lunes, 9 de febrero de 2009

El papel de la crítica y su relación con el poder

El papel de la crítica y su relación con el poder

César Ricardo Luque Santana

“Si estos (…) escritores (aduladores) hubiesen adoptado los verdaderos principios, se habrían salvado todas las dificultades y habrían sido siempre consecuentes; pero hubieran dicho por desgracia la verdad y no hubiesen hecho la corte más que al pueblo. Ahora bien, la verdad no conduce al lucro, y el pueblo no da embajadas, ni empleos, ni pensiones.” J. J. Rousseau (El Contrato Social)

En el marco de la conmemoración del 92 aniversario de Constitución Política Mexicana, Felipe Calderón se refirió en su discurso a las voces discordantes -como él les llamó- cuya crítica tachó de alarmista y catastrofista -la cual añadió- provoca un gran daño al país porque ahuyenta a los inversionistas y genera desconfianza en las instituciones al ponerlas en entredicho (sic).

Desde una visión maniquea típica de quienes carecen de una auténtica vocación democrática como es el caso del usurpador Felipe Calderón, es común que perciban la crítica independiente en esos términos. El maniqueísmo consiste en este caso en considerar que hay una crítica sana o constructiva y otra insana o destructiva per se.

Sin embargo, resulta problemático trazar una división objetiva para determinar cuándo se está en un caso y cuando en otro, al menos que se sea un petulante para arrogarse la facultad de determinar o calificar que críticas están dentro de un parámetro u otro, pues evidentemente esta actitud encierra un obvio subjetivismo y autoritarismo de quienes son objeto de la crítica, por lo que tienden invariablemente a descalificar las críticas que los incomodan pero curiosamente no muestran ninguna incomodidad con quienes los adulan.

Es decir, puestos a suponer sin conceder que la crítica oscile entre los extremos del ataque visceral y la lisonja –ambas irresponsables de suyo- se esperaría por coherencia que la reacción contra lo que consideran excesos cuando les es adversa, debería ser proporcionalmente igual contra aquellos que mienten descaradamente para halagar al gobernante en turno, puesto que estos últimos también falsean la realidad y dañan del mismo modo.

En otras palabras, en todo caso y exigiendo un mínimo de congruencia, quienes se ofenden por críticas que consideran calumniosas, deberían de tener una actitud parecida respecto a aquellos pseudo periodistas y pseudo intelectuales que los elogian inmerecidamente, pues en esta lógica ambos estarían mintiendo. Sin embargo, está claro que esto no sucede así sino que por el contrario, hay gobernantes que se empecina en anular o minimizar la crítica independiente tratando de corromper a la prensa y a algunos intelectuales para que les sirvan de alcahuetes.

Ahora bien, si bien es cierto que se puede dar un “periodismo” orientado a atacar o infamar o a adular o lisonjear a la clase política, la crítica en su sentido más riguroso no tiene que ver con la idea de ser algo deliberadamente negativo o destructivo. La crítica en sustancia es la capacidad de juzgar con conocimiento de causa y con responsabilidad, es decir, opinar con base en información (datos duros), razonamiento lógico y honestidad intelectual. ¿Una crítica así sería una crítica “constructiva”? La pregunta es en parte ociosa y en parte capciosa porque se vuelve a caer al terreno del maniqueísmo. La función del crítico es señalar las cosas como son, dar cuenta de los problemas sin subterfugios mientras que los políticos y las autoridades son los que tienen que aportar las soluciones pertinentes, razón por lo cual deben ser tolerantes, saber escuchar la crítica y rechazar a los aduladores. En este sentido, la crítica sana o constructiva, o sea, la que no tiene la intención de dañar por dañar como ellos dicen, no es la opinión que no incomoda, sino la que dice la verdad aunque incomode. En todo caso, no basta decir que una crítica es falsa si ésta no se refuta con hechos o con datos duros.

Por su parte, es importante como decía Ortega y Gasset que el intelectual –al margen de sus tendencias políticas pero sin menoscabo de ellas- entienda que su función como crítico es esclarecer los problemas dando elementos para la reflexión y en modo alguno dedicarse como un fin en sí mismo a hacer proselitismo político a favor una causa por noble que sea o a atacar sin razones a un gobierno que repudia. En este sentido es oportuno recordar a Gramsci quien decía que sólo la verdad es revolucionaria y podríamos parafrasear su dicho actualizándolo, diciendo que sólo la verdad es democrática.

La relación entre la prensa crítica y el poder es compleja pero en una sociedad que se pretende democrática debería de cancelarse los lazos perniciosos que hay entre una prensa colaboracionista y acrítica, y un poder político seductor y corruptor de los medios de comunicación que se convierten en poderes fácticos. En otras palabras, es necesario superar ese círculo vicioso que ha llegado a situaciones grotescas como aquella memorable y cínica frase del entonces presidente José López Portillo de “no pago porque me peguen”.

En consecuencia, este tipo de desplantes o reacciones virulentas de gobernantes que se empecinan en ver la vida color de rosa contra la crítica independiente a la cual quieren descalificar por decreto, conlleva un riesgo potencial de censura de la libertad de expresión. Hay desgraciadamente señales ominosas al respecto porque prevalece una línea conducta de la derecha en el poder de criminalizar la protesta política y los disensos, lo cual se está viendo en las fuertes restricciones legales introducidas en los códigos penales que se han puesto para acotar y eventualmente inhibir las luchas populares callejeras, llegando al extremo de dictar sentencias exageradas como les pasó a los líderes de la APPO oaxaqueña entre otros, o las fuertes multas al PRD y sus aliados por la toma de la tribuna de la Cámara de Diputados federal , y más recientemente, la medida ridícula e inoperante que los legisladores nayaritas hicieron para castigar lo que se ha dado por llamar como “ciberterrorismo”, independientemente de lo que causó tomar esta disposición, porque un exceso no debería ser tratado de corregir con otro exceso.

Luque2009@gmail.com