lunes, 25 de enero de 2010

Superación personal versus terapia filosófica

Superación personal versus terapia filosófica

César Ricardo Luque Santana

El boom de la literatura de superación personal o autoayuda, junto con una no menos profusa difusión de obras de esoterismo, son fenómenos que se han disparado durante las últimas décadas. ¿Cómo entender este creciente interés por los libros, cursos y conferencias de autoayuda y asimismo por las cuestiones esotéricas? Creo que ambos fenómenos tienen la misma raíz social pues vivimos una época de decadencia y abandono, donde el tejido social está cada vez más deteriorado porque la sociedad es cada vez menos solidaria y por ende más individualista, egoísta, empobrecida y caótica, lo que provoca vacíos que la educación formal por diversas razones no puede llenar, como tampoco lo puede hacer la cultura que enaltece al ser humano debido al alto grado de mercantilización de las relaciones sociales que envilece todo lo que toca. ¿Cuáles son las alternativas de mucha gente ante el desempleo galopante, la reducción de los derechos sociales, la incertidumbre y la exclusión social? Por un lado, tratar de ver por sí mismos buscando el éxito material a como dé lugar; por otro lado, llenar el vacío espiritual parapetándose en el misticismo, lo sobrenatural, lo mágico-religioso. En este último punto, mientras más extravagantes, estrambóticas o fantasiosas sean las creencias que se profesan, éstas le resultan más atractivas o seductoras, lo que en sí mismo es un reflejo del alto grado de desazón que se tiene. Las obras de superación personal y las creencias en lo paranormal, funcionan entonces como paliativos de las carencias materiales y/o intelectuales, asunto que es explotado comercialmente por algunos vividores, aprovechando la ingenuidad de quienes de buena fe abrevan de estos productos, algunos de los cuales por cierto son personas con escolaridad universitaria. De hecho, las mal llamadas “ciencias ocultas”, así como muchos libros de superación personal, son imposturas que como decía Voltaire, “inventó la bribonería para subyugar a los imbéciles”.

Las características de las obras de superación personal son entre otras las siguientes: presentan lugares comunes o verdades de Perogrullo, por ejemplo, decirle a las personas que si son disciplinadas, esto es, dedicadas, constantes y organizadas van a ser exitosas, es decirles una obviedad, o como decía el “motivador” Miguel Ángel Cornejo, si alguien quiere ser extraordinario debe hacer entonces un esfuerzo adicional, pues si por ejemplo, un deportista, un vendedor, un estudiante, etc., trabajan en serio su jornada, más algunas horas extras, tendrán por consecuencia mejores resultados que quienes se limitan a realizar un esfuerzo mínimo. Esto mismo dice un dicho popular: “se cosecha lo que se siembra”, lo que significa que quien se tira a la pereza, es desorganizado, etc., cosecha fracasos; mientras que el que hace las cosas a conciencia y en forma metódica, etc., cosecha éxitos. Esta aseveración de sentido común nos lleva otro punto muy ligado al anterior dentro de la literatura motivacional, la necesidad que sienten algunas personas de recibir consejos que confirmen lo que ya saben, es decir, la propensión al sermoneo. Otro elemento típico del consumidor de este tipo de literatura es que busca respuestas acabadas, recetas que le indiquen cómo hacer para lograr determinados objetivos como si fueran instrucciones para armar un objeto cualquiera. Otro elemento es la cuestión del éxito material como un fin en sí mismo y no como un medio, así como una embadurnada de “espiritualidad” basada en el pensamiento mágico-religioso. No menos importante es el alto grado de subjetividad, la creencia de que basta el control de la mente para conseguir lo que se quiera, y desde luego, la buena disposición, el optimismo y voluntarismo desbordado y cosas por el estilo que denotan un idealismo rupestre.

La terapia o consultoría filosófica por el contrario, se basa en la sabiduría de los grandes filósofos que han sido los maestros de la humanidad, los cuales se caracterizaron por tener pensamientos profundos, ajeno a la banalidad o frivolidad típica de los escritores de best seller y quienes trataron de formar seres humanos íntegros, sin establecer el éxito material como meta e incluso sacrificándola en ocasiones en aras de una existencia auténtica, pues el vivir apegado a la verdad suele tener consecuencias personales negativas en el terreno material, ya que una auténtica vida espiritual desde la perspectiva filosófica, consiste en cultivar el intelecto y llevar una vida congruente (ética) con la forma de pensar que se tiene, al contrario de lo que enseña la superación personal o autoayuda que supone un egoísmo sórdido (nada que ver con un sano amor propio), y que no exige tampoco rigor intelectual, ni siquiera una actitud racional y mucho menos tener que pensar por cuenta propia, pues de hecho se dirige a un público que se puede considerar analfabeta funcional. La terapia filosófica ayuda mediante el conocimiento filosófico a que la gente construya su horizonte de sentido por sí misma, reflexionando, problematizando las cosas, exigiendo y ofreciendo argumentos válidos, identificando las contradicciones para resolverlas o superarlas con base en la lógica y en los más altos valores de la humanidad.

Ciertamente hay otras alternativas de superación personal dentro del campo de la psicología como la logoterapia de Viktor Frankl, la terapia centrada en el cliente de Carl Rogers, que están fundadas en el conocimiento científico de la psique humana, e incluso los aportes de la psicología cognitiva de Jerome Bruner, David Ausubel y otros, aunque los dos primero si trabajan la cuestión de la búsqueda de sentido de las personas que están en una situación de crisis profunda, mientras que los otros están más enfocados a los individuos que realizan o están vinculados a actividades intelectuales, cognitivas o de aprendizaje significativo. Se podría mencionar también al psicoanálisis de Fromm que trata de apoyar a las personas en su liberación mental de la alienación social tomando en cuenta el contexto histórico-social en el que éstas se desenvuelven.

Debo señalar que no pretendo descalificar per se los esfuerzos legítimos de superación personal ni herir susceptibilidades, pero es necesario tomar nota de los aspectos negativos y enajenantes de la literatura de autoayuda procurando otras opciones como la terapia filosófica o el psicoanálisis que conllevan una autoexigencia de mayor rigor intelectual, que contienen un sentido crítico, que fomentan la generosidad, que se orientan a una liberación que no puede ser sólo individual, etc., pues de otra manera, se es víctima de estafadores que mediante lavados de cerebro inculcan el conformismo social, el egoísmo, la adaptación a una sociedad injusta, así como la promoción de ideas irracionales y supersticiosas esgrimiendo toda clase de ocurrencias y falsas suposiciones. Me preocupa también que estas ideas irracionales y antirracionales hayan penetrado incluso la academia universitaria mediante lo que llaman “desarrollo humano”, que no es otra cosa que técnicas de manipulación comercial y política. No se trata de estar cerrado a otras posibilidades, ni tampoco de creer que la ciencia tiene las respuestas para todo, sino de ponerse en guardia contra ese afán de estar contra el pensamiento racional, la prudencia y la sana convivencia. Al respecto cabe mencionar la pertinencia del criterio de la navaja de Occam la cual dice que no hay que multiplicar los entes sin necesidad, lo que quiere decir que ante un problema dado, debemos preferir una explicación terrenal y racional que nos lleve a una verdad plausible, en lugar de decantarse por una explicación fantasiosa que puede ser muy cautivadora pero que es innecesaria y sobre todo falsa.