martes, 12 de julio de 2011

Ricardo Luque - Adolfo Sánchez Vázquez, in memoriam


Adolfo Sánchez Vázquez, in memoriam

César Ricardo Luque Santana

El marxismo representa una innovación radical en la filosofía. Su novedad estriba en ser una nueva práctica de la filosofía, pero lo es justamente por ser una filosofía de la práctica.” Adolfo Sánchez Vázquez

El pasado 8 de julio falleció en la Ciudad de México a los 95 años de edad el gran filósofo hispano-mexicano Adolfo Sánchez Vázquez, quien en 1939 llegó a nuestro país por el Puerto de Veracruz en el barco francés Sinaia junto a cientos de “desterrados” (como decía José Gaos a los exiliados españoles). Para entonces, el joven Adolfo –más inclinado a la poesía que a la filosofía- había estudiado la carrera de filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid con figuras como José Ortega y Gasset y el mismo José Gaos, trabajando como docente de filosofía en principio en la Universidad de Morelia, para luego realizar su doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México donde fue profesor emérito.

La derrota de los republicanos españoles en su lucha contra la monarquía, luego de una cruenta guerra civil que culminó con la dictadura de Francisco Franco, obligó a muchos de sus intelectuales más brillantes a dejar la península ibérica, algunos de los cuales encontraron refugio y a la postre una nueva patria en México gracias a la política de asilo del presidente Lázaro Cárdenas del Rio. La aportación del exilio español a la cultura mexicana es inconmensurable pues a nuestras tierras mexicanas y latinoamericanas llegaron de Europa intelectuales como José Gaos, Joaquín y Ramón Xirau, Wenceslao Roces, María Zambrano, Eduardo Nicol, David García Bacca, Manuel García Morente y otros insignes pensadores.

En cuanto a Adolfo Sánchez Vázquez, como pensador original, produjo una treintena de libros de filosofía, ética, estética y política, pero también fue traductor y editor de muchos autores marxistas heterodoxos e impulsor resuelto del pensamiento crítico. En efecto, como lo expresaron algunos intelectuales, artistas, políticos y demás personalidades que acompañaron al gran filósofo iberoamericano en sus exequias, Adolfo Sánchez Vázquez se caracterizó por su antidogmatismo, su mente abierta y su sentido de autocrítica, sin menoscabo de su posición decididamente marxista. En este punto creo que él compartiría la autodefinición del peruano Mariátegui quien decía: “yo, marxista convicto y confeso”. En otras palabras, su congruencia no lo llevó nunca al sectarismo político, ni al dogmatismo ideológico, ni por ende a la autocomplacencia. Rechazó toda forma de autoritarismo y demostrando una profunda vocación democrática. Jamás se prestó a escribir obras panfletarias sino que actuó como un pensador profundo y riguroso, coincidiendo con la postura de Gramsci de que “sólo la verdad es revolucionaria”.

Los acontecimientos de la invasión soviética en Praga (Checoslovaquia) en 1968, y antes, las revelaciones de los crímenes de Stalin por Nikita Jruschov en 1966 en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), alertaron a Sánchez Vázquez de las distorsiones del llamado socialismo real. No es casual que en 1961 su tesis doctoral fuera sobre la filosofía de Marx como una Filosofía de la Praxis, obra que editaría posteriormente y rectificaría en varias ocasiones (1967, 1980, 2003) siendo para mi gusto la obra central de su pensamiento a partir de la cual desglosa sus reflexiones estéticas, éticas y políticas.

Su congruencia no debe ser confundida –hay que insistir- con las posturas dogmáticas de algunos comunistas que no rebasaron nunca las lecturas de los manuales de la ortodoxia soviética. En este sentido, Adolfo Sánchez Vázquez se mantuvo firme y claro en su crítica al capitalismo no obstante la caída del muro de Berlín y el ascenso del neoliberalismo y sus tesis falaces, entre ellas, la del fin de la historia que proclamó Francis Fukuyama, ni tampoco sucumbió a las modas filosóficas, sino que defendió siempre el ideal socialistas desmarcándose claramente del socialismo realmente existente (o mejor dicho inexistente) de la era soviética.

Adolfo Sánchez Vázquez dejó una impronta indeleble en muchas personas no sólo en las filas del marxismo, porque su brillantez y originalidad como pensador no se divorció de su compromiso como intelectual demócrata y revolucionario ni de su sencillez como persona. Estas cualidades le dieron a Sánchez Vázquez el afecto y reconocimiento de mucha gente de distintas profesiones y modos de pensar, pero sin duda, quienes fuimos influidos por su pensamiento marxista nos sentimos más agradecidos todavía por su influencia, aunque lamentablemente no haya yo tenido el privilegio de conocerlo personalmente como otras personas. En lo que a mí respecta, mi deuda con Adolfo Sánchez Vázquez es muy significativa tanto en su forma de pensar el marxismo como en su estilo literario de argumentar con rigor y claridad. En lo personal, el marxismo de Sánchez Vázquez ha constituido para mí una referencia invaluable para el análisis de otras posturas filosóficas dentro y fuera del marxismo, así como para hacer el análisis concreto de la realidad concreta como decía Lenin.

En este sentido, me considero afortunado de haber sido de algún modo su discípulo por el enorme impacto que sus obras de filosofía, ética, estética y política tuvieron para mí, así como por su labor en la promoción de lo más granado del pensamiento crítico marxista que con sus traducciones y ediciones nos hizo llegar a través de colecciones inolvidables como la de “Teoría & Praxis” de Editorial Grijalbo (entre otras), donde pudimos abrevar de pensadores de la talla de Karel Kosík, Gajov Petrovic, Jindrich Zeleny y otros portentosos pensadores del socialismo. No menos importantes fueron sus críticas contra las simplificaciones del marxismo como los manuales soviéticos que postulaban una cosmovisión ontologista y metafísica del pensamiento de Marx o la visión cientificista de Louis Althusser que tanto cautivó a muchos marxistas a finales de los 70 y a mediados de los 80.

Por cierto, a propósito de esta influencia althusseriana de esas fechas, hurgando entre notas, artículos y ensayos relacionados con la obra filosófica de Adolfo Sánchez Vázquez para sustentar este escrito, me encontré con un interesante documento del filósofo marxista argentino Néstor Kohan quien en un pasaje del mismo relata que el mismo subcomandante Marcos cuya tesis de licenciatura versó sobre “Filosofía y Educación” (1980), polemizó contra la postura praxiológica de Sánchez Vázquez desde la perspectiva de la epistemología de Althusser. (Veáse Nestor Kohan, “El marximo Crítico de Adolfo Sánchez Vázquez” en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=131962)

Para terminar, sólo me resta decir que la fecunda obra filosófica de Adolfo Sánchez Vázquez le valió recibir innumerables y merecidos premios en México y el extranjero, pero seguramente que el mejor premio a su memoria es continuar su legado teórico y emular su congruencia práctica, siendo fiel a su espíritu crítico porque la emancipación de la humanidad sigue siendo la gran utopía a alcanzar.