sábado, 20 de marzo de 2010

Los bemoles del Bicentenario mexicano

Los bemoles del Bicentenario mexicano

César Ricardo Luque Santana

Este año están en marcha los festejos oficiales del Bicentenario para conmemorar conjuntamente los aniversarios de la Independencia de 1810 de México respecto de España y de la Revolución Mexicana de 1910, mismos que se han de celebrar mediante toda clase actos oficiales como desfiles, espectáculos artísticos, campeonatos deportivos, rituales de tributo a los héroes de la patria -tanto de la Independencia como de la Revolución- entre otras actividades semejantes; mientras que de manera paralela, se viene dando también una revisión de nuestra historia nacional cuestionando las versiones oficiales que durante mucho tiempo, idealizaron a ciertos personajes al mismo tiempo que satanizaron a otros, provocando con ello una adulteración de la historia.

Esta actividad de revisión de la historia oficial tiene como propósito -al menos en apariencia- desmitificar la historia oficial de México que durante décadas se nos ha enseñado en las escuelas públicas, lo cual en sí mismo es algo saludable, sobre todo si se logra disipar mitos, mentiras, maniqueísmos e incongruencias, ofreciéndonos una visión más crítica de la misma.

Lo cierto es que desde la escuela se nos inculcó una versión romántica de la historia de México a la manera de una galería de héroes con historias de vida personales inmaculadas, creándoles una imagen casi suprahumana, generando un culto a las personalidades en sí mismas, minimizando la participación popular y desvirtuando las circunstancias de pobreza, abuso y opresión, que fueron factores objetivos que movieron a muchos hombres y mujeres a luchar por mejores condiciones de vida, sin dejar de reconocer asimismo, las ambiciones de elites de poder que manipularon y utilizaron los sentimientos de justicia genuinos de mucha gente limpia, que abrigaron la esperanza de estar luchando por un país mejor. En este sentido, en efecto hubo caudillos patriotas que se condujeron con altura de miras, mientras que otros personajes actuaron como taimados y oportunistas.

No obstante la complejidad de los movimientos y los estallidos sociales que impiden una visión maniquea de la historia, se logró instalar en el imaginario colectivo durante muchas generaciones, una imagen idealizada de nuestra historia que comenzó con Porfirio Díaz, quien buscaba darle una identidad al pueblo mexicano, proyecto que se continuó y profundizo durante la hegemonía priísta que capitalizó para su haber las luchas populares y las mejores causas del pueblo mexicano, apropiándose demagógicamente de ellas como su heredero “natural”, para “legitimarse” como los dueños del poder, al grado que el inefable líder de los trabajadores mexicanos, Fidel Velásquez Sánchez, eterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), uno de los bastiones corporativistas del PRI para arrasar en las “elecciones” y para las escenografías de muestras de “apoyo” al presidente en turno, llegó a decir –palabras más, palabras menos- que “llegamos al poder a balazos y a balazos nos han de sacar”, dando a entender que la democracia electoral le valía un cacahuate y que por esa vía nunca cederían el poder.

La historia oficial durante príato, permitió que el PRI se apropiara mañosamente de los personajes más significativos de las luchas de independencia y la revolución -particularmente de esta última- autonombrando a su partido como “emanado de la Revolución”, autoproclamándose de ese modo no sólo como sus herederos directos y casi únicos, con lo cual deslizaban la pretensión o daban a entender que personajes como Morelos, Juárez, Zapata, Madero y otros, fueron una especie de protopriístas cuyos esfuerzos desembocaron en la construcción del PRI, el cual dominó al país de manera monolítica durante más de 70 años.

Por ello resulta pertinente la revisión de la Historia de México, sin embargo, dicha revisión de la historia no se está realizando sólo desde una perspectiva crítica, sino que también ha representado una oportunidad de revancha de las derechas para por un lado, denostar a personajes profundamente amados por el pueblo como Benito Juárez, Emiliano Zapata y otros, considerados por ellos mismos sus enemigos históricos, tratando al mismo tiempo de reivindicar a otros personajes de la historia poco o nada apreciados por el pueblo por haber estado de un modo u otro contra los intereses de la nación. Ciertamente, la historia siempre va a ser controversial, siempre van a existir diversas interpretaciones, pero una cosa es querer esclarecer con honestidad la verdad histórica, y otra actuar tendenciosamente en forma deliberada para llevar agua a su molino. Si a esta última actitud se agrega que estamos bajo el contexto del neoliberalismo, nada mejor para los conservadores que aprovechar esta desmitificación de la historia para desdibujar la identidad cultural del pueblo de México, rompiendo con este tipo de asideros al considerar la historia mexicana como hechos anquilosados o piezas de museo sin significado alguno.

Habría que estar en guardia contra estas pretensiones de las derechas y el conservadurismo neoliberal de incurrir en una nueva distorsión de la historia, aprovechando algunos defectos y errores políticos personales de héroes verdaderos que pese a sus fallas, supieron comportarse a la altura de las circunstancias, así como la no menos dañina intención de borrar o minimizar la memoria histórica del pueblo mexicano bajo el pretexto de que hay que mirar al futuro, etc., Para ello, es importante no dejar el campo de la historia a los alcahuetes del poder desenmascarando su retórica.

Volviendo a lo mencionado al inicio de este escrito, cabría también cuestionar el sentido de los festejos “patrios”, pues a doscientos años de la Independencia y a cien de la Revolución, no sólo no hemos progresado como cabría esperar, sino que hemos tenido graves retrocesos. Vivimos actualmente en un Estado fallido donde muchos indicadores dan cuenta de que el país sigue hundido en la crisis a las que nos metieron los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN. Estamos en los últimos lugares internacionales en el terreno de la educación básica, somos de los más corruptos del orbe, tenemos índices de delincuencia altísimos, de más secuestros, de más crímenes violentos para un pueblo que no está en guerra, somos de los países más agresivos con el medio ambiente, etc. Por si fuera poco, con la implementación del neoliberalismo desde hace 30 años, hemos retrocedido en diversas conquistas sociales, tanto respecto a los programas sociales como en los derechos laborales, y además se está volviendo a dejar en manos de extranjeros perniciosos nuestras riquezas naturales para que continúen saqueándonos.

De este modo, no sólo tenemos la tarea de reescribir la historia en sentido crítico, de recuperar la memoria histórica para construir una nueva identidad como mexicanos con base en una historia desmitificada, sino que asimismo, debemos luchar por revertir el deterioro del tejido social para (re)construir un México con mayor equidad social y una democracia más completa, tanto representativa como participativa.

jueves, 18 de marzo de 2010

Manuel Martínez Llaneza - Carta al Director de la Real Académica de la Lengua Española

Se pide incluir el término "totalitario" en la entrada del Diccionario relativa al "comunismo"

Carta abierta de un comunista al Director de la Real Academia Española

Manuel Martínez Llaneza
Rebelión


Sr. Director de la Real Academia Española

Me dirijo a usted como comunista preocupado por las iniciativas de algunos académicos que piden incluir el término ‘totalitario’ en la entrada relativa al término ‘comunismo’ de la próxima edición del DRAE.

Le tengo que manifestar en primer lugar mi sorpresa.

Siempre se ha considerado que el Diccionario recoge el uso de la lengua con criterios que -aunque en algunos casos sean discutibles como en toda actividad humana- tienden a reflejar su uso real con un sentido de conservación de su “genio”, lo que lleva, por ejemplo, a señalar como vulgarismos palabras de uso muy frecuente que en el futuro es posible que desaparezcan o, por el contrario, que accedan a la categoría de normales.

Lo que se suponía que estaba ausente del DRAE es la valoración política, histórica, moral o estética, por supuesto en la medida de lo que es posible separar los significados de las connotaciones. Ese criterio se sigue en términos generales, pero no se seguiría en el supuesto que comento según voy a argumentar, recurriendo como apoyo a algunos ejemplos tomados de la vigésima segunda edición, salvo que se diga lo contrario.

Ejemplo 1º: capitalismo.

1. m. Régimen económico fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creador de riqueza.
2. m. Conjunto de capitales o capitalistas, considerado como entidad económica.

Como era de esperar, no se dice que el capitalismo es causante de injusticias, guerras y hambre, y que su evolución está poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad. Y ello, no porque no sea cierto, sino porque no es misión de la RAE –ni yo se lo pido- entrar en esos importantísimos aspectos.

Ejemplo 2º: Iglesia católica.

1. f. Congregación de los fieles cristianos regida por el Papa como vicario de Cristo en la Tierra.

No se dice que es una institución totalitaria –en sentido estricto, como mostraremos luego- ni que creó la Inquisición y fue la responsable de muchas guerras y matanzas. Entiendo de nuevo que no es necesario explicar por qué no se dice. Sin embargo, es cierto que en el DRAE se califica de totalitarias a otras concepciones político-sociales.

Ejemplo 3º: fascismo. (Avance de la 23. ª edición, los cambios no son relevantes) (Del it. fascismo).

1. m. Movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia, en la primera mitad del siglo XX, liderado por Benito Mussolini, y que adoptó como símbolo las fasces romanas.

Ejemplo 4º: franquismo.

1. m. Movimiento político y social de tendencia totalitaria, iniciado en España durante la Guerra Civil de 1936-1939, en torno al general Franco, y desarrollado durante los años que ocupó la jefatura del Estado.
2. m. Período histórico que comprende el gobierno del general Franco.

El análisis de estas diferencias nos lleva al meollo de la cuestión lingüística que estimo debe considerar la RAE para evitar la improcedente politización derechista del Diccionario. Señalo las principales consideraciones, sin citas, que estimo innecesarias por lo conocido del tema y el carácter de este escrito, pero que pueden aportarse sin dificultad:

a. Es el propio fascismo el que se autocalifica de totalitario. Las leyes franquistas de la posguerra también definen el nuevo estado como totalitario de manera explícita. Sin merma de rigor podrían, pues, sustituirse en las anteriores entradas las expresiones eufemísticas “carácter totalitario” y “tendencia totalitaria” por “totalitario” simplemente. Podría también en propiedad matizar “gobierno totalitario” la segunda acepción del ejemplo 4º
b. Es evidente que dicha calificación no tiene para sus creadores ninguna connotación moral negativa, sino que es meramente descriptiva. El sentido de la totalidad viene regido, en las diferentes versiones del fascismo, por los conceptos de imperio, raza o religión, supuestamente superiores al hombre, a los que se subordina en última instancia toda actividad individual o social. Éste es el sentido original de ‘totalitario’.
c. Nunca ha habido una definición de ese tipo en ninguna de las variantes del comunismo que, en todo caso, han preconizado siempre la liberación del hombre de las diversas ataduras sociales y económicas.
d. Los errores, e incluso crímenes, cometidos por los diversos regímenes políticos –por todos, hasta la fecha- son cuestiones de facto que le corresponde valorar a historiadores, sociólogos y políticos, y esta valoración se deberá hacer, en nuestro caso, en la mejor lengua española posible, sin que las palabras deban estar cargadas y distorsionadas previamente de manera que hagan imposible el estudio y el diálogo.
e. En ese sentido, mi convicción de que el carácter criminal de todos los regímenes fascistas que han existido deriva en gran medida de su carácter totalitario puede admitirse o no por los científicos, pero en ningún caso tiene un carácter lingüístico que pueda afectar al Diccionario.

Las anteriores consideraciones nos conducen a revisar las propias definiciones del DRAE relacionadas con totalitario-totalitarismo.

Ejemplo 5º: totalitario, ria.

1. adj. Que incluye la totalidad de las partes o atributos de algo, sin merma ninguna.
2. adj. Perteneciente o relativo al totalitarismo.

Ejemplo 6º: totalitarismo.

1. m. Régimen político que ejerce fuerte intervención en todos los órdenes de la vida nacional, concentrando la totalidad de los poderes estatales en manos de un grupo o partido que no permite la actuación de otros partidos.

Curiosamente, la secuencia genética “total-totalitario-totalitarismo” está distorsionada de forma circular por la segunda acepción de “totalitario”. De esta forma, como ‘totalitarismo’ recoge exclusivamente la concreción política e ignora la definición ideológica, se traslada ésta a ‘totalitario’ cuya primera acepción tiene un carácter abstracto. En resumen, el DRAE no recoge la acepción ideológica original –fascista- de ‘totalitario’, ni de ‘totalitarismo’.

En todo caso, esa definición de régimen político totalitario afecta, como se ha dicho, por propia decisión a los regímenes fascistas y a la propia definición del fascismo, pero sólo un lavado de cerebro programado puede extenderlo al comunismo que pregona la desaparición del Estado tras la fase socialista y que no ha teorizado jamás la necesidad o conveniencia de impedir “la actuación de otros partidos”.

Como conclusión de estos razonamientos, le pido que tome en consideración las siguientes propuestas:

a. Modificación de las entradas de los términos ‘totalitario’ y ‘totalitarismo’ de forma que den entrada a su definición ideológica original, libre de otras connotaciones.
b. Rechazo a incluir el adjetivo ‘totalitario’ en la entrada ‘comunismo’ por ser falsa en cualquiera de sus acepciones.

Por último, Sr. Director, dejemos la política a los ciudadanos y preocupémonos todos porque el Diccionario dé soporte a una lengua común (comunista) lo más rica, clara y universal posible.

Atentamente
Manuel Martínez Llaneza


Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes. (www.rebelión.org)