria”.
Por último, la comunidad filosófica universitaria agradece a la empresa Coffee Time por el apoyo durante estas jornadas de filosofía donde obsequiaron café y galletas a todos los participantes y asistentes.
domingo, 21 de noviembre de 2010
Ricardo Luque - Revolución
Revolución
César Ricardo Luque Santana
En esta ocasión abordaré el concepto de “revolución” sin acotarlo a la revolución mexicana ni a ninguna otra revolución del tipo que fuere, aunque de algún modo el tema surge a propósito del centenario de ésta o en el marco de la misma. Se me pidió que hablara del concepto en sí mismo, de sus diversas manifestaciones y consecuencias, pero sin restringirlo deliberadamente a un ámbito específico. Esto como parte de una invitación que se me hizo para participar en un panel sobre este tópico en un programa radiofónico del Programa Académico de Filosofía llamado “Filosofía para Todos”, el cual se transmite a través de Radio UAN.
De entrada se puede decir que el concepto de revolución no es privativo de las ciencias sociales sino que también ha sido utilizada en el campo de la filosofía. Por revolución se puede entender un cambio abrupto, un salto cualitativo o una ruptura relativamente radical de un determinado orden social o modelo teórico –según sea el caso- para instaurar otro supuestamente superior. Ahora bien, esta estabilización (nuevo orden o modelo) corre el riesgo con el tiempo de anquilosarse o desgastarse al grado de traicionarse a sí mismo o volverse obsoleto.
En el terreno de lo social, el concepto de revolución se puede apreciar en varias de sus disciplinas, como la economía, lo que nos remitiría a la Revolución Industrial de mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX en Inglaterra, hasta la incesante y vertiginosa revolución tecnológica de nuestros días. Sin embargo, en esta ocasión me centraré solamente en el ámbito de la política.
En este último, la revolución se llegó a distinguir de la reforma, la cual presupone un cambio gradual y pacífico de conquistas sociales a través de procesos legislativos y de la obtención del gobierno mediante el sufragio. Así, desde principios del siglo XX, se distinguió en el movimiento social o lucha de clases dos estrategias muy diferenciadas en torno al poder: una, la postura revolucionaria que se proponía el asalto al poder para transitar a un orden social supuestamente superior al capitalismo; y dos, la postura reformista o socialdemócrata que pugnaba por cambios graduales desde el sistema mismo mediante logros parciales pero sostenidos. Sin embargo, desde hace algunas décadas, con el advenimiento y consolidación del neoliberalismo, esta distinción perdió valor e incluso se dio una resignificación del concepto de revolución al grado de que en los inicios del neoliberalismo en la era de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, se hablaba de una “revolución conservadora”. Incluso, los gobernantes comunistas de los países de Europa del Este (la Nomenklatura o burocracia), eran tachados de conservadores, mientras que los “renovadores” eran supuestamente “revolucionarios”. Por cierto, hay que distinguir dos etapas de la disidencia de estos países presuntamente socialistas: la primera referida a los intentos de transformaciones pacíficas de un socialismo autoritario a uno democrático (Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968), cuyos movimientos fueron aplastados por los tanques soviéticos y, la más reciente que restauró el capitalismo cuyo momento emblemático fue la caída del Muro de Berlín (1989)
Asimismo, se suele distinguir entre la revolución social y la revolución política, dando a entender que hay una diferencia de grado donde la primera es más profunda y radical porque implica cambios estructurales, mientras la segunda es más superficial o moderada porque no transforma de manera más radical las estructuras existentes. En este caso sería más bien un cambio de régimen político porque se movería dentro del marco del modelo económico y social prevaleciente. La revolución mexicana sería representativa de este último caso, mientras que la revolución francesa o la revolución cubana (toda proporción guardada), aludirían a la primera definición.
Las revoluciones también se han identificado con la violencia, con la insurrección armada, pero una revolución social y/o política no implica necesariamente la mediación de la violencia en el sentido de lucha armada organizada, aunque siempre existe algo de violencia porque quienes detentan el poder no ceden a las exigencias de cambio sin oponer resistencia y por ende recurren a la represión. No obstante, han existido revoluciones pacíficas también llamadas las llamadas “revoluciones de terciopelo” que han permitido transitar de manera pacífica de un régimen político a otro, trastocando a veces para bien o para mal las condiciones materiales de vida de la sociedad.
Desde luego que también se llegó a entender a la revolución en función de su opuesto, la contrarrevolución, y se distingue también a ésta de las revueltas o rebeliones. En el primer caso, los “revolucionarios” se contraponían a los ”reaccionarios”, ahora llamados eufemísticamente “conservadores”. Estos últimos eran y son los defensores del status quo, esto es, de un orden social existente donde una minoría goza de inmerecidos privilegios a costa del sufrimiento de la mayoría provocando una situación de injusticia social. Los reaccionarios o conservadores son en consecuencia los que se niegan al cambio (en el sentido de progreso social, equidad, etc.) porque verían afectados sensiblemente sus intereses económicos y sus privilegios de minoría o elite. En consecuencia, los revolucionarios eran o son el segmento de vanguardia de la sociedad identificado con los grupos sociales marginados en una perspectiva de lucha de clases, que para los que son políticamente correctos ya no existe, aunque curiosamente existan todavía las clases sociales y por lo tanto el dominio de unas sobre otras. Desde luego que la lucha de clase se ha refuncionalizado toda vez que el capitalismo neoliberal se ha reconfigurado de manera drástica.
En el caso del parentesco de los conceptos revolución, rebelión y revuelta, hay una especie de jerarquía en ese orden. Ciertamente un revolucionario es en un momento dado un rebelde, mientras que un rebelde no necesariamente es revolucionario. El subcomandante Marcos se considera un rebelde pero no un revolucionario, mientras los priistas son revolucionarios pero no rebeldes. De hecho es muy simpático por paradójico ser “revolucionario institucional” pues existe una contradicción en los términos. Por último, las revueltas son diferentes como procesos de sublevación a las revoluciones porque tienen un carácter más coyuntural, breve y espontáneo, al menos desde la perspectiva histórica.
En la filosofía se ha hablado de la revolución copernicana de Kant en cuanto a que él ha puesto en claro la relación sujeto-objeto en el conocimiento estableciendo que en éste el sujeto es activo y no pasivo, de manera que no es el objeto en que determina al sujeto sino éste a aquel. No podemos conocer las cosas tal como son en sí mismas porque no podemos saber realmente cómo son. Todo conocimiento está mediado por el sujeto a través de formas a priori (conceptos) o lo que él llama las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible. Con ello, Kant se opone al esencialismo de la metafísica clásica e inaugura una nueva metafísica de la mente ya postulada por Descartes y otros racionalistas clásicos.
Con Kant, la historia de la filosofía llega a un punto de inflexión muy importante, no sólo respecto al debate sobre el conocimiento de los racionalistas y empiristas de la época moderna, sino de la metafísica misma, la cual es resignificada por él. Kant es por tanto un parteaguas sin duda del pensamiento filosófico antiguo, medieval y moderno.
En el primer caso (el debate entre racionalista y empiristas) es conocida la síntesis que Kant intenta a través del criticismo que consiste sumariamente en los siguiente: del racionalismo asume el lado activo del sujeto en la construcción del conocimiento; del empirismo admite la irreductibilidad del objeto toda vez que los conocimientos se restringen al ámbito de los hechos, a los límites del mundo físico, sólo que a diferencia de los empiristas establece que hay conocimientos que no pueden ser derivados de la experiencia sino que son a priori, dando lugar a una significación nueva de la metafísica como ciencia en el sentido de un sistema de conocimientos a priori o conceptuales.
Más cercano a nuestros tiempos, se ha hablado mucho de la teoría de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn, filósofo de la ciencia adscrito al “racionalismo crítico”, corriente opositora dentro de la filosofía de la ciencia al positivismo que surgió con el Círculo de Viena pero que también rivalizó con el marxismo de la Escuela de Frankfurt. Kuhn explica las revoluciones científicas como rupturas epistemológicas donde el paradigma vigente de la ciencia normal (vigente), es desplazado por una nueva teoría que se incubó en sus márgenes y que termina desplazándola. En este sentido, el conocimiento científico no es una acumulación gradual de conocimientos sino una ruptura; no es una evolución más o menos pacífica sino una revolución análoga a la revolución social o política. Por ejemplo, en astronomía, Copérnico estableció con su teoría heliocéntrica una revolución que desplazó a la teoría geocéntrica de Ptolomeo. Sin embargo, la teoría de Kuhn parece que sólo es aplicable a la física. Al menos así lo sostiene el biólogo y filósofo Ernst Mayr quien en su obra “Así es la biología”, demuestra que al menos para la biología, la teoría kuhniana no aplica porque han coexistido en su seno diversas teorías rivales, si bien admite que “El origen de las especies” de Darwin significó a la postre una gran sacudida (no sólo científica, sino teológica y filosófica), pero que a pesar de todo no hay una delimitación clara en este caso de la transición de un paradigma científico a otro, además del cuestionamiento generalizado a la polisemia del término “paradigma” que Kuhn utiliza, lo que obligó a éste a sustituirla por otro más preciso que llamó “matriz disciplinaria”
Para terminar, en el seno del marxismo, el filósofo francés Louis Althusser interpretó el legado de Marx como una revolución teórica, dándole un toque positivista o cientificista a su interpretación, la cual fue duramente cuestionada entre otros por Adolfo Sánchez Vázquez (ASV) en su obra “Ciencia y Revolución”. Sin entrar en detalles, ASV considera que este enfoque que la interpretación althusseriana de la obra de Marx reduce la praxis a un acontecimiento meramente teórico en detrimento de la práctica revolucionaria.
César Ricardo Luque Santana
En esta ocasión abordaré el concepto de “revolución” sin acotarlo a la revolución mexicana ni a ninguna otra revolución del tipo que fuere, aunque de algún modo el tema surge a propósito del centenario de ésta o en el marco de la misma. Se me pidió que hablara del concepto en sí mismo, de sus diversas manifestaciones y consecuencias, pero sin restringirlo deliberadamente a un ámbito específico. Esto como parte de una invitación que se me hizo para participar en un panel sobre este tópico en un programa radiofónico del Programa Académico de Filosofía llamado “Filosofía para Todos”, el cual se transmite a través de Radio UAN.
De entrada se puede decir que el concepto de revolución no es privativo de las ciencias sociales sino que también ha sido utilizada en el campo de la filosofía. Por revolución se puede entender un cambio abrupto, un salto cualitativo o una ruptura relativamente radical de un determinado orden social o modelo teórico –según sea el caso- para instaurar otro supuestamente superior. Ahora bien, esta estabilización (nuevo orden o modelo) corre el riesgo con el tiempo de anquilosarse o desgastarse al grado de traicionarse a sí mismo o volverse obsoleto.
En el terreno de lo social, el concepto de revolución se puede apreciar en varias de sus disciplinas, como la economía, lo que nos remitiría a la Revolución Industrial de mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX en Inglaterra, hasta la incesante y vertiginosa revolución tecnológica de nuestros días. Sin embargo, en esta ocasión me centraré solamente en el ámbito de la política.
En este último, la revolución se llegó a distinguir de la reforma, la cual presupone un cambio gradual y pacífico de conquistas sociales a través de procesos legislativos y de la obtención del gobierno mediante el sufragio. Así, desde principios del siglo XX, se distinguió en el movimiento social o lucha de clases dos estrategias muy diferenciadas en torno al poder: una, la postura revolucionaria que se proponía el asalto al poder para transitar a un orden social supuestamente superior al capitalismo; y dos, la postura reformista o socialdemócrata que pugnaba por cambios graduales desde el sistema mismo mediante logros parciales pero sostenidos. Sin embargo, desde hace algunas décadas, con el advenimiento y consolidación del neoliberalismo, esta distinción perdió valor e incluso se dio una resignificación del concepto de revolución al grado de que en los inicios del neoliberalismo en la era de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, se hablaba de una “revolución conservadora”. Incluso, los gobernantes comunistas de los países de Europa del Este (la Nomenklatura o burocracia), eran tachados de conservadores, mientras que los “renovadores” eran supuestamente “revolucionarios”. Por cierto, hay que distinguir dos etapas de la disidencia de estos países presuntamente socialistas: la primera referida a los intentos de transformaciones pacíficas de un socialismo autoritario a uno democrático (Hungría 1956 y Checoslovaquia 1968), cuyos movimientos fueron aplastados por los tanques soviéticos y, la más reciente que restauró el capitalismo cuyo momento emblemático fue la caída del Muro de Berlín (1989)
Asimismo, se suele distinguir entre la revolución social y la revolución política, dando a entender que hay una diferencia de grado donde la primera es más profunda y radical porque implica cambios estructurales, mientras la segunda es más superficial o moderada porque no transforma de manera más radical las estructuras existentes. En este caso sería más bien un cambio de régimen político porque se movería dentro del marco del modelo económico y social prevaleciente. La revolución mexicana sería representativa de este último caso, mientras que la revolución francesa o la revolución cubana (toda proporción guardada), aludirían a la primera definición.
Las revoluciones también se han identificado con la violencia, con la insurrección armada, pero una revolución social y/o política no implica necesariamente la mediación de la violencia en el sentido de lucha armada organizada, aunque siempre existe algo de violencia porque quienes detentan el poder no ceden a las exigencias de cambio sin oponer resistencia y por ende recurren a la represión. No obstante, han existido revoluciones pacíficas también llamadas las llamadas “revoluciones de terciopelo” que han permitido transitar de manera pacífica de un régimen político a otro, trastocando a veces para bien o para mal las condiciones materiales de vida de la sociedad.
Desde luego que también se llegó a entender a la revolución en función de su opuesto, la contrarrevolución, y se distingue también a ésta de las revueltas o rebeliones. En el primer caso, los “revolucionarios” se contraponían a los ”reaccionarios”, ahora llamados eufemísticamente “conservadores”. Estos últimos eran y son los defensores del status quo, esto es, de un orden social existente donde una minoría goza de inmerecidos privilegios a costa del sufrimiento de la mayoría provocando una situación de injusticia social. Los reaccionarios o conservadores son en consecuencia los que se niegan al cambio (en el sentido de progreso social, equidad, etc.) porque verían afectados sensiblemente sus intereses económicos y sus privilegios de minoría o elite. En consecuencia, los revolucionarios eran o son el segmento de vanguardia de la sociedad identificado con los grupos sociales marginados en una perspectiva de lucha de clases, que para los que son políticamente correctos ya no existe, aunque curiosamente existan todavía las clases sociales y por lo tanto el dominio de unas sobre otras. Desde luego que la lucha de clase se ha refuncionalizado toda vez que el capitalismo neoliberal se ha reconfigurado de manera drástica.
En el caso del parentesco de los conceptos revolución, rebelión y revuelta, hay una especie de jerarquía en ese orden. Ciertamente un revolucionario es en un momento dado un rebelde, mientras que un rebelde no necesariamente es revolucionario. El subcomandante Marcos se considera un rebelde pero no un revolucionario, mientras los priistas son revolucionarios pero no rebeldes. De hecho es muy simpático por paradójico ser “revolucionario institucional” pues existe una contradicción en los términos. Por último, las revueltas son diferentes como procesos de sublevación a las revoluciones porque tienen un carácter más coyuntural, breve y espontáneo, al menos desde la perspectiva histórica.
En la filosofía se ha hablado de la revolución copernicana de Kant en cuanto a que él ha puesto en claro la relación sujeto-objeto en el conocimiento estableciendo que en éste el sujeto es activo y no pasivo, de manera que no es el objeto en que determina al sujeto sino éste a aquel. No podemos conocer las cosas tal como son en sí mismas porque no podemos saber realmente cómo son. Todo conocimiento está mediado por el sujeto a través de formas a priori (conceptos) o lo que él llama las condiciones de posibilidad de toda experiencia posible. Con ello, Kant se opone al esencialismo de la metafísica clásica e inaugura una nueva metafísica de la mente ya postulada por Descartes y otros racionalistas clásicos.
Con Kant, la historia de la filosofía llega a un punto de inflexión muy importante, no sólo respecto al debate sobre el conocimiento de los racionalistas y empiristas de la época moderna, sino de la metafísica misma, la cual es resignificada por él. Kant es por tanto un parteaguas sin duda del pensamiento filosófico antiguo, medieval y moderno.
En el primer caso (el debate entre racionalista y empiristas) es conocida la síntesis que Kant intenta a través del criticismo que consiste sumariamente en los siguiente: del racionalismo asume el lado activo del sujeto en la construcción del conocimiento; del empirismo admite la irreductibilidad del objeto toda vez que los conocimientos se restringen al ámbito de los hechos, a los límites del mundo físico, sólo que a diferencia de los empiristas establece que hay conocimientos que no pueden ser derivados de la experiencia sino que son a priori, dando lugar a una significación nueva de la metafísica como ciencia en el sentido de un sistema de conocimientos a priori o conceptuales.
Más cercano a nuestros tiempos, se ha hablado mucho de la teoría de las revoluciones científicas de Thomas Kuhn, filósofo de la ciencia adscrito al “racionalismo crítico”, corriente opositora dentro de la filosofía de la ciencia al positivismo que surgió con el Círculo de Viena pero que también rivalizó con el marxismo de la Escuela de Frankfurt. Kuhn explica las revoluciones científicas como rupturas epistemológicas donde el paradigma vigente de la ciencia normal (vigente), es desplazado por una nueva teoría que se incubó en sus márgenes y que termina desplazándola. En este sentido, el conocimiento científico no es una acumulación gradual de conocimientos sino una ruptura; no es una evolución más o menos pacífica sino una revolución análoga a la revolución social o política. Por ejemplo, en astronomía, Copérnico estableció con su teoría heliocéntrica una revolución que desplazó a la teoría geocéntrica de Ptolomeo. Sin embargo, la teoría de Kuhn parece que sólo es aplicable a la física. Al menos así lo sostiene el biólogo y filósofo Ernst Mayr quien en su obra “Así es la biología”, demuestra que al menos para la biología, la teoría kuhniana no aplica porque han coexistido en su seno diversas teorías rivales, si bien admite que “El origen de las especies” de Darwin significó a la postre una gran sacudida (no sólo científica, sino teológica y filosófica), pero que a pesar de todo no hay una delimitación clara en este caso de la transición de un paradigma científico a otro, además del cuestionamiento generalizado a la polisemia del término “paradigma” que Kuhn utiliza, lo que obligó a éste a sustituirla por otro más preciso que llamó “matriz disciplinaria”
Para terminar, en el seno del marxismo, el filósofo francés Louis Althusser interpretó el legado de Marx como una revolución teórica, dándole un toque positivista o cientificista a su interpretación, la cual fue duramente cuestionada entre otros por Adolfo Sánchez Vázquez (ASV) en su obra “Ciencia y Revolución”. Sin entrar en detalles, ASV considera que este enfoque que la interpretación althusseriana de la obra de Marx reduce la praxis a un acontecimiento meramente teórico en detrimento de la práctica revolucionaria.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Ricardo Luque - Carta abierta a Luis Enrique Miramontes
Carta abierta a Luis Enrique Miramontes
Luis Enrique Miramontes Vázquez
Director del Tiempo de Nayarit:
“Los cínicos no sirven para este oficio”
Ryszard Kapuscinski
Estimado amigo, me dí cuenta a través de “Nayarit en Línea” del periodista Antonio Tello del supuesto intento de asesinato a tu contra, hecho que me pareció perturbador, pues nunca creí que una confrontación pública fuera a escalar de esa manera.
Tú sabes que en general no tengo una buena opinión del periodismo local, pues creo que la mayoría de ellos actúa en forma canalla adulando a los poderosos a cambio de canonjías. En este sentido, considero que la mayor parte del periodismo que se ejerce en Nayarit, no cumple su función de informar verazmente al público y de formar opinión crítica en sus lectores, funciones que le darían sentido porque fortalecerían la vida democrática de la sociedad, que en nuestro caso es muy precaria. Es obvio que la mayoría de los dueños de los diarios y demás medios de comunicación noticiosa se orientan a satisfacer a la clase política, pues viven de los dineros que ésta les proporciona, dineros que no son suyos sino de nosotros los contribuyentes. En lo particular, debo aclara que no estoy en contra de los subsidios a los medios de comunicación, siempre y cuando éstos sean públicos, transparentes y no excesivos, además de que no impliquen condicionamientos vergonzantes.
Desafortunadamente, algunos medios de prensa no sólo no actúan como contrapesos de los excesos del Poder en defensa de los ciudadanos, sino que por el contrario, los utilizan para sus fines personales al grado de extralimitarse en el ejercicio de la libertad de expresión, interpretándola indebidamente como una prerrogativa para insultar, calumniar, chantajear y desinformar con total impunidad. La libertad de expresión es en consecuencia un derecho para informar con veracidad y expresar libremente puntos de vista, pero a la vez significa una obligación porque éstos se deben de hacer de manera responsable y fundamentada, sin tergiversar las cosas deliberadamente para hacer un daño moral a alguien por encomienda o para extorsionarlo, ni tampoco para lisonjear sin pudor a mediocres y corruptos.
Reitero mi solidaridad a tu persona deseando que las cosas se aclaren y estos hechos bochornosos no vuelvan a repetirse, sobre todo ahora que la violencia ha sentado sus reales en nuestras tierras de manera preocupante, situación que nos obligaría como comunicadores a ser más prudentes abandonando la diatriba y el lenguaje soez que sólo nos envilece enrareciendo el ambiente de por sí contaminado por las fechorías de los grupos criminales y el sospechoso autismo de las autoridades.
Por último, te agradezco la oportunidad que me das de publicar mis escritos en tu medio sin mediar censura alguna, respetando siempre mis opiniones sin mutilar mis artículos, omitirlos a discreción o dándome recomendaciones abiertas o veladas.
Un abrazo solidario.
Atentamente:
Mtro. César Ricardo Luque Santana
Profesor de la Licenciatura en Filosofía de la UAN
Martes, 16 de noviembre de 2010
Luis Enrique Miramontes Vázquez
Director del Tiempo de Nayarit:
“Los cínicos no sirven para este oficio”
Ryszard Kapuscinski
Estimado amigo, me dí cuenta a través de “Nayarit en Línea” del periodista Antonio Tello del supuesto intento de asesinato a tu contra, hecho que me pareció perturbador, pues nunca creí que una confrontación pública fuera a escalar de esa manera.
Tú sabes que en general no tengo una buena opinión del periodismo local, pues creo que la mayoría de ellos actúa en forma canalla adulando a los poderosos a cambio de canonjías. En este sentido, considero que la mayor parte del periodismo que se ejerce en Nayarit, no cumple su función de informar verazmente al público y de formar opinión crítica en sus lectores, funciones que le darían sentido porque fortalecerían la vida democrática de la sociedad, que en nuestro caso es muy precaria. Es obvio que la mayoría de los dueños de los diarios y demás medios de comunicación noticiosa se orientan a satisfacer a la clase política, pues viven de los dineros que ésta les proporciona, dineros que no son suyos sino de nosotros los contribuyentes. En lo particular, debo aclara que no estoy en contra de los subsidios a los medios de comunicación, siempre y cuando éstos sean públicos, transparentes y no excesivos, además de que no impliquen condicionamientos vergonzantes.
Desafortunadamente, algunos medios de prensa no sólo no actúan como contrapesos de los excesos del Poder en defensa de los ciudadanos, sino que por el contrario, los utilizan para sus fines personales al grado de extralimitarse en el ejercicio de la libertad de expresión, interpretándola indebidamente como una prerrogativa para insultar, calumniar, chantajear y desinformar con total impunidad. La libertad de expresión es en consecuencia un derecho para informar con veracidad y expresar libremente puntos de vista, pero a la vez significa una obligación porque éstos se deben de hacer de manera responsable y fundamentada, sin tergiversar las cosas deliberadamente para hacer un daño moral a alguien por encomienda o para extorsionarlo, ni tampoco para lisonjear sin pudor a mediocres y corruptos.
Reitero mi solidaridad a tu persona deseando que las cosas se aclaren y estos hechos bochornosos no vuelvan a repetirse, sobre todo ahora que la violencia ha sentado sus reales en nuestras tierras de manera preocupante, situación que nos obligaría como comunicadores a ser más prudentes abandonando la diatriba y el lenguaje soez que sólo nos envilece enrareciendo el ambiente de por sí contaminado por las fechorías de los grupos criminales y el sospechoso autismo de las autoridades.
Por último, te agradezco la oportunidad que me das de publicar mis escritos en tu medio sin mediar censura alguna, respetando siempre mis opiniones sin mutilar mis artículos, omitirlos a discreción o dándome recomendaciones abiertas o veladas.
Un abrazo solidario.
Atentamente:
Mtro. César Ricardo Luque Santana
Profesor de la Licenciatura en Filosofía de la UAN
Martes, 16 de noviembre de 2010
domingo, 14 de noviembre de 2010
Ricardo Luque - Recordando a don Tino
Recordando a don Tino
César Ricardo Luque Santana
El viernes 12 de noviembre se cumplió el noveno aniversario luctuoso de Justino Ávila Arce quien fuera presidente municipal de Tepic durante un poco más de dos años, desde mediados de 1999 hasta finales del 2001. Don Tino como le decía todo mundo, murió de un cáncer poco después de su segundo informe de gobierno. Su fallecimiento inesperado nos llenó de consternación a sus familiares, amigos, correligionarios, colaboradores y a muchísimos ciudadanos que reconocieron su buena gestión al frente del gobierno municipal de Tepic. Hoy en día, seguimos extrañando su prudencia, honestidad y sentido de responsabilidad como gobernante, cualidades que para desgracia de todos, la mayoría de nuestros políticos carecen.
Don Tino es considerado por propios y extraños como uno de los mejores presidentes municipales que ha tenido Tepic en los últimos tiempos, pues se distinguió como alcalde por ser un hombre de trabajo, serio, austero, con una gran personalidad para resistir todo tipo de presiones de un sector de la prensa corrupta que todos los días lo insultaban y calumniaban porque se negó a darles dinero público a cambio de adulaciones o para guardar un silencio cómplice. Actuó con firmeza también ante el propio gobernador emanado al igual que él de una alianza electoral pluripartidista haciendo respetar siempre la autonomía política del Ayuntamiento de Tepic, contrario a las prácticas priistas de ayer y hoy donde los alcaldes del PRI al igual que sus diputados, son de facto empleados del gobernador priista en turno. Supo asimismo negociar, conciliar y hacer respetar el proyecto de gobierno municipal ofertado a los electores con un cabildo de mayoría panista. También fue capaz de hacerle entender a los correligionarios de su partido el PRD, que un gabinete se conforma con ciudadanos capaces sin importar su militancia política. Tampoco cedió ante los chantajes de algunas organizaciones sociales de tipo clientelista que mediante plantones afuera del Palacio Municipal querían obligarlo a ceder en sus pretensiones. Se mantuvo firme cuando consideraba que esas demandas no eran legítimas o que no había manera de satisfacerlas sin ocasionar un daño mayor a la Ciudad, pero se abstuvo de usar la fuerza pública para reprimir las inconformidades sociales aunque no tuvieran razón.
Puedo dar testimonio de su desempeño público en algunos puntos porque tuve la fortuna de ser funcionario municipal del XXXV Ayuntamiento de Tepic (1999-2002) y compartir con don Tino la gestión de un buen gobierno donde por un lado, en lo interno, se metió orden en el funcionamiento de la administración que operaba en forma más o menos caótica, con lentitud en algunos servicios, donde nadie sabía incluso cuántos servicios ofrecía el Ayuntamiento ni existía tampoco por supuesto una documentación de cada procedimiento; y por el otro lado, en lo externo, se trabajó para beneficiar a la sociedad no sólo con obra pública la cual orientó a obras de infraestructura esenciales para la Ciudad y el municipio que otros alcaldes habían evitado porque creían que no les era rentable políticamente innovando en ese sentido, sino transparentando los usos del dinero público e impulsando diversas formas de participación ciudadana mediante la implementación de audiencias públicas semanales donde él y todos los funcionarios del Ayuntamiento atendían las peticiones de los ciudadanos tanto en lo referente a necesidades individuales como colectivas a través de sus representantes, dando la cara para escuchar las distintas peticiones proporcionando respuestas con sensibilidad y voluntad, sin más limites que los establecidos por la ley y por los recursos disponibles de la institución, sin incurrir nunca en actitudes populistas y sin crear falsas expectativas. Asimismo, impulsó informes públicos cuatrimestrales en el patio central del Palacio Municipal para dar a conocer las actividades de cada dependencia del Ayuntamiento para dar cuentas claras a la sociedad sometiéndose a su escrutinio público en forma directa y sin cortapisas. En dichos informes se daban citas entre otros, los representantes de los ciudadanos de los Comités de Acción Ciudadana así como ciudadanos a título personal con derecho todos de opinar libremente.
Don Tino era un hombre donde uno como colaborador podía darle su punto de vista con libertad e incluso discrepar de él en algunos puntos. Su tolerancia y apertura para dialogar era una constante en él. Jamás le ganó una tentación autoritaria de querer imponer sus puntos de vista tomando decisiones unilaterales o haciendo caso omiso de los acuerdos contraídos. Entendía que el gobierno municipal debía ejercerse en forma horizontal no sólo por ser el ámbito de gobierno más cercano a los ciudadanos, sino porque el propio gobierno municipal es de naturaleza colegiada. Por ello, cuando había un asunto delicado, nos convocaba a los regidores de cada partido y a un grupo de funcionarios cercanos a él y nos decía: “tenemos un problema”. Es decir, sometía las cosas más importantes a la consideración del equipo gobernante para entre todos encontrar las soluciones más pertinentes.
Esta actitud de don Tino ajena al vedetismo político en boga, revela en gran medida su modo de ser y la enorme diferencia que tiene con la mayoría de los políticos de esa época y de ahora. Jamás usó el poder para su proyección personal, nunca le importó el culto a la personalidad ni creyó que la democracia se redujera a la mercadotecnia. En este tenor, nunca aceptó los “consejos” de quienes le decían que debía aprovechar los logros de su gobierno para su proyección personal, para hacer futurismo político, para posicionarse para otro cargo. Él decía que las cosas se dan por añadidura, que la mejor forma de obtener el reconocimiento de sus conciudadanos estaba en el trabajo mismo y no en la mera propaganda. Don Tino creía firmemente que en una democracia los ciudadanos premian o castigan a sus representantes populares por su desempeño. Tal vez no sea del todo así, pues se ha demostrado en algunos casos que quienes han obtenido financiamientos para sus campañas más allá de lo que marca la ley han podido obtener victorias electorales. Pero por otro lado, don Tino demostró que haciendo bien las cosas, a pesar de tener a casi toda la prensa en contra como a él le sucedió, logró obtener una enorme popularidad todavía en vida. Muchos estamos convencidos que de no haber fallecido don Tino hubiera sido sin duda alguna el gobernador de Nayarit, pues su buena fama había llegado a los demás municipios del estado.
Podría seguir diciendo muchas cosas positivas de don Tino de su paso breve pero exitoso por la vida política pero desbordaría el espacio periodístico con el que cuento. Me conformo con dar un testimonio de mi relación con él como su colaborador en el XXXV Ayuntamiento de Tepic, manifestando públicamente mi gratitud hacia él por haberme incorporado a su equipo de trabajo y que siempre me sentiré honrado de haber servido a mi Ciudad bajo el liderazgo de este gran hombre que hoy tanta falta nos hace no sólo en Tepic sino en México.
martes, 9 de noviembre de 2010
Ricardo Luque - El sentido de la muerte
El sentido de la muerte
César Ricardo Luque Santana
En mi colaboración anterior sobre el problema de la muerte desde la perspectiva de la filosofía, concluía siguiendo a Manuel Levinas que el sentido de la muerte hay que buscarlo no ella misma sino en la propia vida, dibujando un horizonte de sentido de ésta o un proyecto de vida más allá de nuestras aspiraciones personales legítimas, es decir, procurando dejar una aportación significativa a los demás aunque sea modesta, pues esa sería en mi opinión la mejor manera de trascender. Esta afirmación involucra una perspectiva filosófica materialista que no comparte la idea de la muerte como un consuelo ante una vida desgraciada. Desde luego que dentro de este enfoque caben diversas posiciones, no sólo aquellas que reivindican la necesidad de una justicia social para una buena convivencia en comunidad donde la aspiración a la felicidad personal no es ajena a la felicidad colectiva sino que la presupone en cierto modo, sino que también existen algunas posturas pesimistas como la de Schopenhauer o nihilistas como la de Nietzsche.
Una estudiante de filosofía escribió en mi blog Hetairos un comentario donde me plantea dos preguntas, mismas que no pude contestarle en su momento porque me ausenté de la ciudad y durante ese lapso no consulté el Internet, pero que ahora recojo para desarrollar el planteamiento inicial de este escrito. En la primera de sus preguntas dice que de qué sirve construir un horizonte de sentido para nuestra vida si al morir éste se desvanece, y en su segunda inquietud plantea si es válido admitir el eterno retorno nietzcheano.
La primera inquietud puede parecer ingenua pero tomada literalmente descalifica no sólo la propuesta de darle sentido a la muerte dándole sentido a la vida, sino también a las posturas metafísicas que predican una vida eterna en todas sus variantes. No creo sin embargo que esta postura plantee un nihilismo, pero tampoco creo que un proyecto de vida generoso pierda significado con la muerte, si bien existen casos de personas que con su muerte prematura truncaron sus metas, pero aún así, si este proyecto de vida contribuyó en algo a mejorar la vida de los demás o los enalteció de algún modo, indudablemente que dejan un legado que justifica su existencia.
Retomando la exposición anterior, se dijo que la experiencia de la muerte como tal no existe y que por ello este fenómeno es incomprensible. Sin embargo este hecho no impide preguntarse qué hay más allá de la vida, ya sea como consuelo o en un sentido laico tratando de encontrarle sentido a la vida para dejar algún tipo de legado o memoria de una existencia que haya valido la pena. Esto último es lo que hay que enfatizar.
En la segunda pregunta es necesario diferenciar el mito del eterno retorno que ya aparece en Platón y los estoicos donde se parte de la idea de una edad de oro que con el transcurso del tiempo se desvirtúa y que la decadencia de la humanidad concluye en una conflagración que extinguiría el mundo para retornar al punto de partida (a esa nueva edad de oro para tratar de preservarla). Pero el eterno retorno de Nietzsche en su obra “Así habló Zaratustra” (a reserva de interpretarla incorrectamente), esgrime una noción del tiempo en su principio y fin como una repetición invariable, es decir, si el mundo se extinguiera pero los pocos sobrevivientes pudieran recomenzar, cometerían desde el inicio los mismos errores y vicios porque persistirían en sus mismas debilidades, es decir, no hay en él una noción idílica de una supuesta edad de oro que significaría una segunda oportunidad. No obstante este fatalismo, la idea del Superhombre marca la diferencia porque siempre habrá hombres libres que decidirán no actuar como rebaño sino que se propondrá transmutar los valores prevalecientes fortaleciendo la autonomía personal.
En este sentido, para Nietzsche el miedo a la muerte y sus consolaciones son un síntoma de decadencia. La creencia cristiana sobre la muerte es rechazada vigorosamente por Nietzsche, pues el sustento de la “vida eterna” descansa en el concepto de Dios y éste para él es un concepto vacío. La frase “Dios ha muerto” que aparece en la ya mencionada obra de Nietzsche significa por un lado que los propios creyentes en Dios han matado ese referente por su doble moral, pero además, conceptos como el “Dios”, “progreso”, “socialismo”, etc., son para él meras utopías o consuelos (engaños) para la manada, de ahí que el Superhombre deba de romper con la idea de Dios y otras nociones ilusas.
Para el filósofo pesimista Schopenhauer, en su obra “El amor, la muerte y las mujeres” (Editorial Latino Americana, 1952), “la individualidad de mayoría de los hombres es tan miserable y tan insignificante que nada pierden con la muerte (98). “A la humanidad y no al individuo es a quien se le puede asegurar la duración.” (99) Misantropía aparte porque para Schopenhauer el hombre (como especie o colectivo) no puede ser feliz en ningún modo de existencia posible, para él no hay propiamente inmortalidad del alma sino sólo duración de la especie, es decir, una postura naturalista. Incluso rechaza tajantemente que la vida eterna sea deseable: “exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito.” (99) Añade que si después de la muerte el hombre conservase su conciencia (alma), ésta sería tan pobre y estrecha como lo fue en vida, por ello concluye que es mejor que descanse en paz.
Para terminar este escrito y este tema, la tesis de que el sentido de la muerte hay que buscarla en la vida misma se puede apreciar como acabamos de ver incluso en posturas extremas como la pesimista de Schopenhauer y la nihilista de Nietzsche. Lo común a ambas es que se remiten invariablemente a un compromiso estrictamente individualista que al parecer no se preocupan por la cuestión del otro como en Levinas, donde la construcción de sentido no es una tarea sólo individualista sino que tiene que ver con un compromiso para construir una sana convivencia en comunidad. Creo que estas diversas posturas materialistas son no obstante espirituales en un sentido laico porque invitan a las personas al perfeccionamiento como seres humanos como pretendía Sócrates, mientras que las posturas idealistas o religiosas que se aferran a encontrarle sentido a la muerte en el más allá, salvo excepciones, promueven el conformismo al limitar la conciencia crítica y revelan paradójicamente un burdo materialismo al querer perpetuarse indefinidamente en una supuesta vida eterna en vez de hacerlo dejando una buena contribución a la humanidad con sus actos.
César Ricardo Luque Santana
En mi colaboración anterior sobre el problema de la muerte desde la perspectiva de la filosofía, concluía siguiendo a Manuel Levinas que el sentido de la muerte hay que buscarlo no ella misma sino en la propia vida, dibujando un horizonte de sentido de ésta o un proyecto de vida más allá de nuestras aspiraciones personales legítimas, es decir, procurando dejar una aportación significativa a los demás aunque sea modesta, pues esa sería en mi opinión la mejor manera de trascender. Esta afirmación involucra una perspectiva filosófica materialista que no comparte la idea de la muerte como un consuelo ante una vida desgraciada. Desde luego que dentro de este enfoque caben diversas posiciones, no sólo aquellas que reivindican la necesidad de una justicia social para una buena convivencia en comunidad donde la aspiración a la felicidad personal no es ajena a la felicidad colectiva sino que la presupone en cierto modo, sino que también existen algunas posturas pesimistas como la de Schopenhauer o nihilistas como la de Nietzsche.
Una estudiante de filosofía escribió en mi blog Hetairos un comentario donde me plantea dos preguntas, mismas que no pude contestarle en su momento porque me ausenté de la ciudad y durante ese lapso no consulté el Internet, pero que ahora recojo para desarrollar el planteamiento inicial de este escrito. En la primera de sus preguntas dice que de qué sirve construir un horizonte de sentido para nuestra vida si al morir éste se desvanece, y en su segunda inquietud plantea si es válido admitir el eterno retorno nietzcheano.
La primera inquietud puede parecer ingenua pero tomada literalmente descalifica no sólo la propuesta de darle sentido a la muerte dándole sentido a la vida, sino también a las posturas metafísicas que predican una vida eterna en todas sus variantes. No creo sin embargo que esta postura plantee un nihilismo, pero tampoco creo que un proyecto de vida generoso pierda significado con la muerte, si bien existen casos de personas que con su muerte prematura truncaron sus metas, pero aún así, si este proyecto de vida contribuyó en algo a mejorar la vida de los demás o los enalteció de algún modo, indudablemente que dejan un legado que justifica su existencia.
Retomando la exposición anterior, se dijo que la experiencia de la muerte como tal no existe y que por ello este fenómeno es incomprensible. Sin embargo este hecho no impide preguntarse qué hay más allá de la vida, ya sea como consuelo o en un sentido laico tratando de encontrarle sentido a la vida para dejar algún tipo de legado o memoria de una existencia que haya valido la pena. Esto último es lo que hay que enfatizar.
En la segunda pregunta es necesario diferenciar el mito del eterno retorno que ya aparece en Platón y los estoicos donde se parte de la idea de una edad de oro que con el transcurso del tiempo se desvirtúa y que la decadencia de la humanidad concluye en una conflagración que extinguiría el mundo para retornar al punto de partida (a esa nueva edad de oro para tratar de preservarla). Pero el eterno retorno de Nietzsche en su obra “Así habló Zaratustra” (a reserva de interpretarla incorrectamente), esgrime una noción del tiempo en su principio y fin como una repetición invariable, es decir, si el mundo se extinguiera pero los pocos sobrevivientes pudieran recomenzar, cometerían desde el inicio los mismos errores y vicios porque persistirían en sus mismas debilidades, es decir, no hay en él una noción idílica de una supuesta edad de oro que significaría una segunda oportunidad. No obstante este fatalismo, la idea del Superhombre marca la diferencia porque siempre habrá hombres libres que decidirán no actuar como rebaño sino que se propondrá transmutar los valores prevalecientes fortaleciendo la autonomía personal.
En este sentido, para Nietzsche el miedo a la muerte y sus consolaciones son un síntoma de decadencia. La creencia cristiana sobre la muerte es rechazada vigorosamente por Nietzsche, pues el sustento de la “vida eterna” descansa en el concepto de Dios y éste para él es un concepto vacío. La frase “Dios ha muerto” que aparece en la ya mencionada obra de Nietzsche significa por un lado que los propios creyentes en Dios han matado ese referente por su doble moral, pero además, conceptos como el “Dios”, “progreso”, “socialismo”, etc., son para él meras utopías o consuelos (engaños) para la manada, de ahí que el Superhombre deba de romper con la idea de Dios y otras nociones ilusas.
Para el filósofo pesimista Schopenhauer, en su obra “El amor, la muerte y las mujeres” (Editorial Latino Americana, 1952), “la individualidad de mayoría de los hombres es tan miserable y tan insignificante que nada pierden con la muerte (98). “A la humanidad y no al individuo es a quien se le puede asegurar la duración.” (99) Misantropía aparte porque para Schopenhauer el hombre (como especie o colectivo) no puede ser feliz en ningún modo de existencia posible, para él no hay propiamente inmortalidad del alma sino sólo duración de la especie, es decir, una postura naturalista. Incluso rechaza tajantemente que la vida eterna sea deseable: “exigir la inmortalidad del individuo es querer perpetuar un error hasta el infinito.” (99) Añade que si después de la muerte el hombre conservase su conciencia (alma), ésta sería tan pobre y estrecha como lo fue en vida, por ello concluye que es mejor que descanse en paz.
Para terminar este escrito y este tema, la tesis de que el sentido de la muerte hay que buscarla en la vida misma se puede apreciar como acabamos de ver incluso en posturas extremas como la pesimista de Schopenhauer y la nihilista de Nietzsche. Lo común a ambas es que se remiten invariablemente a un compromiso estrictamente individualista que al parecer no se preocupan por la cuestión del otro como en Levinas, donde la construcción de sentido no es una tarea sólo individualista sino que tiene que ver con un compromiso para construir una sana convivencia en comunidad. Creo que estas diversas posturas materialistas son no obstante espirituales en un sentido laico porque invitan a las personas al perfeccionamiento como seres humanos como pretendía Sócrates, mientras que las posturas idealistas o religiosas que se aferran a encontrarle sentido a la muerte en el más allá, salvo excepciones, promueven el conformismo al limitar la conciencia crítica y revelan paradójicamente un burdo materialismo al querer perpetuarse indefinidamente en una supuesta vida eterna en vez de hacerlo dejando una buena contribución a la humanidad con sus actos.
domingo, 31 de octubre de 2010
Ricardo Luque - El problema filosófico de la muerte
El problema filosófico de la muerte
César Ricardo Luque Santana
“Si sólo vivimos dos días, no merece la pena emplearlos
en arrastrarnos ante tanto bribón despreciable” Voltaire.
¿Qué es la muerte? Nada sabemos acerca de ella, dijo tajante Sócrates durante su juicio (“Apología de Sócrates”) dando a entender por un lado que no debemos verla como un mal porque no sabemos qué es; y por el otro, que él no temía ser sentenciado a la muerte como finalmente ocurrió. Y lo mismo repite en otro Diálogo, el “Fedón o del Alma” para tranquilizar a sus seguidores y amigos que tratan en vano de persuadirlo para que huya de la cárcel, donde paciente y resignadamente espera su ejecución mediante la cicuta, sólo que aquí, se aventura una teoría sobre la inmortalidad del alma.
Epicuro de Samos (s. IV a. C.) fue más enfático que Sócrates en este asunto pues agregaba que debíamos evitar todo tipo de temores irracionales como el miedo a la muerte o cualquier otra forma de superstición. Epicuro decía que la muerte no existe, porque cuando uno vive, ella está ausente; y cuando ella llega, uno ya no está presente.
La idea de la muerte como algo natural fue en general un pensamiento típico de los pensadores o ilustrados antiguos de Grecia y Roma. Gorgias de Leontini (s. IV a. C.), uno de los más destacados sofistas, en una de sus obras “La Defensa de Palamedes”, personaje de la Ilíada que según Ulises traicionó a Grecia en la guerra contra Troya, trata de rehabilitar la figura de este personaje. En este ejemplo no interesa en sí, la cuestión de si este sujeto fue o no un traidor ni tampoco las argucias retóricas del sofista para resarcirlo, sino su percepción de la muerte que coincide con los demás pensadores ilustrados en tanto la ve como un proceso natural inexorable. Palamedes comienza su defensa ante el jurado popular diciendo que lo que está en juego no es si ha de morir o no, sino si ha de hacerlo con honor o deshonor, pues la naturaleza –remata enfático dirigiéndose al jurado- ya nos ha condenado a muerte a todos.
No obstante esta visión laica o naturalista de la muerte, ha existido también una concepción espiritualista que en la filosofía se ha expresado a través de noción de alma, aunque originariamente ésta procede de la religión y también persiste en ella. La idea de la inmortalidad del alma -y en ocasiones de su transmigración o reencarnación- alude a un deseo de no resignarse a la muerte como un fin absoluto de la existencia personal.
Platón decía que la filosofía es una meditación de la muerte, pero ésta ha sido entendida en sentido de la muerte humana porque sólo en el ser humano la muerte tiene significado. Es decir, sólo el ser humano es consciente de su condición mortal, de ahí que le sea inevitable e indispensable pensar sobre la muerte. Ahora bien, la muerte así concebida, es personal e intransferible, pero aceptar resignadamente su naturaleza ineluctable no es suficiente sino que es necesario dotarle de un sentido o domesticarla.
Las religiones tienden a generar creencias que sirven de consuelo ante la inevitabilidad de la muerte. El cristianismo por ejemplo, sostiene que la verdadera felicidad está en el más allá, siempre y cuando se hayan respetado los preceptos religiosos. Desde luego, esta “prerrogativa” (salvación) ha sido interpretada como una forma de dominio político de las masas que sufren en este “valle de lágrimas” a las cuales se les inculca la mansedumbre prometiéndoles una “mejor vida” en un supuesto paraíso celestial. Independientemente de los usos instrumentales que se pueda dar a la muerte, persiste la necesidad intrínseca de encontrarle sentido, mismo que se genera por el miedo ante la muerte propia y por el dolor ante la muerte ajena de algún ser querido. La noción de la inmortalidad del alma con base en estos últimos criterios, es un intento de limitar la muerte como una mera cesación de la existencia física y también como una negación de nuestra condición de seres mortales. La concepción naturalista de la muerte también admite una especie de “inmortalidad” pero entendida como una prolongación o perpetuación de la vida en función de la especie, es decir, que la muerte del individuo se continúa con la descendencia en la especie, de manera que la naturaleza sobrevive en un ciclo relativamente incesante de vida y muerte.
El miedo a la muerte denota sin embargo la percepción de que ésta es un mal en sí misma y en el fondo es un reconocimiento de que la vida de cada individuo es única e irrepetible, es decir, que si la vida significa el ser, la muerte sería el no ser, la nada. Por eso, la concepción de la muerte que se tenga es al mismo tiempo una concepción de la vida, pues en efecto, la muerte no sólo es algo que nos pasa por ser inevitable e intransferible, sino que asimismo, es algo que nos sobrepasa porque al no saber realmente qué es, queremos averiguarlo, necesitamos saberlo, pues a pesar de no saber qué es la muerte y precisamente por eso, estamos obligados a tratar de encontrarle sentido ya que como dice Martín Heidegger, el hombre es un ser para la muerte, de tal suerte que si no tuviéramos conciencia de la muerte no tendríamos identidad alguna.
El filósofo chileno Diego Fernández H., en un interesante artículo llamado “De otro modo que-(ser-para-la-muerte)” en A Parte Rei, Revista de Filosofía (disponible en Internet), explora de la mano de Heidegger y Manuel Levinas el problema de la muerte pero no como un tránsito del ser al no ser o del ser a la ausencia del ser, sino como una trascendencia dentro de los límites de lo temporal, es decir, no se plantea un más allá metafísico como lo hace el espiritualismo idealista-religioso, pero tampoco acepta el reduccionismo del naturalismo. En este texto se analiza el paso del ser a otro modo de ser, esto es, no de la vida a la muerte, de una existencia efímera a una supuestamente eterna, sino que se propone otro tipo de trascendencia: ¿Cómo pensar de otra manera la alteridad del ser?
La conciencia de la muerte nos lleva a pensar sobre nuestro modo de estar en el mundo, lo que hacemos con nuestra vida, o como decía Sartre, “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron con él” para señalar que no tenemos una esencia inmutable sino que somos una construcción o proyección social (la existencia precede a la esencia). El tener conciencia de que vamos a morir, entonces nos convoca a construir un proyecto de vida, a dibujar un horizonte de sentido de nuestra existencia en aras de alcanzar la felicidad, no de una manera egoísta sino en comunión con los demás.
Pensar la muerte es un asunto complejo porque no podemos obviamente tener la experiencia de la muerte constándola en otros ni padeciéndola en uno mismo. En el primer caso, tenemos un contacto con la muerte a través de los otros pero no es todavía la muerte porque no la experimentamos en nosotros mismos, y cuando lo hacemos, no podemos comunicarla. “La muerte, en lugar de dejarse definir por su propio acontecimiento nos afecta por su sinsentido” dice Levinas. En otras palabras, la muerte como tal, cuando a uno le acontece, es incomunicable e impensable, pero en su otredad, en la muerte del otro, si nos da en qué pensar, aunque como dice Levinas, la muerte del otro es un acontecimiento sin lugar. En efecto, como la muerte que puede ser pensada es la del otro y no nuestra propia muerte, ésta es incomprensible.
La alteridad debe ser pensada por lo tanto respecto del otro que al igual que yo existe, es decir, que preguntarse por el sentido de la muerte es realmente preguntarse por el sentido de la vida y más propiamente de la vida social o en comunidad, de nuestra convivencia con el otro. Para Levinas, este horizonte de sentido se funda en la ética a la cual denomina “filosofía primera”. En consecuencia, si la muerte es en sí misma un sinsentido, la vida debería de estar dotada de sentido para que por esa vía la muerte tenga sentido.
domingo, 24 de octubre de 2010
Ricardo Luque - Cerrando filas
Cerrando filas
César Ricardo Luque santana
Exitoso sin duda resultó el encuentro entre dirigentes y militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de Nayarit, en torno a la figura del diputado federal Guadalupe Acosta Naranjo. En dicha reunión, estuvieron presentes también los alcaldes perredistas del norte del estado, a saber, de Acaponeta, Tecuala, Rosamorada y Huajicori. Esta actividad política se realizó el domingo 24 de octubre por la mañana en el Salón “Quinta Nena” de la ciudad de Tepic, el cual se vio completamente abarrotado. Resulta interesante añadir que no hubo acarreos ni refrigerio para los asistentes, sino que prevaleció la austeridad en ese sentido.
Para el perredismo local, este acto político fue muy importante e incluso histórico porque no se recuerda un acto de unidad tan contundente. En efecto, todos los dirigentes de las distintas corrientes de este partido, manifestaron sin ambages su respaldo pleno al diputado Naranjo, mostrando con ello no sólo una actitud de elemental responsabilidad ante la sociedad y el momento histórico, sino reconociendo en él un liderazgo que se ha ganado a pulso, pues creo que nadie le regatea a estas alturas de la vida, la enorme proyección que ha conseguido y sus grandes cualidades de líder. Habla bien también, del grado de madurez alcanzado por los dirigentes de las distintas expresiones del PRD nayarita. De este modo, pudieron hacer a un lado sus divergencias que los venía manteniendo confrontados entre sí durante mucho tiempo causando una grave división entre ellos. En este tenor, Arturo Marmolejo Rivera, uno de sus dirigentes históricos, manifestó que no sólo era necesario hacer a un lado sus diferencias atávicas, sino que también era importante restañar las heridas que éstas les dejaron al paso del tiempo. Las circunstancias donde se combina una alta probabilidad de que la izquierda conquiste el próximo año las instancias del poder público, como el poder ejecutivo y el poder legislativo, a través de una amplia alianza política y de gobierno, así como la necesidad de superar el mal gobierno realizado por Ney González, ameritan para ellos el cierre de filas para lograr esos objetivos, y desde ahí, enarbolar un proyecto distinto al actual, que sólo ha logrado deteriorar el tejido social e hipotecar el futuro de los nayaritas.
La lista de oradores fue larga pero sus discursos emotivos, destacados los pronunciados por los alcaldes perredistas, particularmente por el de Acaponeta, Saulo Lora. Pero sin duda, el discurso más esperado y más aplaudido, fue el de Guadalupe Acosta Naranjo, quien hizo gala de sus cualidades de tribuno, haciendo pronunciamientos políticos muy importantes, mismos que seguramente otras crónicas complementarán a la que aquí se realicen.
Al principio, su alocución fue tranquila, pausada, relatando en grandes trazos su fecunda pero sinuosa trayectoria política de 29 años, desde su etapa estudiantil, después como luchador social, más adelante como representante popular, luego funcionario público, hasta lo que consideró su logro personal más significativo que fue dirigir al partido del sol azteca a nivel nacional, mismo que muchos años atrás, no sólo fundara, sino que tuvo el privilegio junto con Arturo Marmolejo, de figurar entre los 300 convocantes a la iniciativa del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que dio lugar al nacimiento del PRD, el partido de izquierda más importante que ha tenido el país.
Luego de este recuento, enfocó su discurso político a una serie de problemas muy relevantes: aseveró que busca en serio la candidatura del PRD y de una eventual alianza política y de gobierno con otras fuerzas políticas y sociales, y que en modo alguno está dispuesto a participar con las “manos amarradas”, exigiéndole al dirigente estatal de su partido, Rodrigo González Barrios, que convoque a todos los aspirantes internos y externos por el PRD a la candidatura al gobierno del estado de Nayarit, a un debate de ideas para contrastar ante la ciudadanía los proyectos de gobierno de cada uno. No obstante, ratificó lo que ha dicho en otras ocasiones de que de nos ser él, el abanderado del PRD, apoyará sin reservas a quien resulte favorecido por la aceptación ciudadana, y que considera que éstos deben de pronunciarse de igual manera. Huelga decir que el tono de esta parte del discurso fue más enjundioso que al principio, donde las dotes del gran orador que es Naranjo, atraparon la atención del público y desbordó su entusiasmo. Desde el comienzo de su discurso, a diferencia e los que ocurrió con otros oradores que desde luego fueron escuchados con respeto por los asistentes, con Naranjo reinó un silencio muy especial que denotaba una gran expectativa para oír sus pronunciamientos, silencio que luego se convirtió en algarabía y aplausos con cada pronunciamiento relevante. El dominio de la palabra, la ilación coherente de ideas, los cambios apropiados de ritmo y en el tono de su voz, la claridad de exposición, la seguridad de sus afirmaciones y su actitud desafiante ante los retos, mantuvo al auditorio pendiente de cada cosa que decía y de cada explicación que daba, festejándole sus dichos a cada momento.
Insistió en que es la hora de poner sobre la balanza las trayectorias, experiencias y capacidades de todos los aspirantes de cara a la sociedad. Centró sus baterías en criticar al gobierno de Ney González al que consideró un gobierno de ocurrencias y el peor que hemos padecido los nayaritas. Señaló cuatro grandes errores del actual gobernador: primero, el dejar la educación en manos del cacique magisterial Liberato Montenegro lo cual ha traído nefastas consecuencias, asegurando que de ser él el gobernador, le pondrá a éste un freno y convertirá a la educación en todos sus niveles, en la palanca de desarrollo del estado; segundo, la inseguridad pública, donde es evidente que el gobierno de Ney González se mantiene sospechosamente como mero espectador, permitiendo que estén muriendo decenas de personas inocentes, así como jóvenes reclutados por el crimen organizado ante la indiferencia e incompetencia de un gobierno “nini” (sic) que ni trabaja ni resuelve nada; tercero, el abandono del campo porque sólo tiene ojos para la Riviera Nayarit, siendo el campo un gran potencial económico porque en Nayarit dijo, “existe la mejor agua, las mejores tierras y los mejores campesinos”; y cuarto, el tremendo endeudamiento público que va a dejar maniatado al próximo gobierno, advirtiendo a los banqueros que el nuevo gobierno encabezado por él no reconocerá esa deuda porque no la contrajo el pueblo de Nayarit, convocando al mismo tiempo a sus correligionarios a dar la batalla para impedir que se concrete este último endeudamiento.
Hubo otros tópicos que se me escapan de momento o que por las limitaciones de espacio no puedo comentar, sin embargo, puedo añadir que aventuró algunas interesantes propuestas de gobierno para una reforma político-electoral que responda a una auténtica vocación democrática y no a los manoseos oportunistas y facciosos como los que realizó Ney González en contubernio con su mayoría priista, como en los tiempos del Gran Elector, donde los diputados sólo levantaban el dedo para aprobar lo que les indicaba el gobernador, traicionando con ello a sus electores. También esgrimió en grandes líneas su proyecto para reactivar el campo, para impulsar la educación, generar empleos, entre otros.
domingo, 17 de octubre de 2010
Ricardo Luque - ¿Se puede enseñar valores?
¿Se puede enseñar valores?
César Ricardo Luque Santana
Esta pregunta puede parecer ociosa y su respuesta obvia pero no lo son. Hace 2500 años, Platón se hizo esta misma pregunta abordándola en varios de sus Diálogos, entre ellos, el “Menón o de la Virtud”. Hoy esta inquietud sigue teniendo vigencia y la respuesta que Platón aportó en su momento sigue siendo pertinente. Sin embargo, algún apresurado podría decir que no sólo es posible enseñar valores morales, sino que además, es algo deseable y necesario, toda vez que estamos padeciendo una grave erosión en las relaciones humanas, manifestada particularmente, en una crisis de inseguridad pública intolerable.
Quienes aducen que la ola de crímenes que nos agobian, que la crisis educativa patentizada en resultados desastrosos que nos indican un claro fracaso educativo en todos los niveles, la permanente crisis económica y otros males sociales que nos aquejan, son producto de la falta de valores en los que vive nuestra sociedad, sólo dan cuenta de los hechos pero no los explican, porque parten de una visión subjetivista que hace omisión de las deterioradas condiciones sociales, económicas y políticas que propician o se vuelven caldo de cultivo para que emerjan este tipo de problemáticas. Desde luego que una postura objetivista sería igualmente errónea, porque en efecto, una sociedad, una familia o un individuo, pueden gozar de ventajas materiales y sin embargo actuar con miseria moral. No obstante, la equidad o la justicia social, una buena educación, un Estado de Derecho verdadero, entre otros factores de este tipo, pueden abonar favorablemente a construir una convivencia social más sana y pacífica.
Kant decía que los seres humanos somos socialmente insociables y que la vida en sociedad a través de normas morales, de cortesía y jurídicas, son convencionales, pero gracias a ellas se hace viable la vida en comunidad. Las normas morales sin embargo, tienen un carácter de convicción personal porque apelan a nuestro fuero interno, a nuestro convencimiento racional; mientras que las leyes son disposiciones legales que tienen un carácter coercitivo o punitivo. En esa misma línea de pensamiento, Sigmund Freud, sostenía en “El malestar de la cultura”, que la civilización es una sublimación de los instintos. La cultura en este sentido constituye para los humanos una “segunda naturaleza”, y por ello, Kant y los ilustrados de su época, entendían por cultura todo lo que no es naturaleza externa o todo lo que es artificial. Las relaciones sociales son por tanto cultura porque son una construcción social e histórica, lo mismo que la moralidad, los artefactos, etc. Incluso si nos remontamos a los primeros grupos humanos que todavía no tenían leyes escritas, es lógico pensar que eran ciertos valores morales como la solidaridad, la lealtad al grupo, etc., lo que permitía su cohesión para perpetuar su existencia.
Posteriormente a esta temprana etapa de los grupos humanos, con la aparición de la propiedad privada, surge según Federico Engels, la familia monogámica y el Estado como garantes de la propiedad privada. El Estado presupone leyes escritas, castigos, fuerza pública, etc. Pero esta incorporación coercitiva a la normativa moral originaria, no sólo no es un mero complemento o reforzamiento externo a ésta, ni mucho menos su sucedáneo. La verdadera civilidad descansa más en los valores que en las imposiciones, en la moral que en la ley, de manera que la formación en valores de una sociedad debería de ser algo que esté fuera de duda. En algunas comunidades indígenas, la palabra empeñada es valiosa en sí misma, lo que no ocurre en las sociedades complejas. Asimismo, la mera prosperidad económica o una mayor equidad social, no garantiza en sí misma una convivencia sana, sino que se necesita invariablemente de un sustento ético, pues el sólo éxito material sin un soporte espiritual de corte moral y laico, es insuficiente.
Volviendo a Platón, en el "Menón"discute con éste si la virtud puede ser enseñada, planteándose primero la necesidad de definir qué es la virtud. Si bien no se da una definición explícita de ésta, se da por sentado que existe porque existen personas que el pueblo toma por seres virtuosos, como Pericles, los sofistas y otros (aunque Sócrates y Platón los consideran impostores porque para ellos sólo el filósofo es un ser auténtico ya que es el único que busca la verdad y trata de ser consecuente con ella en su modo de vivir). No obstante, suponiendo sin conceder como dicen los abogados que haya referentes humanos como los que consideraba el pueblo ateniense, éstos determinan parcialmente la existencia de la virtud; pero por otro lado, desde la perspectiva platónica, la virtud es un ideal, un arquetipo a alcanzar. La virtud en este contexto, es sinónimo de excelencia o perfeccionamiento intelectual y moral, es decir, un conjunto de cualidades de índole espiritual (laico). Cultivar la razón y vivir conforme a ella es la clave. Los griegos distinguían entre la sofrosine o sabiduría y la hybris o la violencia. La primera lleva a la prudencia y se rige por la razón; la segunda es impulsiva porque se deja llevar por las pasiones y las emociones.
Platón en boca de Sócrates, argumenta que no hay una ciencia de la virtud ni por consiguiente nadie que la posea, es decir, para él la virtud o los valores no se pueden enseñar, pero si se pueden y se deben aprender. Esta conclusión parece desconcertante pero significa que el aprendizaje de los valores no es una cuestión de lecciones, teorías o propaganda, sino de vivencias y congruencia. Por ello, cuando en la “Séptima Carta”, Platón le dice a Dionisio “el joven” que su filosofía no está en los libros, le está queriendo decir que la filosofía no sólo es un modo de razonar ni un mero oficio, sino ante todo un modo de vida, pues buscar la verdad implica ser consecuente con ella en la vida cotidiana, al grado de que en un momento dado, como decía Sócrates, “es preferible padecer el mal que cometerlo”.
Desde esta perspectiva, la enseñanza de los valores, o mejor dicho su aprendizaje, implica que debe haber una congruencia para que sean asimilados por la sociedad. De poco sirve tejer discursos contra la corrupción –por poner un ejemplo-, de crear instancias que supuestamente la impedirían, la inhibirían o la atajarían, cuando en el imaginario colectivo, ésta es una realidad insoslayable que aceita los mecanismos de funcionamiento del gobierno y la sociedad, involucrando a autoridades, empresarios, académicos, ciudadanos comunes y otros. De poco sirve mandar un mensaje teórico o prescriptivo, cuando se envía al mismo tiempo pero de manera más contundente otro mensaje en sentido contrario. ¿De qué sirve llenarse la boca de democracia cuando todos perciben que vivimos bajo una plutocracia? Esto no significa que haya de aceptar el estado de cosas existente desdeñando la ética, sino que hay que trabajar para crear las condiciones para qué ésta florezca. Las posturas que escudándose en un supuesto realismo renuncian a transformar la sociedad predicando su adaptación pragmática y oportunista a través de discursos o teorías falaces, sólo “contribuyen” al empeoramiento del ya de por sí deteriorado tejido social, y son en los hechos unos cínicos que como decía Oscar Wilde, conocen el precio de todo y el valor de nada.
Hace 2 años, el 14 de diciembre de 2008 para ser exactos, escribí en este mismo blog un artículo llamado “Vivir con valores”, donde abordé este mismo asunto para criticar la hipocresía de la clase política dominante, que insiste en infundir valores al mismo tiempo que son ellos los obstruye sus condiciones de posibilidad.
César Ricardo Luque Santana
Esta pregunta puede parecer ociosa y su respuesta obvia pero no lo son. Hace 2500 años, Platón se hizo esta misma pregunta abordándola en varios de sus Diálogos, entre ellos, el “Menón o de la Virtud”. Hoy esta inquietud sigue teniendo vigencia y la respuesta que Platón aportó en su momento sigue siendo pertinente. Sin embargo, algún apresurado podría decir que no sólo es posible enseñar valores morales, sino que además, es algo deseable y necesario, toda vez que estamos padeciendo una grave erosión en las relaciones humanas, manifestada particularmente, en una crisis de inseguridad pública intolerable.
Quienes aducen que la ola de crímenes que nos agobian, que la crisis educativa patentizada en resultados desastrosos que nos indican un claro fracaso educativo en todos los niveles, la permanente crisis económica y otros males sociales que nos aquejan, son producto de la falta de valores en los que vive nuestra sociedad, sólo dan cuenta de los hechos pero no los explican, porque parten de una visión subjetivista que hace omisión de las deterioradas condiciones sociales, económicas y políticas que propician o se vuelven caldo de cultivo para que emerjan este tipo de problemáticas. Desde luego que una postura objetivista sería igualmente errónea, porque en efecto, una sociedad, una familia o un individuo, pueden gozar de ventajas materiales y sin embargo actuar con miseria moral. No obstante, la equidad o la justicia social, una buena educación, un Estado de Derecho verdadero, entre otros factores de este tipo, pueden abonar favorablemente a construir una convivencia social más sana y pacífica.
Kant decía que los seres humanos somos socialmente insociables y que la vida en sociedad a través de normas morales, de cortesía y jurídicas, son convencionales, pero gracias a ellas se hace viable la vida en comunidad. Las normas morales sin embargo, tienen un carácter de convicción personal porque apelan a nuestro fuero interno, a nuestro convencimiento racional; mientras que las leyes son disposiciones legales que tienen un carácter coercitivo o punitivo. En esa misma línea de pensamiento, Sigmund Freud, sostenía en “El malestar de la cultura”, que la civilización es una sublimación de los instintos. La cultura en este sentido constituye para los humanos una “segunda naturaleza”, y por ello, Kant y los ilustrados de su época, entendían por cultura todo lo que no es naturaleza externa o todo lo que es artificial. Las relaciones sociales son por tanto cultura porque son una construcción social e histórica, lo mismo que la moralidad, los artefactos, etc. Incluso si nos remontamos a los primeros grupos humanos que todavía no tenían leyes escritas, es lógico pensar que eran ciertos valores morales como la solidaridad, la lealtad al grupo, etc., lo que permitía su cohesión para perpetuar su existencia.
Posteriormente a esta temprana etapa de los grupos humanos, con la aparición de la propiedad privada, surge según Federico Engels, la familia monogámica y el Estado como garantes de la propiedad privada. El Estado presupone leyes escritas, castigos, fuerza pública, etc. Pero esta incorporación coercitiva a la normativa moral originaria, no sólo no es un mero complemento o reforzamiento externo a ésta, ni mucho menos su sucedáneo. La verdadera civilidad descansa más en los valores que en las imposiciones, en la moral que en la ley, de manera que la formación en valores de una sociedad debería de ser algo que esté fuera de duda. En algunas comunidades indígenas, la palabra empeñada es valiosa en sí misma, lo que no ocurre en las sociedades complejas. Asimismo, la mera prosperidad económica o una mayor equidad social, no garantiza en sí misma una convivencia sana, sino que se necesita invariablemente de un sustento ético, pues el sólo éxito material sin un soporte espiritual de corte moral y laico, es insuficiente.
Volviendo a Platón, en el "Menón"discute con éste si la virtud puede ser enseñada, planteándose primero la necesidad de definir qué es la virtud. Si bien no se da una definición explícita de ésta, se da por sentado que existe porque existen personas que el pueblo toma por seres virtuosos, como Pericles, los sofistas y otros (aunque Sócrates y Platón los consideran impostores porque para ellos sólo el filósofo es un ser auténtico ya que es el único que busca la verdad y trata de ser consecuente con ella en su modo de vivir). No obstante, suponiendo sin conceder como dicen los abogados que haya referentes humanos como los que consideraba el pueblo ateniense, éstos determinan parcialmente la existencia de la virtud; pero por otro lado, desde la perspectiva platónica, la virtud es un ideal, un arquetipo a alcanzar. La virtud en este contexto, es sinónimo de excelencia o perfeccionamiento intelectual y moral, es decir, un conjunto de cualidades de índole espiritual (laico). Cultivar la razón y vivir conforme a ella es la clave. Los griegos distinguían entre la sofrosine o sabiduría y la hybris o la violencia. La primera lleva a la prudencia y se rige por la razón; la segunda es impulsiva porque se deja llevar por las pasiones y las emociones.
Platón en boca de Sócrates, argumenta que no hay una ciencia de la virtud ni por consiguiente nadie que la posea, es decir, para él la virtud o los valores no se pueden enseñar, pero si se pueden y se deben aprender. Esta conclusión parece desconcertante pero significa que el aprendizaje de los valores no es una cuestión de lecciones, teorías o propaganda, sino de vivencias y congruencia. Por ello, cuando en la “Séptima Carta”, Platón le dice a Dionisio “el joven” que su filosofía no está en los libros, le está queriendo decir que la filosofía no sólo es un modo de razonar ni un mero oficio, sino ante todo un modo de vida, pues buscar la verdad implica ser consecuente con ella en la vida cotidiana, al grado de que en un momento dado, como decía Sócrates, “es preferible padecer el mal que cometerlo”.
Desde esta perspectiva, la enseñanza de los valores, o mejor dicho su aprendizaje, implica que debe haber una congruencia para que sean asimilados por la sociedad. De poco sirve tejer discursos contra la corrupción –por poner un ejemplo-, de crear instancias que supuestamente la impedirían, la inhibirían o la atajarían, cuando en el imaginario colectivo, ésta es una realidad insoslayable que aceita los mecanismos de funcionamiento del gobierno y la sociedad, involucrando a autoridades, empresarios, académicos, ciudadanos comunes y otros. De poco sirve mandar un mensaje teórico o prescriptivo, cuando se envía al mismo tiempo pero de manera más contundente otro mensaje en sentido contrario. ¿De qué sirve llenarse la boca de democracia cuando todos perciben que vivimos bajo una plutocracia? Esto no significa que haya de aceptar el estado de cosas existente desdeñando la ética, sino que hay que trabajar para crear las condiciones para qué ésta florezca. Las posturas que escudándose en un supuesto realismo renuncian a transformar la sociedad predicando su adaptación pragmática y oportunista a través de discursos o teorías falaces, sólo “contribuyen” al empeoramiento del ya de por sí deteriorado tejido social, y son en los hechos unos cínicos que como decía Oscar Wilde, conocen el precio de todo y el valor de nada.
Hace 2 años, el 14 de diciembre de 2008 para ser exactos, escribí en este mismo blog un artículo llamado “Vivir con valores”, donde abordé este mismo asunto para criticar la hipocresía de la clase política dominante, que insiste en infundir valores al mismo tiempo que son ellos los obstruye sus condiciones de posibilidad.
domingo, 10 de octubre de 2010
Ricardo Luque - La metodología filosófica de Kant
LA METODOLOGÍA FILOSÓFICA DE KANT
César Ricardo Luque Santana
El siguiente escrito acerca del método filosófico según Kant -filósofo alemán del siglo XVIII-, está extraído de su libro “Tratado de Lógica”.
Para Kant, el entendimiento es la facultad de pensar y de concebir reglas en general. Hay reglas generales y contingentes. Las primeras son a priori o independientes de toda experiencia, es decir, necesarias; las segundas se refieren a objetos específicos (matemáticas, metafísica, moral, etc.). Las reglas generales son formales o lógicas y las contingentes son materiales o de contenido.
La lógica es para él la propedéutica de toda función intelectual. No es asumida a la manera de Aristóteles como instrumento (“organum”), excepto cuando sirve para rectificar o criticar el conocimiento. En este sentido, la lógica es una ciencia racional del entendimiento y la razón en cuanto a la forma y también en cuanto al fondo.
Distingue entre pensamiento analítico que descompone el todo en sus partes y la dialéctica que identifica como retórica o como lógica de la apariencia.
Dice Kant que se puede aprender filosofía sin saber filosofar, pero si se quiere ser filósofo es necesario atreverse a pensar (“sapere aude”), a usar la razón libremente para filosofar (pensar) en vez de simplemente imitar o repetir mecánicamente las cosas.
La filosofía es un conocimiento racional por medio de simples ideas (conocimiento a priori o teórico)
La filosofía realiza cuatro preguntas fundamentales: 1 ¿qué puedo saber?, 2 ¿qué debo hacer?, 3 ¿qué se necesita esperar? y 4 ¿qué es el hombre? La metafísica, la moral, la religión y la antropología responden respectivamente a esas preguntas. Esto significa que la filosofía debe determinar: “1º Las fuentes del saber humano, 2º Los límites del uso posible y útil de toda ciencia y 3º los límites de la razón.” (19)
Dice Kant que para ser filósofo se deben tener dos cualidades esenciales: primero tener talento y capacidad unidos, y segundo, la habilidad en el empleo de los medios para alcanzar ciertos fines. Añade que la obtención de conocimientos debe estar “iluminada por los fines supremos de la razón humana” (19)
Para ser filósofo hay que filosofar, y para ello hay que ejercitar en el uso de la propia razón. “Todo pensador filósofo funda su obra sobre las ruinas de otro; nunca ha habido una obra de tal solidez que no pueda ser atacada en algunas de sus partes.” (20) la filosofía no es algo acabado por lo que no se debe aprender filosofía sino a filosofar. Cualquier conocimiento de un sistema filosófico es necesariamente un conocimiento histórico. “Quien quiera aprender a filosofar no debe considerar los sistemas filosóficos más que como historias del ejercicio de la razón, y como objetos propios para adornar un talento filosófico.” (20)
“El verdadero filósofo, como libre pensador, debe usar propia e independientemente su razón y no emplearla de manera servil.” (20)
Dice Kant que “en general, los matemáticos han precedido a la filosofía” (23). Del mismo modo que la poesía es anterior a la prosa. Curiosamente, “Ferécides, un pitagórico, pasa por haber sido el primero que escribió en prosa.” (23)
Dice Kant que la filosofía ha salido ganando con los avances de las ciencias naturales y las matemáticas, sin embargo, no deriva este reconocimiento en un rechazo a la metafísica sino que dice contra aquellos que desprecian “las investigaciones metafísicas como vanas sutilezas” (29) que la metafísica es la auténtica filosofía. Añade que nuestro siglo (XVIII) es el siglo de la crítica.
Resulta interesante también la crítica que Kant hace de la aseveración wolffiana de que toda representación oscura es confusa, pues parece pretender curarse en salud por lo denso de su pensamiento filosófico. Para él, lo opuesto a la confusión no es la claridad sino el orden. Si la claridad es un efecto del orden y la oscuridad del desorden, todo conocimiento confuso es oscuro pero no a la inversa. En los conocimientos simples no hay orden ni desorden, ni confusión real o posible. Las representaciones simples no son claras no porque sean confusas sino porque no contienen variedad de elementos. De este modo, cuando no son claras son oscuras pero no confusas. En las representaciones compuestas que contienen una diversidad de elementos, la oscuridad no viene de la confusión sino de la fragilidad de la conciencia (32) Una cosa puede ser clara en cuanto a la forma (conciencia de su diversidad) pero oscura en su contenido o materia en cuanto que el grado de conciencia disminuye. Tal es el caso de las representaciones abstractas.
Para Kant, los conocimientos intuitivos son relativos a la estética, mientras los discursivos son de orden lógico. De esto deriva dos facultades: de la sensibilidad y del entendimiento. Los juicios a priori sólo son posibles respecto a las nociones. Sin embargo, más adelante habla de la “perfección formal estética” (36) que nos permitiría hablar de “leyes de la intuición” o de la “esencia o universalidad de lo bello” (36).
Enseguida habla de los limites del conocimiento humano en un doble aspecto: uno en cuanto la humanidad que como tal tiene que circunscribir sus conocimientos a su propia naturaleza humana; dos en cuanto a los individuos tomados en sí mismos cuya esfera del conocimiento está determinada por sus propias facultades.
En este sentido, dice que no se debe pretender abarcar demasiado ni tampoco caer en el otro extremo de acotarse demasiado. Tampoco hay que desdeñar conocimientos que falsamente se juzgan de no pertinentes. Tal es el caso de los filósofos que desprecian la historia. Menciona también la necesidad de estar concientes de nuestra ignorancia a la manera de Sócrates.
Considera necesario mejorar los conocimientos ampliándolos y profundizándolos (extensidad e intensidad). Agrega que no debemos confundir los conocimientos importantes con los difíciles. Un conocimiento puede ser difícil de adquirir y no ser importante y a la inversa. Agrega que “un conocimiento sin consecuencias importantes es una ciencia vacía (brübulei).” Tal era el caso de la filosofía escolástica.
Finalmente, hay que señalar que la dificultad de entender el pensamiento de Kant estriba en gran medida en lo complejo y denso de su lenguaje filosófico. Esto se debe a que Kant incorpora muchos neologismos filosóficos y resignifica conceptos que cambia en el sentido de las cosas. Como ejemplo de esto último están los conceptos de “metafísica” y de “estética”. En el primero rechaza la noción tradicional elaborada por la escolástica dándole un nuevo significado; en el segundo se aparta de la noción de Baumgarten quien entiende la estética como teoría de la sensibilidad ligada al goce de los sentidos respecto de una obra artística, mientras que Kant la lleva al plano de la teoría del conocimiento.
Nota: Kant, Manuel, 1981, Tratado de Lógica. Curso elemental para servir de Introducción al estudio de la Filosofía, México, Editora Nacional.
domingo, 3 de octubre de 2010
Ricardo Luque - La prominencia del mal
La prominencia del mal
César Ricardo Luque Santana
El estudio sobre el bien y el mal es un problema central en la filosofía siendo estudiado por ella a través de la ética. Ello se debe a que la moral y lo inmoral son privativos del hombre, mientras que el resto de los seres animales son amorales. Por ello, Aristóteles decía que el ser humano es capaz al mismo tiempo de las acciones más sublimes y más brutales, de hacer el bien y de hacer el mal, aseveración que podemos constatar a lo largo de la historia, particularmente en lo relativo a la maldad, asunto que abordaré líneas más adelante.
Continuando con Aristóteles, él decía además que la responsabilidad de un individuo (o de una institución o colectividad) por sus acciones o conducta, existe o es imputable desde el momento en que se demuestra que tienen capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Por ejemplo, durante los juicios de Nuremberg donde se juzgó a mandos altos y medios de los nazis por los crímenes de guerra cometidos por ellos durante la Segunda Guerra Mundial, no les valió como argumento de defensa que hubieran aducido haber cumplido con “órdenes superiores” como un intento para eximirse de su responsabilidad personal, precisamente porque eran conscientes de la diferencia entre el bien y el mal.
Para Platón, nadie es malo voluntariamente pues el mal es producto de la ignorancia. Según él, todos aspiramos al bien o lo bueno, pero a veces éste es confundido con los placeres corporales, la riqueza o los honores. La auténtica felicidad en cambio –según su perspectiva- consiste en cultivar la virtud, lo que significa que la verdadera felicidad es de carácter espiritual. Ahora bien, a la virtud se llega mediante el conocimiento, buscando la verdad y siendo congruente con ella. La vida intelectual está ligada a un comportamiento regido por la verdad, porque quien obedece a la razón puede controlar sus instintos, impulsos y apetencias.
Platón concibe al hombre como dotado de alma, la cual es sinónimo de vida pues es lo que anima al cuerpo. El alma la divide en tres partes: la razón, las emociones y los placeres. La parte principal del alma es la razón, la cual permite al hombre acercase a la divinidad, de ahí que el alma en este sentido sea identificada con la mente. El alma es concebida entonces como un puente entre el mundo de las ideas y el mundo sensible. El primero constituye la realidad suprasensible; la segunda es copia o imitación de la primera, por ello, si bien su idealismo es una evasión del mundo en la medida en que la meta es alcanzar una perfección o ideal, no significa una renuncia al mundo material, no sólo porque éste es una copia del mundo ideal y por tanto contiene algo de él, sino porque la persona puede alcanzar cierto estado de perfección aún dentro de los límites de su mortalidad. Es como poder tener un pedazo de paraíso celestial en la vida terrenal, por decirlo en un lenguaje religioso.
Resulta interesante también el tratamiento que San Agustín (s. IV a. C.) le dio al bien y el mal desde la perspectiva del cristianismo. Es sabido que él se convirtió al cristianismo a partir del planteamiento de Platón donde se considerar al mal como una privación del bien, lo que significa de entrada que el bien es absoluto mientras que el mal es relativo. Esta interpretación le permitió a san Agustín justificar la existencia del mal eximiendo a Dios de toda responsabilidad. De este modo, salió al paso a los detractores del cristianismo que planteaban como contradictoria la creación del mundo por Dios en el sentido de que si éste era perfecto, cómo podría explicarse el mal, esto es, cómo un Ser perfecto podría crear algo imperfecto. Siendo el mal una privación del bien y por ende un comportamiento con un valor relativo, la creación divina estaba a salvo, además de que mediante el libre albedrío, el hombre podría escoger entre el bien y el mal. Dicho de otro modo, no tendría sentido hacer el bien donde todos fueran buenos, pues ser honrado donde todos los son no es meritorio, pero si es digno de encomio donde lo que prevalece es la corrupción. Hacer el bien, según estos preceptos religiosos, no es sin embargo algo valioso en sí mismo porque está en función de una recompensa espiritual futura. En efecto, se predica a los adeptos del cristianismo que el mundo es un valle de lágrimas y que la verdadera felicidad está en el paraíso celestial. Todos son iguales a los ojos de Dios, pero a los pobres se les inculca la mansedumbre, aceptar la injusticia, con la esperanza de una recompensa eterna de ultratumba.
Pese a estos discursos, la prominencia del mal ha sido superior al bien indudablemente. Las atrocidades cometidas por unos seres humanos en contra sus semejantes, son una constante que nos ha acompañado a lo largo de la historia y que no ha sido superado con los avances de la civilización, pues el progreso científico y tecnológico no se ha traducido en un progreso moral de la humanidad, ni tampoco ha llevado a una equidad social que es la base de la justicia y que seguramente reduciría la maldad a su mínima expresión.
Así, no obstante los avances en materia de derechos humanos del presente, particularmente en el plano de la conciencia del imaginario colectivo, seguimos a estas alturas de la historia atestiguando crímenes de lesa humanidad que por desgracia suelen ser cometidos principalmente por determinados Estados quienes son los principales violadores de los derechos humanos, ya que su capacidad de hacer daño a los demás, es mayor que la de cualquier grupo de delincuentes o maleantes individuales.
La reciente denuncia sobre los monstruosos experimentos realizados por el gobierno de los Estados Unidos en complicidad con el gobierno de Guatemala a mediados de los años 40, es una muestra de la maldad de un gobierno, que para este caso no nos resulta sorprendente aunque si indignante. De hecho, se pueden mencionar muchas otras actividades ilícitas e inmorales cometidas en diversas ocasiones por el imperialismo estadounidense (que se jacta de ser el país más democrático, libre y respetuoso de los derechos humanos), contra otros pueblos del mundo. Sin embargo es importante recoger primero brevemente lo que pasó en Guatemala para poner las cosas en perspectiva.
La investigadora estadounidense Susan M. Reverby -especialista en historia de la medicina- fue quien realizó la denuncia como parte de sus hallazgos, los cuales revelan que hubo una investigación auspiciada por el gobierno de los Estados Unidos donde se expuso como conejillos de indias a diversas personas, entre prisioneros comunes, enfermos mentales y otros, a contraer sífilis y gonorrea con el propósito de estudiar los efectos de la penicilina y otras curas alternativas en estas enfermedades. La estrategia consistió en enviar prostitutas infectadas para que contagiaran a los presos mediante las relaciones sexuales, llegando Incluso a contagiar deliberadamente a prostitutas sanas colocándoles la bacteria en el cuello uterino. El resultado fue de miles de inocentes sacrificados sin justificación alguna.
La Agencia de Inteligencia Americana –mejor conocida por sus siglas como la CIA- ha utilizado muchas veces este tipo de prácticas para propósitos siniestros. Naomi Klein, investigadora canadiense, mediante su obra “La doctrina del shock” y a través de otros estudios similares, ha documentado en forma objetiva los métodos perversos que en diversos momentos de la historia esta instancia de espionaje y de terrorismo del gobierno estadounidense ha empleado para someter o dañar a sus enemigos, desde experimentos psiquiátricos contra disidentes o ciudadanos inocentes, hasta el empleo de armas bacteriológicas, sin dejar de lado sus conocidos pactos con gánsteres y otros criminales para socavar gobiernos legítimos de otras naciones, como ocurrió en Nicaragua, donde a mediados de los años 80 se financió con la ilegal venta de armas a Irán –entonces en guerra contra Irak- a la contrarrevolución, y de forma perecida ha actuado contra otros países latinoamericanos y de otras latitudes para someterlos y robarles sus recursos naturales como ha sucedió recientemente con la invasión a Irak. Hay que recordar entre esas atrocidades, el uso de un gas letal llamado “agente naranja” contra el Vietcong, la población civil y los ecosistemas de Vietnam, así como los daños con químicos y plagas a la agricultura cubana durante los primeros años de la Revolución, sin obviar otras actividades abiertamente terroristas harto conocidas.
La prominencia del mal sobre el bien ha sido la constante de toda la historia hasta nuestros días, patentizándose en crímenes de todo tipo, algunos en gran escala como las matanzas en masa de población civil inerme, otros aparentemente menos graves pero igualmente dañinos como la corrupción y la impunidad que lacera a nuestras sociedades, y otros menores y aislados de psicópatas y delincuentes comunes, etc. Los casos de maldad son tantos y tan diversos que es prácticamente muy difícil hacer un inventario: pederastia, trata de personas, tráfico de drogas, secuestros, robos, tortura, peculado, extorsión, abusos, injusticia, manipulación, etc.
No basta desde luego constatar la prominencia de la maldad como un hecho indubitable, sino que es necesario explicar sus causas, siendo la injusticia social la principal de ellas. No es casual que la mayoría de las teorías políticas se fundamenten en una antropología negativa del hombre, aunque personalmente no comparto la tesis de que el hombre sea malo (o bueno) por naturaleza, sino que la maldad es en gran medida una construcción social y por tanto hay que verla como una condición socio-histórica y no como una fatalidad.
César Ricardo Luque Santana
El estudio sobre el bien y el mal es un problema central en la filosofía siendo estudiado por ella a través de la ética. Ello se debe a que la moral y lo inmoral son privativos del hombre, mientras que el resto de los seres animales son amorales. Por ello, Aristóteles decía que el ser humano es capaz al mismo tiempo de las acciones más sublimes y más brutales, de hacer el bien y de hacer el mal, aseveración que podemos constatar a lo largo de la historia, particularmente en lo relativo a la maldad, asunto que abordaré líneas más adelante.
Continuando con Aristóteles, él decía además que la responsabilidad de un individuo (o de una institución o colectividad) por sus acciones o conducta, existe o es imputable desde el momento en que se demuestra que tienen capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Por ejemplo, durante los juicios de Nuremberg donde se juzgó a mandos altos y medios de los nazis por los crímenes de guerra cometidos por ellos durante la Segunda Guerra Mundial, no les valió como argumento de defensa que hubieran aducido haber cumplido con “órdenes superiores” como un intento para eximirse de su responsabilidad personal, precisamente porque eran conscientes de la diferencia entre el bien y el mal.
Para Platón, nadie es malo voluntariamente pues el mal es producto de la ignorancia. Según él, todos aspiramos al bien o lo bueno, pero a veces éste es confundido con los placeres corporales, la riqueza o los honores. La auténtica felicidad en cambio –según su perspectiva- consiste en cultivar la virtud, lo que significa que la verdadera felicidad es de carácter espiritual. Ahora bien, a la virtud se llega mediante el conocimiento, buscando la verdad y siendo congruente con ella. La vida intelectual está ligada a un comportamiento regido por la verdad, porque quien obedece a la razón puede controlar sus instintos, impulsos y apetencias.
Platón concibe al hombre como dotado de alma, la cual es sinónimo de vida pues es lo que anima al cuerpo. El alma la divide en tres partes: la razón, las emociones y los placeres. La parte principal del alma es la razón, la cual permite al hombre acercase a la divinidad, de ahí que el alma en este sentido sea identificada con la mente. El alma es concebida entonces como un puente entre el mundo de las ideas y el mundo sensible. El primero constituye la realidad suprasensible; la segunda es copia o imitación de la primera, por ello, si bien su idealismo es una evasión del mundo en la medida en que la meta es alcanzar una perfección o ideal, no significa una renuncia al mundo material, no sólo porque éste es una copia del mundo ideal y por tanto contiene algo de él, sino porque la persona puede alcanzar cierto estado de perfección aún dentro de los límites de su mortalidad. Es como poder tener un pedazo de paraíso celestial en la vida terrenal, por decirlo en un lenguaje religioso.
Resulta interesante también el tratamiento que San Agustín (s. IV a. C.) le dio al bien y el mal desde la perspectiva del cristianismo. Es sabido que él se convirtió al cristianismo a partir del planteamiento de Platón donde se considerar al mal como una privación del bien, lo que significa de entrada que el bien es absoluto mientras que el mal es relativo. Esta interpretación le permitió a san Agustín justificar la existencia del mal eximiendo a Dios de toda responsabilidad. De este modo, salió al paso a los detractores del cristianismo que planteaban como contradictoria la creación del mundo por Dios en el sentido de que si éste era perfecto, cómo podría explicarse el mal, esto es, cómo un Ser perfecto podría crear algo imperfecto. Siendo el mal una privación del bien y por ende un comportamiento con un valor relativo, la creación divina estaba a salvo, además de que mediante el libre albedrío, el hombre podría escoger entre el bien y el mal. Dicho de otro modo, no tendría sentido hacer el bien donde todos fueran buenos, pues ser honrado donde todos los son no es meritorio, pero si es digno de encomio donde lo que prevalece es la corrupción. Hacer el bien, según estos preceptos religiosos, no es sin embargo algo valioso en sí mismo porque está en función de una recompensa espiritual futura. En efecto, se predica a los adeptos del cristianismo que el mundo es un valle de lágrimas y que la verdadera felicidad está en el paraíso celestial. Todos son iguales a los ojos de Dios, pero a los pobres se les inculca la mansedumbre, aceptar la injusticia, con la esperanza de una recompensa eterna de ultratumba.
Pese a estos discursos, la prominencia del mal ha sido superior al bien indudablemente. Las atrocidades cometidas por unos seres humanos en contra sus semejantes, son una constante que nos ha acompañado a lo largo de la historia y que no ha sido superado con los avances de la civilización, pues el progreso científico y tecnológico no se ha traducido en un progreso moral de la humanidad, ni tampoco ha llevado a una equidad social que es la base de la justicia y que seguramente reduciría la maldad a su mínima expresión.
Así, no obstante los avances en materia de derechos humanos del presente, particularmente en el plano de la conciencia del imaginario colectivo, seguimos a estas alturas de la historia atestiguando crímenes de lesa humanidad que por desgracia suelen ser cometidos principalmente por determinados Estados quienes son los principales violadores de los derechos humanos, ya que su capacidad de hacer daño a los demás, es mayor que la de cualquier grupo de delincuentes o maleantes individuales.
La reciente denuncia sobre los monstruosos experimentos realizados por el gobierno de los Estados Unidos en complicidad con el gobierno de Guatemala a mediados de los años 40, es una muestra de la maldad de un gobierno, que para este caso no nos resulta sorprendente aunque si indignante. De hecho, se pueden mencionar muchas otras actividades ilícitas e inmorales cometidas en diversas ocasiones por el imperialismo estadounidense (que se jacta de ser el país más democrático, libre y respetuoso de los derechos humanos), contra otros pueblos del mundo. Sin embargo es importante recoger primero brevemente lo que pasó en Guatemala para poner las cosas en perspectiva.
La investigadora estadounidense Susan M. Reverby -especialista en historia de la medicina- fue quien realizó la denuncia como parte de sus hallazgos, los cuales revelan que hubo una investigación auspiciada por el gobierno de los Estados Unidos donde se expuso como conejillos de indias a diversas personas, entre prisioneros comunes, enfermos mentales y otros, a contraer sífilis y gonorrea con el propósito de estudiar los efectos de la penicilina y otras curas alternativas en estas enfermedades. La estrategia consistió en enviar prostitutas infectadas para que contagiaran a los presos mediante las relaciones sexuales, llegando Incluso a contagiar deliberadamente a prostitutas sanas colocándoles la bacteria en el cuello uterino. El resultado fue de miles de inocentes sacrificados sin justificación alguna.
La Agencia de Inteligencia Americana –mejor conocida por sus siglas como la CIA- ha utilizado muchas veces este tipo de prácticas para propósitos siniestros. Naomi Klein, investigadora canadiense, mediante su obra “La doctrina del shock” y a través de otros estudios similares, ha documentado en forma objetiva los métodos perversos que en diversos momentos de la historia esta instancia de espionaje y de terrorismo del gobierno estadounidense ha empleado para someter o dañar a sus enemigos, desde experimentos psiquiátricos contra disidentes o ciudadanos inocentes, hasta el empleo de armas bacteriológicas, sin dejar de lado sus conocidos pactos con gánsteres y otros criminales para socavar gobiernos legítimos de otras naciones, como ocurrió en Nicaragua, donde a mediados de los años 80 se financió con la ilegal venta de armas a Irán –entonces en guerra contra Irak- a la contrarrevolución, y de forma perecida ha actuado contra otros países latinoamericanos y de otras latitudes para someterlos y robarles sus recursos naturales como ha sucedió recientemente con la invasión a Irak. Hay que recordar entre esas atrocidades, el uso de un gas letal llamado “agente naranja” contra el Vietcong, la población civil y los ecosistemas de Vietnam, así como los daños con químicos y plagas a la agricultura cubana durante los primeros años de la Revolución, sin obviar otras actividades abiertamente terroristas harto conocidas.
La prominencia del mal sobre el bien ha sido la constante de toda la historia hasta nuestros días, patentizándose en crímenes de todo tipo, algunos en gran escala como las matanzas en masa de población civil inerme, otros aparentemente menos graves pero igualmente dañinos como la corrupción y la impunidad que lacera a nuestras sociedades, y otros menores y aislados de psicópatas y delincuentes comunes, etc. Los casos de maldad son tantos y tan diversos que es prácticamente muy difícil hacer un inventario: pederastia, trata de personas, tráfico de drogas, secuestros, robos, tortura, peculado, extorsión, abusos, injusticia, manipulación, etc.
No basta desde luego constatar la prominencia de la maldad como un hecho indubitable, sino que es necesario explicar sus causas, siendo la injusticia social la principal de ellas. No es casual que la mayoría de las teorías políticas se fundamenten en una antropología negativa del hombre, aunque personalmente no comparto la tesis de que el hombre sea malo (o bueno) por naturaleza, sino que la maldad es en gran medida una construcción social y por tanto hay que verla como una condición socio-histórica y no como una fatalidad.
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