miércoles, 20 de mayo de 2009

La propuesta del abstencionismo activo

La propuesta del abstencionismo activo

César Ricardo Luque Santana

Como he venido diciendo, el abstencionismo activo consiste en anular deliberadamente el voto o en acudir a las urnas a ejercer el voto nulo razonado. En este artículo, se planteará el sustento de quienes apoyamos esta propuesta, así como algunas objeciones a ella y las respuestas a dichas objeciones.

Empezaré por describir algunos de los puntos que justifican el abstencionismo en cualquiera de sus manifestaciones y que pueden englobarse en una crisis de legitimidad expresada en los siguientes aspectos: que los diputados no suelen representar a los ciudadanos que los eligieron; que su desempeño parlamentario deja mucho que desear; que cobran sueldos excesivos e insultantes; que la democracia está pervertida por una partidocracia infame; que los poderes fácticos (mediáticos, empresariales, sindicales, etc.) se superponen al Estado de derecho; que las autoridades electorales carecen de autoridad moral y de capacidad institucional pues son producto de las componendas entre los partidos, en vez de que fuera integrado por un grupo de notables con reconocimiento académico y solvencia moral; que el poder es un mero botín; que los políticos más nocivos son los que deciden todo, perpetuándose en el poder y formando dinastías; que no hay credibilidad a una clase política inepta y parasitaria.

A continuación presentaré las reflexiones de Jaime Preciado Coronado –investigador de la Asociación Latinoamericana de Sociología- expuestas en su artículo “Abstencionismo activo razonado” en Milenio Guadalajara (20-02-09) y de Daniel Márquez Melgoza (“Por un abstencionismo activo” en La Jornada Michoacán 11-04-09)

El primero comparte la estrategia del abstencionismo activo pero es muy reservado en cuanto a su eficacia, pues señala que no hay un movimiento social o ciudadano que capitalice y/o “acuerpe” el voto nulo razonado, como sucedió en Argentina con Los Piqueteros que acuñaron la consigna “¡Que se vayan todos!” mediante la cual manifestaban que ningún cambio verdadero podría realizarse y prosperar con las mismas personas que habían dañado a la democracia y a la nación. Refiere que el movimiento zapatista en su Otra Campaña ha promovido el abstencionismo pero su capacidad operativa y de convocatoria ha sido muy limitada, aunque debo precisar que este movimiento ha promovido el abstencionismo pasivo. Asimismo, creo que el hecho de que no haya un movimiento social ya establecido para estos fines, no debe ser una causa de desaliento, pues a partir de ahora podría irse formando una red ciudadana y de organizaciones que empiece a trabajar para luchar contra el proyecto neoliberal, el cual es sustento de la democracia de papel que padecemos.

Para Daniel Márquez, las causas que provocan el abstencionismo –aparte de las ya mencionadas- son el descrédito de autoridades electorales, partidos y candidatos; porque los primeros han dado muestras de su impotencia ante los poderes fácticos como el “duopolio” televisivo, los segundos no tienen ninguna diferencia cualitativa entre sí, y los terceros en general no tienen un perfil que los haga confiables porque carecen de una trayectoria política y social de defensa de las causas populares. Considera que sin embargo, es mejor el abstencionismo activo que el pasivo, al cual considera –erróneamente a mi parecer- como reflejo de una carencia de cultura política democrática (aunque desde luego puede haber algunos ciudadanos en esa situación). Cree que el abstencionismo activo puede ejercer una presión mayor en cuanto a que exhibe de manera más contundente o categórica la ausencia de legitimidad de los gobernantes (con lo que estoy de acuerdo) pues demuestra –creo yo- que al ejercer el voto nulo razonado, no cabe hablar de negligencia o apatía de los ciudadanos, ardid que les sirve de coartada a la clase política para curarse en salud endosándoles a los abstencionistas el problema de la escasa participación en as urnas, invirtiendo mañosamente la relación de causa y efecto. Por esta razón, Daniel Márquez considera que debería de ser obligatorio el voto porque entonces el abstencionismo pasivo se transformaría en abstencionismo activo. En mi opinión, creo que tiene más valor incrementar significativamente el porcentaje del voto nulo razonado en un contexto de derecho al voto que de obligación.

Por su parte, Jaime Hernández Ortiz, en su artículo “¿Anular el voto?” (en La Jornada Michoacán 23-04-09) se muestra muy escéptico hacia la propuesta del abstencionismo activo y esgrime una serie de objeciones como las siguientes: le parece dudoso que el mensaje que se pretende mandar con el voto nulo razonado tenga algún efecto importante; por el contrario, dice que le servirá a la derecha “para manipular las cifras y el comportamiento electoral”, pero no dice en qué sentido o de qué modo, pues en todo caso, me parece que es más fácil manipular una boleta no utilizada que una inutilizada, y de igual manera creo que no es lo mismo registrar un alto nivel de abstencionismo pasivo que de abstencionismo activo. Él dice que éste último nunca ha sido históricamente significativo, pues en promedio no ha pasado del 3 por ciento, lo cual es cierto, pero seguramente su lectura sería otra si en vez del 3% fuera del 15% por ejemplo, y no tanto porque la clase política se vaya enmendar automáticamente con ello (ya he dicho que eso no va a suceder), sino porque un porcentaje de esta cantidad equivale a varios millones de mexicanos que podríamos eventualmente organizarnos para luchar sin reproducir todo lo que criticamos del sistema, sin caer en la simulación, etc. Tampoco comparto como lo he dicho en varias ocasiones, su tesis de que el abstencionismo es reflejo de una incultura política democrática. Asimismo, me parece un exceso su intento de exhibir una especie de incongruencia de los abstencionistas activos al reclamarles que por qué se limitan a anular su voto y no rompen también su credencial de elector ya que tanto repudian al sistema. Es como si a alguien inconforme con el calentamiento global le dices: “¿por qué no te cambias de planeta?” O como nos dicen a veces en nuestro centro de trabajo donde nos exprimen por un sueldito miserable: “si no te gusta el trato o lo miseria de sueldo que recibes, búscate otro empleo”, cuando no los hay. En mi caso como partidario del abstencionismo activo, no estoy contra la democracia sino contra esa farsa que llaman democracia, no estoy contra el Estado de derecho sino contra su simulación, no estoy contra los partidos pero sí contra la partidocracia, etc.

Una última postura es la de Marcos Rascón en su artículo “Urnas para la ciudadanía” (La Jornada 21-4-09) la cual me parece que es una postura híbrida entre ambos tipos de abstencionismos y en la cual propone una elección paralela independiente de la oficial. Creo que su propuesta es inviable por todo lo que implica de organización, recursos económicos, logística, etc., pero no obstante ello, tiene otros ingredientes interesantes más allá del proceso electoral.

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