sábado, 20 de octubre de 2012

Ricardo Luque - El papel de la historia en la política


El papel de la historia en la política

 César Ricardo Luque Santana

 
Las teorías políticas suelen fundamentarse y sistematizarse observando el ejercicio del poder a través la historia. Si uno revisa las grandes obras del pensamiento político encontrará que todas ellas abrevan de la historia, pues a través de ésta es cómo puede darse cuenta de cómo se ha ejercido el poder y la dominación de unos sobre otros. Así como en las ciencias naturales repiten sus experimentos para confirmar la validez de sus resultados, en la política se tiene que observar el pasado para identificar esas reiteraciones sacando lecciones de ellas, tanto en lo que respecta a la psicología de las masas como de los políticos, lo que permite a los conocedores de la historia aplicada a la política, predecir o prever comportamientos de la gente ante determinadas situaciones políticas. De este modo, quienes detentan el poder, saben como dominar a los subordinados, resumiéndose dicho dominio o hegemonía en la fórmula gramsciana de consenso + violencia. En efecto, para que un pueblo obedezca a sus gobernantes, o lo hace mediante consentimiento o se somete por la fuerza, utilizando el Estado ambos recursos, prevaleciendo a veces uno polo, a veces el otro. Por lo tanto, en la medida en que los que detentan el poder conozcan la historia, procurarán más la vía pacífica del consenso y utilizarán menos la violencia.

 Los ejemplos de esta simbiosis entre la historia y la política abundan. Recientemente, durante su gira por Europa, el presidente electo de México Enrique Peña Nieto, fue recibido con “inusitada” deferencia por el primer ministro de Francia. Al menos así lo reportó la prensa mexicana de acuerdo a comentarios de diplomáticos expertos en esos menesteres. Esta actitud zalamera y convenenciera del gobierno francés, viene precedida de las actitudes previas del priista en España y Alemania donde también sorprendió a sus anfitriones por su comportamiento de culo fácil, pues mientras al último “emperador” azteca –Cuauhtémoc- los conquistadores españoles le quemaron los pies para hacerlo confesar dónde tenía guardado sus tesoros sin poder doblegarlo, a Peña Nieto ni siquiera le alcanzaron a decir “mi alma” cuando ya se había bajado los calzones. Esta actitud entreguista me evocó una lectura que hice hace unas décadas de una obra titulada Exaltación de ineptitudes de Rafael Ruiz Harrell, en la cual escudriña el sistema político mexicano dominado por el PRI, exhibiendo con anécdotas bizarras la hipocresía, inmoralidad y corrupción de los políticos mexicanos de esa época, como el caso de una ocasión en que el entonces presidente de México Luis Echeverría visitó un estado del norte del país y sus anfitriones montaron una farsa para sacarle dinero.  Según el relato de Ruíz Harell, lo recibieron en una escuela pública cuyos directivos y autoridades políticas locales contrataron previamente a un experto de Hollywood en diseño de escenarios para que “envejeciera” artificialmente el edificio para justificar un apoyo económico, entre otras transas y tonterías, como la de un alcalde de un pueblito rabón donde apenas había unos cuantos carros, pero no obstante eso, el edil construyó un periférico que los locales llamaban “burroférico”, porque sólo circulaban asnos. Ahí cuenta también de como a un presidente mexicano (no recuerdo si José López Portillo o Miguel de la Madrid), se le hizo en Francia una recepción protocolariamente exagerada (alfombra roja, condecoraciones y adulaciones de por medio), con la intención de que favoreciera ciertas inversiones de empresarios franceses en México. Lástima que no tengo el libro a la mano para dar detalles de esta anécdota, pero como Marx  dijera (complementando a Hegel) en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, “la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa”.

 En El príncipe de Maquiavelo, las citas que recurren a la historia para ilustrar la manera de cómo se ha conquistado y ejercido el poder son abundantes, particularmente de la historia romana que desde luego era la más cercana a él. De ahí desprende varias enseñanzas válidas sobre el comportamiento político de la gente en determinadas situaciones, dando lugar a una psicología política tanto de las masas como los políticos, y por ende, la posibilidad de prever su conducta en situaciones semejantes. Con base en esas observaciones, Maquiavelo llega la conclusión de que en política “el fin justifica los medios”, principio que algunos ignaros lo toman como sugerencia suya a los políticos, dando lugar al mote despectivo de “maquiavélico” para quienes en política utilizan métodos truculentos, mostrando con esta noción, en el “mejor” de los casos, un desconocimiento de su pensamiento político, y en el peor, cometiendo una injusticia sobre el florentino. Para quienes no tienen claro este asunto, les recomiendo que lean El Príncipe de Maquiavelo y lo comparen con el Breviario de los políticos de Julio Mazarino (s. XVII), un manual de perversidades orientado a los políticos taimados, corruptos y sinvergüenzas, aunque este opúsculo se publicó póstumamente porque el tenebroso obispo lo elaboró para su uso personal. Dicho sea de paso, también en esta obra hay referencias a hechos históricos donde el poder se muestra tal cual.

 Podría seguir evocando e invocando obras políticas que demuestran palmariamente la importancia suprema de la historia en la formación política, al margen de los usos que cada quien quiera darle. Incluso en obras aparentemente más alejadas del tema se pueden encontrar referencias antiguas que son todavía vigentes, como en Erasmo de Rotterdam en Elogio de la locura, donde hay pasajes del libro que hablan de fraudes electorales y de políticos demagogos, cuando ni siquiera había democracia ni formaba parte de sus preocupaciones, como de hecho se puede constatar en el ideario político del liberalismo ilustrado  de los pensadores de los siglos XVIII y XIX donde el concepto de democracia está completamente ausente. Si uno presentara esos extractos sin referir el autor ni la época, cualquiera creería que está hablando de México en el siglo XXI, siendo que Erasmo fue del siglo XV.

 Una obra que seguramente sorprenderá a los lectores por su actualidad en nuestro entorno mexicano, es un opúsculo del francés Étiene de La Boétie, del siglo XVI, quien a sus 18 años de edad escribió su única obra titulada: Discurso sobre la servidumbre voluntaria, una obra visionaria que alimentaría El Contrato Social de Rousseau en el asunto de la soberanía popular y que fundamentaría la estrategia de desobediencia civil como una forma legítima, legal y pacífica de oponerse al poder autoritario. En dicha obra también salen a relucir ejemplos que manipulación política que dejan claro que al respecto no hay nada nuevo bajo el sol, excepto que las prácticas y mecanismos de hoy en día para embaucar a la gente se han adecuado a los avances tecnológicos. Para ilustrar esto pongo dos ejemplos que nos ofrece de La Boétie: uno de ellos nos habla de cómo un rey antiguo, Ciro (de Persia, siglo VI a. C.) controló a una colonia griega en rebeldía (Lidia del Rey Creso) sin usar la violencia. Cuando le informaron que los lidios de la ciudad de Sardes se había rebelado y no queriendo destruir esa ciudad que le gustaba, ni mandar un ejército de ocupación que implicaba mucho gasto, les puso cantinas, burdeles y casinos, obligando por decreto a sus habitantes a acudir a ellas. De ahí viene la palabra “lúdico”. Como puede verse, este estratagema se ha usado repetidas veces en otras ocasiones y latitudes, como por ejemplo, el uso del opio de los ingleses para adormecer  a los chinos y ahora la televisión como el distractor sucedáneo más relevante. Otro ejemplo que nos da es cuando un rey reparte trigo entre unos aldeanos (a manera de despensas) y los campesinos se desgañitaban gritando loas al rey. No saben –dice de La Boétie- que solo les repartió migajas de lo mucho que les ha robado. Cualquier parecido con las entregas de despensas y su cacareo propagandístico o las “cenas gratis” en el bodrio llamado popularmente “parque del sombrero” -por la forma de sombrero que tiene su techo- mismo que se construyó así para satisfacer el ego del actual gobernador de Nayarit, quien aunque ha “renegado” de los gastos de imagen de su antecesor, empieza a exhibir ad nauseam sus mismos comportamientos, con el añadido de que sus declaraciones políticas lo hacen ver como un sujeto obcecado y pendenciero, en vez de conducirse como un gobernante mesurado y conciliador. Si tuviera conciencia del significado de su manida y simplona frase “haciendo historia en el presente”, no apoyaría de manera fanática y facciosa la construcción de la presa Tres Cruces, cuyas consecuencias para el ecosistema de la región y para la economía de los pobladores de los márgenes del Rio San Pedro serán funestas, a decir de los investigadores científicos.

 Volviendo al tema me pregunto si los políticos actuales tienen consciencia de que repiten marrullerías que en algunos casos son de origen remoto, o lo hacen por mera intuición, como si existiera una especie de estructura mental en los demagogos para engañar a los incautos. ¿Será coincidencia o algo deliberado?, no lo sé, lo cierto es que hay un reportorio tan vasto de artimañas que se podrían escribir muchas páginas estableciendo los paralelismos o las copias entre ellas. En la película de Calzonzín Inspector de Alfonso Arau (inspirada en el personaje del caricaturista Rius), hay un episodio donde el cacique del pueblo y presidente municipal vitalicio, don Perpetúo del Rosal (en el nombre lleva la fama), inaugura un hospital de utilería para “engañar” al “inspector” Calzonzín, y de ahí se va a inaugurar otra obra en la cárcel (o al revés), y en lo que se traslada de un lugar a otro, desarman todo para volverlo a armar de nuevo en otro lado. Hasta los paleros (comparsas) que se prestan a representar papeles como enfermos, presos y personal, eran los mismos. Se dice que nuestros últimos dos gobernadores en Nayarit han hecho cosas parecidas, es decir, han inaugurado hospitales públicos exhibiendo una impresionante tecnología, pero después de la foto los han desmantelado. Esto tipo de simulaciones con fines meramente propagandísticos tampoco son nuevos sino que los hacía el Zar Nicolás I de Rusia, según nos narra Ruíz Harrell en el libro referido. Aníbal Ponce en su obra Educación y lucha de clases nos cuenta algo parecido respecto al Faraón de Egipto, quien para impresionar a sus súbditos y reforzar la creencia de ellos en su estirpe “divina”, reunía al pueblo para que atestiguaran la crecida del Rio Nilo. El Faraón arrojaba unas “instrucciones” escritas al río “ordenándole” crecer y… ¡oh milagro!, el río “obediente” empezaba a crecer. Lo que la gente no sabía es que los agrimensores egipcios le habían informado al Faraón del momento exacto en que ello ocurriría. (Ver pp., 20-21, en Editorial Cartago, disponible en Internet)

 La conclusión es que la historia –como decía Cicerón- es maestra de la vida, y por ende, los políticos, los politólogos y los ciudadanos deberíamos de aprender de ella. No es extraño que los neoliberales en el poder hayan hecho esfuerzos por extirpar la historia de los pueblos para borrar su identidad y sus raíces, o la hayan distorsionado con el pretexto de “desmitificar” las versiones oficiales (del otrora nacionalismo revolucionario), pero en vez de restablecer la verdad han incurrido en nuevas falsificaciones a fin de quitarle al pueblo referentes válidos de sucesos y personajes que nos llenan de orgullo. Los historiadores de derechas como Armando Fuentes Aguirre “Catón”, Manuel Villalpando (asesor de Felipe Calderón), Juan Miguel Zunzunegui y Macario Schettino entre otros, a quienes el historiador Pedro Salmerón Sanginés ha exhibido duramente en su columna “Falsificadores de la historia” publicada en La Jornada, ha demostrado que detrás de la aparente “objetividad” de dichos historiadores, se esconden propósitos de vendettas y revanchismo político que son lo que realmente los animan a “revisar” la historia de México para acomodarla a sus aviesos propósitos, y desde luego, la intención propia de los tinterillos neoliberales de hacer tabula rasa del pasado o provocar que la gente se avergüence del mismo, es para desarmar a los pueblos de su memoria histórica y que no vean que el saqueo actual es una continuación del saqueo y vasallaje de otras épocas, mismos que encontraron resistencia popular y generaron movimientos sociales en defensa de la patria. Esta tendencia de la reacción a empañar la historia de México la denuncié en mi artículo “Los bemoles del Bicentenario” que escribí el 20 de marzo de 2010 en mi blog “Hetairos” (Ver http://hetairosfilosofia.blogspot.com/)

 Ahora sí, por último, Marx nos decía en La ideología alemana que “las ideas dominantes son las de la clase dominante” y mediante su teoría de la enajenación explicaba este hecho, aunque los métodos y estrategias de manipulación para mantener esa enajenación se han ido afinando y sofisticando gracias al desarrollo de los medios masivos de comunicación, en particular la televisión. Las estrategias mediatizadoras de “pan y circo” romano o la aplicación del garrote como recurso de última instancia para mantener a raya a la plebe, aunque son en esencia las mismas, se han ido adaptando a las circunstancias de cada época. Hoy en día se pueden conocer las estrategias de manipulación de la opinión pública del neoliberalismo para imponer sus políticas depredadoras y colonialistas recurriendo a reflexiones como Las 10 estrategias de manipulación mediática de Noam Chomsky (http://www.mitosyfraudes.org/Polit/chomsky.html) y a las investigaciones de Naomi Klein, cuyo documental sobre la Doctrina del shock se puede consultar por Internet en http://www.youtube.com/watch?v=gP591bZNc0I. Respecto al primero, también pueden verse mi artículo en mi blog “Hetairos” (05/12/10).